No puedo evitar sentir lo que siento. Lo que siento lo siento. Le doy este poder al sentir y construyo mi brújula interna.
Sí puedo elegir sentir lo que siento en un lugar de densidad o de sutilidad. Tengo el poder de elegir cómo sentir lo que siento.
Tantra es elegir sentir lo que siento permaneciendo en la esfera de lo sutil. Cuando siento primero llega lo sutil y según las decisiones que tomo puede llegar lo denso.
Si a lo que siento le sumo lo que pienso de lo que siento, estoy densificando. Si cuando siento me quedo en el asombro y la curiosidad de observar lo que estoy sintiendo sin interpretarlo, permanezco presente en lo sutil.
El Tantra propone la observación del recorrido de la energía sexual desde lo sutil. Para ello hace falta soltar las amarras de los tres primeros chakras para permitir la elevación.
Lo primero que suelto es la expectativa. Esto es casi la mayor parte del trabajo del Tantra puesto que en la expectativa reside el ego y la mente. La energía sexual es un circuito autónomo que discurre por canales donde no está ni el ego ni la mente. Entrar en la órbita de la energía kundalini precisa atravesar resistencias y bloqueos hasta dejar el espacio para el misterio del presente.
El vacío es la energía femenina en su máxima pureza y es el estado que formula la invitación a un espacio sin mente y sin tiempo donde habitar el desprendimiento de todas las capas: mente, expectativas, control, ego, roles, patrones, … Ninguna está invitada a la ceremonia tántrica y sí está invitada a su disolución en la fase previa cuando nos adentramos al vacío.
Para darle poder al vacío (la energía femenina universal) tomo la mirada a los ojos con mi compañero/a de Tantra, la plena atención en mi respiración y observación de todo lo que siento. Me ayuda ponerle palabras a lo que siento en una expresión desde el momento presente ¡sin añadir explicaciones mentales a lo que siento! -Dicen que el presente dura 7 segundos, así que si quieres expresarte desde la presencia plena no puedes alargar tu intervención más de ese tiempo ya que si lo haces estarías tirando de mente/pasado- Sí puedes respirar y volver a expresar actualizando el presente cada vez. La mente acelera la palabra, el presente te vuelve exquisitamente lento. Al Tantra se accede por la lentitud.
La entrada al Tantra es fría, es sobria, es a través del estado de meditación. Es necesario que sea así para que se filtren todos los movimientos automáticos que están solapados a la sexualidad: patrones, roles, ego, mente.
No hace falta sentir deseo por la otra persona para hacer Tantra, sólo estar disponible para trabajar con la energía sexual kundalini y darle poder a este circuito autónomo de experiencias y aprendizaje. Puesto que en el Tantra se disuelven todos los objetivos y expectativas… ¿Cómo puedes saber si al hacer Tantra con un compañero/a vas a realizar una penetración de los órganos sexuales? No lo puedes saber de antemano, te irá informando el presente, y al presente le daremos la atemporalidad para que se desarrolle: hemos entrado en el espacio de la lentitud suprema para que el corazón se abra a la intimidad. Estamos en el reinado de la Diosa, un mundo desconocido completamente por la mente, el ego, los roles, las expectativas y las fantasías anticipatorias. Así que no podemos saber nada de lo que va a acontecer en nuestra sesión de Tantra con otra persona.
Estamos en un acuerdo de encontrarnos para darle permiso a la presencia de la energía sexual. En postura de meditación uno frente a otro, soltamos la arrogancia de saber algo de lo que pueda pasar durante las próximas horas. Es un acto de desnudarnos en el ser. No sabemos nada. Y sólo puedo sentir lo que siento ahora mismo. Si le doy de verdad el poder a mi energía sexual le otorgo la confianza de que esta energía sagrada me lleve a lo que me toque ese día habitar: quizás es una experiencia de sanación y no de éxtasis. ¿Le doy el poder a mi energía sexual? ¿Estoy disponible a aceptar lo que hay para mi en cada momento? ¿Quiero soltar mi expectativa verdaderamente?
Este lugar de vacío no es fácil de habitar para muchas personas: aparecen muchas emociones del pasado, como la vergüenza o el miedo, y la cabeza se acelera queriendo controlar la situación. Quizás tomo roles conocidos que me aportaron seguridad en el pasado, como complacer, seducir, dominar, o someterme.
Como estamos soltando la expectativa: todo está perfecto como sucede. Dar pasos al vacío es soltar todo lo que viene. La mejor manera de soltar es nombrar en voz alta lo que estoy vivenciando de la manera más neutral posible.
El entrenamiento primordial del Tantra es habitar el vacío ¡se llama meditación! Es el punto de partida para que la Diosa nos dé la bienvenida a su espacio sagrado. Dándole el primer lugar a lo femenino.
Lo femenino es la nada. Lo masculino es el todo. Lo femenino y lo masculino se encuentran para crear una nueva vida. Si es nueva, parte de la nada. ¡Empezamos el Tantra permitiendo la Nada!
Siento vergüenza de no saber lo que vamos a hacer. Me da miedo no excitarme sexualmente. Estoy muy excitado ya y me cuesta permanecer en esta lentitud. Me frustra la lentitud. Estoy feliz de mirarte a los ojos. Estoy confiando en este espacio. Me acabo de dar cuenta de que me resulta muy cómodo no tener expectativas. Comienzo a sentir intimidad contigo. La intimidad se abre cuando percibo que no esperas nada en concreto de mi, salvo estar ambos presentes en esta energía sin rumbo conocido. Siento placer de estar aquí.
Cuando empiezan a caer capas. La intimidad se vuelve una experiencia del presente: ya estamos donde queríamos estar. Aquí y ahora, sin expectativas y sin saber lo que va a ocurrir. El corazón se pone en primer lugar. La energía femenina de la mujer y del hombre se pone en primer lugar. Estamos disfrutando de un momento de aceptación del otro o la otra sin esperar nada en concreto. Este espacio de aceptación facilita que aparezca el sentimiento de amor y que el corazón se abra.
Cuando el corazón se despierta podemos invocar lo que salga de nuestra inspiración.
Invoco mi energía sexual para que abra mi corazón a estados de sentimiento como la gratitud y el gozo. Invoco mi energía sexual para que me ayude a abrazar mi fragilidad y a entrar en la ternura. Invoco a la diosa que hay en mi. Saludo al dios que tú eres. Reconozco tu honestidad y tu libertad. Agradezco tu presencia amorosa. Abrazo mi amor propio…
La invocación proclama donde quiero enfocar mi energía. Le pide a la ceremonia tántrica (donde dos se vuelven unidad) que la energía generada se focalice en una dirección. Se pide y se suelta la expectativa concreta: ¡No queremos volver al control!
La invocación ya me está aportando lo que invoco cuando lo nombro. Porque la palabra es energía y cuando estoy con el corazón abierto esta vibración del sonido aporta satisfacción. Abriendo la posibilidad de generar mayor manifestación cuando la energía sexual se aviva y añade fuego al foco nombrado. Esto es parte de la Magia Sagrada Kundalini (MSK)
Cuando atravieso el portal del vacío y me adentro en la dimensión del Tantra, dejo al otro lado a mi personaje
El Tantra no es una serie de técnicas para tener mejores relaciones sexuales ¡esto le encanta al personaje! Vivimos con un personaje egoico y hay que motivarlo para que le apetezca hacer Tantra, si bien con la profundización todo se convertirá en una aventura arriesgada y absolutamente incierta ¡muy apasionante! El Tantra Sí es un camino espiritual para abrazar la sombra, abrir el corazón, habitar estados de gratitud, gozo, amor… ampliar infinitamente la experiencia orgásmica donde desaparece por completo el concepto orgasmo y en su lugar son recibidos los estados orgásmicos que incluyen una inabarcable gama de experiencias creadas en el presente de la unión sexual referidas al éxtasis, a la fusión, a la unidad, la magia, el amor incondicional, al gozo, al vacío, a la presencia, a la sanación y limpieza de sombra.
¿Cuántos tipos de orgasmos tienes? En la sexualidad no sagrada se suele considerar orgasmo a una eyaculación en el hombre y a un orgasmo de pico en la mujer. Esto es una visión limitada de la sexualidad. Si orgasmo es otra expectativa más, para hacer tantra es necesario soltarla por completo. Es que incluso para hacer Tantra … ¡no puedes tener la expectativa de hacer Tantra!
Abro mi corazón a los estados orgásmicos, los cuales sólo los puedo experimentar en el presente cuando ocurren en la unión sexual con mi compañero, especialmente y también en mi soledad cuando enciendo mi energía sexual y sigo su propuesta. A veces se me presentan como una oleada de unión con el universo. Otras veces es un recorrido de gozo por todo mi cuerpo. Otras veces es una vibración en mi útero que se expande a mi pecho en forma de amor. A veces es un sentimiento de fragilidad exquisito que me lleva de viaje al abrazo con mi niña interior. A veces es fuerza y poder, otras es silencio y vacío. Me encanta disolverme en la totalidad como si saliera de mi cuerpo y de mi identidad con plena conciencia.
La meditación que nutre la apertura a la sexualidad sagrada puede ser dinámica como una danza o un masaje: ambas propuestas aumentan la activación del hemisferio derecho del cerebro a través del tacto y las sensaciones corporales. Si le añado la palabra que nombra el presente o la invocación, comienzo a soltar, limpiar, sanar y a generar magia.
La mirada a los ojos, el intercambio de alientos, la órbita microcósmica y macro a través de la respiración conjunta y la conciencia energética, la colaboración con el vacío, la expresión de la palabra del presente y la invocación, la meditación, la danza y el masaje con atención suprema… todo esto permite la dimensión del Tantra y crea el espacio sagrado para que florezca.
La unión de la energía sexual comienza desde lo sutil. Volvemos a invocar la lentitud. Antes de entrar en contacto físico nos hemos tocado con la mirada. Antes de darnos un beso nos hacemos conscientes del intercambio de aliento en la distancia. Cuando acortamos esta distancia ponemos la atención en el circuito de energía que se configura en la dualidad que somos: un extremo de la polaridad en lo masculino, otro en lo femenino, uno yang y otro yin.
La postura yagyum (lo masculino en postura de meditación sostiene a lo femenino sentado encima con las piernas entrelazadas) nos acerca considerablemente para poder tomar una meditación conjunta. Desde lo sutil y energético lo femenino penetra con el pecho a lo masculino. Desde lo sutil y energético lo masculino penetra en el vientre a lo femenino. Lo masculino recibe en su pecho la energía femenina. Lo femenino recibe en su vientre la energía masculina.
Así se configura el circuito: las bocas se unen en un intercambio de alientos, cerrando las comisuras de los labios para que entre el mínimo aire del exterior. Cuando lo femenino inspira por la boca, lo masculino expulsa el aire desde la boca (lo masculino se vacía completamente de aire) … entonces lo femenino penetra sutilmente el pecho de lo masculino. Ahora lo femenino expira (lo masculino inspira) y es penetrada sutilmente con la energía de lo masculino por su vientre. Así configuramos un movimiento energético circular para generar un trance, un vacío mental, un estado de fusión y de unidad energética, una embriaguez amorosa, donde el polo positivo o masculino se completa con su polo negativo o femenino, y viceversa. La danza infinita del yin y el yang.
Toda la experiencia se desarrolla aún desde el contacto sutil o energético. Cuando el corazón está abierto y la entrega sin mente(sin ego, sin roles, sin expectativas) está siendo en el aquí y ahora, podemos jugar todo lo que queramos con el lingam y la yoni, el pene y la vulva, las deliciosas frutas de la sagrada energía sexual con una premisa, preservar el espacio sin expectativas y poner el foco en los estados expandidos del corazón… por eso podemos parar el movimiento, cambiar de posturas, regresar a la danza, a la palabra, volver a la activación del motor genital, ponerle palabras de amor (¡haya o no haya enamoramiento!)
Este espacio de la Diosa puede tardar un tiempo en abrirse: quizás dos minutos si la pareja está muy sincronizada en Tantra o quizás dos horas ¿importa el tiempo? El tiempo es una de las expectativas mentales que está destinada a disolverse, por eso invocamos la atemporalidad o la eternidad del momento presente.
Las acciones desacostumbradas disuelven lo mecánico y nos colocan en un impacto en el puro presente. El Tantra es la gran invitación a descubrir cada instante de vida con la presencia en la energía sexual.
Saludo al lingam del dios que se presenta en mi espacio de intimidad
ese elemento de la anatomía del hombre elegido para encarnar a mi dios interno,
sabe perfectamente llamar a la puerta de mi templo y abrir mi corazón desde dentro.
Mi presencia en la diosa que yo soy se lo recuerda con exquisita dulzura y vacío,
hemos conquistado juntos un instante fuera del tiempo que se despliega como una experiencia de eternidad,
mi pecho es una cascada de agua pura y sentimiento que nos precipita hacia el abismo,
su vientre es la fuerza de la vida poniendo dirección hacia el sol.
Cuando caemos nos desprendemos de todo y saltamos a la otra realidad,
¡el salto cuántico nos coge por sorpresa!
Pareciera un salto insalvable y peligroso… y se convierte en un baño de agua fresca con la manguera de la azotea como juego de niño y niña salvaje.
La primera vez que acudía a una terapia, allá por el año 2004 en Sevilla, las dos mujeres que me atendieron a través de una sesión sistémica, me desvelaron con claridad la temática: no había recibido la energía masculina, debía recomponerla dentro. Al poco tiempo, un poderoso sueño me hizo ver con claridad el rol que había tomado en el triángulo de papá y mamá, y lo que eso conllevaba. Viví rechazando al padre.
Mi masculino venía con sus carencias y también con sus propias cualidades: apertura sensible, capacidad de entrega, sensibilidad emocional, devoción a la intimidad con lo femenino, etc. Esto me ha resultado un puente favorable para conectar con lo femenino, aunque de manera incompleta, con un masculino no empoderado. Las relaciones intimas me desvelarían en asunto.
Como hombre, a la hora de empoderar este aspecto de mi identidad, me ha costado encontrar referencias. Hoy no es fácil construir el masculino que mezcla la energía serena, la fuerza y la determinación interna con la apertura sensible y amorosa. Además, no nos hemos permitido comunicarnos la emoción entre nosotros. Ahora sí, siento que estoy asistiendo a un tiempo muy bonito de transformación junto con otros hombres que también buscan lo mismo.
En estos años, mi relación con la mujer ha determinado mi despertar. Ella me ha colocado frente a mis sombras y me ha permitido desvelar cómo es el masculino que quiero habitar. Todo mediante un proceso instintivo cuya trama es el día a día. Sin duda, me han puesto delante de todas mis dificultades. He contactado con mis miedos, percibido la culpa, manejado mi rabia, desvelado los celos, entrenado los límites emocionales, etc. Me he tenido que enfrentar a muchas situaciones tensas para ser testigo de mi reactividad, aprender a elegir mi entrega sin sentirme deudor y no temer a la separación y el abandono del amor.
Considero que mirar bien adentro a los miedos es imprescindible para mi evolución y me ha resultado muy difícil. Para manejar mis emociones y mi sexualidad, venía con un programa inadaptado. Se me despierta mucho un sentimiento de inadecuación. “Lo he hecho mal; no sé atenderte; mis opciones te separan de mi”, etc. Esto era la fuente de incomodidad. Entender y atender el miedo está siendo un camino de guerrero. En mi caso, el miedo a la separación, a que me sea retirado el amor de manera culposa.
El otro apartado contundente ha sido mi comprensión sobre el dolor y como este despierta en mí las defensas más contundentes y una rabia exigente. Cuando siento dolor, exijo que me rescaten, que se hagan cargo. No he tomado mi rabia para respetarme y poner límites auténticos y con amor. Al revés, he tomado la rabia para defenderme a través de la fuerza, activando la soberbia y entrando en infructuosas disputas.
El miedo está anclado en el cuerpo físico y me resulta muy muy incómodo. Si dejo que la rabia se convierta en ira, voy a distorsionar el vínculo emocional que amo y a dañar la única fuente de alivio auténtica: la escucha compasiva, la dulzura, el amor generoso y respetuoso.
Actualmente, mi viaje de amor lo vivo en mi relación de pareja. Con esta relación exclusiva, me abro valientemente a todos mis demonios internos. Me adentro en la sanación del amor incondicional. He tenido que habilitar mi escucha sensible, aceptar que estos escenarios son una poderosa escuela y que lo fácil es huir. También he ido aprendiendo a respetarme en lo que siento, sin cargar con todas esas secuelas de culpa o inadecuación que me atormentan.
Mostrarme vulnerable y aceptar que, a veces, estoy atrapado en la impotencia, está despertando mi masculino sensible auténtico. Reconocer que necesito amor y que tengo que aprender a pedirlo o a retirarme un tiempo cuando entro en dolor, me sana. Aprender a hacer las cosas con miedo y a cabalgar los estados de rabia, me están trayendo a un hombre que me gusta. Me muestra una masculinidad coherente que está más disponible para el amor incondicional a mí mismo y a las personas a las que elijo entregarme. Cuando mi pareja camina en esta misma sintonía, es posible hacerlo.
Mi sensibilidad contiene un enorme campo energético, pero como hombre no fui invitado a habitarla, a hablar de ella. Me entreno. Cuando me quedo, puedo entrar en el miedo y liberar energías secuestradas. Solo si doy espacio total al miedo, se desvanece. Si peleo contra él, permanece y me hago más temeroso, más defensivo. No suelto la pareja, acepto el reto de mi despertar a través del amor.
El psiquismo femenino y masculino son distintos y complementarios. He necesitado entenderlo y diferenciarlo. Pero ambos se encuentran y contrastan para ir más lejos. Bien enfocados en un campo de conciencia adecuado, permiten sanar, sublimar y despertar.
Entiendo ahora mejor lo específico de mi masculino. Como yo traigo la energía de la acción; necesito moverme entre la materialización de propósitos en el mundo, el penetrar la vida con mi creatividad y el viaje de la intimidad del corazón con lo femenino. Me gusta ser concreto. Abro un proceso y también lo cierro. Quiero saber cuánta energía está implicada en una acción. Tengo mi propio entendimiento y determinación. Aprendo a elegir los tiempos en los que estoy disponible. También a avalar mi sentir frente a cualquier dificultad amorosa o disenso. Reconozco el valor de mi entrega y de mi amor, que están hechos de presencia, incondicionalidad, confianza y mucha apertura a la comunicación sensible.
También sé definir lo que necesito del amor de las otras personas y de mi pareja, y lo expreso con naturalidad y sin exigencia, cuando entiendo que puedo ser cuidado y amado mejor. Nadie tiene que rescatarme ya de mis estados. Me completo cuando me nombre esto.
Acepto, en definitiva, la forma en que yo doy amor, y al mismo tiempo, crezco permanentemente en mi capacidad de amar incondicionalmente.
En este maravilloso viaje de sanación a través de la entrega de lo femenino a mí, he podido experimentar el poder sanador del amor. La herida que emerge en el vínculo no es sino mi sombra en forma de niño frustrado y caprichoso. Lo reconozco, es un niño exigente que se frustra mal, que pide ser atendido y se enrabieta. Esta parte de mí no soporta el dolor, se siente fácilmente culpable y entra en la víctima. Ser amado incondicionalmente aquí, ha sido un lugar milagroso. Siento profunda gratitud.
En este camino también he podido empatizar con la herida femenina. Desde mi punto de vista, el femenino probablemente tenga que vérselas con un sentimiento atávico de desconfianza hacia lo masculino. Nace de una incertidumbre sobre si el hombre permanece, es leal a su sentimiento, está disponible para la entrega y para abrir el corazón, o de nuevo va a ser fuente de abandono, traición y soledad. Lo femenino convoca al amor y a la intimidad profunda, y necesita ver que el hombre está disponible para ese viaje sensible.
Esta herida, cuando se manifiesta egoicamente, lo hace en forma de energía de reproche, recriminación y exigencia. Así lo percibo desde mi experiencia. Se abre una cuestión de confianza hacia la voluntad amorosa y la entrega del hombre. En su fase más primaria está muy vinculada a la energía sexual y los celos. Pero es más amplia.
Comprender mi dolor, en sus causas externas e internas, me habilita para ir abandonando el hombre viejo que se aleja de su propia sensibilidad cuando tiene que enfrentar estos escenarios. Si, he tenido que aprender a mirar mi dolor y a pedir que sea escuchado. Creo que lo he guardado mucho. Ha sido importante para mí aprender a respetarlo y a darle su sitio en el amor. ¡Es bellísimo entender que el hombre y la mujer nos convocamos espiritualmente para sanar estos lugares de hondo dolor y miedo!
Mi hombre nuevo va amaneciendo para relacionarse con lo femenino / mi femenino, en un lugar transformador. Sigo descubriendo las nuevas arquitecturas de mi corazón de hombre. Amo lo que emerge y agradezco la energía del caos, que me remueve para que no me desapegue del amor, y que viene a recordarme la importancia de tener el corazón despierto, activando mi auténtico poder con la energía de la vida y las emociones. Ahó!
La energía del instinto es poderosa. La humanidad ha venido negociando con las pasiones y luchando con esta fuerza inscrita en la naturaleza de nuestro cuerpo, domesticándola por miedo unas veces, o transformándola otras a través del camino de la virtud que albergan nuestros centros superiores.
La energía contenida en nuestros tres primeros centros es al mismo tiempo motor de vida y amenaza; nos conecta con el fulgor de la vida y nos aterroriza en su forma salvaje; es fuerza para transformar, pero también puede ser exceso que nos conduce al dolor. En cada generación unos han trabajado por dominarlas y vivir desde la virtud apolínea, y otros se han entregado a la inconsciencia atravesando formas dionisiacas para desvelar el poder de la vida y la emoción.
Sea como sea, estos centros energéticos albergan el poder de la creatividad y es imprescindible contar con su fuerza de acción y de apertura. Adentrarse en la sexualidad sagrada en tomar el camino del medio, buscar la virtud de cada una de las formas para extraer la esencia: el sexo consciente.
Así percibo en este momento de mi vida la Kundalini, como la expresión del poder creativo y curativo de este banco energético ancestral y celular que transporta nuestro cuerpo físico y luminoso. De forma chamánica, voy aprendiendo a dar reconocimiento a esta parte de mí, dialogando con ella y dejándome sorprender. Entendiendo que trae inscrita una gran fuerza y que solo tengo que darle espacio a través de una práctica en la que me abandono a sentirla.
La práctica de elementos sencillos pero sutiles, me van acondicionando para el diálogo con las energías de poder que alberga mi sexualidad. En el sexo pongo atención a la experiencia del amor, recogiendo todos los estados del corazón y nombrándolos. Navego con la profundidad de los ojos y la mirada suave. Pongo intención y consciencia en la respiración, permitiendo la sonoridad de mi garganta. Atiendo a la comunicación de la emoción presente, sublimada a veces en voces creativas. Me entrego a la visualización espontánea. Pongo conciencia genital. Recuerdo que el sexo es relajación. Implico permanentemente la ternura. Modulo la penetración superficial y profunda. Atiendo el poder magnético de la conexión lingam – yoni. Estoy a la escucha de los cambios, sin expectativa. Me entrego a lo que surge sin mente, escuchando los matices que me conducen al masaje, a la danza energética o a la meditación en medio del sexo.
La kundalini tiene su propia entidad espiritual. Puedo dialogar con ella. Me informa de mis posibilidades. Viene para ayudarme a amplificar los estados elevados al mismo tiempo que da espacio para la emoción sensible. Existe una inteligencia genital orgánica. Escucharla es mágico. Cuando mi instinto entra en conexión con el instinto de mi pareja, estoy dando espacio a esta inteligencia sobre natural. Hay que dejarlos ser en el encuentro amoroso. Y cuando hay permiso para que estas partes desplieguen sus cualidades, me encuentro con el corazón como un guía luminoso de toda esta energía desplegada. El corazón se alimenta de esta energía primaria transmutadora.
El regalo sexual del tantra es la conciencia de la vida dentro del cuerpo. En el cuerpo, la combinación de mis poderosas energías instintivas libres y la inspiración de las emociones elevadas del corazón, me conducen a una nueva forma de vida: todo está dentro de mí, hay más poder. Al finalizar el acto sexual combinando todos estos detalles, tengo más amor dentro de mí, más conexión espiritual con mi pareja, más energía y más deseo de expansión, de abrazar la vida. La Kundalini viene a revitalizarme, a completarme en un lugar de mayor poder.
Creo que despejar esta energía de su condicionamiento atávico y de siglos de ostracismo, es en si misma una labor de sanación espiritual. La Kundalini, al tiempo que nos libera de los atrapamientos del ego y de la mente, es la fuerza primaria única que está esperando a ser despertada desde el corazón para conducirnos a la conciencia y llevarnos a los humanos hacia una mayor comprensión del éxtasis y la compasión.
Cuando empecé mi viaje espiritual con el tantra, solo entendía el valor de algunas prácticas inmediatas, por ejemplo, soltar la búsqueda tensa del orgasmo. El tiempo me ha conducido a algo más grande: estoy despertando mi naturaleza orgásmica. Esto significa que me creo el potencial que tiene mi Kundalini para transportarme hacia el placer de vivir, de expandir mi corazón amoroso, sanando y conectando mis energías internas con mi propósito.
La naturaleza orgásmica me abre a experimentar con la energía vital. Convierto la excitación en una fuerza energética con la que viajar, está al servicio de mi vitalidad. La vida entonces es excitante porque la vivo desde todos mis centros, instintivos y espirituales, alienados por esta serpiente vivificante que atraviesa mis canales de energía alineándolos y despertándolos para ser más yo, más completo.
Honro el regalo que se esconde en mi interior al servicio de mi corazón.
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El sexo es la energía de la vida
y yo amo la vida. Todo es creado sexualmente y, lo que es mejor, todo lo que
existe es una oportunidad para conducirnos al éxtasis.
Cuando comparto mi energía sexual
con una mujer, me entrego al proceso de despertar mis sentimientos de amor y mi
inspiración creadora. Esto me pone en contacto con la abundancia que hay dentro
de mí. El orgasmo no es un mero estallido del clímax, sino que es una
experiencia del espíritu que consiste en alinear la fuerza sexual con el amor y
con la conciencia.
Nuestra cultura patriarcal ha culpabilizado
el sexo, lo ha manipulado y ha olvidado su potencial espiritual y
transformador. Como consecuencia hemos roto el vínculo natural que hay entre cuerpo,
naturaleza, placer y éxtasis. Yo lo vivía así en ocasiones, como una mera
práctica orientada al placer con o sin ingrediente amoroso. He buscado a menudo
en la amante el refugio emocional, un escudo para cubrirme de la intemperie
existencial, una oportunidad para salvar ese día mis vacíos o un mero copiloto
en el viaje al orgasmo. Además, mi precariedad emocional, me impedía entregarme
a toda la experiencia de apertura del corazón que me ofrecía. Me desnudaba
físicamente pero no internamente. Se me colaban juicios sobre lo oportuno o no
de algunas cosas o sobre mí mismo. Al final el sexo se convertía en un acto
donde se ponían en juego las estrategias del interés personal sin entregarme a
la inocencia y a las posibilidades que trae.
Acercarme al sexo consciente me
ha permitido plantearme ¿Para qué quiero usar esta energía? Es un caudal enorme
a mi disposición, pero: ¿Hacia dónde quiero dirigirla en el encuentro con la
amante?
Ahora entiendo mejor como el
movimiento del deseo, una vez despertado, conduce a la movilización de la
pasión en la que se incorpora la fuerza del corazón y del sentimiento. Y una
vez aquí, se puede abrir la puerta de la experiencia extática o espiritual. Un
circuito que trasciende las formas y el entendimiento. Me doy cuenta de que el sexo me empuja a
despertar y abrirme. La sexualidad consciente moviliza mi intuición, mi
inspiración, mis actos creativos, mi vitalidad y mi poder interno. Cuando hago
el amor nombro lo que veo en lo femenino: su fuerza, su magia, su ternura, etc.
Expreso lo que siento en un contacto profundo con mi intimidad. Pongo palabras
al deseo y me permito entrar en estados emocionales intensos. Puedo observar mi
energía masculina e integrarla. Suelto el control para que aparezca la
comunicación del corazón. Agradezco o pido perdón, según viene. Pongo dirección
e intención al acto sexual pidiendo lo que quiero para mí en el viaje del
placer y la entrega. Me apoyo en el poder del amor. Con el sexo aprendo a
conectar el sentir y el actuar. Cuando lo oriento de manera consciente es una alquimia
de transformación. Más allá de la intensificación del placer y la descarga impulsiva,
está el intercambio de las energías que busca elevarme en el encuentro amoroso.
El Tantra es un tejido para la expansión
de la conciencia. Definitivamente el sexo es un camino de comprensión y aceptación
total.
¿Qué me ha servido para llegar
hasta aquí? Recapitulo mi vida sexual y me doy cuenta de que he necesitado perder
el miedo a la apertura del corazón. Permitirme sentir todo lo que emerge y
manifestarlo para poder vivir los estados emocionales que el acto sexual me
trae. Para ello, he aceptado que se puede presentar cualquier emoción intensa:
el dolor, el miedo, etc. El sexo me conecta con mi fragilidad interior,
poniéndome delante la sombra en todos aquellos apartados de mi historia
personal pendientes de resolver. Y cuando esto aparece, me entrego, confiado en
que el sexo tiene un poderoso principio activo de transmutación de todos los
fenómenos.
He elegido también despertar los
sentidos, poner atención a todo lo que amplifica la experiencia del encuentro y
el amor. Ahora reconozco el poder del amor. Este es empujado por la energía
sexual que a su vez me moviliza para despertarme, hacerme más sensible y más consciente de lo que soy.
El tantra me dice que mi cuerpo es
sagrado. Vivo ahora la sexualidad como una oportunidad de sanación y de
iluminación. Para mí en este momento es un reto entender que cuando hago el
amor, la mujer es la manifestación de la divinidad que llevo dentro. La unidad
masculino-femenino está ya dentro de mí, la puedo vivir en el éxtasis del amor
tántrico. La adoración mutua hombre-mujer me abre al reconocimiento de que dentro
lo tenemos todo y de que toda división es ilusoria y falsa. El sexo me abre
ahora al placer, la meditación, el éxtasis. Quiero hacer de cada acto sexual
una celebración que puedo convertir en un proceso ritual de unión. A través de
él, me entrego a la vivencia de adoración de lo femenino, que me conecta al
placer con la vida. La naturaleza, la sexualidad libre, lo femenino, todo lo
negado por el modelo patriarcal, lo actualizo a través del tantra.
A mí también me dijeron que la masturbación podría dejarme ciego. Cuando recuerdo mi despertar a la sexualidad, veo toda la contención que viví para sentir mi placer corporal sexual, para comenzar a verbalizar mi deseo. Se impuso el silencio, la losa del tabú, y con él, el cierre del contacto emocional. Recuperar la naturalidad de mi sexualidad y retomar la autonomía de mi deseo me ha requerido habilitar el derecho natural de mi placer para existir y dar todo el espacio a las emociones de culpa, vergüenza y miedo a decir “te deseo” que traía asociadas.
Hoy veo en muchas personas las corazas sociales contra el deseo sexual que siguen alimentado comportamientos mecánicos y represivos. Perdemos la naturalidad que tenemos inscrita en nuestra genética animal. En mi se implantó un juicio severo que tildaba al deseo de egoísta o invasivo. Me doy cuenta al mismo tiempo de cómo venía marcado por los criterios de éxito por los que se rigen otros campos sociales. La sexualidad es acaparada por el ego que reproduce el automatismo del logro: la satisfacción de expectativas, las buenas prácticas eróticas, la idoneidad de los orgasmos, etc. Esto hacía que la sexualidad tuviera en mi tintes de conquista, que se mostrara como un acto de rendimiento deportivo y su única vía, pensaba yo, era la de encontrar oportunidades para elevar o hacer estallar la intensidad sexual, sofisticando la técnica con los años. Así lo asumí durante mucho tiempo, añadiendo, eso sí, las dosis de afecto que incorpora mi propia forma de ser. De todo esto aún arrastro maneras.
A día de hoy sigo poniendo la atención en mis patrones adquiridos, (activando el acecho, como diría Castaneda) con el fin de seguir liberando este gran recurso que es la energía sexual. Durante muchos años he tenido el deseo domesticado y esto me ha llevado a tener enjaulado el corazón. Queda sometido a las ideas y sin el aliento de la energía sexual. Ahora tengo más claridad para pedirme que exista deseo mutuo a la hora de entablar una relación; de que en cada relación entrego libremente aquello que elijo dar; y también que desplegar el afecto y la intimidad desde el cuidado mutuo, permite abrir el placer a nuevos registros, más allá de la intensidad sexual.
Vivir esto me abre puertas, siento más apertura a la sexualidad como vía de transformación interna. Descubro que el sexo me posibilita volver a los sentidos sutiles, espabilar de nuevo el campo sensorial y despertar el corazón. Aprovecho mi desnudez física para destapar mis estados emocionales. Veo cómo vivir mi sexualidad con otra persona me conecta con mi capacidad creativa cotidiana para sustraer ese placer de la profundidad de los hechos, no de la superficialidad. Al poner el cuerpo en juego desvelo mi sensibilidad para la escucha de las sensaciones, los ritmos, los estímulos delicados. Lo puedo vivir como una oportunidad para retomar la práctica atencional que nos sustrae la sociedad de los estímulos acelerados. La respiración, la lentitud, la mirada y especialmente la palabra, para mí, son aliados naturales en la conducción de la energía hacia la apertura del corazón, la sensibilidad y la cercanía emocional.
Todo esto me habilita para una práctica deliciosa como es la de la intimidad. A veces me daba miedo la intimidad, tenía que hacer algo para que esta no me desvelara del todo, representar algún papel, etc. La intimidad es un espacio que reta tanto a la libertad, que nos inventamos automáticamente un rol para blindarla. Pero ahora veo que es el espacio para volver a nombrar las emociones, el lugar de la plena honestidad, donde doy cabida a la vulnerabilidad, a la risa auténtica y al silencio sin inquietarme. Donde elijo como nombrar mi libertad. La intimidad es el espacio donde celebrar que la otra persona está disponible para obsequiarte con su amor libremente. Como dice Cortázar, “dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad”.
Puedo afirmar ahora que la energía sexual está a mi disposición. Sea cual sea la forma de activarla, redunda en mi bienestar si acierto a transformar la intensidad en profundidad. Esta aquí para conducirme al éxtasis, pero esa experiencia solo puede incorporar mis mejores recursos emocionales y espirituales para que sea tal. Se trata de un recurso que me abre el sentir y, por lo tanto, expande mis posibilidades de despertar a mejores formas de contactar con la vida y las personas.
La energía sexual redunda en aquello a lo que yo quiera destinarla. Viene a canalizar mi deseo y este es profundamente revolucionario. Si me abandono a él, me conduce lejos. Cuando elijo destinarla a amplificar lo que siento, los resultados son abundantes. Se trata de una fuente potenciadora de las energías del corazón y de las energías espirituales. Con ella logro ver la Diosa interna en la mujer; me dejo invadir por la ternura que me emociona; contacto con la experiencia de la entrega; o nombro la verdad del corazón como nunca. Hacer circular la energía sexual, expandirla, aumentar el contacto con lo que siento, me reproduce estados más duraderos de bienestar; despliega mi creatividad, especialmente para las relaciones; y puedo activarlo en orden a una mayor apertura de la visión interna.
Las emociones quedan paralizadas cuando no nos abrimos a vivenciarlas tal y como son. Nos sucede con frecuencia que nos enganchamos a emociones reactivas, las nuestras o las de otros, y les damos categoría de verdad. Resentimientos, frustraciones, rabia, miedo, etc. En estas situaciones la mente entra en juego. Con su función lógica, contiene estas emociones construyendo una explicación. De esta manera evita que sean vividas hasta el final, lo cual distorsiona la percepción que tenemos de ellas. En esta curiosa paradoja, impedimos al corazón realizar su movimiento auténtico y queda entonces preso de la emoción no resuelta. Es más seguro pensar una emoción que vivirla, nos decimos.
Cuando algo nos disgusta, ocurre frecuentemente que en vez de sondear desde el corazón de manera clara y serena, dejamos a la mente que apuntale la serie de razones que nos llevan a la necedad o la intolerancia. Una emoción sin resolver en el plano vivencial, la mente la fosiliza mediante una explicación, o peor aún, un guión de vida que se torna con el tiempo verdad absoluta.
La razón opera así como un músculo de contención y se instala en el espejismo de que puede dirigir las decisiones importantes de la vida. La lógica toma su fuerza de la opinión más que de los hechos y desatiende parte de la experiencia global. Ocurre además que la razón suele tener una gran dificultad para desaprobarse a sí misma, con el agravante de que ciertos tipos de carácter viven una especie de adicción a apoyarse en su lógica mental. Pero, tener la razón, nos priva de tener otras cosas muy valiosas.
Muchas de nuestras neurosis tienen su origen en esta pérdida de perspectiva que hace que todo el potencial de consciencia que tenemos los seres humanos, lo encerremos en la mente lógica. Y la mente, al final, no ofrece respuestas, se queda atrapada en la dualidad a la que pertenece. Llama la atención lo que nos cuesta incorporar dinámicas tales como: el perdón; el aprecio a la vulnerabilidad; el reconocimiento de la codependencia de todo lo que existe, etc. Esto no lo sostiene un marco lógico, aunque lo ejemplifiquemos en códigos morales de comprensión.
Si bien la mente disecciona la realidad y desentraña las paradojas, tiene sin embargo un grave dilema y es que ella sola no puede alcanzar el entendimiento final de las cosas en el plano del sentido. El conocimiento busca siempre quitarse la sensación de incomodidad, de no saber. El entendimiento auténtico está fuera de los dominios de la mente, a la cual le hemos otorgado en nuestro patrón cultural todo el poder de pensamiento y acción. La comprensión global tiene que ver más con una visión intuitiva de un fenómeno en su conexión con las razones que sostienen su existencia. Es en este lugar donde el ser humano alcanza mejores cuotas de satisfacción.
Pero si su papel no es decidir, ¿cuáles son las funciones de la razón? Básicamente las de investigar, comunicar y jugar. La tradición Zen utiliza los Koan, problemas que hay que resolver y cuyo planteamiento es aparentemente ilógico. Para alcanzar una respuesta hay que desligarse del pensamiento racional común y penetrar con un entendimiento más elevado que permite captar lo que hay más allá del sentido literal de las palabras. Esta es la auténtica función creadora de la mente: jugar con los patrones existenciales y organizarlos de maneras nuevas y originales. Esta es una de las grandes potencialidades de la terapia, despertar estas funciones y sacar así las emociones de la trampa que se les ha tendido.
El mundo masculino de la jerarquía y la competición ha estado muy polarizado en la razón. Nos hemos alejado del campo de compresión colectivo, ensimismados en la carencia y sin confiar en la abundancia de la vida. Las emociones forman parte de esa abundancia. Desplegar la inteligencia sentiente, una intuición orientada al entendimiento, es volver a operar desde las funciones primarias del ser humano: el apoyo a la tierra, y el fortalecimiento y la nutrición del corazón y de la humanidad a todos los niveles.
Operar desde una emocionalidad condicionada con creencias u obsesiones, genera prolongadas ataduras. A menudo encarcela el corazón, ata los afectos humanos a acuerdos insostenibles a largo plazo, que en realidad realimentan el miedo que los vio nacer. ¡Cuántas relaciones bloqueadas en este lugar! La inteligencia del corazón opera con la abundancia de la realidad, deja margen al no saber, descubre, reconoce, despliega la emocionalidad, ama en un movimiento natural, confiado, que da espacio a todas las partes y no pierde en absoluto un ápice de libertad. En este lugar la mente sirve al corazón, entregándose al juego, la invención y la claridad, lo cual reproduce hombres y mujeres amantes de la vida, con el corazón abierto.
(Dedicado a Carmen del Real, la trajinera del pinsapar de Ronda)
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