Después de que hace dos años se desvelara para mi toda la rabia que tenía paralizada dentro con mi padre, hoy puedo decir que he completado un camino. Así lo siento tras el sueño que he vivido esta noche. Ha sido un itinerario largo con episodios difíciles. Un auténtico viaje terapéutico con la ayuda de personas queridas y con entradas en la profundidad del dolor. Pero hoy me llega una sensación de sanación. Me he visto con mi padre en un lugar nuevo. Me confirma que algo se ha cerrado. Siento más paz conmigo y algo en mi se ha completado.
Alfredo volvía a casa borracho, como era habitual. Pero esta vez ya no lo recibía en casa el niño temeroso y paralizado, sino que le recibía yo, el hombre, en un lugar de madurez y templanza. Era capaz de verlo con una mirada natural, de adulto a adulto. Llegaba dando tumbos, tal y como recordaba desde mi niñez, muy deteriorado, descamisado y sin poder articular una palabra comprensible. Esta vez llegaba a casa, pero yo lo recibía sin el caudal de miedo y rechazo que tantas veces sentí de niño. Estaba mi madre en casa y mis hermanos, aunque en esta ocasión tomaba mi movimiento y me acercaba a él, sintiendo mi fuerza. Lo miraba con profunda compasión y con aceptación. Ahí tenía delante a un hombre que elegía ahogar sus miedos y frustraciones en una pendiente infinita de abandono al alcohol. Si, él lo elegía.
En este instante puedo experimentar una leve sonrisa en mi boca. Algo nuevo se abre. Por primera vez experimento una especie de complicidad. Mi adulto entiende el desastre emocional de este otro adulto, mi padre, y puedo observarlo sin que se me apodere la rabia. ¡Uf, cuanta rabia almacené durante años contra el hombre que me negaba un legado sano de masculinidad, paralizaba los estados emocionales de la familia y hacía sufrir a mamá! Ya la puedo soltar.
Ahora le acompaño a la cama y le ayudo a acostarse. Sin drama. Me devuelve una mirada cómplice y una sonrisa. Me arranca una cierta ternura. Lo tapo con las sábanas. Él se desabrocha la ropa dentro de las sábanas. Está a gusto. Solo quiere dormir una noche más, feliz en su evasión. Entiendo que es la vida que ha querido tomar para sortear sus incertidumbres, sus impotencias vitales. No necesito pensar más, es así, acojo las cosas como son, las acepto. Todo está bien.
Salgo de la habitación. Me invade algo distinto. Suelto una carga atávica. Ahora dejo atrás las ataduras de lo que el dolor y el rencor se empeñan en dejar pendiente y atraparte toda una vida. Ya puedo elegir el hombre que quiero ser. Ya obtengo el permiso interno para soltar cualquier lucha con lo masculino condicionado. Ya he resuelto, más allá de los ojos de mi madre, que durante tanto tiempo configuraron mi forma de ver a papá y de sentirlo porque, tal vez, necesité sujetarme en ella.
Conecto mi sueño con la inspiración que la última búsqueda de visión tuve sobre el hombre libre. Decretar que soy un hombre libre, ahora cobra una fuerza especial dentro de mí. Una auténtica sensación de poder me invade, poder para ser. Nada más y nada menos.
Si, soy un hombre libre. He tomado el sitio que he elegido tomar respecto a los hijos, las parejas, los compromisos laborales y el amor a mi cuerpo, que me otorga una dichosa alianza con mi salud. Soy libre para estar en medio de la naturaleza cuando esta me reclama y sentirme uno con ella. Libre para amar a corazón abierto a quien quiero y cuando quiero. Soy libre pensador, siento mucho gozo cuando conecto mi pensamiento al conocimiento espiritual. Soy un alma libre, un poeta de mi propia biografía. Amo lo que soy y lo que se esconde de mí, temeroso de ser visto. Amo mi herida y mis dones. Me abro al placer del puro presente, sin que mi cabeza tenga que ir a ningún compromiso u obligación más que la que me dicta el amor a mí mismo y el cuidado sustancial a las personas que amo. Soy un hombre libre, soy un hombre. Doy calor como el sol, pero no aprieto, no agobio. Otorgo el alimento de mi presencia. Me levanto sobre mí mismo, me elevo y arriba me puedo mostrar brillante, con mis propios ciclos y mis retiradas. Me conformo con lo que soy, disfruto mucho con mis dones. No juzgo y renuncio a llevar la razón. Me rindo y en ese rendirme, soy el hombre absoluto que quiero ser. Despierto cada mañana y anhelo para ese día justo lo que nombra mi deseo. Disfruto con mi movimiento singular, instintivo, individual y auténtico. Me abro al amor sin miedo, en las formas, tiempos y personas que quiero. Suelto lo que no va conmigo, lo despido y agradezco. Medito, descanso mi cuerpo. Amo el placer cotidiano, sin expectativas inflamadas.
Amo el placer de ser. Celebro a cada instante la comunicación auténtica con cada corazón que me aparece delante. Me otorgo el placer de comer y disfrutar con mi cuerpo al sol, al viento, al universo. Amo el placer de amar y el de encontrarme con otro cuerpo femenino, bello, elegante, profundamente sensual, despierto y con el corazón disponible. Me descubro cada día en mi capacidad parar abrirme a nuevos “darme cuenta”. Profundizar en la conciencia, la belleza de la vida y su trascendencia infinita. Soy un hombre libre, me amo porque no necesito nada y me entrego a todo; porque lo necesito todo y me entrego a lo que me da la gana. Soy bello por dentro, me lo reconozco y emano con naturalidad mi alegría hacia afuera. Es mi abundancia.
Invoco mi corazón ardiente y mi sol en mi pecho. Invoco la capacidad para estar amorosamente presente a cada instante, con cada persona que me agrade o que me rete. Que me vea o que me provoque en mis fibras sensibles. Soy un hombre libre, así me parieron, así lo elegí desde el instante uno. Mi única dedicación es darme a lo que siento que necesito, sin entregarme a nada extraño, impostado o ajeno a mi propósito, nada que no sea la experiencia de amarme a mí mismo y amar la vida en sus múltiples formas. Me amo. Me parece fascinante el trabajo de desvelar mi corazón y darle su máxima amplitud en la entrega a la vida, al amor y a mí mismo. Me entrego a mi propósito de desvelar mi mejor versión y abrir las puertas a la percepción, la alegría, la danza instintiva, a la acogida tribal, al viaje de la conciencia, a la penetración del inconsciente, al viaje del placer, a la comunicación alegre y creativa, al encuentro humano profundo, a la emoción, a la vida.
Soy un hombre libre, por eso decreto la experiencia del absoluto presente. Porque soy un hombre libre escojo la constante comunicación con mi deseo en el aquí y el ahora, que elige en cada momento como manifestar su ser, como expresarse y manifestar el amor allá donde está. Invoco la generosidad, la abundancia y la entrega en el acto de ser honesto y coherente conmigo, salvaje, para que se despierte el magnetismo del ser que se completa a sí mismo, y atraer otras presencias que elijan esa misma cualidad: la del ser que se completa y se manifiesta a sí mismo.
Belleza de Ser, Autenticidad hecha camino, alegría de libertad desde el compromiso con tu corazón, compañero de camino, alma grande, humano y divino. Hombre! Raíces y alas. Vibración latente del universo en tu corazón. Risas, música, charlas, aventuras, vulnerabilidades compartidas. Honestidad en el aire, sostén en la Tierra, Alegría en el agua, transmutación en el fuego.
Infinitas y siempre Gracias amando Alfredo.
Enhorabuena y gracias por compartir tus procesos acercándote así mas y mas a mi, alabo tu valentía y honro el camino que transitas, hombre libre, coherente y salvaje