Llevo la mirada atrás, a cuando tenía 45 años, y veo mi proceso personal. Releo una agenda que rescaté recientemente de entre mis cajas de recuerdos. Me trae una vivencia intensa el hecho de ver los propósitos escritos: lo que quiero mejorar, ideas para mi vida, intenciones que por entonces sentía como vías de crecimiento. Me gusta ver como he seguido mi naturaleza intuitiva que ha ido tomando las invitaciones y las respuestas a todo aquello que he sentido correcto para mí.
Rescato algunas anotaciones. Escribo un propósito: “visualizo frecuentemente lo que deseo para mi con detalle y con la confianza puesta en que la vida es sobre abundante”. Uno de mis deseos era avivar mi terapeuta, por entonces en proceso de formación. También avanzar en una forma de vida más comprometida conmigo y menos conectada con la matrix. Ahora puedo ver el camino y reconocer que el poder no ha dejado de fluir incesantemente hacia mí. La vida me acompaña.
La vida está hecha de fe, de magia, de espera, y lo que más me ha servido es potenciar la conciencia y deshacerme de cualquier auto reflejo, no quedarme fijado en mi importancia personal, al mismo tiempo que me enfoco en mis dones y concentro toda la atención en mi energía como lo más genuino. No es fácil desprenderse del inventario de la razón y del auto reflejo.
Este proceso de desarrollo me ha llevado misteriosamente a entender el chamanismo como la mejor vía de crecimiento espiritual, y a la naturaleza como una aliada imprescindible. Reconozco que, si miro al niño que fui, en el pueblo en el que me crie, puedo ver perfectamente mi amor a la vida, a la magia, a la energía creadora y a la naturaleza. La vida me devuelve al lugar genuino al que me lanzó. Soy fuerza de vida transmutando en mis células hacia la conciencia. Lo tomo.
Verdaderamente estamos hechos de una naturaleza mágica. La ecología de nuestro ser es lúcida, chamánica, amorosa, guerrera. Despertar mi chamán ha supuesto entender que estoy en manos del poder, que mi pequeño yo solo tiene que rendirse al potencial increíble de la vida y responder a ella con entrega creativa. Experimentar los viajes psicodélicos me han empujado en esta visión porque me han desvelado esta misma naturaleza intrínseca, sin el engaño del ego.
En esa misma agenda detallo algunas de mis experiencias vividas en estado de conciencia expandida con la ayuda de la psilocibina. Fueron mis primeras tomas acompañadas de mi compañera Susi a la que agradezco su iniciación. Releo y conecto con la profundidad que alcanza mi comprensión. Veo la coraza de mi corazón; comprendo la relación que existe entre vivir y manifestar el amor; veo el papel existencial de mis padres y mis hermanos para mi; entiendo como todo evoluciona en una delicada danza entre el orden y el caos; experimento una visión muy consoladora de la muerte de mi madre y del papel sacrificial de mi padre; comprendo como mi poder personal se apoya en mi corazón y mi palabra; me doy cuenta de lo sanadora que es para mi la risa y la importancia de acariciar mi pecho; y entiendo lo importante que es centrar la atención en la luz que trae cada persona…
Me doy cuenta de varias cosas en este camino. He tenido que acercarme a mis heridas esenciales y recapitular mi pasado para despertar mi poder. Solo despertando la vida del corazón, puedo soltar el atrapamiento que genera la vida del tonal. Y también comprendo como la apertura de la comprensión y la intuición que experimento, me acercan a las posibilidades de sanar mi mirada, mi vida emocional y de abrirme a una actitud de abandono y confianza en la vida. Sanar la sombra pone a mi disposición todas las cualidades espirituales.
Despertar mi guerrero – brujo pasa por armonizar mi energía con la naturaleza y entregarme a la intuición. Acechar mis patrones, limpiar y purificar mi propósito, me han traído un hombre nuevo. Ahora: invoco a menudo; creo mi diálogo chamánico interno con mi presencia yo soy; confío en el sonido de mi tambor; tengo más presentes a mis ancestros y guías; escucho la vida sin juicio; me entrego con facilidad al no-hacer; amo el silencio; me adentro en la entrega al amor con rendición y confianza; escucho el campo unificado a través del péndulo; indago en los sueños; respeto mi energía; entreno el acecho; deseo los viajes extáticos; escucho el impulso de mi intuición, etc.
Despertar mi poder interno es un propósito de vida que me completa.
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Del 24 de Febrero a partir de las 20h (llegada), al martes 28 de Febrero a las 14h.
La primera vez que acudía a una terapia, allá por el año 2004 en Sevilla, las dos mujeres que me atendieron a través de una sesión sistémica, me desvelaron con claridad la temática: no había recibido la energía masculina, debía recomponerla dentro. Al poco tiempo, un poderoso sueño me hizo ver con claridad el rol que había tomado en el triángulo de papá y mamá, y lo que eso conllevaba. Viví rechazando al padre.
Mi masculino venía con sus carencias y también con sus propias cualidades: apertura sensible, capacidad de entrega, sensibilidad emocional, devoción a la intimidad con lo femenino, etc. Esto me ha resultado un puente favorable para conectar con lo femenino, aunque de manera incompleta, con un masculino no empoderado. Las relaciones intimas me desvelarían en asunto.
Como hombre, a la hora de empoderar este aspecto de mi identidad, me ha costado encontrar referencias. Hoy no es fácil construir el masculino que mezcla la energía serena, la fuerza y la determinación interna con la apertura sensible y amorosa. Además, no nos hemos permitido comunicarnos la emoción entre nosotros. Ahora sí, siento que estoy asistiendo a un tiempo muy bonito de transformación junto con otros hombres que también buscan lo mismo.
En estos años, mi relación con la mujer ha determinado mi despertar. Ella me ha colocado frente a mis sombras y me ha permitido desvelar cómo es el masculino que quiero habitar. Todo mediante un proceso instintivo cuya trama es el día a día. Sin duda, me han puesto delante de todas mis dificultades. He contactado con mis miedos, percibido la culpa, manejado mi rabia, desvelado los celos, entrenado los límites emocionales, etc. Me he tenido que enfrentar a muchas situaciones tensas para ser testigo de mi reactividad, aprender a elegir mi entrega sin sentirme deudor y no temer a la separación y el abandono del amor.
Considero que mirar bien adentro a los miedos es imprescindible para mi evolución y me ha resultado muy difícil. Para manejar mis emociones y mi sexualidad, venía con un programa inadaptado. Se me despierta mucho un sentimiento de inadecuación. “Lo he hecho mal; no sé atenderte; mis opciones te separan de mi”, etc. Esto era la fuente de incomodidad. Entender y atender el miedo está siendo un camino de guerrero. En mi caso, el miedo a la separación, a que me sea retirado el amor de manera culposa.
El otro apartado contundente ha sido mi comprensión sobre el dolor y como este despierta en mí las defensas más contundentes y una rabia exigente. Cuando siento dolor, exijo que me rescaten, que se hagan cargo. No he tomado mi rabia para respetarme y poner límites auténticos y con amor. Al revés, he tomado la rabia para defenderme a través de la fuerza, activando la soberbia y entrando en infructuosas disputas.
El miedo está anclado en el cuerpo físico y me resulta muy muy incómodo. Si dejo que la rabia se convierta en ira, voy a distorsionar el vínculo emocional que amo y a dañar la única fuente de alivio auténtica: la escucha compasiva, la dulzura, el amor generoso y respetuoso.
Actualmente, mi viaje de amor lo vivo en mi relación de pareja. Con esta relación exclusiva, me abro valientemente a todos mis demonios internos. Me adentro en la sanación del amor incondicional. He tenido que habilitar mi escucha sensible, aceptar que estos escenarios son una poderosa escuela y que lo fácil es huir. También he ido aprendiendo a respetarme en lo que siento, sin cargar con todas esas secuelas de culpa o inadecuación que me atormentan.
Mostrarme vulnerable y aceptar que, a veces, estoy atrapado en la impotencia, está despertando mi masculino sensible auténtico. Reconocer que necesito amor y que tengo que aprender a pedirlo o a retirarme un tiempo cuando entro en dolor, me sana. Aprender a hacer las cosas con miedo y a cabalgar los estados de rabia, me están trayendo a un hombre que me gusta. Me muestra una masculinidad coherente que está más disponible para el amor incondicional a mí mismo y a las personas a las que elijo entregarme. Cuando mi pareja camina en esta misma sintonía, es posible hacerlo.
Mi sensibilidad contiene un enorme campo energético, pero como hombre no fui invitado a habitarla, a hablar de ella. Me entreno. Cuando me quedo, puedo entrar en el miedo y liberar energías secuestradas. Solo si doy espacio total al miedo, se desvanece. Si peleo contra él, permanece y me hago más temeroso, más defensivo. No suelto la pareja, acepto el reto de mi despertar a través del amor.
El psiquismo femenino y masculino son distintos y complementarios. He necesitado entenderlo y diferenciarlo. Pero ambos se encuentran y contrastan para ir más lejos. Bien enfocados en un campo de conciencia adecuado, permiten sanar, sublimar y despertar.
Entiendo ahora mejor lo específico de mi masculino. Como yo traigo la energía de la acción; necesito moverme entre la materialización de propósitos en el mundo, el penetrar la vida con mi creatividad y el viaje de la intimidad del corazón con lo femenino. Me gusta ser concreto. Abro un proceso y también lo cierro. Quiero saber cuánta energía está implicada en una acción. Tengo mi propio entendimiento y determinación. Aprendo a elegir los tiempos en los que estoy disponible. También a avalar mi sentir frente a cualquier dificultad amorosa o disenso. Reconozco el valor de mi entrega y de mi amor, que están hechos de presencia, incondicionalidad, confianza y mucha apertura a la comunicación sensible.
También sé definir lo que necesito del amor de las otras personas y de mi pareja, y lo expreso con naturalidad y sin exigencia, cuando entiendo que puedo ser cuidado y amado mejor. Nadie tiene que rescatarme ya de mis estados. Me completo cuando me nombre esto.
Acepto, en definitiva, la forma en que yo doy amor, y al mismo tiempo, crezco permanentemente en mi capacidad de amar incondicionalmente.
En este maravilloso viaje de sanación a través de la entrega de lo femenino a mí, he podido experimentar el poder sanador del amor. La herida que emerge en el vínculo no es sino mi sombra en forma de niño frustrado y caprichoso. Lo reconozco, es un niño exigente que se frustra mal, que pide ser atendido y se enrabieta. Esta parte de mí no soporta el dolor, se siente fácilmente culpable y entra en la víctima. Ser amado incondicionalmente aquí, ha sido un lugar milagroso. Siento profunda gratitud.
En este camino también he podido empatizar con la herida femenina. Desde mi punto de vista, el femenino probablemente tenga que vérselas con un sentimiento atávico de desconfianza hacia lo masculino. Nace de una incertidumbre sobre si el hombre permanece, es leal a su sentimiento, está disponible para la entrega y para abrir el corazón, o de nuevo va a ser fuente de abandono, traición y soledad. Lo femenino convoca al amor y a la intimidad profunda, y necesita ver que el hombre está disponible para ese viaje sensible.
Esta herida, cuando se manifiesta egoicamente, lo hace en forma de energía de reproche, recriminación y exigencia. Así lo percibo desde mi experiencia. Se abre una cuestión de confianza hacia la voluntad amorosa y la entrega del hombre. En su fase más primaria está muy vinculada a la energía sexual y los celos. Pero es más amplia.
Comprender mi dolor, en sus causas externas e internas, me habilita para ir abandonando el hombre viejo que se aleja de su propia sensibilidad cuando tiene que enfrentar estos escenarios. Si, he tenido que aprender a mirar mi dolor y a pedir que sea escuchado. Creo que lo he guardado mucho. Ha sido importante para mí aprender a respetarlo y a darle su sitio en el amor. ¡Es bellísimo entender que el hombre y la mujer nos convocamos espiritualmente para sanar estos lugares de hondo dolor y miedo!
Mi hombre nuevo va amaneciendo para relacionarse con lo femenino / mi femenino, en un lugar transformador. Sigo descubriendo las nuevas arquitecturas de mi corazón de hombre. Amo lo que emerge y agradezco la energía del caos, que me remueve para que no me desapegue del amor, y que viene a recordarme la importancia de tener el corazón despierto, activando mi auténtico poder con la energía de la vida y las emociones. Ahó!
La energía del instinto es poderosa. La humanidad ha venido negociando con las pasiones y luchando con esta fuerza inscrita en la naturaleza de nuestro cuerpo, domesticándola por miedo unas veces, o transformándola otras a través del camino de la virtud que albergan nuestros centros superiores.
La energía contenida en nuestros tres primeros centros es al mismo tiempo motor de vida y amenaza; nos conecta con el fulgor de la vida y nos aterroriza en su forma salvaje; es fuerza para transformar, pero también puede ser exceso que nos conduce al dolor. En cada generación unos han trabajado por dominarlas y vivir desde la virtud apolínea, y otros se han entregado a la inconsciencia atravesando formas dionisiacas para desvelar el poder de la vida y la emoción.
Sea como sea, estos centros energéticos albergan el poder de la creatividad y es imprescindible contar con su fuerza de acción y de apertura. Adentrarse en la sexualidad sagrada en tomar el camino del medio, buscar la virtud de cada una de las formas para extraer la esencia: el sexo consciente.
Así percibo en este momento de mi vida la Kundalini, como la expresión del poder creativo y curativo de este banco energético ancestral y celular que transporta nuestro cuerpo físico y luminoso. De forma chamánica, voy aprendiendo a dar reconocimiento a esta parte de mí, dialogando con ella y dejándome sorprender. Entendiendo que trae inscrita una gran fuerza y que solo tengo que darle espacio a través de una práctica en la que me abandono a sentirla.
La práctica de elementos sencillos pero sutiles, me van acondicionando para el diálogo con las energías de poder que alberga mi sexualidad. En el sexo pongo atención a la experiencia del amor, recogiendo todos los estados del corazón y nombrándolos. Navego con la profundidad de los ojos y la mirada suave. Pongo intención y consciencia en la respiración, permitiendo la sonoridad de mi garganta. Atiendo a la comunicación de la emoción presente, sublimada a veces en voces creativas. Me entrego a la visualización espontánea. Pongo conciencia genital. Recuerdo que el sexo es relajación. Implico permanentemente la ternura. Modulo la penetración superficial y profunda. Atiendo el poder magnético de la conexión lingam – yoni. Estoy a la escucha de los cambios, sin expectativa. Me entrego a lo que surge sin mente, escuchando los matices que me conducen al masaje, a la danza energética o a la meditación en medio del sexo.
La kundalini tiene su propia entidad espiritual. Puedo dialogar con ella. Me informa de mis posibilidades. Viene para ayudarme a amplificar los estados elevados al mismo tiempo que da espacio para la emoción sensible. Existe una inteligencia genital orgánica. Escucharla es mágico. Cuando mi instinto entra en conexión con el instinto de mi pareja, estoy dando espacio a esta inteligencia sobre natural. Hay que dejarlos ser en el encuentro amoroso. Y cuando hay permiso para que estas partes desplieguen sus cualidades, me encuentro con el corazón como un guía luminoso de toda esta energía desplegada. El corazón se alimenta de esta energía primaria transmutadora.
El regalo sexual del tantra es la conciencia de la vida dentro del cuerpo. En el cuerpo, la combinación de mis poderosas energías instintivas libres y la inspiración de las emociones elevadas del corazón, me conducen a una nueva forma de vida: todo está dentro de mí, hay más poder. Al finalizar el acto sexual combinando todos estos detalles, tengo más amor dentro de mí, más conexión espiritual con mi pareja, más energía y más deseo de expansión, de abrazar la vida. La Kundalini viene a revitalizarme, a completarme en un lugar de mayor poder.
Creo que despejar esta energía de su condicionamiento atávico y de siglos de ostracismo, es en si misma una labor de sanación espiritual. La Kundalini, al tiempo que nos libera de los atrapamientos del ego y de la mente, es la fuerza primaria única que está esperando a ser despertada desde el corazón para conducirnos a la conciencia y llevarnos a los humanos hacia una mayor comprensión del éxtasis y la compasión.
Cuando empecé mi viaje espiritual con el tantra, solo entendía el valor de algunas prácticas inmediatas, por ejemplo, soltar la búsqueda tensa del orgasmo. El tiempo me ha conducido a algo más grande: estoy despertando mi naturaleza orgásmica. Esto significa que me creo el potencial que tiene mi Kundalini para transportarme hacia el placer de vivir, de expandir mi corazón amoroso, sanando y conectando mis energías internas con mi propósito.
La naturaleza orgásmica me abre a experimentar con la energía vital. Convierto la excitación en una fuerza energética con la que viajar, está al servicio de mi vitalidad. La vida entonces es excitante porque la vivo desde todos mis centros, instintivos y espirituales, alienados por esta serpiente vivificante que atraviesa mis canales de energía alineándolos y despertándolos para ser más yo, más completo.
Honro el regalo que se esconde en mi interior al servicio de mi corazón.
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Llevo un tiempo adentrándome en la sabiduría de las cuatro direcciones. Se trata de una antigua práctica chamánica que dialoga con las energías y poderes contenidos en cada una de las direcciones: norte, sur, este y oeste. La rueda, así le llaman diversas culturas nativas americanas y europeas, se crea en el suelo debidamente orientada y ayuda a unir el mundo externo e interno. Moverse en ella con diferentes intenciones permite hacer un trabajo espiritual en conexión con la naturaleza y los ciclos de la vida: entender situaciones, adentrarse en temas de vida, tomar decisiones, etc.
Durante estos días de enero de 2022 estoy en contacto fuertemente con la energía del norte. Me conduce a lo intemporal, al vacío. He vivido algo especial abandonándome al no hacer. He conectado con el invierno y he entendido cómo todo puede estar contenido, paralizado pero vivo. También he contactado con la luna nueva y con la profundidad de la noche. El campo permite vivirla en todo su misterio. Siento más presentes a mis ancestros con los que he dialogado de forma espontánea. Y siento mucho más disponible la voz del inconsciente. Puedo intuir el caudal de sabiduría escondida en este modo de habitar el tiempo. El norte me trae estos días algo inexplorado por mí. Pero no sé ponerle muchas más palabras. Esto también es interesante.
Después de unas navidades activas con mucha energía implicada, caigo en el vacío. La enfermedad me ayuda a rendirme. Mi cuerpo pide descanso y me entrego. Con esta sensación de que nada me reclama, de no sentir ningún impulso, puedo permitirme pensar en el no tiempo. Consigo que se haga un silencio especial dentro de mí. Me sorprende darme cuenta de que experimento algo que asocio a la falta de ego. Me trae alegría. He soltado cualquier intención y me siento así, sin ego. No necesito opinar de nada, defenderme de nada. El puro presente me mece. Me invade una fragilidad alegre, una ingenuidad sana que me hace estar disponible, abierto a lo que me llega a cada instante sin juicio alguno. Es un estado infantil de confianza al mismo tiempo que experimento una lucidez madura del alma, un estado de alianza con la vida.
Ahora puedo ver toda la energía que compromete el ego a diario, empeñado en hacer, manifestar cosas, completar acciones, alimentar la importancia personal, mirar el móvil, obedecer estímulos y distracciones. Uf, me observo en la vida cotidiana y puedo distinguir la red en la que ando literalmente atrapado. Estoy en un permanente automatismo por llenar los vacíos. Siento el profundo valor que hay en parar y recoger, intuitivamente y sin mente, cada poco tiempo, el resultado del movimiento, de la acción. Como si cada cosa en la que comprometiera mi energía, me pidiera luego un reposo natural en el que destilar lo que siento y engarzar estados de coherencia con la vida. Aquietar el corazón y la mente es pura salud.
Es un privilegio para el alma despertar cada día sin atraparla inmediatamente en acciones. Dejar que el puro presente te traiga algo, lo que sea, inesperadamente. Entrenarme para estar en la nada, me supone poner conciencia en la inacción. Es como alargar la noche, donde desactivo los sentidos y nada de fuera me fuerza a la acción. Como mantener la energía del letargo. Escucho en este vacío la virtud del invierno: habla del período entre la muerte y la vida. Y en este intervalo, hay mucho que percibir. La luna, aunque deja de reflejar luz, no está oculta, está ahí muy presente.
Siento un efecto muy alentador: sé que detrás del vacío, si espero, puede llegar algo nuevo. Lo nuevo me estimula. Lo nuevo es algo inesperado, que no puedo crear con mi mente, que no puedo esperar como producto de mi elaboración, sino que me sorprende. Y eso nuevo llega como un regalo. Tengo que saber esperarlo sin mente. El hecho de reconocer que puede aparecer es ya una actitud de entrega a la vida y a su sabiduría. Me siento en una verdadera entrega reconfortante.
El vacío no es tal, me digo a mi mismo, pero reconozco el miedo al vacío que contiene mi vida. Los átomos, si te aproximas, resulta que tienen el 99% del espacio vacío. Se trata de la dimensión que alberga todas las posibilidades. Cuando contacto con el vacío, y espero, y dejo de atender el movimiento, aparece algo excepcional: el vacío está lleno de un estado del ser y este estado es muy satisfactorio.
Absorbo la importancia de parar, de dejar espacio al no hacer absolutamente nada. La respiración, algo simple, se torna placer, lenta y consciente. Noto mi impulso automático a encadenar la siguiente acción, y la siguiente. Lo observo y no reacciono. En realidad, con mi observador interno puedo hacerme cargo de la actividad de mi mente. Entonces me doy cuenta de que mi mente no soy yo. Esto me libera mucho.
Vuelvo a respirar. Emerge ante mí una peculiar conciencia: estoy vivo. Eso es extraordinario. Soy, en mi cuerpo y en mi ser, una manifestación de la vida. Me emociono. Esta emoción que siento aquí y ahora es la vida misma palpitando. La vida, infinitamente más grande que yo, se manifiesta a través de mí. Soy un habitante de este cuerpo, un testigo convocado a sentir la emoción de la vida. La vida me atraviesa.
Agradezco la energía del invierno, el poder del norte.
Completarse a uno mismo/a ¡Quién dijo fácil! Completarse para mi significa sentir que lo que deseo y lo que la vida me ofrece es congruente; que el miedo no me condiciona; que despliego lo mejor de mi y saco mi artista interno; que integro con amabilidad mis partes de sombra y que siento amor dentro y fuera. Conquistar esto de un modo permanente, requiere de paciencia y amabilidad con uno mismo. Es el laboratorio de la vida. Como en un ajedrez, dentro de nosotros, cada pieza tiene que jugar su partida.
Después de años de trabajarme en círculos gestálticos, puedo ver lo importante que ha sido dar voz a una parte reprimida, condenada, que carecía de voz propia y que fue sustituida por un mandato, una creencia. Perdí de vista mi capacidad para relacionarme con las dificultades y adquirí un hábito racionalizador y autoindulgente. Pensé “si duele no es bueno”, evitaba cualquier contrariedad y ponía mi hedonismo por encima de todo.
He aprendido que estoy en un mundo de espejos. Todo en la vida es un acontecimiento que viene para que me desvele y componga el mapa de navegación de mi sueño vital, de mi propósito. Pero, extrañamente, me pegué años despistado.
Observo y veo: nos entregamos de por vida a trabajos que nos colapsan la energía… y aguantamos; nos introducimos en relaciones que sacan nuestra sombra más odiada… y nos peleamos; a veces nos enfrentamos a desencantos, fobias y bloqueos que obviamos y metemos en el cajón de las anécdotas; los padres/hijos disparan la peor versión de uno mismo… y nos conformamos con amar un poco; vivimos sueños nocturnos que nos remueven y nos despertamos sacudiéndonos los sentimientos vividos. Y para colmo, cuando tenemos un síntoma físico, lo abordamos con la mirada del mecánico de motores que solo ve bujías y cables estropeados.
¿Cómo romper este hechizo y conquistar un mayor poder en la conciencia? Poner en duda lo que me sostenía y me servía para atornillar mis rutinas, fue un acto altamente creativo. Entendí que entregarme al proceso de transformación personal era la puerta de salida a mi auténtica riqueza. Entonces me doté de momentos privilegiados para detenerme a poner foco en todas estas encrucijadas, quitar el velo y despertar al verdadero significado de todo lo que me envolvía en esta matriz. Lo llamamos “darse cuenta”. Consiste en entrenarse para reconocer auténticamente lo que se siente. Salir de la permanente interpretación. Los pensamientos no resuelven los problemas. Los círculos de Gestalt me han ido despertando.
La verdad siempre es interna, es personal. Se llega a través del sentir, y cuesta. Veo como tengo ya dentro la información que necesito. Por eso, detrás de una pregunta, existe una respuesta interna que hay que desvelar. El inconsciente tiene toda la información. Apuntar al auténtico deseo ha sido para mí la clave, porque negar el deseo es sufrir, igual que negar el dolor. Y esto es lo que me impedía destapar mi energía que está diseñada para la máxima satisfacción. El cuerpo, que nunca miente, ha sido mi guía pues es un fiel depositario de estas verdades.
Mientras me empeñaba en evitar aquellos escenarios en los que se manifiestan mis miedos más arcanos, la realidad me los volvía a presentar para que resolviera. Lo he vivido especialmente en las relaciones interpersonales. Hasta que no desvelé para mí mismo mis carencias, mi culpa, mi individualismo, mi dolor, mi vulnerabilidad, mi tacaño, mi dependencia, etc., la vida me lo seguía trayendo a su manera.
Manifestar la equivocación, lo vergonzoso o impresentable, los miedos; decir te quiero o te odio con la misma fuerza, permite que emerja la verdad. Eso es liberador. Solo si hay enfermedad podemos experimentar curación. La sombra solo quiere ser vista y reconocida.
Decía C. Rogers que para convertirse en persona primero había que transformarse en monstruo. El monstruo no es tan feo como lo pinta… nuestro ego, que se ha acostumbrado a ejercer un control omnímodo. Lo que con más ahínco negaba en mí, es lo que más necesitaba ver, donde más he tenido que volcar una mirada de amor.
Sanar es dejar de imitar y permitir que emerja el ser genuino, tal vez estrafalario y majareta, que llevo dentro. Reconozco que el caos me inquieta, aún me peleo con el desorden. Deduzco que, posiblemente, el orden me constriñe aún. Anhelo la santa locura, donde el caos me conduce a un orden divino que yo no controlo. La imagino como un camino en el que doy permiso a que emerjan los auténticos centros de sabiduría y poder que me guían, lejos de la mente analítica: la sabiduría del corazón; la verdad innata del cuerpo sentido; el impulso sanador del inconsciente; la lucidez de la conciencia conectada a la percepción. Desinflo la importancia personal y doy espacio a las manifestaciones caóticas. Es el viaje de la autenticidad. Es extraordinariamente apasionante. Dramático a veces, divertido otras y sanador siempre.
Creo que todos tenemos un artista dentro. Es alguien que está en comunión con su sentir más luminoso y se otorga el pleno derecho a expresarse con total libertad. Solo puedo acompañar una buena terapia si antes he experimentado la medicina sanadora de mi corazón amoroso; solo puedo pinchar una buena sesión de música si antes me he enamorado de los sonidos que recreo interiormente en mi mundo de melodías y ritmos; solo puedo hacer un buen podcast si antes he conectado y me he apasionado con alguna faceta de la vida u obra de esa persona.
Compruebo como mi sanación ha ido de la mano de ir enamorándome de lo que soy, sin peleas ni exclusiones; sin carencias ni mendicidades. Me he enamorado de mi disfrutón, de mi músico, de mi individualista, de mi hombre sensible, de mi orador, de mi creativo, de mi chamán, de mi amante apasionado, de mi poder, de mi místico, etc. También de mi monstruo con ayuda de muchos círculos de terapia. Está hecho de miedo y de dolor. Ya lo puedo abrazar.
Renuncio ya a intelectualizar la vida. Pongo intención en completar mis propósitos más profundos, aceptando que puedo pedir lo más grande. He ido desterrando la resignación y ampliando la intensidad del placer con la vida. He descubierto que la curación es el placer y la alegría del corazón.
A día de hoy siento que he roto el hechizo y que he adquirido aprendizajes que me acercan a mi mejor versión. Lo compruebo porque: doblego mejor al ego autosuficiente pidiendo en cada momento lo que necesito, como una forma de auto respeto y honestidad con mi vulnerabilidad. No me identifico con el juicio, la culpa, la víctima y la represión, y utilizo esa energía a mi favor para poner límites. Desvelo cada vez mejor mi rabia, y la convierto en poder para confirmar y completar lo que deseo.
Estoy convencido de que encarné en esta dimensión para tomar el reto de abrir mi corazón y sanar. Acepto que la mayor parte de mi biografía ha sido una historia de resistencias a este viaje. Pero me fascina ver cuanto amor hay disponible a mi alrededor y dentro de mí para que pueda completarlo.
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