Ecstatic dance va desplegando una comunidad de danzantes libres y conscientes en diversas ciudades a través de su propuesta de baile espontáneo. En Sevilla, una vez al mes, la iniciativa aglutina a miembros de una tribu muy diversa. Nació como un movimiento de expresión libre mediante la música y el baile en los años 70 y busca facilitar un espacio donde poder bailar dándole todo el protagonismo a la verdad de tu cuerpo y de tu movimiento, sin consignas, sin estilos, sin la interrupción de las convenciones sociales.
La propuesta es heredera de diversos movimientos que han buscado hacer del cuerpo un lugar auténtico donde las sensaciones, la emoción y la mente se alinean facilitando un contacto emocional y/o espiritual. Al mismo tiempo toma el poder de sugestión que posee la música en sus inspiraciones más variadas: R&B, electrónica, world music, pop, folk, psicodélica, de raíz, africana, funk, Soul, vocal, clásica, etc.
Cuando llegamos a una Ecstatic Dance lo hacemos con todas nuestras jaulas mentales que traemos de la vida diaria, nuestras resistencias, cansancios, hábitos, etc… y entregamos el cuerpo a un proceso de desmecanización. Sometido como lo tenemos al servicio de necesidades automáticas, le hemos robado muchas de sus posibilidades de expresión y satisfacción. Aquí se le da permiso al cuerpo y se abre la puerta a procesos personales de auto descubrimiento y de relaciones auténticas. En muchas ocasiones pasa que las personas tienen experiencias emocionales intensas. Se abren ventanas por las que conocerse mejor a uno mismo. Lorena lo expresa así: “a través de la Ecstatic, puedes convocar a tu yo animal, o retomar la inocencia. Puedes viajar a las emociones que no te permites en tu vida diaria o entregarte al juego y el placer de ser la persona que eres.”
Más allá de la inteligencia lingüística y lógico matemática que configura en buena medida nuestra forma de pensar y vivir, bailar nos abre el hemisferio derecho para que tomemos la inteligencia espacial, la musical, la corporal kinestésica y también la inteligencia emocional cuando la música se introduce en las fibras más profundas. Interaccionar con otras personas que bailan nos abre la inteligencia interpersonal a muchos matices de comunicación a los que no estamos acostumbrados. Bailar improvisadamente con otros cuerpos, recoger las sensaciones sin interpretarlas, traspasar la vergüenza o quedarte en el vacío, todo ayuda a darle valor a la experiencia genuina y a tocar la vida.
Cuando hablas con las personas que asisten, es sorprendente ver cómo muchas están vinculadas con el mundo de la apertura a la conciencia corporal y espiritual: el arte, el yoga, el masaje, las terapias, la meditación, etc. Hay una emergencia de las experiencias donde lo importante es crear y conocerte desde el contacto auténtico con uno mismo. Una nueva tribu universal. Escuchar el cuerpo nos conduce a una mayor claridad si aceptamos que tiene algo que decirnos. Otro asistente, Fran, narra lo que sintió: “cuando baile un día cualquiera sin la distracción del lenguaje. La gente se arrojó a moverse, cedidos ante un despresurado código sin norma. Bailaban en esa situación particular, ante miradas particulares, en cada segundo particular. A pesar de ello, el movimiento, los ojos, el brillo de la pausa; todos lo practicaban con la desbloqueada planificación de mostrar sus más tiernos anhelos, sus nostalgias, sus deseos e ímpetus. Podíamos hacerlo. Era un viaje particular, pero inmensa y discretamente anónimo; lo cual lo convirtió en una danza universalmente libre. No era caos, era armónico y traslucido como un sueño despierto plasmado en la arena.”
Las tres horas de duración de cada sesión propician esto, entrar en un registro diferente al habitual donde te das permiso para expresar de modo distinto, liberado/a, donde reconocerse en formas espontáneas muchas veces olvidadas. Cuando la música adquiere ritmos y armonías de tipo fluido o stacatto, se suelta la rigidez corporal y mental. Los momentos en los que la música invita al caos, se libera la mente y emerge la expresión libre. Cuando la música va hacia armonías de fluidez y quietud, se despiertan los movimientos internos más inesperados. Al finalizar, una rueda permite que quien lo desee verbalice cómo se siente o hable de lo vivido. Es un regalo recoger las impresiones que, en su mayoría, están cerca del corazón y reconocen el surgir de una energía valiosa.
Desde la posición del observador y como DJ, admiro la cantidad de matices y manifestaciones que se mueven durante cada sesión. Me reafirma en la necesidad de volver a dotar de mayor sentido a la actividad lúdica, dotarla de alma y de hacerlo implicando el cuerpo y el corazón. Los/as adultos/as además necesitamos recuperar la espontaneidad, la impulsividad, el juego, la fluidez y el sentido de libertad. Como hicieran nuestros predecesores en las tribus originarias, mover la energía corporal en grupo con el trance que aporta la música inspirada, nos devuelve nuestro universo simbólico y el capital afectivo-amoroso, abriéndonos a la experiencia del encuentro con uno/a mimo/a y con los/as demás.
Me gustaría participar la próxima vez.