Extraigo una síntesis de los capítulos 63 y 64 del libro de Las Claves Genéticas de Richard Rudd

A veces me siento atrapado por la especulación de mi mente. Me agota mi pensamiento cuando juega a “encontrar y defender la verdad”. Debato, opino, me adhiero a la supuesta verdad y a los de su bando, enjuicio al que no la tiene, exijo al otro que cambie, me obsesiono por desvelar la coherencia de un argumento, discuto con alguien olvidando el sentimiento que nos une; me instalo en los dilemas sociales tomando partido. Reacciono sin darme cuenta que todo esto es mente. Intelectualizar la verdad, un viejo vicio del pensamiento patriarcal.

El cerebro izquierdo (un cableado para reconocer las mecánicas repetitivas) y el derecho, se siguen debatiendo entre la lógica y la imaginación. Pero el hemisferio derecho completa y eleva la mera funcionalidad del izquierdo, trascendiendo la verdad. El cero y el infinito son una aportación útil de nuestra imaginación.

Me pregunto: ¿de qué se alimenta la opinión? Los genes contienen el mapa que construye nuestra estructura del ser. Siguiendo el libro de Richard Rudd, descubro que la opinión, que se alimenta de la duda, es fruto de la desconexión de la imaginación y del sentir que se alojan en nuestro potencial del hemisferio derecho.

También veo como la vivencia de la duda genera mucha presión en el cerebro. El hecho de vivir en un escenario tan diverso y complejo, conlleva un sustrato de dolor. Seguramente sea por eso por lo que los humanos vamos tras la búsqueda permanente de certezas mentales, para evitar así sentir esta angustia. Adquirimos creencias y valores para contrarrestar la duda en la que vive la mente. Nos volvemos por ello adictos al pensamiento.

La mente humana se identifica con lo que ve, y absorbe infinidad de modalidades de pensamiento lógico, relatos y derivados. Instalamos entonces un constructo, un artefacto teórico, nos lo creemos completamente y evitamos así sentir la confusión como algo inherente a la vida. ¿Qué pasa si acepto la confusión? No resulta práctico para el ego, la identidad personal está íntimamente asociada al despliegue de la opinión.

OPINAR, UNA SALIDA DEL EGO.

La duda la reprimimos con el dogma y la opinión. Cuando se hace, construye la falsa lógica. Opinar, cuando no se abre al auténtico cuestionamiento, a la propia duda existencial, satisface las necesidades del ego. Creamos identidad (progresista, solidario, defensor de lo justo, erudito, auténtico, etc.) Cuando la mente se acostumbra a no dudar, deja de evolucionar.

En realidad, caemos en un doble patrón: el de imitar, escondiendo nuestras vidas entre actividades y pensamientos, una masiva red de seguridad completamente ilusoria creada por el colectivo para evitar sentir la situación del mundo tal cual es; o canalizar la rabia contra el statu quo o contra “el otro”, tomar la revancha contra la vida misma, defendiendo posturas, opiniones, luchando por la verdad y, en algunos casos, imponiéndola.

La duda al servicio del cuestionamiento de lo externo, despierta el canal creativo (artes, ciencia, tecnología, salud…), pero si se internaliza y se vuelve hacia uno mismo en un nivel bajo de frecuencia, puede ser destructiva. Si el pensamiento no es creativo, sirve a la duda y se va a proyectar en otras personas o en uno mismo. Aquí emerge la falta de confianza y su derivada: la sospecha, que socava enormemente al ser humano ya que, al dudar de nosotros mismos, la mente quiere tomar la rienda y ahonda más en la confusión, retroalimentándose. A partir de aquí, la mente no puede escapar de sí misma.

ABRAZAR LA INCERTIDUMBRE

Cuanto más profundizas, más complejo es todo. Si cuestionas algo intensamente, llegarás a la conclusión de que estás ligado como observador a ese “algo”, por lo cual, pierdes la posición de observador y pasas a ser experimentador, un espacio de profunda subjetividad. Ya no hay verdades. No hay opinión, solo hay comunicación de la vivencia.

La lógica humana no está diseñada para tener la certeza de nada: solo de la existencia de la paradoja. La duda no es el enemigo, sino el miedo a dudar. La única respuesta satisfactoria es la que desafía a la lógica. Cuanto más abrazamos la incertidumbre, más cerca estamos de la trascendencia. EL humano hace el viaje del cuestionamiento, pero la resolución final está fuera de la lógica. La verdad llega como una iluminación y no como una respuesta.

EL CAMINO DEL HEMISFERIO DERECHO

Si sigues más adelante, entrarás en los dominios holísticos de la síntesis. Aquí todo está afectado por todo, lo cual te empuja hacia el espacio de tu mundo interior. En este lugar ya no hay cuestionamiento, hay revelación.

La confusión es un estado vibrante de potencialidad. El cuestionamiento orientado a preguntarnos por nuestra naturaleza nuestro ser, nos empuja a elevar el espíritu, como han hecho los caminos del yoga y el tantra que han buscado unir la fisura humana interna y de tomar la aceptación de lo que somos respectivamente.  

Para tomar el camino de la mano izquierda o del hemisferio derecho se me ocurre sugerir:

  • Permítete sentir el dolor y el milagro de la transformación comienza.
  • Acepta sentir y pensar desde la duda y reconocer el caos de la vida misma.
  • Conecta tu garganta a tu corazón, acostúmbrate a expresarte desde el sentir en cada presente.  
  • Sé honesto: cuanto más aprendes, más preguntas se abren.
  • Espera a que la verdad te encuentre. La verdad no es un elemento que sacia la lógica. La verdad es un acontecimiento, una epifanía.
  • Abandona la obsesión por la verdad y su defensa, y entrégate a la poética del azar.
  • Sé paciente, no reacciones, evoluciona de acuerdo a tus propios plazos.
  • Confía y acepta que te llegará la luz, que eres portador de estados de claridad que emergen de tu propia genética y tu conexión con tu ser.
  • Abraza la confusión y activa la imaginación creadora, el portal que trasciende la verdad.

No hay nada que no sea verdad, porque lo que sucede y sientes en cada momento, es verdad. La verdad está aquí y ahora, pura e incorruptible, en cada presente, en cada estado de vida. Es eterna, pura, imperecedera, y tan simple como hermosa. La verdad es tu estado natural, un espacio a la deriva, una inmersión total en tu ser. Es el eterno momento del presente. Existe claridad en el espacio de la luz interior. Fuera de ella aparece la confusión.

LA IMAGINACIÓN CREADORA

Nuestra genética es una enciclopedia digital de la consciencia. La imaginación es la expresión de la fuerza de la vida sin impedimentos a través de tu genética. Einstein dijo que la imaginación es más importante que el conocimiento. Ser lo que auténticamente eres, permite desactivar los mecanismos de la mente y activar las puertas hacia la manifestación de tus dones. Poner la fuerza en las cualidades del ser, cortocircuita el atrapamiento del cerebro izquierdo.

Para ello: priorizo lo que siento en el puro presente; pongo la palabra al servicio del corazón en todo momento; escucho si mi reflexión se dirige al crecimiento de mi experiencia o responde a la opinología, a mi rabia o a la imitación; doy pleno valor y potencia a los estados modificados de la conciencia;  practico la visualización creadora para construir mi realidad; abrazo la vía del yoga y el tantra; practico la expresión libre, original y artística; amplifico los estados de alegría; experimento la indagación de las emociones y de mis miedos en la tribu.