Corre el mes de marzo. Sobre el planeta se cierne la preocupación y la parálisis que genera en el ser humano la incertidumbre, el miedo y la fragilidad de la vida. Yo me retiro solo al bosque durante tres días, sin comida, abierto al diálogo con la naturaleza, los seres espirituales y las revelaciones del mundo interno. Salgo al atardecer. Me adentro en este bosque a una hora de camino habitado por árboles centenarios: quejigos, espino blanco, algarrobos, etc. Llego al lugar. Al oeste un valle con campos de cultivo, detrás, la montaña. Ya es de noche, el silencio solo es removido por el sonido del viento entre las ramas que ahora sopla intenso. La noche es fría y comienza a llover. Comienza mi entrega a la experiencia.
En el camino he sentido emocionado toda la energía femenina presente en mi vida. Me venían algunos rostros, su fuerza colectiva y como esta energía me acompaña poderosa. Me da fortaleza. Elijo un sitio resguardado para poner la tienda y me abandonado al no hacer, a la escucha. Invoco para estos días la apertura de un portal dentro de mí, más allá de la avidez y el ego, donde ampliar la comprensión, el sentir sobre la vida. Me duermo con la imagen de mis padres y mis abuelos que vi tiempo atrás en una cueva. Creo profundamente que más allá de esta realidad hay revelación, que el espíritu de la vida y la naturaleza se manifiesta, a quien quiere y cuando quiere. Elijo confiar.
Muchas tradiciones han explorado este viaje. En los ritos de paso de la antigua Grecia, los que se sumían durante varios días en el viaje enteógeno en la ciudad de Eleusis, vivían una epopteia, una visión transformadora que les iniciaba en la vida espiritual. El viaje del héroe se refiere también a esta búsqueda. Este suele responder a un esquema universal que conlleva: salir a la aventura desde tu mundo cotidiano a lugares de sombra que retan tus capacidades; atravesar experiencias sobrenaturales; luchar con fuerzas que interrumpen el viaje; experimentar la privación, la desorientación, la locura, el miedo a la muerte o la pérdida de identidad. Al final de esta misteriosa aventura, el héroe vuelve a casa transformado, dotando de mayor sentido a su vida, con una sensación de conquista y poder personal, provisto en ocasiones del don de consejo o de sanación. El aprendiz de brujo, tras encarar el inframundo, se vuelve un curador herido. En los relatos de Castaneda, el viaje de transformación busca el “descenso del espíritu” donde, al cruzar un umbral, este se revela al buscador. En realidad todas estas vicisitudes del héroe, no son sino la confrontación con los propios condicionamientos.
Me despierto por la mañana temprano. Me pongo frente al sol, toco el tambor y activo mi canto espontáneo. Mi garganta vibra con sonoridades desconocidas para mí. Pido ver mis condicionamientos en esta búsqueda. Tras un rato, suelto todo y me tumbo, entro en otro estado. El tambor me saca de la mente y me permite entregarme a ser sostenido únicamente por la naturaleza que me rodea. Reviso una antigua relación. También me viene con fuerza la presencia de papá y mi relación con mamá. Entonces veo mis miedos a soltar el control, tengo miedo a sentirme preso emocionalmente. Cuando me acerco a este sentimiento me defiendo con fuerza. Me acerco a reconocerlo más de cerca. Me siento frágil. Reviso la historia de mi padre y conecto con la soberbia de no pedir ayuda. Tengo dificultad para reconocer mis miedos, es entonces, cuando huyo de ellos, cuando manipulo y creo sufrimiento. A veces no he tenido valor para reconocer que me supera, que no puedo manejarlo. Me duele haber causado dolor. Veo mis apegos y mi prepotencia, me conecto con esto y sollozo profundamente, me perdono. Veo mis fantasmas: el apresamiento que viví de niño sigue presente en mi cuerpo y me paraliza para sentir. Es miedo, sí, me cuesta verlo. Me perdono de nuevo. Durante un rato siento el alivio apoyado en la fuerza sanadora de la naturaleza que lo absorbe todo y lo mitiga.
Si quiero resolver mis laberintos, tengo que practicar en primera persona, perforar la sombra, implicar el cuerpo y sumergirme en la propia experiencia. Existe todo un componente energético-mental-emocional que estructura mi manera de ser y de ver la vida: creencias, corazas, pasiones y traumas que he venido disolviendo estos años para dar dirección a la propia vida. Me doy cuenta como el miedo me deja confinado en lo concreto, lo útil, lo fáctico, me encierra en la idea de que solo es válido lo inmediato, lo que está bajo mi control (mental). Pero también sé que liberar esto es abrirme a mi poder interior. Así me lo narra un viejo árbol. Me siento a su lado y le pido que me hable de mi sombra, de lo que necesito limpiar. Comienzo a familiarizarme con la claridad interna:
La pereza que traes de tu rama materna, una vez sanada, se torna en una energía apropiada para esperar y configurar la entrega al presente y el fluir con la energía de la intuición. Es un estado en el que sueltas los propósitos y las expectativas. El presente está bien así, amas las cosas como son. También la vanidad que traes de tu rama paterna, cuando sana y se rompe el espejo narcisista, se transforma en autoapoyo y amor propio auténtico, una fuerza poderosa para vivir. Por último con tu forma de vida has resuelto con la tacañería de tus abuelos, que te lleva a soltar el apego a la seguridad material y despierta en ti un estado de tranquilidad y suficiencia con lo que la vida da, tomando la verdadera abundancia del corazón donde reside la auténtica generosidad.
Esta información me trae mucha alegría, reconozco mi itinerario con las pasiones y dónde he ido resolviendo. Doy gracias por todas las personas que me han acompañado en mi sanación. Emerge dentro de mí un estado de confianza en la vida. Me doy cuenta de lo que nos lastra al ser humano: el apego al sufrimiento y el miedo patológico.
Esta noche he soñado con comida. El estómago parece que no se queja. Deshago hábitos a través del ayuno y limpio. A veces pienso que esto va a ser difícil, que no es bueno tantos días sin comer. Pero siento mi cuerpo bien y tengo energía. De nuevo el tambor me lleva a cambiar mi estado. De mi garganta salen sonidos inspiradores que me facilitan viajar. Esta vez me tumbo bajo el sol aprovechando que ha despejado el cielo. Disfruto como nunca de sentir la luz solar calentando mi piel. Le pido a los seres del bosque que me hablen de la información que traigo dentro, los códigos dormidos. En un estado de profunda concentración recibo esto.
En este ciclo de vidas que vivimos y morimos, resulta paradójico pero: el alma mantiene esta forma de amnesia por la cual en cada vida partimos aparentemente de cero. Eso sí, todos disponemos de un montón de códigos dormidos dentro que traemos a través del aprendizaje a lo largo de nuestra evolución. ¿Y por qué no vienen ya despiertos? -Le digo-, porque hay que elegir abrirlos, filtrarlos a través de la experiencia y poner mucho foco de conciencia para que conlleven un verdadero despertar. Es como un tesoro que solo debidamente abierto es posible acceder a él y activar su riqueza. El primer paso es reconocer que existen ahí dentro. Luego el proceso de acceder a ellos propicia ese cambio de percepción, de actitud, de conocimiento interno y de poder. Estos códigos emergen a un nivel consciente desde el instinto y la intuición cualificadas, lo que configura nuestro perfil creativo. ¿Como se despiertan los códigos? –pregunto-: con la magia, es decir, la imaginación creadora. Dialogando con los seres y los espíritus. Con el proceso de curación emocional, limpiando y sanando, están disponibles los códigos para ti. También con el trabajo de regresión a vidas pasadas y de ampliación de la conciencia. Acudiendo a técnicas propias de clarividencia, mediumnidad y telepatía. Leyendo las claves genéticas. Pidiendo al mismo Akasa y al universo astral conectado con esos códigos que se te desvelen. También entregándote a la danza instintiva. Los códigos son un panel de sabiduría que traemos insertado.
¡Cuanta información! Me doy cuenta de que la mente, cuando procesa esta información, no está activa, recoge esto en un estado de pasividad y de inmediatez. Cuando lo experimento, me conecta con lo que podemos llamar la mente nativa, un sustrato de inteligencia primigenia. Un segundo cerebro que combina receptores del plexo solar y cualidades instintivas e intuitivas. Es una forma orgánica de percibir que activa una inteligencia más allá de la cognición habitual. Cada vez que se experimenta, deja una sensación particular. Recuperas el sentimiento primordial de fascinación ante la inconmensurable abundancia, gracia y sabiduría de la naturaleza.
Esta experiencia la viví con intensidad la segunda mañana. Me movía sin rumbo, dejando que mis pasos fueran intuyendo la dirección dentro del entorno que me había marcado para vivir la búsqueda. Vagaba de un punto a otro, y me inundó una experiencia fuerte. Sentí el caudal infinito de la energía universal crística disponible, una energía que la tradición llama Gracia y que es extraordinariamente abundante. Es desbordante y está toda ahí, envolviéndonos. Me conmoví.
¿Cómo explicamos esta forma de comprensión? La psicología ha debatido largamente sobre la percepción. Esta ha quedado atrapada en una estrecha franja física y cognitiva. Solo aceptamos los estados de vigilia y de sueño. El estado de vigilia es tan solo uno de los estados de conciencia posible, y no el más audaz. El sueño está poco explorado. La psicología y la psiquiatría han devaluado lo espiritual y lo mítico. Por eso hay que restaurar otra forma de pensar.
Para hacer este viaje tenemos que entregar la autoridad del saber, más allá del conocimiento científico, a la sabiduría de la vida inscrita en la naturaleza. Es el comienzo para poder conjugar lo inefable y la reflexión empírica. Esta prueba siempre va a poner en crisis nuestra mente. Es inevitable confrontar el mundo ordinario con lo espiritual, es una crisis de separación por la que hay que pasar. Pero cuando logras conjugarla, amplías tus posibilidades de ser y de crear la realidad. Comienza un giro en tu relación con la naturaleza y la energía a través de la cual experimentas que estas no son inanimadas. Abrimos un puente entre la actividad bioquímica del cerebro y la actividad de la consciencia.
Esta noche he dormido mal. Es la tercera. Horas sin pegar ojo dando vueltas en mi incómodo aislante. Siento como mi cuerpo acusa dolorido el estar quieto muchas horas. Percibo como manejo el estrés con poca paciencia. Siempre me ha costado sujetar las situaciones dolorosas. El viento azota con fuerza la tienda esta noche y mi mente bulle. Ya no sé qué hacer. Me levanto con decisión, ya es madrugada. Tomo la determinación de marcharme a falta de un día. En ese momento respiro y entiendo que se trata de una prueba más, que traspasar esto es parte del viaje. Me recuesto de nuevo y logro dormir. Al día siguiente me siento milagrosamente descansado. Salgo a la luz del día. Los colores y los contrastes de luz me parecen brillantes. Mi vista se ha agudizado, presto mucha más atención a los detalles y los disfruto de un modo más especial. El ayuno hace su efecto. Comienzo a caminar dando vueltas a un mismo árbol. En muy anciano. Lo percibo y me entrego a su sabiduría. Le pregunto por la inocencia y su papel en mi historia.
La inocencia es el sustrato espiritual de esta configuración material en la que vivimos. Fue la primera manifestación que adquirió todo lo material. Es un estado perfecto de entrega y de gozo. Hace posible la sinarquía, la forma equilibrada de existir los seres. Está muy cerca de la compasión. La inocencia tiene muchos nombres para el ego: estupidez, mojigatería, incapacidad, falta de fuerza e iniciativa, infantilismo, etc., pero el que no se hace como uno de estos, como un niño, no puede abrir las puertas al mundo espiritual. El que no purifica su niño no puede abrirlas, el que no hace una alianza con su niño interno, lo cura y lo coge de la mano. La inocencia permanece intacta a lo largo de las vidas para el que nunca asesina (es verdad lo que vio Susi, pienso). Matar es la locura y lleva a la locura. Hiere la inocencia. En el polo opuesto está el sanador y el artista, el primero compensa la locura del asesino, el segundo la locura de la herida. El contenido de esta información me parece profundamente espiritual. Recuerdo los años en los que me entregué a la meditación en un contexto espiritual, todo adquiere ahora un mayor sentido.
El chamanismo y la mística han ido históricamente de la mano. En ambas emerge algo inexplicable en el encuentro entre el individuo y la totalidad. En todo caso se experimenta una vivencia incondicionada de la verdad. En el acceso a lo espiritual, la ciencia debe declarar la indeterminación ontológica y reconocer que se trata de un espacio inmaterial difuso pero dotado de razón. (Roger Walsh). Cuando creo dentro de mí una alianza con la naturaleza, se van ampliando estos estados perceptivos, e Irrumpe ¡el otro lado! Ahí, cuando me entrego a esta confianza mágica, comienzo a trasmutar los parámetros que me han tenido subyugado durante años, y comienza la exploración. Todo es posible cuando conectas con este nuevo poder. Lo insondable se vuelve atractivo y cambia la lógica de comprensión. Incorporo nuevas formas de percepción: la sincronicidad, el simbolismo, la fluidez, la intención, el desvelamiento, la clarividencia, la visualización activa, etc.
Después de rendirme ante la comunicación del árbol, me abrazo a su viejo tronco. Siento la fluidez del tiempo. Respiro. Toda la naturaleza me parece un canto sublime a la inocencia. Lo acojo. Me entrego a su poder, no hay nada que hacer. El bosque me invita ahora a danzar con él, a penetrar en su espacio, en su energía. Me muevo de nuevo sin rumbo entre las piedras y los árboles. Un palo en mi mano se mueve mágicamente, sobre mis dedos, como si fuera una brújula. Me he abandonado durante tres horas y luego me he tumbado. He sentido que empezaba a estar abierta la visión. Invoco la voz de la montaña, a los animales del bosque, a los elementales del lugar… todos me van dando claves para comprender mi vida y mi momento.
Ensaya la ensoñación, -me dice un quejigo centenario-, ahí puedes despertar vías de sanación. La sexualidad, como el sol, son fuentes de energía para la vida si los tomas con receptividad, abandonándote. Vas a tener mucha salud, -me dice otro árbol con el troco hueco-. Estudia, profundiza en los temas y comparte tus pensamientos, esto amplifica muchos efectos. Activa el placer a través de la presencia, de la música y el cuerpo. Existen muchos planos del sentir, si los tomas sin apego y sin pasión, serán espacios abundantes de captación y regulación de la energía disponible. Dialoga con la realidad, con los seres.
Le pregunto a los espíritus compasivos como experimentar a Dios: me dicen que sanando y creando, me refiero –dice- creándote a ti mismo, despertando tus máximas posibilidades internas. Le pregunto al viento y me dice que las palabras se las lleva el viento. Me rio. Pero –dice luego- las palabras que nacen del corazón las retengo y las esparzo.
Sigo escuchando más mensajes. No hay que hacer nada para completar el propósito, solo hacer lo que está en ti desde el placer. Come algas, traen información muy antigua. El tambor también es un código muy antiguo, confía en él. Haz círculos de palabra con otras personas. Hay una funcionalidad profundamente estructurada en esta realidad, es la funcionalidad del amor. Despójalo de su manto romántico, construye una pedagogía del amor propio. Verifica la potencialidad y el poder del amor cuando lo consolidas dentro. Tiene una maestría propia que formula y estructura la realidad, todas las formas de lo humano.
La montaña me vuelve a hablar, me dice: dialoga con tu alma, ella tiene toda la información. Explora sin cesar, estás iniciando tu alianza con la naturaleza. Aquí en la soledad no resuenas con nada externo y te conectas con el poder de lo natural y sobrenatural. Potencia el corazón que ama que, una vez sanado, pronuncia la palabra amor y es muy poderoso. Recuerda que el ego es extenuante, obsesivo, exigente, acomodaticio, esquivo, es un farsante y un traficante.
Al árbol muerto, caído en el suelo, le pregunto mientras trepo a una de sus ramos para sentarme. Háblame de la muerte. Pronuncia entonces una palabra con rotundidad: descanso. Contemplas toda la vida con profundo amor y sueltas, es la liberación, el descanso total. Cierre de un ciclo, sigues adelante. Durante un rato me quedo en contacto con el placer que me da experimentar ese mismo descanso profundamente.
Me tumbo en el suelo. Han pasado varias horas. Lloro de alegría por sentir tanta abundancia, tanta noticia que informa mi corazón. Entiendo que más allá de la realidad ordinaria existe una realidad no ordinaria. Esta última es tan real como la otra e incluso más amplia. Las entidades dejan de ser arquetipos, procesos bioquímicos o fantasías patológicas, y pasan a entrar en el escenario de lo posible.
Desde que el antropólogo Mircea Eliade relatara en 1951 las técnicas arcaicas del éxtasis en su investigación sobre el chamanismo, y posteriormente con los relatos de Carlos Castaneda, en occidente comenzamos de nuevo a tomarnos esta sabiduría en serio. En el libro del “Conocimiento silencioso” nombra Don Juan la gran falla colectiva: vivir nuestras vidas sin tener en cuenta la conexión con el Intento, la fuerza encendedora: el espíritu. Todo por lo precipitado de nuestra existencia, nuestros inflexibles intereses, preocupaciones, frustraciones y miedos que tienen prioridad. En el plano de nuestros asuntos prácticos, no tenemos ni la más vaga idea de que estamos unidos con todo lo demás.
Es un sentimiento extraordinario sentirte unido a todo lo demás. Es un acto de fe difícil para la mente. Pero la emoción informa verdaderamente cuando la has cualificado, cuando entiendes el magisterio de la mente nativa. Conectar con esa realidad no ordinaria puede convertirse en algo cotidiano. Tal y como lleva exponiéndonos la física cuántica desde hace más de 120 años, la materia y la energía es lo mismo, en diferentes planos de frecuencia de luz. La epigenética nos ha dicho que el material del que está hecho el ADN, no solo es sensible a las frecuencias de luz, sino que emite luz. La cualidad espiritual que nos configura como humanos, es la que nos permite entender todas las realidades como entidades de tipo energético, ya sean seres, fenómenos o enfermedades, etc.
Ahora deseo naturalizar ese estado extendido de la conciencia que me permite dialogar con lo espiritual. No a modo de monólogo devoto en una sola dirección. Entiendo que no es eso, es más bien parecido a lo que vive el artista, que desconoce el origen de su inspiración pero reconoce en ella un divino-natural vivo y consciente.
Hay formas de conocimiento inasequible por la vía ordinaria. La búsqueda de la visión me ha permitido entender como es la claridad interna obtenida en esos estados. Amplio el umbral transpsicológico. Mi mente ha perdido el pleno poder. Los estados de conciencia diversos: chamanismo, mística, enteógenos, regresiones, etc., propician un modo integrativo de la conciencia (Michael Winkelman). Al hacer esto estamos modificando la visión del mundo. Todo es un flujo vibratorio dotado de inteligencia propia que cambia permanentemente y que unifica la vida. Esto es fácil experimentarlo cuando te entregas a la búsqueda de la visión en un medio natural. He experimentado durante tres días un estado de apertura y de disponibilidad tal, que me han permitido captar conocimientos a través del gran libro de la vida que es la naturaleza y sus múltiples formas.
Atardece, quedan unas dos horas de luz solar. Completo los tres días. He bebido cerca de tres litros de agua. Tengo el cuerpo cansado. Recojo y me despido lentamente del bosque. Lo siento compañero, maestro, hermano. Respiro profundo, sé que esto ha modificado profundamente mi experiencia. Prometo volver con frecuencia. Voy lento, no tengo energía, camino despacio, con el alma expandida, confiado. Recuerdo que en una ocasión leí como Carl Sagan, distinguido pensador racionalista, vivió una experiencia cercana a la muerte (ECM). Tras ello, valoró cómo le había generado una visión distinta de la vida, entendiendo mejor qué es lo importante y lo innecesario y aumentando su sentido de la presencia.
Algo así me llevo hoy de aquí.
Gracias gran amigo, me ha encantado aprender esta nueva palabra :
Sinarquía, forma equilibrada de vivir los seres…
Y la importancia de la inocencia muy cercana a la compasión.
Seguimos en la búsqueda interior y en el éxtasis de contemplar la abundancia…
Felicidades por tu visión amplificada y abrazo enorme.
¡¡Brutal tu experiencia!! Qué bonito te expresas, me llega al corazón. Bendita naturaleza!! Gracias por compartirte.