por Alfredo | Abr 9, 2021 | Counseling
Elijo no tener hijos. Lo hago cerrando esa posibilidad
biológica en mi cuerpo. Despido esa funcionalidad que permitía la experiencia
de dar continuidad al árbol familiar. Miro a mis padres, les doy las gracias
por la vida y siento que cierro un largo proceso de historias de amor y
entrega. Gracias, de verdad. Paro este
río infinito de reproducción. Al despedir esto de manera consciente, me quedo
en contacto con todas las posibilidades a las que dedicar mi energía con entusiasmo.
Desentrañar el misterio de estar vivo, de amar y de despejar todos los recursos
de mi corazón y atraerlos a la conciencia. Fascinante.
Cuando miro hacia atrás y veo como se han configurado las
decisiones personales, entiendo que no estoy solo. La vida me sobrepasa y es
como una corriente que me conduce prodigiosamente. Observo mi infancia, la
familia en la que elegí nacer para ser humano y todo lo que viví como actor
pasivo de un gran escenario. La vida es infinita. No tengo claro qué me llevó a
los 24 años a decidir entregarme al estudio de la teología, una decisión que me
condujo a un tiempo de profunda meditación, a sondear la espiritualidad y a amar
mi ermitaño. Desconozco como mi entusiasmo y mi intuición me llevaron a cambiar
varias veces de profesión, experimentándome siempre buscador, libre, viajero. O
por qué un día tomé el camino de la terapia como vía para desvelar mis
inquietudes más profundas, recapitulando mi historia personal y mis emociones
más ocultas. No sé por qué a los 15 años aproximadamente me lancé a un
laboratorio informal de hipnosis con mis amigos de entonces, con los que improvisé
numerosas sesiones de forma lúdica. Tampoco sé exactamente por qué vine un día
al sur a fraguar mi despertar definitivo en un proyecto colectivo.
Sé qué nunca deseé ser padre. Pero puedo, en este momento de
mi vida, elegir escucharme y situarme ante esta posibilidad que la vida me
ofrecía. Hoy elijo darme a luz. Despliego todas las posibilidades a mi alcance
para manifestar la mejor versión de mi mismo, aquella que se enfoca en activar
mis dones y abrir al máximo el campo de conciencia. Elijo engendrar con
determinación el hombre que quiero para mi, y elegir donde pongo la energía.
Soy energía en unas coordenadas de tiempo y espacio. Suelto
unas posibilidades para tomar otras al cien por cien. Decretar mi renuncia a
tener hijos, me permite experimentar el significado de la consagración. Es un
movimiento dentro de mi, ya que, en términos objetivos, nada es incompatible. Consagrarse
es encontrar un tesoro dentro y elegir con determinación entregarse a profundizar
en él, consciente de que trae un camino de plenitud.
Para darme a luz he ido integrando a la mujer que llevo
dentro y sanando al hombre que soy. He abrazado plenamente al niño herido que
tantas veces se ha mostrado demandante. Pero sobre todo he despejado el
lenguaje del corazón. El es capaz de captar la esencia de las cosas. Estaba
recubierto de capas de insensibilidad, de corazas propias de mi ego y limitado
por creencias difíciles de desmantelar.
Ha sido un tiempo de sanación en el que he ido descubriendo
el papel que tienen la rabia, el dolor y el miedo en mi configuración
emocional. La rabia no la canalizaba bien, la contuve durante años. Cuando por
fin comencé a expresarla venía en bruto, con mucho dolor. Me estalló en las
manos desvelándome la necesidad de abrazar al padre. El dolor lo huía instintivamente.
Me daba pánico la posibilidad de sentirlo, hasta que entendí que tenía que
naturalizar alguna fracción y dejar de huir de él. Vi que el miedo a los
sentimientos de rechazo de las otras personas y a ser culpado, acusado, me
condicionaban mucho. En estas situaciones despierto mis corazas. No tolero esas
sensaciones que me hacen sentir rechazado en el amor. Entonces saco mi
maquinaria mental para defenderme y atacar. Soy demasiado auto indulgente. Se
me apodera la soberbia que me hace ver con facilidad el error fuera y no
reconocer lo mío.
Pero tras completar el proceso, tras aceptar todos los
demonios interiores, abrazo al niño. Estaba aterrorizado y necesitaba mucha
atención. Ahora gestiono el miedo y el dolor y lo atiendo en el marco del amor.
Lo abrazo desde la fragilidad. Me ha costado mucho tiempo traspasar la
confusión y la dificultad. Ahora tengo este niño sanado dentro. Me trae un
regalo: me ha liberado el corazón. Me abre a los registros de la ternura, la inocencia
y la compasión en mi vida cotidiana. Esto me ha transformado el carácter. Lo
miro todo desde un prisma de benevolencia que es novedoso y sanador para mi. Este
niño lo he “parido” dentro de mí y me devuelve una actitud más alegre. Amo sus
cualidades. Convivo con él. Lo hago visible y forma parte de mi.
Para soltar la paternidad he mirado mucho a mis padres. Ha
sido un diálogo bello en el que he recibido todas las bendiciones de ambos. Él
me señala la virtud de tomar la máxima satisfacción de la vida sin que me
sienta obligado a cumplir con nada. Ella me habla de que lo único importante es
abrir el corazón. La vida me dice que la decisión, en realidad, no es
trascendente, que siga mi camino, que es correcto.
Los miro a los dos y me reconozco como hijo amado. Y como
hijo que ama. Al hacerlo, veo al niño encarnado que soy, que tiene todas las
posibilidades delante de sí. Fui invitado a la vida sin condicionamientos, para
que eligiera lo que quisiera. Y puedo elegir el amor.
También siento sanado a mi hombre y a mi mujer interna. He
rescatado para mi un equilibrio bello donde ambas partes tienen espacio.
Reconozco el hombre que soy en mis cualidades de determinación y de presencia.
Siento la templanza que se aloja en mi pecho. Especialmente veo mi posibilidad
de observar el campo emocional sin confundirme con él, al mismo tiempo que me
abro a todas las sensaciones que me traen. Sé hacer del tiempo mi aliado. Ante
la adversidad me quedo. Sostengo la confusión practicando la espera y la
confianza. Me hago cargo de lo que elijo y me hago cargo de mi entrega. No
acepto la deshonestidad y reconozco mi poder en el hecho de determinar en cada
momento lo que quiero para mi. Tengo fuerza para alcanzar algo cuando lo deseo.
Mi mujer interna ha aprendido a mostrarse sensible y a desvelar el corazón sin
miedo. Muestro abiertamente mi ternura y mi expresión amorosa. Reconozco todo
lo bueno que me trae la intimidad cuando la alimento y la vivo con dedicación.
Creo en la alianza con lo femenino y me pongo al servicio de su fuerza creadora
y su capacidad para escuchar el corazón.
En este punto del recorrido encuentro algo fascinante: se me
ha manifestado el poder del corazón. Cuando destierro los condicionamientos que
me impedían ser yo, lo que yo soy es puro corazón, anhelo de amar y de tomar la
abundancia de la vida. Compruebo que existe un campo colectivo abundantísimo,
una red invisible que conforman los corazones que se buscan y se aman en la
sencillez y la apertura sincera. Esto puedo verlo. Al verlo, comprendo como
existe una familia humana configurada, no por el linaje genético, sino por otros
parámetros extraordinariamente interesantes: la confianza en el efecto
multiplicador del amor y en la sabiduría del corazón.
Ahora tomo poder, es un resultado inmediato al hecho de
sanar. Lo percibo en mi disposición a vivir la entrega de una forma más
completa. No solo porque me permito vivir los procesos del corazón sin miedo.
Antes la entrega a lo femenino lo hacia contenido, con límites internos. Sino porque
tengo una mayor claridad sobre aquello a lo que quiero dirigir mi entrega.
Elijo: orientar la fuerza del padre hacia la manifestación
del hombre que puedo llegar a ser. Consagrar la energía a las posibilidades más
luminosas. Reconocer el poder del corazón cuando es capaz de abrirse sin miedo,
experimentar la entrega sin quedarse identificado y atrapado por mis
necesidades. Me rindo a mi poder interior, desbordante y al poder invencible
de la ternura.
Ahora puedo tomar el camino de la autotrascendencia.
Despierto el genio interior, el mago. Me doy a luz. Me consagro a ser
plenamente lo que soy. Si completo lo que soy, indudablemente, doy luz. Porque
soy luz. La frecuencia más alta que ha transmutado las frecuencias densas.
Percibo el hecho evolutivo dentro de mi. Estoy en sintonía con el río de la
vida, el tiempo está a mi favor.
por Alfredo | Feb 23, 2021 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Tras años de explorar la mente profunda a través de la
hipnosis y las experiencias de ampliación de la conciencia veo que, como ser
humano, estoy abierto a un campo de información extraordinario. Emerge del
ámbito inconsciente y supra consciente, y puedo acceder activando cualidades
simples del cerebro que despiertan el cuerpo sutil y la comunicación energética.
Existe un nivel de funcionamiento de la frecuencia cerebral,
los estados Alfa e inferiores, en los que se mitiga la actividad de la mente
especulativa y se abren otras funciones de la mente intuitiva y conectiva. Aquí
se amplían las posibilidades de la percepción. La hipnosis como un proceso de
sugestión inducida que disminuye la actividad analítica, da acceso a
experiencias que activan niveles de conciencia extendida real, en las cuales la
experiencia visual se conecta con la emocional. Esta aventura resulta
transformadora.
Mediante estos estados se puede acudir a memorias de esta
vida con extraordinaria nitidez, y revisar un escenario emocional que necesita
ser recapitulado. Las escenas del pasado fluyen con una energía actualizada, lo
que permite movilizar nuevos recursos conscientes para sanar. También se puede
ahondar en la experiencia uterina, donde se rescatan sensaciones con las que recordar
aspectos esenciales para la vida: la actualización de la experiencia del amor,
de la elección y del propósito de vida.
El acceso a otras posibles vidas facilita desvelar con contundencia
patrones que se nos repiten y en los que estamos implicados existencialmente.
También aprendizajes poderosos con los que despertamos a una mayor sabiduría.
Por último, los espacios entre vidas y las progresiones al futuro, nos ponen en
diálogo con arquetipos, entidades y potenciales internos con los que podemos
actualizar aspectos esenciales de nuestra vida.
Sea para aplicarla a la sanación personal, a la búsqueda de
respuestas de vida o a la mera prospección de los universos internos, los estados
modificados de la conciencia, los estados no ordinarios de la conciencia, son
el verdadero camino de acceso a la energía sutil que gobierna, como si
de un sistema operativo se tratara, la realidad que nos configura. Y se puede
acceder a ellos mediante un sencillo trabajo personal de concentración.
Es el campo cinabrio, una especie de rejilla
energética que todo lo enlaza, el Tan Tien o campo de la alquimia interior
según la filosofía oriental. A este campo propongo volver. A nuestra naturaleza
auténtica de seres mágicos.
Nuestro cuerpo está diseñado para manejarnos con esto. El
ADN almacena códigos lumínicos que interactúan con campos de información.
También la glándula pineal es una interface piezoeléctrica que traduce la
información de origen químico en eléctrico y viceversa.
Me fascina ver como en este campo sutil, existen todas las
posibilidades. Porque el campo denso (materia organizada en la dimensión
espacio tiempo y accesible a los sentidos físicos) se configura en función de cómo
está programada la información del campo sutil (campo energético que responde a
la conciencia del observador). ¿Quién es el Observador que ha creado este
modelo? Llámale Fuente, Gran Espíritu, Intento… como quieras. Lo que puedo
comprender y transmito ahora, es que mi condición de ser humano me hace
partícipe de esa cualidad ordenadora del campo sutil. Lo que lo hace posible se
llama conciencia.
Mi conciencia es una emisora – generadora de orden o
complejidad, según elija. Lo que emito en este campo es un laboratorio, un
experimento que configura mi universo. Elijo ordenarlo, en un estadio más
alto.
Descubro que, si entiendo las posibilidades que me ofrecen
las herramientas de mi conciencia, puedo operar en él para transformar la
realidad sutil del campo energético que, a su vez, está programando la
configuración del campo denso, es decir, mi realidad inmediata. La intención es
más fuerte que el programa, ¿Cómo lo comprobamos? Solo sé que dios existe si
yo me hago dios.
Llegado a este punto, me doy cuenta de que el salto real que
requiere este cambio de paradigma mental, pasa por la fe. Para mí la fe
es: creer que existe un orden más completo, que confiere coherencia y
sentido a toda la realidad, más allá y más acá de mí mismo, con poder y
conciencia, y que yo puedo participar activamente de este poder a través de mi “no
hacer – despierto”.
La fe comienza cuando logro experimentar el vacío donde se despliegan
todas las posibilidades. Como ahí existe todo, todo está disponible. Por lo
tanto, elijo lo que quiero. Al elegirlo, lo creo. En realidad, lo que hago es
creerme “a pies juntillas” que atraigo la experiencia fuera que primero he
creado dentro. Y vamos a ver qué pasa…
Mi mente atrapada en la materia densa, está excesivamente
implicada en el control, la gestión ordinaria y la estrategia de supervivencia.
Del mismo modo está secuestrada por las emociones primarias que arrestan el
corazón y ocultan nuestros potenciales más elevados. El miedo a la herida
primordial que todos tenemos, por ejemplo, despierta las mil caras de la
soberbia y la defensa. Esto implica absorber mucha energía y nuestros recursos
mágicos quedan sepultados. Nos quedamos como esperando, encadenados a una
realidad fáctica. La sombra es adictiva. El inconsciente nos compra ideas
pobres y nos empuja a repetirlas. Y mientras esto sucede, no estamos creando,
porque hemos llenado el vacío. El vacío da miedo.
Ser nadie (anonadarse), vaciar la importancia personal, es
un buen comienzo para empezar a despejar nuestro poder. Escapar del hechizo del
ego y modificar la percepción, me permiten alcanzar nuevos niveles de
energía enfocados.
A estos niveles accedemos con las herramientas de la
conciencia, son estas: la intención apoyada en la palabra precisa. La
imaginación y su propiedad activa, la visualización creadora. Y la
emoción que colabora para configurar estados elevados, lo que
llamaremos el llenado. Con ellas entreno este “no hacer – despierto”,
una alquimia de la presencia transmutadora. No hacer y a la vez, sentir que
estás creándolo todo con poder. Soy dios.
La imaginación y la emoción son los recursos combinados más
poderosos para acceder a esta magia. Si despejo la intención y la recojo en un pensamiento
claro, entonces comienza la alquimia ¿Qué quieres crear?
PRIMERO. La intención. Me paro y me pregunto: ¿Qué deseo? ¿Cómo está configurada mi realidad y cómo quiero realmente que sea? ¿Qué proyecto para mí en el orden material, emocional, espiritual o de estados de vida? ¿Cómo imagino áreas de mi vida para que me otorguen la máxima satisfacción? ¿Cuál siento que es mi deseo profundo? En esta primera fase me esfuerzo en desvelar mis más profundos deseos. Los conduzco lejos, pido a lo grande. Cuanto más elevado es lo que deseo, más posibilidades abro, más se des oculta la realidad. Lo expreso con palabras, con la máxima claridad. No me dirijo al cómo debe producirse, sino en qué condiciones elijo que debe darse. No pienso cómo debe llegar el escenario ideal para mi vida, simplemente soy capaz de recrear la forma final, cómo debe darse en su estadio último.
SEGUNDO. Entonces, a
partir de la intención concretada y expresada en palabras, prefiguro eso que
deseo en mi imaginación. Su herramienta, la visualización creativa, supone
activar y recrear la experiencia imaginativa a voluntad. Es decir, elijo
activar en el campo de la imaginación eso que he pensado. Represéntalo,
completa los detalles de lo que ves, desenvuélvete en ese espacio, completa
todos los elementos que necesites en la visualización para imbuirte en lo que
ves. Toma el sentir. Experiméntate en eso que has completado. Realizar algunas
visualizaciones guiadas, ayuda. Es un recurso imaginativo que, cuando se
practica, te lleva a lo que llamamos un estado modificado de la conciencia en
una frecuencia Alfa del cerebro. Consigues un estado enfocado donde, si
sabes practicar, atender y esperar, comienzan a emerger los detalles nítidos y
te incorporas a la experiencia de lo visualizado.
TERCERO. A continuación,
se despierta el sentir, se hace presente la emoción que colabora a
completar el estado. Los estados emocionales elevados son lo que nos
interesa. Se trata de experimentar en su forma más completa dentro de la
visualización un estado emocional lo más abarcante posible y que previamente
hemos deseado: plenitud, satisfacción, alivio, felicidad, alegría, compasión,
amor, comunión, etc. Permitimos que el estado emocional deseado nos tome, se
haga presente lo más intensamente posible y que complete la experiencia de
visualización. Entonces practicamos el llenado. Respiramos profundamente
varias veces con esa emoción hasta sentir que, verdaderamente, se ha completado
emocionalmente dentro de mí eso que he deseado. Nótalo esbozando una leve
sonrisa. Todo tu cuerpo lo toma.
CUARTO. En último término te percatas de este estado: el “no hacer – despierto”. Lo cuento en primera persona, el camino aquí puede ser más personal. Es el ámbito donde la fe viene a tomar un lugar coherente y me trae un contacto con el poder interior. En este lugar necesito tomarme mi tiempo. Me llega una peculiar sensación de que lo que he creado desde el estado modificado de la conciencia, atrae la realidad invocada. Todo está a mi favor, me despierta un sentimiento de esperanza. Es un estado de certeza no cognitiva, una convicción. En mí, la expresión es: me rindo ante el poder que se manifiesta en mi interior. El corazón sentiente toma anchura, paz. Me confirma que eso está ya materializado en el campo de la realidad sutil y que se destilará, no sabemos cuándo, en la realidad densa que hemos prefigurado. El poder ante el cual me rindo, lo hará. Una mezcla de rendición y fe que da como resultado un estado de plenitud. Suelto el cómo se hará eso. No lo sé, escucharé las señales. Y aquí me siento participando de un poder superior e interior, que me sobrepasa y me contiene, del que formo parte. Me quedo sin palabras. Suelto.
La activación del campo sutil comienza a configurarse cuando
alcanzamos a experimentar un proceso completo de coherencia en estas tres
funciones: el deseo conectado con mi propósito, el sentir
auténtico y la congruencia en el universo de la percepción consciente.
Ocurre así en los procesos terapéuticos que transforman los bloqueos y patrones
de cara a la sanación.
Atraemos de esta manera el mismo poder que está presente en
la realidad, y que ha permitido que toda la energía que existe esté
manifestada. Nosotros estamos en el campo en el que esta energía se mueve
porque, como seres humanos, somos una forma elevada de la manifestación de
Dios que aflora en niveles de conciencia.
La energía sigue al pensamiento con intención. Cuando
ponemos energía en configurar estados emocionales orientados a crear la
realidad que queremos, estamos acertando a activar un potencial extraordinario:
crear la realidad desde el campo de las energías sutiles a las que tenemos
acceso por la conciencia operativa.
Volver al campo, a la naturaleza auténtica que somos, nos
ajusta con la vida. Rescatar las energías sutiles, la magia, la activación de
nuestro poder creador, despierta la percepción y nuestra capacidad intuitiva
directa, donde podemos desenvolvernos de una manera más armonizable con
nuestros deseos. ¿Te lo crees? Compruébalo. ¿No te lo crees? No pasa nada, ni
pasará…
por Alfredo | Ene 15, 2021 | Counseling, Ecologia emocional
El ego: defiende argumentos movido por la importancia personal.
El niño interior: pregunta animado por el misterio.
El corazón: expresa alegría confiando en el puro presente donde ya está todo.
El alma: escucha en el silencio, no sabiendo, los ecos abundantes que desvela la vida misma.
Todos los males del mundo se
originan en la tensión y la insatisfacción humana. Esto crea un enorme campo de
energía colectiva que nos atrapa en una falsa respuesta. Vivimos pensando que
afuera siempre hay un problema que resolver. Quedamos abducidos por la dualidad.
La insatisfacción genera ansiedad
mental y esta, alimentada por el miedo, se entrega al gran maya de la ilusión,
al gran teatro de la vida que nos aboca a encadenar tareas y preocupaciones. Siempre
tenemos algo que hacer, cada día hay un problema por pequeño que sea, que capta
nuestra atención. Esta ilusión nos empuja permanentemente a resolver. Las
energías vitales quedan entonces comprometidas. En realidad estamos proyectando
la dualidad interna. El conjunto de proyecciones que reproduce la inconsciencia,
crea innumerables campos de energía emocional caótica en los que terminamos envueltos.
Y creemos que nuestra vida es eso. Y ahí seguimos.
Recuerdo cuanto me gustaba el
debate. Antes tenía mucha energía disponible para afinar con la razón. Es como
una adicción del ego. Ahora dimito de “defender” qué es lo correcto o
incorrecto, lo bueno o lo malo, lo verdadero o falso, lo que domina o somete. Elijo
expresarme desde el placer, si la escucha es la adecuada.
He descubierto que el planteamiento
del dilema siempre es falso en términos de la auténtica verdad que me espera.
Si me encoleriza el capital o el patriarcado, tengo un patriarca dentro
pendiente de des ocultar; si me rebelan las imposiciones sanitarias, no atiendo
a mi auténtica autoridad interna; si me enfurecen las posiciones ideológicas de
otras personas, no he aceptado que tengo a un opositor político dentro
reprimido.
El debate que busca resolver
dentro de la polaridad, inflama muchas veces nuestra importancia personal. Nuestro
cerebro izquierdo es adicto a encontrar las congruencias. La realidad se manifiesta
polar porque nuestro corazón internamente está dividido. Solo sanando dentro,
la realidad manifestará esa nueva configuración sanada, no polar. Porque la
vida está a nuestro favor y siempre atiende lo que auténticamente pedimos,
especialmente, lo que auténticamente somos. La auténtica polaridad solo puede
transformarse verdaderamente en la alquimia del corazón humano.
El discurso externo, cuando me despierta
un movimiento emocional y energético: rebeldía, rabia, defensa, etc., desvela
un estado interno sin completar. ¿Lo quiero completar? Por ello elijo no
alimentar las disertaciones, discusiones, posiciones defensivas, relatos
encendidos, explicaciones obsesivas y análisis que solo me sacan del auténtico
lugar de poder que resuelve el entramado de dificultad universal: mi rechazo
interno a una parte de mí. El único conflicto real.
Me sirve aceptar que la propia
vida es paradójica y se presenta en un multiverso de formas. Por eso, no
atiendo la forma del debate (la temática), sino la inquietud que lo origina en
el corazón. También elijo no aceptar la tensión. Cuando aparece, cedo. Si hay tensión,
no se puede alcanzar la congruencia. Elijo la quietud y no reaccionar. Algo
difícil para mi ego.
Si miro de cerca mi reactividad,
cuando me uno a debates donde necesito posicionarme, observo diversos
personajes dentro de mí. El ideólogo que tiene razones contundentes para
defender una posición y que en realidad me peleo con algo interno; el erudito
que siempre tiene un matiz con el que reformular la posición del otro, pura
vanidad; el reservista que mantiene el conocimiento del dato histórico
con el que siempre viene a corregir cualquier tendencia; el defensor
de los derechos sociales e individuales, que gusta de señalar el enemigo
externo, que si además está oculto, se muestra más orgulloso de ser el lúcido
denunciante; el ecuánime, para el cual no posicionarse es una
forma de posicionarse; el pacificador que le gusta manifestarse
como conocedor de la resolución de los conflictos; y el que le gusta
simplemente estar presente, porque se siente tenido en cuenta en
un ámbito, el de la discusión, que le parece cosa de gente intelectual,
valerosa e importante.
Pero no me confundo. Amo el
discernimiento colectivo, el diálogo pedagógico, la comunicación creativa, la
investigación, el conocimiento, la palabra que apoya mi despertar y el de
otros, la reflexión que añade claridad donde hay duda, la expresión auténtica
de la emoción con toda su manifestación energética, verbal y todo su detalle
poético, la brillantez intelectual, desentrañar la complejidad, deshacer la
duda que a veces atrapa nuestra mente… Me encanta leer y encuentro mucho placer
cuando siento que me embarga una pregunta interesante que me mueve a desvelar más
la realidad.
Me ayuda también entender que la
defensa intelectual de la verdad es un trasunto patriarcal en sí mismo. La
verdad, como realidad última, es una experiencia y se desvela en estados de
congruencia. Se percibe porque mi corazón y la vida quedan implicados y
alineados. Siento claridad, coherencia interna, fuerza y convicción en orden a
mi despertar.
La dualidad es el lugar para el
despertar. Pero la salida no es posicionarse en los términos polares que nos presenta,
atrapando las energías de la defensa, sino que la salida es escapar de la falsa
polaridad que plantea y comprender los procesos que oculta, resolviendo en la
propia dualidad interna. La dualidad nos invita a retornar a las auténticas
preguntas. ¿Qué me pasa cuando veo esto afuera? ¿Qué deseo para mí? ¿Qué tengo
pendiente de completar amorosamente? ¿Cómo aporto una respuesta satisfactoria
desde mi potencial creativo?
En esta realidad dimensional, la
conciencia debe traspasar las formas para resolver y propiciar el hecho
evolutivo. Hay que penetrar la realidad, experimentarla en nuestro campo
emocional y extraer claridad de esa experiencia. Para eso hay que entrar de
lleno en las paradojas de la dualidad que presenta esta dimensión. Pero la
obsesión por resolver esas ecuaciones matemáticas, nos ofusca: banderas,
verdades, colores, supremacías, etc. Elijo asumir el efecto profundo que me
provoca estar insertado en una realidad tan diversa donde, por ejemplo, existen
reglas distintas para los objetos físicos y para la realidad cuántica. La
verdad no se puede atrapar, la verdad te alcanza cuando eliges un estado interno
no defensivo.
Hay algo que me lleva más allá de
la estrecha mirada de la resolución cognitiva de la vida: saber que esta, está
insertada en una corriente de sabiduría infinitamente mayor que mis lógicas
neuronales, y que además, en buena medida, no depende de mí.
Estoy diseñado para el éxtasis. Mi
naturaleza está completa. Me entusiasma en este tiempo desvelar cómo mis
energías sutiles pertenecientes al campo de la conciencia, pueden crear
realidad. La vida me abre al entusiasmo de saber, investigo en ello y disfruto compartiéndolo.
Me produce una mayor y más infinita satisfacción observarme fascinado por la inmensidad de la verdad que me habita y que me supera, que intentar atraparla vehementemente en el estrecho campo de mi intelecto, engañado por la adicción que he vivido muchas veces por crear correlaciones lógicas. Qué bella la sabiduría del que acepta que no sabe. Suelto mi necesidad de defender o desvelarle a otro cualquier verdad. Acojo tu verdad, tal vez distinta a lo que manifiesto en este escrito. Solo sé que, dicho esto, siento como mi energía está más disponible para mí, mi sanación y mi camino hacia la claridad.
por Alfredo | Dic 14, 2020 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Extraigo una síntesis de los capítulos 63 y 64 del libro de Las Claves Genéticas de Richard Rudd
A veces me siento atrapado por la especulación de mi mente.
Me agota mi pensamiento cuando juega a “encontrar y defender la verdad”. Debato,
opino, me adhiero a la supuesta verdad y a los de su bando, enjuicio al que no
la tiene, exijo al otro que cambie, me obsesiono por desvelar la coherencia de
un argumento, discuto con alguien olvidando el sentimiento que nos une; me
instalo en los dilemas sociales tomando partido. Reacciono sin darme cuenta que
todo esto es mente. Intelectualizar la verdad, un viejo vicio del pensamiento
patriarcal.
El cerebro izquierdo (un cableado para reconocer las
mecánicas repetitivas) y el derecho, se siguen debatiendo entre la lógica y la
imaginación. Pero el hemisferio derecho completa y eleva la mera funcionalidad
del izquierdo, trascendiendo la verdad. El cero y el infinito son una
aportación útil de nuestra imaginación.
Me pregunto: ¿de qué se alimenta la opinión? Los genes
contienen el mapa que construye nuestra estructura del ser. Siguiendo el libro
de Richard Rudd,
descubro que la opinión, que se alimenta de la duda, es fruto de la desconexión
de la imaginación y del sentir que se alojan en nuestro potencial del
hemisferio derecho.
También veo como la vivencia de la duda genera mucha presión
en el cerebro. El hecho de vivir en un escenario tan diverso y complejo,
conlleva un sustrato de dolor. Seguramente sea por eso por lo que los humanos
vamos tras la búsqueda permanente de certezas mentales, para evitar así sentir
esta angustia. Adquirimos creencias y valores para contrarrestar la duda en la
que vive la mente. Nos volvemos por ello adictos al pensamiento.
La mente humana se identifica con lo que ve, y absorbe
infinidad de modalidades de pensamiento lógico, relatos y derivados. Instalamos
entonces un constructo, un artefacto teórico, nos lo creemos completamente y
evitamos así sentir la confusión como algo inherente a la vida. ¿Qué
pasa si acepto la confusión? No resulta práctico para el ego, la identidad
personal está íntimamente asociada al despliegue de la opinión.
OPINAR, UNA SALIDA DEL EGO.
La duda la reprimimos con el dogma y la opinión. Cuando se
hace, construye la falsa lógica. Opinar, cuando no se abre al auténtico
cuestionamiento, a la propia duda existencial, satisface las necesidades del
ego. Creamos identidad (progresista, solidario, defensor de lo justo, erudito,
auténtico, etc.) Cuando la mente se acostumbra a no dudar, deja de evolucionar.
En realidad, caemos en un doble patrón: el de imitar,
escondiendo nuestras vidas entre actividades y pensamientos, una masiva red de
seguridad completamente ilusoria creada por el colectivo para evitar sentir la
situación del mundo tal cual es; o canalizar la rabia contra el statu
quo o contra “el otro”, tomar la revancha contra la vida misma, defendiendo posturas,
opiniones, luchando por la verdad y, en algunos casos, imponiéndola.
La duda al servicio del cuestionamiento de lo externo, despierta
el canal creativo (artes, ciencia, tecnología, salud…), pero si se internaliza y
se vuelve hacia uno mismo en un nivel bajo de frecuencia, puede ser
destructiva. Si el pensamiento no es creativo, sirve a la duda y se va a
proyectar en otras personas o en uno mismo. Aquí emerge la falta de confianza y
su derivada: la sospecha, que socava enormemente al ser humano ya que,
al dudar de nosotros mismos, la mente quiere tomar la rienda y ahonda más en la
confusión, retroalimentándose. A partir de aquí, la mente no puede escapar de sí
misma.
ABRAZAR LA INCERTIDUMBRE
Cuanto más profundizas, más complejo es todo. Si cuestionas
algo intensamente, llegarás a la conclusión de que estás ligado como observador
a ese “algo”, por lo cual, pierdes la posición de observador y pasas a ser
experimentador, un espacio de profunda subjetividad. Ya no hay verdades. No hay
opinión, solo hay comunicación de la vivencia.
La lógica humana no está diseñada para tener la certeza de
nada: solo de la existencia de la paradoja. La duda no es el enemigo, sino
el miedo a dudar. La única respuesta satisfactoria es la que desafía a la
lógica. Cuanto más abrazamos la incertidumbre, más cerca estamos de la
trascendencia. EL humano hace el viaje del cuestionamiento, pero la resolución
final está fuera de la lógica. La verdad llega como una iluminación y no
como una respuesta.
EL CAMINO DEL HEMISFERIO DERECHO
Si sigues más adelante, entrarás en los dominios holísticos
de la síntesis. Aquí todo está afectado por todo, lo cual te empuja
hacia el espacio de tu mundo interior. En este lugar ya no hay cuestionamiento,
hay revelación.
La confusión es un estado vibrante de potencialidad. El
cuestionamiento orientado a preguntarnos por nuestra naturaleza nuestro ser,
nos empuja a elevar el espíritu, como han hecho los caminos del yoga y el
tantra que han buscado unir la fisura humana interna y de tomar la aceptación
de lo que somos respectivamente.
Para tomar el camino de la mano izquierda o del hemisferio
derecho se me ocurre sugerir:
- Permítete sentir el dolor y el milagro de la
transformación comienza.
- Acepta sentir y pensar desde la duda y reconocer
el caos de la vida misma.
- Conecta tu garganta a tu corazón, acostúmbrate a
expresarte desde el sentir en cada presente.
- Sé honesto: cuanto más aprendes, más preguntas
se abren.
- Espera a que la verdad te encuentre. La verdad
no es un elemento que sacia la lógica. La verdad es un acontecimiento, una epifanía.
- Abandona la obsesión por la verdad y su defensa,
y entrégate a la poética del azar.
- Sé paciente, no reacciones, evoluciona de
acuerdo a tus propios plazos.
- Confía y acepta que te llegará la luz, que eres
portador de estados de claridad que emergen de tu propia genética y tu conexión
con tu ser.
- Abraza la confusión y activa la imaginación
creadora, el portal que trasciende la verdad.
No hay nada que no sea verdad, porque lo que sucede y
sientes en cada momento, es verdad. La verdad está aquí y ahora, pura e
incorruptible, en cada presente, en cada estado de vida. Es eterna, pura, imperecedera,
y tan simple como hermosa. La verdad es tu estado natural, un espacio a la
deriva, una inmersión total en tu ser. Es el eterno momento del presente.
Existe claridad en el espacio de la luz interior. Fuera de ella aparece la
confusión.
LA IMAGINACIÓN CREADORA
Nuestra genética es una enciclopedia digital de la
consciencia. La imaginación es la expresión de la fuerza de la vida sin
impedimentos a través de tu genética. Einstein dijo que la imaginación es más
importante que el conocimiento. Ser lo que auténticamente eres, permite
desactivar los mecanismos de la mente y activar las puertas hacia la
manifestación de tus dones. Poner la fuerza en las cualidades del ser,
cortocircuita el atrapamiento del cerebro izquierdo.
Para ello: priorizo lo que siento en el puro presente; pongo
la palabra al servicio del corazón en todo momento; escucho si mi reflexión se
dirige al crecimiento de mi experiencia o responde a la opinología, a mi rabia o
a la imitación; doy pleno valor y potencia a los estados modificados de la
conciencia; practico la visualización
creadora para construir mi realidad; abrazo la vía del yoga y el tantra;
practico la expresión libre, original y artística; amplifico los estados de
alegría; experimento la indagación de las emociones y de mis miedos en la tribu.
por Alfredo | Nov 9, 2020 | Counseling
Después de que hace dos años se
desvelara para mi toda la rabia que tenía paralizada dentro con mi padre, hoy
puedo decir que he completado un camino. Así lo siento tras el sueño que he
vivido esta noche. Ha sido un itinerario largo con episodios difíciles. Un
auténtico viaje terapéutico con la ayuda de personas queridas y con entradas en
la profundidad del dolor. Pero hoy me llega una sensación de sanación. Me he
visto con mi padre en un lugar nuevo. Me confirma que algo se ha cerrado.
Siento más paz conmigo y algo en mi se ha completado.
Alfredo volvía a casa borracho,
como era habitual. Pero esta vez ya no lo recibía en casa el niño temeroso y
paralizado, sino que le recibía yo, el hombre, en un lugar de madurez y templanza.
Era capaz de verlo con una mirada natural, de adulto a adulto. Llegaba dando
tumbos, tal y como recordaba desde mi niñez, muy deteriorado, descamisado y sin
poder articular una palabra comprensible. Esta vez llegaba a casa, pero yo lo
recibía sin el caudal de miedo y rechazo que tantas veces sentí de niño. Estaba
mi madre en casa y mis hermanos, aunque en esta ocasión tomaba mi movimiento y
me acercaba a él, sintiendo mi fuerza. Lo miraba con profunda compasión y con
aceptación. Ahí tenía delante a un hombre que elegía ahogar sus miedos y
frustraciones en una pendiente infinita de abandono al alcohol. Si, él lo
elegía.
En este instante puedo
experimentar una leve sonrisa en mi boca. Algo nuevo se abre. Por primera vez
experimento una especie de complicidad. Mi adulto entiende el desastre
emocional de este otro adulto, mi padre, y puedo observarlo sin que se me
apodere la rabia. ¡Uf, cuanta rabia almacené durante años contra el hombre que
me negaba un legado sano de masculinidad, paralizaba los estados emocionales de
la familia y hacía sufrir a mamá! Ya la puedo soltar.
Ahora le acompaño a la cama y le
ayudo a acostarse. Sin drama. Me devuelve una mirada cómplice y una sonrisa. Me
arranca una cierta ternura. Lo tapo con las sábanas. Él se desabrocha la ropa
dentro de las sábanas. Está a gusto. Solo quiere dormir una noche más, feliz en
su evasión. Entiendo que es la vida que ha querido tomar para sortear sus
incertidumbres, sus impotencias vitales. No necesito pensar más, es así, acojo
las cosas como son, las acepto. Todo está bien.
Salgo de la habitación. Me invade
algo distinto. Suelto una carga atávica. Ahora dejo atrás las ataduras de lo
que el dolor y el rencor se empeñan en dejar pendiente y atraparte toda una
vida. Ya puedo elegir el hombre que quiero ser. Ya obtengo el permiso interno
para soltar cualquier lucha con lo masculino condicionado. Ya he resuelto, más
allá de los ojos de mi madre, que durante tanto tiempo configuraron mi forma de
ver a papá y de sentirlo porque, tal vez, necesité sujetarme en ella.
Conecto mi sueño con la
inspiración que la última búsqueda de visión tuve sobre el hombre libre. Decretar
que soy un hombre libre, ahora cobra una fuerza especial dentro de mí. Una
auténtica sensación de poder me invade, poder para ser. Nada más y nada menos.
Si, soy un hombre libre. He tomado el sitio que he elegido tomar respecto a los hijos, las parejas, los compromisos laborales y el amor a mi cuerpo, que me otorga una dichosa alianza con mi salud. Soy libre para estar en medio de la naturaleza cuando esta me reclama y sentirme uno con ella. Libre para amar a corazón abierto a quien quiero y cuando quiero. Soy libre pensador, siento mucho gozo cuando conecto mi pensamiento al conocimiento espiritual. Soy un alma libre, un poeta de mi propia biografía. Amo lo que soy y lo que se esconde de mí, temeroso de ser visto. Amo mi herida y mis dones. Me abro al placer del puro presente, sin que mi cabeza tenga que ir a ningún compromiso u obligación más que la que me dicta el amor a mí mismo y el cuidado sustancial a las personas que amo. Soy un hombre libre, soy un hombre. Doy calor como el sol, pero no aprieto, no agobio. Otorgo el alimento de mi presencia. Me levanto sobre mí mismo, me elevo y arriba me puedo mostrar brillante, con mis propios ciclos y mis retiradas. Me conformo con lo que soy, disfruto mucho con mis dones. No juzgo y renuncio a llevar la razón. Me rindo y en ese rendirme, soy el hombre absoluto que quiero ser. Despierto cada mañana y anhelo para ese día justo lo que nombra mi deseo. Disfruto con mi movimiento singular, instintivo, individual y auténtico. Me abro al amor sin miedo, en las formas, tiempos y personas que quiero. Suelto lo que no va conmigo, lo despido y agradezco. Medito, descanso mi cuerpo. Amo el placer cotidiano, sin expectativas inflamadas.
Amo el placer de ser. Celebro a
cada instante la comunicación auténtica con cada corazón que me aparece
delante. Me otorgo el placer de comer y disfrutar con mi cuerpo al sol, al
viento, al universo. Amo el placer de amar y el de encontrarme con otro cuerpo
femenino, bello, elegante, profundamente sensual, despierto y con el corazón
disponible. Me descubro cada día en mi capacidad parar abrirme a nuevos “darme
cuenta”. Profundizar en la conciencia, la belleza de la vida y su trascendencia
infinita. Soy un hombre libre, me amo porque no necesito nada y me entrego a
todo; porque lo necesito todo y me entrego a lo que me da la gana. Soy bello
por dentro, me lo reconozco y emano con naturalidad mi alegría hacia afuera. Es
mi abundancia.
Invoco mi corazón ardiente y mi
sol en mi pecho. Invoco la capacidad para estar amorosamente presente a cada
instante, con cada persona que me agrade o que me rete. Que me vea o que me
provoque en mis fibras sensibles. Soy un hombre libre, así me parieron, así lo
elegí desde el instante uno. Mi única dedicación es darme a lo que siento que
necesito, sin entregarme a nada extraño, impostado o ajeno a mi propósito, nada
que no sea la experiencia de amarme a mí mismo y amar la vida en sus múltiples
formas. Me amo. Me parece fascinante el trabajo de desvelar mi corazón y darle
su máxima amplitud en la entrega a la vida, al amor y a mí mismo. Me entrego a
mi propósito de desvelar mi mejor versión y abrir las puertas a la percepción,
la alegría, la danza instintiva, a la acogida tribal, al viaje de la
conciencia, a la penetración del inconsciente, al viaje del placer, a la comunicación
alegre y creativa, al encuentro humano profundo, a la emoción, a la vida.
Soy un hombre libre, por eso
decreto la experiencia del absoluto presente. Porque soy un hombre libre escojo
la constante comunicación con mi deseo en el aquí y el ahora, que elige en cada
momento como manifestar su ser, como expresarse y manifestar el amor allá donde
está. Invoco la generosidad, la abundancia y la entrega en el acto de ser
honesto y coherente conmigo, salvaje, para que se despierte el magnetismo
del ser que se completa a sí mismo, y atraer otras presencias que elijan esa
misma cualidad: la del ser que se completa y se manifiesta a sí mismo.