La energía del instinto es poderosa. La humanidad ha venido negociando con las pasiones y luchando con esta fuerza inscrita en la naturaleza de nuestro cuerpo, domesticándola por miedo unas veces, o transformándola otras a través del camino de la virtud que albergan nuestros centros superiores.
La energía contenida en nuestros tres primeros centros es al mismo tiempo motor de vida y amenaza; nos conecta con el fulgor de la vida y nos aterroriza en su forma salvaje; es fuerza para transformar, pero también puede ser exceso que nos conduce al dolor. En cada generación unos han trabajado por dominarlas y vivir desde la virtud apolínea, y otros se han entregado a la inconsciencia atravesando formas dionisiacas para desvelar el poder de la vida y la emoción.
Sea como sea, estos centros energéticos albergan el poder de la creatividad y es imprescindible contar con su fuerza de acción y de apertura. Adentrarse en la sexualidad sagrada en tomar el camino del medio, buscar la virtud de cada una de las formas para extraer la esencia: el sexo consciente.
Así percibo en este momento de mi vida la Kundalini, como la expresión del poder creativo y curativo de este banco energético ancestral y celular que transporta nuestro cuerpo físico y luminoso. De forma chamánica, voy aprendiendo a dar reconocimiento a esta parte de mí, dialogando con ella y dejándome sorprender. Entendiendo que trae inscrita una gran fuerza y que solo tengo que darle espacio a través de una práctica en la que me abandono a sentirla.
La práctica de elementos sencillos pero sutiles, me van acondicionando para el diálogo con las energías de poder que alberga mi sexualidad. En el sexo pongo atención a la experiencia del amor, recogiendo todos los estados del corazón y nombrándolos. Navego con la profundidad de los ojos y la mirada suave. Pongo intención y consciencia en la respiración, permitiendo la sonoridad de mi garganta. Atiendo a la comunicación de la emoción presente, sublimada a veces en voces creativas. Me entrego a la visualización espontánea. Pongo conciencia genital. Recuerdo que el sexo es relajación. Implico permanentemente la ternura. Modulo la penetración superficial y profunda. Atiendo el poder magnético de la conexión lingam – yoni. Estoy a la escucha de los cambios, sin expectativa. Me entrego a lo que surge sin mente, escuchando los matices que me conducen al masaje, a la danza energética o a la meditación en medio del sexo.
La kundalini tiene su propia entidad espiritual. Puedo dialogar con ella. Me informa de mis posibilidades. Viene para ayudarme a amplificar los estados elevados al mismo tiempo que da espacio para la emoción sensible. Existe una inteligencia genital orgánica. Escucharla es mágico. Cuando mi instinto entra en conexión con el instinto de mi pareja, estoy dando espacio a esta inteligencia sobre natural. Hay que dejarlos ser en el encuentro amoroso. Y cuando hay permiso para que estas partes desplieguen sus cualidades, me encuentro con el corazón como un guía luminoso de toda esta energía desplegada. El corazón se alimenta de esta energía primaria transmutadora.
El regalo sexual del tantra es la conciencia de la vida dentro del cuerpo. En el cuerpo, la combinación de mis poderosas energías instintivas libres y la inspiración de las emociones elevadas del corazón, me conducen a una nueva forma de vida: todo está dentro de mí, hay más poder. Al finalizar el acto sexual combinando todos estos detalles, tengo más amor dentro de mí, más conexión espiritual con mi pareja, más energía y más deseo de expansión, de abrazar la vida. La Kundalini viene a revitalizarme, a completarme en un lugar de mayor poder.
Creo que despejar esta energía de su condicionamiento atávico y de siglos de ostracismo, es en si misma una labor de sanación espiritual. La Kundalini, al tiempo que nos libera de los atrapamientos del ego y de la mente, es la fuerza primaria única que está esperando a ser despertada desde el corazón para conducirnos a la conciencia y llevarnos a los humanos hacia una mayor comprensión del éxtasis y la compasión.
Cuando empecé mi viaje espiritual con el tantra, solo entendía el valor de algunas prácticas inmediatas, por ejemplo, soltar la búsqueda tensa del orgasmo. El tiempo me ha conducido a algo más grande: estoy despertando mi naturaleza orgásmica. Esto significa que me creo el potencial que tiene mi Kundalini para transportarme hacia el placer de vivir, de expandir mi corazón amoroso, sanando y conectando mis energías internas con mi propósito.
La naturaleza orgásmica me abre a experimentar con la energía vital. Convierto la excitación en una fuerza energética con la que viajar, está al servicio de mi vitalidad. La vida entonces es excitante porque la vivo desde todos mis centros, instintivos y espirituales, alienados por esta serpiente vivificante que atraviesa mis canales de energía alineándolos y despertándolos para ser más yo, más completo.
Honro el regalo que se esconde en mi interior al servicio de mi corazón.
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