Nuestra tecnología está en el nivel de los dioses, nuestras instituciones en la edad media y nuestras emociones en la prehistoria.

Edward O. Wilson

El hombre es un Dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona. 

Friedrich Hölderlin

Hace tiempo que dejamos atrás ese período de la historia en la cual entregábamos a instituciones e ideologías parte de nuestra libertad, permitiendo su tutela. Como si fuera la continuación de la experiencia con nuestro propio padre y nosotrxs siguiéramos siendo niñxs sin decisión propia.

 Erich Fromm en “El miedo a la libertad” analiza este proceso de volverse libre de la autoridad externa. Postula que tras él, a la humanidad le acechan sentimientos de desesperanza que no desaparecerán hasta que alcancemos una libertad positiva, un reemplazo del orden anterior. Seguramente, en este momento histórico que vivimos, ese cambio tiene que ver con atender nuestro universo emocional y relacional. Si hasta ahora hemos pensado las emociones, afrontamos un tiempo en el que tenemos que atrevernos a sentirlas y vivirlas de un modo consciente.

La post historia ha conllevado el desmantelamiento de las ideologías que configuraban la estructura de seguridad donde teníamos bajo control las emociones. Muchas veces desesperamos porque no sabemos bien como acertar con nuestra satisfacción, que implica escuchar nuestras emociones, tomar la información biológica que nos proporciona y responder del modo más aliado con nuestro bienestar. Lo prueba el hecho de que nuestras emociones están muy mediatizadas y condicionadas. Están bajo vigilancia. Controladas, reprimidas, negadas, anestesiadas, racionalizadas, proyectadas fuera de nosotrxs, manipuladas en favor del deber u otras fijaciones, encerradas en compartimentos secretos.

Se manifiesta en nuestras contradicciones y pérdidas internas. Por un lado  practicamos un cinismo escéptico por el cual no aceptamos las propuestas que no sean estrictamente materialistas, de carácter científico racional, y por otra parte tenemos una aceptación infantil de muchas instancias que se han erigido como autoridad. No tenemos ninguna alianza con nuestra autoridad interna. Hemos ido donando nuestro poder a totems, iconos externos, creencias para intentar conseguir algo de seguridad y en ese proceso hemos vendido nuestra libertad y nuestra capacidad creadora de la realidad. Desde este punto nos planteamos volver al principio, recapitular todas nuestras donaciones gratuitas de poder para retomar la fuerza interna, el poder de generar nuestra vida como queremos.

El modelo ha estado impregnado de un profundo carácter patriarcal. Recorrer el sentido inverso de lo que ha sido esta sociedad nos puede dar pistas de por dónde podemos ir. Si tuviéramos que destacar sus rasgos principales estos serían: territorialidad, racionalización, evitación de la vulnerabilidad, jerarquización social, polaridad justicia – venganza y obsesión propietarista, entre la codicia y la carencia.

En este ínterin estamos, el de evolucionar hacia un ser real o permanecer en un ser condicionado; el de explorar la posibilidad de hacer emerger la esencia de lo que somos o seguir anclados en la estructura de la personalidad que se alimenta de la lucha de los opuestos.

Nuestro proceso evolutivo es como un viaje de ampliación de la conciencia. Y la apertura de esta conciencia va de la mano de la calidad de nuestra vida emocional y de la calidad de nuestra motivación, nuestra energía de movilización interna hacia nuestros deseos.

LA MOTIVACIÓN DISTORSIONADA: LAS PASIONES.

La degradación de la vida emocional está unida a la distorsión de nuestra motivación, es decir, la forma que adquiere nuestro movimiento, nuestro impulso hacia la satisfacción de nuestras necesidades. La motivación puede venir estimulada por una doble cualidad: la de la carencia, cuando el deseo está enfocado en completar una deficiencia; o la de la abundancia: cuando el deseo está enfocado en conseguir la satisfacción mediante la actividad creadora. La medida de nuestra salud emocional reproduce una u otra motivación. La motivación movida por la deficiencia reproduce dinámicas autolimitantes. Nuestra cultura al negar el movimiento instintivo y el valor del deseo a la hora de definir las necesidades, reproduce una motivación deficitaria.

El origen de este fenómeno es la interrupción de los mecanismos del instinto y de la regulación organísmica natural (al que acompaña la anulación de un movimiento emocional libre) y la frustración en las dinámicas que desde niño buscan recabar y equilibrar la experiencia del amor y la confianza básica. Todo ello está detrás de muchas de nuestras dificultades. Los mecanismos del instinto (esencia) quedan así desnaturalizados añadiendo un sistema de creencias o programa a las emociones saludables para convertirlas en pasiones que, a su vez, retenemos, repetimos y nos esepcializamos con nuestras fijaciones cognitivas. Esta situación tiene como consecuencia desajustes vitales acompañados en muchas ocasiones por la inflamación caracterial y el sufrimiento y además marcan comportamientos de pasividad en los sujetos.

Para Freud la neurosis es una interrupción de la vida instintiva. El instinto impulsa en tres direcciones básicamente: la de la supervivencia, el del placer y el de la relación. En el momento en que se produce esta interrupción en alguna de estas direcciones, nos instalamos en una idea oculta, una idealización que va a aportar parte del andamiaje del carácter a futuro. Se establece un código que piensa que “así hay que vivir”. En ese momento es cuando se instalan necesidades de venganza, de no volver a confiar, de que el amor no merece la pena, etc.

Las pasiones funcionan en un plano inconsciente. Nacen de ese mecanismo de interrupción. Genera desajustes y tiene un carácter pasivo. Todas se elaboran a partir del secuestro, manipulación y  condicionamiento de tres emociones básicas que son: miedotristeza y  rabia. Las pasiones según el mapa del eneagrama son 9: Ira, Orgullo, Vanidad, Envidia, Avaricia, Cobardía, Gula, Lujuria, y Pereza.

  • La Ira es una pasión que distorsiona el sentir natural de la emoción de la rabia. La pasión de la Ira es un programa cuya creencia principal es que la expresión de la rabia de un modo directo es malo y el que la expresa es un niño malo o una mala persona. Como el programa de la pasión no permite la expresión del enfado establece los modos correctos de canalización de esta poderosa energía de la rabia. La dirección correcta es el perfeccionismo que puede convertirse en autocrítica, crítica hacia otros y adoctrinamiento para otros en lo que se debe hacer y lo que no.
  • El Orgullo es una pasión que viene a distorsionar el estado emocional que experimentamos cuando percibimos que tenemos una o varias necesidades. La pasión del orgullo tiene como consigna máxima que necesitar algo nos baja la autoestima y por eso el Orgullo es un complejo mecanismo defensivo que reprime todas las necesidades. El orgullo sólo permite ver las necesidades ajenas y todo su mecanismo se desarrolla para atender las necesidades de los demás y de esta manera recibir a cambio atención, valoración y importancia personal.
  • La Vanidad viene a distorsionar cualquier atisbo de sensación de fracaso e inseguridad para realizar algo, para ello congela las emociones genuinas y la sustituye por lo que debería sentir para que la carrera hacia el éxito siga su curso y no haya contratiempos. Es la máscara de la imagen reluciente, la más brillante publicidad hasta la mentira. La falsedad está permitida lo importante es desplegar una imagen de éxito.
  • La Envidia viene a distorsionar las sensaciones de tranquilidad que sentimos cuando la vida es sencilla, rutinaria y ordenada. La envidia considera el ser práctico y orientado al cumplimiento de tareas como la máxima vulgaridad y genera un estado de inconformidad muy intenso y conflictivo que polariza a la persona en un sensibilidad apasionada que le dificulta tener orden, ser práctica. Este mecanismo proporciona un estado de sentirse muy especial, y separado del mundo.
  • La Avaricia viene a distorsionar el estado emocional del vacío, el silencio interno, la meditación para ello lo llena de pensamientos y análisis, teorías y conocimientos de la vida. Lo atiborra de intelectualidad y así huye de la sensación de pobreza y desamor. La Avaricia es el miedo a no tener nada para sí mismo.
  • La Cobardía viene a distorsionar la experiencia de sentir miedo. Considera el miedo una emoción que si surge es porque el desastre está cerca y la supervivencia no está asegurada. Cuando el miedo surge para generar una mayor presencia y alerta y estar realmente preparados para recibir el presente, la Cobardía considera el miedo como una señal de que todo va muy mal, este juicio tan fuerte contra esta emoción separa a la persona de la fuerza de su instinto natural y genera con la energía del miedo pensamientos muy negativos sobre calamidades, desastres, mala suerte, debilidad, enfermedad.
  • La Gula viene a distorsionar la experiencia de sentir dolor. Considera que el dolor es una emoción que si está presente es porque llega la infelicidad, la depresión, el sufrimiento. Genera un programa muy detallado de cómo el dolor y sucedáneos como la frustración, la apatía, el aburrimiento, el tedio… son estados que hay que evitar para no generar la temida infelicidad. Este programa es una verdadera tiranía de la felicidad. Prohibe en sus decretos la muerte, la vejez, la enfermedad y toda experiencia humana que signifique perderse de ser un niño o niña feliz con todas las posibilidades abiertas a experimentar. El dolor sólo es la emoción que ocurre en el tránsito de un estado a otro, en los cambios, en las despedidas, en el desapego de la experiencia, de las personas, de los lugares. Pero el programa Gula no permite esta experiencia del dolor, la considera sumamente peligrosa para la felicidad.
  • La Lujuria viene a impedir y a negar la experiencia de la vulnerabilidad. Como somos humanos somos vulnerables y esta es nuestra naturaleza. La Lujuria se empeña en desarrollar fuerza, dominio, control, exceso al máximo. En la vulnerabilidad están todas las emociones como el miedo y la tristeza, y también la ternura, el amor, la necesidad. Todo lo que nos hace humanos sensibles.
  • La Pereza distorsiona la rabia, sobre todo el aspecto de la rabia que nos sirve para posicionarnos en nuestro sitio como personas independientes, con opinión y valor propio. La Pereza genera anestesia de la rabia y así evita todo conflicto con los demás y en grupo. Esta anestesia produce una sobreadaptación al ambiente y a los demás con la motivación de estar en paz y estar tranquilo.

Los miedos catalizan este movimiento desintegrador. Cada enfoque del ego tiene un miedo particular. Miedo a equivocarse, miedo a pedir, miedo a fracasar, miedo a no ser visto, miedo a no tener nada, miedo a tener miedo, miedo al dolor, miedo a la vulnerabilidad, miedo al conflicto. Volviendo a un análisis más sociológico, si tuviéramos que describir una serie de miedos visibles hoy en nuestro entorno, estos serían:

Miedo al inconsciente y a la locura, que reproduce una sociedad muy cerebrotónica, empeñada en dar validez racional a todo.

Miedo a la  vulnerabilidad, que despierta una psicosis por la seguridad y una alta ingesta de ansiolíticos, además de una cultura inmovilista.

Miedo a  la muerte, lo que provoca una inevitable banalización de la vida.

Miedo a la libertad, es decir, a una vida altamente responsabilizada de nuestras propias emociones, entre ellas, el propio miedo.

El carácter es la construcción que compensa esta salida del contacto primario. Alberga el superego, con sus creencias y exigencias, y también la parte contraria, el que implora ser aceptado. Toda estructura de carácter tiene una pasión y una fijación. Y reconocerlo, tiene un extraordinario poder terapéutico. Suelen desvelarse en los prejuicios cognitivos.

LA SALIDA HACIA LA MOTIVACIÓN CREADORA. DE LA EMOCIÓN A LA CONCIENCIA

Imagina que despiertas ahora tras dormir largas horas y te das cuenta de que todo lo que has vivido es un sueño, que has despertado a la realidad. Haz el ejercicio de ponerte en contacto con esta fantasía e imaginar cómo sería esa situación a la que despiertas. Qué sientes en ese momento, que emociones te sobrevienen y qué quieres hacer en primer lugar.

El ser humano somos el resultado de un complejo y deslumbrante proceso evolutivo que ha conseguido, fundamentalmente, elevar el deseo (instinto) y las emociones (amor) que movilizan todo lo existente, al plano de la conciencia con un único fin: el puro disfrute, el éxtasis.

Lo que se llamó la “revolución de la conciencia” fue lo que en Psicología comenzó a encarnar todo el movimiento del humanismo, a través básicamente de fenomenólogos que admitían en su trabajo una visión holística y existencial.

Desde este enfoque podemos decir que todo carácter entraña una ilusión metafísica, un presupuesto erróneo con respecto al ser. Es un oscurecimiento que nos hace buscar la compensación, no en una restauración óntica, sino en la mera apariencia. Tal es así, que la conciencia se ciega sobre su propia ceguera hasta el punto de creerse libre.

Detrás de la psicosis más visibles, detrás incluso de las relaciones que esta tiene con nuestra estructura de la personalidad, está lo que Winnicott llamó la carencia existencial o pérdida del ser, donde el ego se inflama y da espacio a las pasiones exageradas que interfieren en la sabiduría del instinto y nos alejan de nuestro ritmo natural.

Recuperar nuestra esencia, restañar esa pérdida y curarnos, es el camino de la iluminación, a la claridad, a la naturalidad. Toda neurosis es caracterial, lo que implica que sanar las funciones del ego, dándole su lugar como conjunto de habilidades prácticas al servicio del ser,  y sanar nuestra vida emocional, inevitablemente nos va a abrir a una mayor plenitud de ser, una experiencia más rica y más ajustada.  Hacer el viaje a través del carácter, desmontando sus ideologías, templando pasiones, nos abre al espacio de las emociones auténticas, donde es posible seguir despertando. Porque detrás del movimiento de la pasión, está la herida, el vacío, la experiencia deficitaria que nos abre la oportunidad para percibir el ser de una forma renovadora, desde nuestra condición creativa.

La emoción nos informa de algo, nos conduce a una verdad sobre lo que nos pasa y sobre nosotrxs mismxs. Nos alertan de algo que sucede respecto a la satisfacción de nuestras necesidades. Nos indica un camino, nos conecta con la forma genuina de nuestro deseo. Este es el nuevo camino que podemos recorrer.

La diferencia entre nuestra condición potencial y nuestro estado presente es como la que existe entre el sueño y la vigilia. Despertar es el auténtico reto. 

Si quieres seguir aprendiendo con nosotrxs sobre despertar o dormir, sentir o distorsionar emociones… te recomendamos varios eventos en Sevilla en Febrero.