por Alfredo | Oct 21, 2022 | Counseling, Ecologia emocional, Erosfera, inteligencia intuitiva, Sexualidad, Tantra
La primera vez que acudía a una terapia, allá por el año 2004 en Sevilla, las dos mujeres que me atendieron a través de una sesión sistémica, me desvelaron con claridad la temática: no había recibido la energía masculina, debía recomponerla dentro. Al poco tiempo, un poderoso sueño me hizo ver con claridad el rol que había tomado en el triángulo de papá y mamá, y lo que eso conllevaba. Viví rechazando al padre.
Mi masculino venía con sus carencias y también con sus propias cualidades: apertura sensible, capacidad de entrega, sensibilidad emocional, devoción a la intimidad con lo femenino, etc. Esto me ha resultado un puente favorable para conectar con lo femenino, aunque de manera incompleta, con un masculino no empoderado. Las relaciones intimas me desvelarían en asunto.
Como hombre, a la hora de empoderar este aspecto de mi identidad, me ha costado encontrar referencias. Hoy no es fácil construir el masculino que mezcla la energía serena, la fuerza y la determinación interna con la apertura sensible y amorosa. Además, no nos hemos permitido comunicarnos la emoción entre nosotros. Ahora sí, siento que estoy asistiendo a un tiempo muy bonito de transformación junto con otros hombres que también buscan lo mismo.
En estos años, mi relación con la mujer ha determinado mi despertar. Ella me ha colocado frente a mis sombras y me ha permitido desvelar cómo es el masculino que quiero habitar. Todo mediante un proceso instintivo cuya trama es el día a día. Sin duda, me han puesto delante de todas mis dificultades. He contactado con mis miedos, percibido la culpa, manejado mi rabia, desvelado los celos, entrenado los límites emocionales, etc. Me he tenido que enfrentar a muchas situaciones tensas para ser testigo de mi reactividad, aprender a elegir mi entrega sin sentirme deudor y no temer a la separación y el abandono del amor.
Considero que mirar bien adentro a los miedos es imprescindible para mi evolución y me ha resultado muy difícil. Para manejar mis emociones y mi sexualidad, venía con un programa inadaptado. Se me despierta mucho un sentimiento de inadecuación. “Lo he hecho mal; no sé atenderte; mis opciones te separan de mi”, etc. Esto era la fuente de incomodidad. Entender y atender el miedo está siendo un camino de guerrero. En mi caso, el miedo a la separación, a que me sea retirado el amor de manera culposa.
El otro apartado contundente ha sido mi comprensión sobre el dolor y como este despierta en mí las defensas más contundentes y una rabia exigente. Cuando siento dolor, exijo que me rescaten, que se hagan cargo. No he tomado mi rabia para respetarme y poner límites auténticos y con amor. Al revés, he tomado la rabia para defenderme a través de la fuerza, activando la soberbia y entrando en infructuosas disputas.
El miedo está anclado en el cuerpo físico y me resulta muy muy incómodo. Si dejo que la rabia se convierta en ira, voy a distorsionar el vínculo emocional que amo y a dañar la única fuente de alivio auténtica: la escucha compasiva, la dulzura, el amor generoso y respetuoso.
Actualmente, mi viaje de amor lo vivo en mi relación de pareja. Con esta relación exclusiva, me abro valientemente a todos mis demonios internos. Me adentro en la sanación del amor incondicional. He tenido que habilitar mi escucha sensible, aceptar que estos escenarios son una poderosa escuela y que lo fácil es huir. También he ido aprendiendo a respetarme en lo que siento, sin cargar con todas esas secuelas de culpa o inadecuación que me atormentan.
Mostrarme vulnerable y aceptar que, a veces, estoy atrapado en la impotencia, está despertando mi masculino sensible auténtico. Reconocer que necesito amor y que tengo que aprender a pedirlo o a retirarme un tiempo cuando entro en dolor, me sana. Aprender a hacer las cosas con miedo y a cabalgar los estados de rabia, me están trayendo a un hombre que me gusta. Me muestra una masculinidad coherente que está más disponible para el amor incondicional a mí mismo y a las personas a las que elijo entregarme. Cuando mi pareja camina en esta misma sintonía, es posible hacerlo.
Mi sensibilidad contiene un enorme campo energético, pero como hombre no fui invitado a habitarla, a hablar de ella. Me entreno. Cuando me quedo, puedo entrar en el miedo y liberar energías secuestradas. Solo si doy espacio total al miedo, se desvanece. Si peleo contra él, permanece y me hago más temeroso, más defensivo. No suelto la pareja, acepto el reto de mi despertar a través del amor.
El psiquismo femenino y masculino son distintos y complementarios. He necesitado entenderlo y diferenciarlo. Pero ambos se encuentran y contrastan para ir más lejos. Bien enfocados en un campo de conciencia adecuado, permiten sanar, sublimar y despertar.
Entiendo ahora mejor lo específico de mi masculino. Como yo traigo la energía de la acción; necesito moverme entre la materialización de propósitos en el mundo, el penetrar la vida con mi creatividad y el viaje de la intimidad del corazón con lo femenino. Me gusta ser concreto. Abro un proceso y también lo cierro. Quiero saber cuánta energía está implicada en una acción. Tengo mi propio entendimiento y determinación. Aprendo a elegir los tiempos en los que estoy disponible. También a avalar mi sentir frente a cualquier dificultad amorosa o disenso. Reconozco el valor de mi entrega y de mi amor, que están hechos de presencia, incondicionalidad, confianza y mucha apertura a la comunicación sensible.
También sé definir lo que necesito del amor de las otras personas y de mi pareja, y lo expreso con naturalidad y sin exigencia, cuando entiendo que puedo ser cuidado y amado mejor. Nadie tiene que rescatarme ya de mis estados. Me completo cuando me nombre esto.
Acepto, en definitiva, la forma en que yo doy amor, y al mismo tiempo, crezco permanentemente en mi capacidad de amar incondicionalmente.
En este maravilloso viaje de sanación a través de la entrega de lo femenino a mí, he podido experimentar el poder sanador del amor. La herida que emerge en el vínculo no es sino mi sombra en forma de niño frustrado y caprichoso. Lo reconozco, es un niño exigente que se frustra mal, que pide ser atendido y se enrabieta. Esta parte de mí no soporta el dolor, se siente fácilmente culpable y entra en la víctima. Ser amado incondicionalmente aquí, ha sido un lugar milagroso. Siento profunda gratitud.
En este camino también he podido empatizar con la herida femenina. Desde mi punto de vista, el femenino probablemente tenga que vérselas con un sentimiento atávico de desconfianza hacia lo masculino. Nace de una incertidumbre sobre si el hombre permanece, es leal a su sentimiento, está disponible para la entrega y para abrir el corazón, o de nuevo va a ser fuente de abandono, traición y soledad. Lo femenino convoca al amor y a la intimidad profunda, y necesita ver que el hombre está disponible para ese viaje sensible.
Esta herida, cuando se manifiesta egoicamente, lo hace en forma de energía de reproche, recriminación y exigencia. Así lo percibo desde mi experiencia. Se abre una cuestión de confianza hacia la voluntad amorosa y la entrega del hombre. En su fase más primaria está muy vinculada a la energía sexual y los celos. Pero es más amplia.
Comprender mi dolor, en sus causas externas e internas, me habilita para ir abandonando el hombre viejo que se aleja de su propia sensibilidad cuando tiene que enfrentar estos escenarios. Si, he tenido que aprender a mirar mi dolor y a pedir que sea escuchado. Creo que lo he guardado mucho. Ha sido importante para mí aprender a respetarlo y a darle su sitio en el amor. ¡Es bellísimo entender que el hombre y la mujer nos convocamos espiritualmente para sanar estos lugares de hondo dolor y miedo!
Mi hombre nuevo va amaneciendo para relacionarse con lo femenino / mi femenino, en un lugar transformador. Sigo descubriendo las nuevas arquitecturas de mi corazón de hombre. Amo lo que emerge y agradezco la energía del caos, que me remueve para que no me desapegue del amor, y que viene a recordarme la importancia de tener el corazón despierto, activando mi auténtico poder con la energía de la vida y las emociones. Ahó!
Imagen de Christopher Ulrich
por Alfredo | May 31, 2021 | Gran Espíritu, inteligencia intuitiva
Verdaderamente la naturaleza es mi casa, el lugar del que vengo, mi hogar espiritual. Es mi cuarta búsqueda de la visión. Esta vez me llevo una sensación poderosa de sanación. Reconozco cuanto poder tiene la naturaleza. Me pongo en sus manos. Me acerco al misterio, no lo puedo abarcar. Quiero abandonarme con perseverancia a este estado. Sé que la claridad llega por revelación. Al abandonarme, toda la energía que habitualmente derrocho, se pone a mi favor. Reconozco que yo soy la suma de mi poder personal, por eso elijo hacerme responsable de mi energía.
He llegado con una sensación de gozo por el amor que estoy viviendo. Me encuentro muy feliz. Percibo como me alimenta el amor. Me coloca en un energía adecuada, con mi corazón por delante. Me trae calma y quietud. La experiencia amorosa y tántrica me abre a la presencia, y tomo esta energía poderosa en mi para iniciar esta búsqueda. En esta ocasión he experimentado dos regresiones y dos ascensos al Nagual. Me han hecho comprender aspectos profundos de mi momento, de mi camino de despertar.
Voy dejándome fluir en el silencio, hecho de brisa y cantos de pájaros envueltos en primavera, en este paraje singular. Según me vienen las intenciones, muevo la energía. Me entrego a lo que venga: invocar, evocar, cantar, abrir mi percepción, visualizar, dialogar con los elementos, con los seres, escuchar mi voz interna, ascender al Nagual, crear estados, enfocarme en la magia, elaborar una reflexión a través de una idea lúcida que se me regala. El truco de la búsqueda es estar, permanecer. También darse cuenta de que la mente se entretiene y entonces, saber esperar y confiar. Como guerrero dejo que el pensamiento disuelva sus propias contradicciones y me entrego al no saber. El poder existe, se mueve, está más allá de mi comprensión. Actuar en alianza con el poder y el misterio, derrota las creencias. Confío en lo que sucede cuando la magia del universo se apodera de mi.
Me llega a la mañana siguiente una primera intuición, me percato del sentido de esta búsqueda: disolver formas de la rabia de mi carácter, completando el abrazo al dolor que inicié hace tiempo. Entiendo así el sentido de esta búsqueda, me alegra verlo. Soy consciente de que el guerrero que llevo dentro sostiene su compromiso de sanación como premisa para aumentar mi conexión con el espíritu.
Comienzo uno de esos paseos sin rumbo entre árboles, sintiendo que toda la naturaleza me acompaña. Esta vida es un viaje entre la polaridad del dolor y el anhelo del éxtasis. En el deseo hay fuerza, movimiento, sinergia. Tomamos el deseo para viajar en las polaridades. Me siento junto a un gran algarrobo. Le digo que me hable de todo esto: me muestra la mágica integración a la que tiendo cuando aprendo a abrazar el dolor, ya que esto despierta en mi la compasión más potente hacia la fragilidad. Al mismo tiempo, esto me permite construir mi poder y determinación, mi estructura y mi amor. ¡Qué potente! Abrazar el dolor despierta la compasión y se combinan en una polaridad fascinante. Tener una polaridad integrada da mucha energía. No quiero negar ninguna de las dos.
Encuentro caminando una piedra singular, amplia y plana, empotrada en el suelo, como un altar labrado hace tiempo en la roca. He llegado de forma casual. Me invita a tumbarme. Invoco la disolución de mi rabia y su transmutación en un abrazo amable al dolor. Y en esta posición, con la mirada puesta en las ramas de un árbol que me cubre en esta ara improvisada, de nuevo se me revelan cosas. Veo la polaridad que componen la agresión, la rabia, la ira y la defensa, por un lado, y la ternura y la compasión por otro. Caigo en la cuenta que la mutación pasa por la alquimia del dolor. Solo así se despeja la vía para la dulzura del corazón. Incorporo un mantra para cuando siento rabia: me duele mucho esto, siento mucha rabia y elijo atender mi rabia hasta poder abrazar mi dolor. Lo repito y lo grabo dentro de mi.
Vuelvo a mi espacio donde tengo una tela y el tambor. Después de tocar un rato me tumbo, me ha llevado a respirar de una manera particular, más conectado. Me viene la pregunta sobre la vía del chamán. Celebro haber descubierto en mi itinerario de vida esta forma auténtica de compromiso con mi despertar. En este momento le pregunto al Espíritu: ¿qué es el chamanismo? Me responde: la libertad espiritual. ¿En qué consiste? en manejar la energía. ¿Como se maneja? Le vuelvo a preguntar. Entendiendo la polaridad, me dice. En ese momento empieza a fluir dentro de mí una explicación, apareciendo con claridad, con la mente como testigo. Me dice: se maneja así; de un lado venimos con toda la densidad genética pendiente de sanar, que heredamos y que condiciona nuestros estados del ser, es el karma. Pero en el otro polo está nuestra capacidad para elegir, el poder de nuestra conciencia para configurar la realidad como deseamos a través de la visualización creadora, eligiendo con la intención dónde quiero ir. Es un poder específico de nuestra condición. En medio se sitúan los elementos del carácter condicionado por la sombra del ego, que oculta dentro la propia virtud. Donde hay polaridad hay energía. Lo único que podemos hacer es aprovechar esa energía en esta dimensión que es un conglomerado de polaridades, energía para crear, y hacerlo en el lado de la conciencia. Me dedico un tiempo a integrar este conocimiento. Es revelador ver los mecanismos de la existencia con nitidez. Me fascina la claridad.
El segundo día tengo un rato difícil. Me duele el cuerpo, la energía la tengo muy atascada, siento mucha inquietud física e incomodidad. Confío en la naturaleza, en sus tiempos y su sabiduría. Ella me espera. Entro en contacto con la ansiedad del no hacer, de la espera. Percibo lo adictiva que es la comida. Veo mi manera de comer sin escuchar mi cuerpo. Mi mente no para de planificar, le encanta y me cuesta salir. Confío en el tambor. Purifico mi ansiedad, mi necesidad permanente de encadenar tareas, de moverme. Invoco mi limpieza con el tambor. Permanezco un rato hasta que me envuelve el ritmo y me trasporta.
Tomar el poder pasa por restar fuerza al hacer cotidiano y al auto reflejo, la importancia personal. Quitar énfasis, dedicar la energía a través del reposo a los campos sutiles de la acción espiritual. Soltar las agendas del yo, desmantelar tanta energía atrapada. Cuando me rindo a mi poder interior, ninguna necesidad me arrastra. Veo algo más curioso aún: cómo funciona dentro el mecanismo de víctima. En el pasado le di fuerza al hecho de pensar que estoy condicionado por mis vivencias, por mis padres, por lo que no he tenido, etc., y eso me hace justificar muchas cosas. Error.
EL poder supone cambiar esto. Tiene que ver con la capacidad de ser fluido y libre. “Libre de” las expectativas, creencias, suposiciones y miedos. Si elimino esto quitándole poder, me aguarda la experiencia del gozo. El gozo no es la simple gratificación autocomplaciente. Para llegar al gozo tengo que vivir el equilibrio entre la sobriedad y la entrega.
Me tumbo en la tienda y pongo el foco en acceder a mi primera regresión. Entro tras un rato de esperar a que la mente se apacigüe. Soy granjera, vivo en un espacio pequeño. Cuido las gallinas y atiendo la cocina. Mi marido, agricultor, llega hacia el atardecer cada día. Es un lector ávido de libros de historia. Cada noche me relata episodios que me hacen viajar con mi fantasía. Es el único momento de placer, como lo es el contacto con la vida, viendo pasar las estaciones con las que conecto y con el trascurrir del tiempo. No tengo hijos. Todo es rutinario y austero. Acudo al final de mi vida. Estoy sola. Miro por la ventana, sé que esa primavera es la última estación del año para mí. Veo mi cuerpo de anciana con un camisón. Abrazo el dolor que supone aceptar una vida sin grandes estímulos, sobria. Apenas había vivido experiencias, pero sentía un poso de alegría auténtica. Estaba bien. Me abandonaba al curso de la vida. Siento mucha confianza ahora. Esta vida me trae una alianza muy bonita con los ciclos de la vida y la naturaleza. Asumo con mucha tranquilidad el final. Es extraordinario mi sentimiento de abandono confiado a transitar la muerte. Me conecta con aceptar los límites de la vida, con la alegría contenida en la sobriedad y con la importancia del amor sostenido, sencillo. Abrazo esta claridad.
Invoco la magia. Observo como tengo mucha motivación para pensar en las situaciones de personas queridas y ensayar la magia. Invoco la sanación y ensayo esta práctica. Imagino a las personas logrando estados de mayor bienestar y consiguiendo situaciones más satisfactorias en su vida. Me da placer. Para ello ideo situaciones concretas en las que se da esa realidad. Las visualizo y las conecto con mi emoción. Invoco también la magia para mí. Recuerdo la frase que me impactaba recientemente: lo que sale de Dios vuelve a Dios. Si yo vuelco una mirada y una intención como Dios, la realidad me devuelve eso que yo proyecto y programo, como Dios que soy. Sanación, respuesta amorosa, lo que sea. Practico la fe. Me parece un ámbito de poder fascinante. Me comprometo conmigo a explorar más esta faceta.
Es de noche. Me despierto y me asomo a ver el cielo estrellado. El silencio del bosque ahora me hace conectarme con la vida que hay contenida en todo lo que me rodeo, extraordinaria. Donde aparentemente no hay nada, hay mucha presencia, misterio lleno de noticias que me esperan. Me atrapa el espectáculo de la naturaleza en profunda calma. Vaya regalazo.
Me tumbo y comienzo un nuevo viaje al Nagual. La técnica ya me resulta familiar. Aparezco de nuevo en la cueva donde otras veces me he visto con una anciana chamana. Entro y la encuentro como siempre, disponible a devolverme sabiduría. Me pide que mire al fuego. Me siento a su lado y me pregunta ¿Qué traes?, le digo: quiero saber cómo libero el corazón de los sentimientos de rabia y de miedo. Me dice que mire el fuego. Veo una escena bien conocida para mí: el niño de mi infancia abrazado a sus piernas y aterrorizado en el pasillo. Ella me dice: la alquimia consiste en cambiar la rabia por dolor. ¿Cómo lo hago? Le pregunto. Me ha hecho volver a mirar el fuego y he visto el niño saliendo de casa, decidido, con fuerza, convirtiéndose en hombre. Entonces me ha llegado esta afirmación de poder: yo doy el amor que quiero en tiempo y forma, y esto es adecuado para mí. No hay exigencia en el amor. Lo doy a mi manera, escuchando mi necesidad. Y no dudo de que eso es amor. Suelto el requerimiento. Puedo decir por ejemplo: yo te quiero, solo que ahora, no puedo; solo que así no; solo que esto no puedo hacerlo. Te quiero, pero esto elijo no hacerlo. Te quiero y no dudo de mi amor. Y estoy en paz.
Abrazo a mi niño aterrorizado por el dolor y la culpa. Salgo a un estado de lucidez. Así como el deseo trae de la mano el miedo y empuja a que los atravieses, el amor invita a abrazar el dolor. El deseo invita a que muevas el miedo y cuando te entregas al amor de la mano de esos miedos, completas el viaje más potente que es la sanación del dolor a través del amor. Entiendo ahora este universal. Confío en el poder transmutador del amor, me trae mucha claridad y quiero entregarme a esta vivencia. Ahora sí siento fuerza para abrazar el dolor, el propio y el de las personas que amo. Percibo un cambio potente dentro de mí. Lo integro, dejo sentirlo dentro durante largo rato. Me duermo.
Al día siguiente, en el segundo ascenso al Nagual, completo la experiencia. Pongo la intención de nuevo en sanar la rabia y entrar en la dulzura. Inicio la visión, como siempre, dando prioridad a mi mente intuitiva y dando espacio a lo que aparece, para que el relato vaya fluyendo en automático. Me he encontrado a lo pies de un árbol descomunal. En el tronco un hueco me permitía sentarme como empotrado en la madera. De alguna forma me abraza. Me dice que él, para ser así de fuerte y pacífico no ha hecho nada más que estar ahí. Sentía como inhalaba aire por las raíces y expiraba por las hojas, y viceversa. Percibía su poder al mismo tiempo que experimentaba como absorbía mi rabia en este movimiento respiratorio.
En un momento dado me pregunta si tengo fe. Le respondo que quiero practicarla. Al instante ha llegado la figura de Cristo y me ha mirado a los ojos. Se ha señalado el corazón con dos de sus dedos, lo cual me ha conectado con la ternura y con un fuerte sentimiento amoroso. Esta vez es él el que me pregunta si creo en él, le digo que sí. Entonces me responde: queda sanado. Me inunda una sensación extraordinaria de paz. Al instante me dice: veo a tu niño aterrorizado. Inmediatamente aparece mi padre. Acudo por impulso a abrazarme a su pecho. Por primera vez mi cuerpo experimenta una ternura abundante en contacto con él. En este instante me rindo emocionado a sentirlo como padre amoroso y tierno. ¡Es tan sanador sentir esto! Él me habla y me dice: lo siento, yo no pude aplacar mi rabia y me ahogué, pero tú si puedes. Me deja profundamente conmovido. Cuanta sanación cada vez que restauro la energía masculina desde el corazón.
Me despierto de madrugada y de nuevo me asomo para disfrutar de la fascinante bóveda celeste. Me doy cuenta de que, despertarme a esa hora, es una invitación de la vida a poner energía en la ensoñación. Me da alegría entenderlo, así lo haré. De momento me entretengo en hablar con las tres cartas del Simbolón que extraje antes de iniciar esta búsqueda. Me pongo a la escucha. Es sorprendente, cada vez es más fácil visualizar, cada vez es más natural recibir ideas claras desde la percepción ampliada.
La primera carta del Simbolón dice que trabaje mi magia, que no haga nada, que no me pelee con nada y que proteja la paz, como el guerrero. Que practique la fe, que el universo me inunda de bienes y que trabaje mis estados internos, ya que todo lo que necesite que venga, vendrá. La segunda carta me dice que cada persona tenemos un viaje espiritual único y personal. Que cuando estoy en una relación sintonizada, este viaje se amplifica y se puede llevar más lejos. Que no me pierda en las vicisitudes de la relación, los guiones argumentales, que nos enfoquemos en el viaje espiritual. Que no me acomode ni me pierda en las complejidades innecesarias. Que descubra la peculiaridad y el valor especial de cada uno en el viaje espiritual. La tercera me habla de que pronto sabre lo que estar al servicio del espíritu y de la intuición. Me fascina la claridad con la que llegan las palabras. No provienen de mi, pero están en mi, no es mi mente, pero mi mente hace de testigo.
Dejo para el final la historia que más me ha marcado en esta búsqueda. Es la segunda regresión en la que tuve mucha claridad en la experiencia. La viví tumbado debajo de un árbol. Yo era niño en el continente americano en tiempos del descubrimiento. Caminaba y jugaba con el agua a orillas del mar. Observo de repente un galeón al fondo, es la primera vez que avisto algo así y me extraña su forma a la vez que excita mi curiosidad. Subo la pendiente de arena que me separa del poblado hecho de chozas y según llego, ya salen todos a verlo, se han percatado de ese extraño objeto navegante. Me abrazo nítidamente a la pierna izquierda de mamá mientras observo con curiosidad y sintiéndome protegido por la tribu. Todos vestimos con una tela similar, color crema y con una cenefa. Somos morenos de pelo liso y bellísimos.
Salto de escena. Soy ahora el guerrero jefe de la tribu. Voy al frente con varios guerreros conmigo y me acerco a un capitán español que ha atracado el galeón junto a nuestro poblado. Están en la orilla. Traen sus vestimentas acorazadas, sus armas de pólvora y un baúl con bisuterías. Hay un traductor a su derecha y numerosos marineros le acompañan. Me dice que quiere asentarse aquí, en esta tierra. Entiendo que solicita permiso. Yo le digo que el sol brilla para todos los que habitan aquí y que la lluvia cae sobre quienes descansan en esta tierra sin distinción y que, siendo así, nosotros no tenemos poder para decidir quién quiere vivir aquí. No somos dueños de nada. Ellos me dicen que me traen regalos de su país en ese baúl como muestra de cortesía para instalarse en la tierra. Les digo que, si quieren regalarme eso, bien, pero no será para comprar un permiso que no puedo darles. Nosotros cazamos, pescamos y cuidamos a los niños. Defendemos y preservamos el mayor bien: la paz. Se regocijan en mi respuesta. Nos despedimos. En ese momento les expreso: conoceré vuestros corazones.
Salto de escena. Soy más anciano y me acerco con mi caballo a un fuerte construido por los conquistadores. Entro y me siento frente a un capitán con el que me he citado para conversar. Estamos en un patio de arena. Allí le digo que he distinguido sus corazones. Abro toda mi expresión y con fuerza les digo como siento que los guía la rabia, al afán de poder y la venganza. El me dice que solo obedece órdenes de Castilla. Yo le digo que me entristece. Nosotros solo obedecemos a la vida, la naturaleza y únicamente nos guía nuestro corazón que sirve a la paz. Le pido que no se acerquen a nuestros hijos, que los corrompen. Y me voy.
Soy un guerrero de paz. Me conmueve sentir dentro de mi esta fuerza que no depende de lo que hago ni de como me defiendo, sino que reside en el poder de mi corazón y mi palabra. Siento dentro de mi una poderosa energía que nace de la renuncia a toda lucha. No soy dueño de nada. Siento con más claridad como es rendirse a mi poder interior. No hay nada que hacer, está hecho todo, esto me completa. Disuelvo la rabia, es un mecanismo viejo de huida del dolor. Invoco la paz, un bien espiritual dentro de mi.
Hay mucha novedad en esta experiencia junto a la naturaleza. Me da más de lo que necesito, no tengo ni que pedirlo. Ya no busco tanto obtener respuestas concretas a mis dilemas, sino simplemente recibir la sabiduría del nagual en cada presente. Reactivo la atención creativa, confío en las posibilidades de la percepción, y llega la novedad: existe un vasto campo de poder en el no hacer y la apertura a la visión interna.
Veo muy claramente como todo esto ya lo tuvimos y simplemente lo hemos olvidado: la confianza en el poder de la naturaleza, la apertura de los sentidos sutiles, la conexión energética con el cuerpo y la danza, la capacidad de entrar en estados de visión y de claridad. Lo denso me enreda. No hay espacio para el milagro. Cada búsqueda me abro más a la vida del espíritu.
Retorno con una extraordinaria sensación de paz. Mi guerrero me ha impregnado de presencia y de poder. Entiendo el significado de abrazar el dolor. Puedo con ello. Quiero poner más consciencia en la comida. Estar aquí tres días me coloca ante mis límites y me da la oportunidad de romper la estabilidad de mi mente y mi ego para recuperar el auténtico equilibrio.
por Alfredo | Feb 23, 2021 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Tras años de explorar la mente profunda a través de la
hipnosis y las experiencias de ampliación de la conciencia veo que, como ser
humano, estoy abierto a un campo de información extraordinario. Emerge del
ámbito inconsciente y supra consciente, y puedo acceder activando cualidades
simples del cerebro que despiertan el cuerpo sutil y la comunicación energética.
Existe un nivel de funcionamiento de la frecuencia cerebral,
los estados Alfa e inferiores, en los que se mitiga la actividad de la mente
especulativa y se abren otras funciones de la mente intuitiva y conectiva. Aquí
se amplían las posibilidades de la percepción. La hipnosis como un proceso de
sugestión inducida que disminuye la actividad analítica, da acceso a
experiencias que activan niveles de conciencia extendida real, en las cuales la
experiencia visual se conecta con la emocional. Esta aventura resulta
transformadora.
Mediante estos estados se puede acudir a memorias de esta
vida con extraordinaria nitidez, y revisar un escenario emocional que necesita
ser recapitulado. Las escenas del pasado fluyen con una energía actualizada, lo
que permite movilizar nuevos recursos conscientes para sanar. También se puede
ahondar en la experiencia uterina, donde se rescatan sensaciones con las que recordar
aspectos esenciales para la vida: la actualización de la experiencia del amor,
de la elección y del propósito de vida.
El acceso a otras posibles vidas facilita desvelar con contundencia
patrones que se nos repiten y en los que estamos implicados existencialmente.
También aprendizajes poderosos con los que despertamos a una mayor sabiduría.
Por último, los espacios entre vidas y las progresiones al futuro, nos ponen en
diálogo con arquetipos, entidades y potenciales internos con los que podemos
actualizar aspectos esenciales de nuestra vida.
Sea para aplicarla a la sanación personal, a la búsqueda de
respuestas de vida o a la mera prospección de los universos internos, los estados
modificados de la conciencia, los estados no ordinarios de la conciencia, son
el verdadero camino de acceso a la energía sutil que gobierna, como si
de un sistema operativo se tratara, la realidad que nos configura. Y se puede
acceder a ellos mediante un sencillo trabajo personal de concentración.
Es el campo cinabrio, una especie de rejilla
energética que todo lo enlaza, el Tan Tien o campo de la alquimia interior
según la filosofía oriental. A este campo propongo volver. A nuestra naturaleza
auténtica de seres mágicos.
Nuestro cuerpo está diseñado para manejarnos con esto. El
ADN almacena códigos lumínicos que interactúan con campos de información.
También la glándula pineal es una interface piezoeléctrica que traduce la
información de origen químico en eléctrico y viceversa.
Me fascina ver como en este campo sutil, existen todas las
posibilidades. Porque el campo denso (materia organizada en la dimensión
espacio tiempo y accesible a los sentidos físicos) se configura en función de cómo
está programada la información del campo sutil (campo energético que responde a
la conciencia del observador). ¿Quién es el Observador que ha creado este
modelo? Llámale Fuente, Gran Espíritu, Intento… como quieras. Lo que puedo
comprender y transmito ahora, es que mi condición de ser humano me hace
partícipe de esa cualidad ordenadora del campo sutil. Lo que lo hace posible se
llama conciencia.
Mi conciencia es una emisora – generadora de orden o
complejidad, según elija. Lo que emito en este campo es un laboratorio, un
experimento que configura mi universo. Elijo ordenarlo, en un estadio más
alto.
Descubro que, si entiendo las posibilidades que me ofrecen
las herramientas de mi conciencia, puedo operar en él para transformar la
realidad sutil del campo energético que, a su vez, está programando la
configuración del campo denso, es decir, mi realidad inmediata. La intención es
más fuerte que el programa, ¿Cómo lo comprobamos? Solo sé que dios existe si
yo me hago dios.
Llegado a este punto, me doy cuenta de que el salto real que
requiere este cambio de paradigma mental, pasa por la fe. Para mí la fe
es: creer que existe un orden más completo, que confiere coherencia y
sentido a toda la realidad, más allá y más acá de mí mismo, con poder y
conciencia, y que yo puedo participar activamente de este poder a través de mi “no
hacer – despierto”.
La fe comienza cuando logro experimentar el vacío donde se despliegan
todas las posibilidades. Como ahí existe todo, todo está disponible. Por lo
tanto, elijo lo que quiero. Al elegirlo, lo creo. En realidad, lo que hago es
creerme “a pies juntillas” que atraigo la experiencia fuera que primero he
creado dentro. Y vamos a ver qué pasa…
Mi mente atrapada en la materia densa, está excesivamente
implicada en el control, la gestión ordinaria y la estrategia de supervivencia.
Del mismo modo está secuestrada por las emociones primarias que arrestan el
corazón y ocultan nuestros potenciales más elevados. El miedo a la herida
primordial que todos tenemos, por ejemplo, despierta las mil caras de la
soberbia y la defensa. Esto implica absorber mucha energía y nuestros recursos
mágicos quedan sepultados. Nos quedamos como esperando, encadenados a una
realidad fáctica. La sombra es adictiva. El inconsciente nos compra ideas
pobres y nos empuja a repetirlas. Y mientras esto sucede, no estamos creando,
porque hemos llenado el vacío. El vacío da miedo.
Ser nadie (anonadarse), vaciar la importancia personal, es
un buen comienzo para empezar a despejar nuestro poder. Escapar del hechizo del
ego y modificar la percepción, me permiten alcanzar nuevos niveles de
energía enfocados.
A estos niveles accedemos con las herramientas de la
conciencia, son estas: la intención apoyada en la palabra precisa. La
imaginación y su propiedad activa, la visualización creadora. Y la
emoción que colabora para configurar estados elevados, lo que
llamaremos el llenado. Con ellas entreno este “no hacer – despierto”,
una alquimia de la presencia transmutadora. No hacer y a la vez, sentir que
estás creándolo todo con poder. Soy dios.
La imaginación y la emoción son los recursos combinados más
poderosos para acceder a esta magia. Si despejo la intención y la recojo en un pensamiento
claro, entonces comienza la alquimia ¿Qué quieres crear?
PRIMERO. La intención. Me paro y me pregunto: ¿Qué deseo? ¿Cómo está configurada mi realidad y cómo quiero realmente que sea? ¿Qué proyecto para mí en el orden material, emocional, espiritual o de estados de vida? ¿Cómo imagino áreas de mi vida para que me otorguen la máxima satisfacción? ¿Cuál siento que es mi deseo profundo? En esta primera fase me esfuerzo en desvelar mis más profundos deseos. Los conduzco lejos, pido a lo grande. Cuanto más elevado es lo que deseo, más posibilidades abro, más se des oculta la realidad. Lo expreso con palabras, con la máxima claridad. No me dirijo al cómo debe producirse, sino en qué condiciones elijo que debe darse. No pienso cómo debe llegar el escenario ideal para mi vida, simplemente soy capaz de recrear la forma final, cómo debe darse en su estadio último.
SEGUNDO. Entonces, a
partir de la intención concretada y expresada en palabras, prefiguro eso que
deseo en mi imaginación. Su herramienta, la visualización creativa, supone
activar y recrear la experiencia imaginativa a voluntad. Es decir, elijo
activar en el campo de la imaginación eso que he pensado. Represéntalo,
completa los detalles de lo que ves, desenvuélvete en ese espacio, completa
todos los elementos que necesites en la visualización para imbuirte en lo que
ves. Toma el sentir. Experiméntate en eso que has completado. Realizar algunas
visualizaciones guiadas, ayuda. Es un recurso imaginativo que, cuando se
practica, te lleva a lo que llamamos un estado modificado de la conciencia en
una frecuencia Alfa del cerebro. Consigues un estado enfocado donde, si
sabes practicar, atender y esperar, comienzan a emerger los detalles nítidos y
te incorporas a la experiencia de lo visualizado.
TERCERO. A continuación,
se despierta el sentir, se hace presente la emoción que colabora a
completar el estado. Los estados emocionales elevados son lo que nos
interesa. Se trata de experimentar en su forma más completa dentro de la
visualización un estado emocional lo más abarcante posible y que previamente
hemos deseado: plenitud, satisfacción, alivio, felicidad, alegría, compasión,
amor, comunión, etc. Permitimos que el estado emocional deseado nos tome, se
haga presente lo más intensamente posible y que complete la experiencia de
visualización. Entonces practicamos el llenado. Respiramos profundamente
varias veces con esa emoción hasta sentir que, verdaderamente, se ha completado
emocionalmente dentro de mí eso que he deseado. Nótalo esbozando una leve
sonrisa. Todo tu cuerpo lo toma.
CUARTO. En último término te percatas de este estado: el “no hacer – despierto”. Lo cuento en primera persona, el camino aquí puede ser más personal. Es el ámbito donde la fe viene a tomar un lugar coherente y me trae un contacto con el poder interior. En este lugar necesito tomarme mi tiempo. Me llega una peculiar sensación de que lo que he creado desde el estado modificado de la conciencia, atrae la realidad invocada. Todo está a mi favor, me despierta un sentimiento de esperanza. Es un estado de certeza no cognitiva, una convicción. En mí, la expresión es: me rindo ante el poder que se manifiesta en mi interior. El corazón sentiente toma anchura, paz. Me confirma que eso está ya materializado en el campo de la realidad sutil y que se destilará, no sabemos cuándo, en la realidad densa que hemos prefigurado. El poder ante el cual me rindo, lo hará. Una mezcla de rendición y fe que da como resultado un estado de plenitud. Suelto el cómo se hará eso. No lo sé, escucharé las señales. Y aquí me siento participando de un poder superior e interior, que me sobrepasa y me contiene, del que formo parte. Me quedo sin palabras. Suelto.
La activación del campo sutil comienza a configurarse cuando
alcanzamos a experimentar un proceso completo de coherencia en estas tres
funciones: el deseo conectado con mi propósito, el sentir
auténtico y la congruencia en el universo de la percepción consciente.
Ocurre así en los procesos terapéuticos que transforman los bloqueos y patrones
de cara a la sanación.
Atraemos de esta manera el mismo poder que está presente en
la realidad, y que ha permitido que toda la energía que existe esté
manifestada. Nosotros estamos en el campo en el que esta energía se mueve
porque, como seres humanos, somos una forma elevada de la manifestación de
Dios que aflora en niveles de conciencia.
La energía sigue al pensamiento con intención. Cuando
ponemos energía en configurar estados emocionales orientados a crear la
realidad que queremos, estamos acertando a activar un potencial extraordinario:
crear la realidad desde el campo de las energías sutiles a las que tenemos
acceso por la conciencia operativa.
Volver al campo, a la naturaleza auténtica que somos, nos
ajusta con la vida. Rescatar las energías sutiles, la magia, la activación de
nuestro poder creador, despierta la percepción y nuestra capacidad intuitiva
directa, donde podemos desenvolvernos de una manera más armonizable con
nuestros deseos. ¿Te lo crees? Compruébalo. ¿No te lo crees? No pasa nada, ni
pasará…
por Alfredo | Dic 14, 2020 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Extraigo una síntesis de los capítulos 63 y 64 del libro de Las Claves Genéticas de Richard Rudd
A veces me siento atrapado por la especulación de mi mente.
Me agota mi pensamiento cuando juega a “encontrar y defender la verdad”. Debato,
opino, me adhiero a la supuesta verdad y a los de su bando, enjuicio al que no
la tiene, exijo al otro que cambie, me obsesiono por desvelar la coherencia de
un argumento, discuto con alguien olvidando el sentimiento que nos une; me
instalo en los dilemas sociales tomando partido. Reacciono sin darme cuenta que
todo esto es mente. Intelectualizar la verdad, un viejo vicio del pensamiento
patriarcal.
El cerebro izquierdo (un cableado para reconocer las
mecánicas repetitivas) y el derecho, se siguen debatiendo entre la lógica y la
imaginación. Pero el hemisferio derecho completa y eleva la mera funcionalidad
del izquierdo, trascendiendo la verdad. El cero y el infinito son una
aportación útil de nuestra imaginación.
Me pregunto: ¿de qué se alimenta la opinión? Los genes
contienen el mapa que construye nuestra estructura del ser. Siguiendo el libro
de Richard Rudd,
descubro que la opinión, que se alimenta de la duda, es fruto de la desconexión
de la imaginación y del sentir que se alojan en nuestro potencial del
hemisferio derecho.
También veo como la vivencia de la duda genera mucha presión
en el cerebro. El hecho de vivir en un escenario tan diverso y complejo,
conlleva un sustrato de dolor. Seguramente sea por eso por lo que los humanos
vamos tras la búsqueda permanente de certezas mentales, para evitar así sentir
esta angustia. Adquirimos creencias y valores para contrarrestar la duda en la
que vive la mente. Nos volvemos por ello adictos al pensamiento.
La mente humana se identifica con lo que ve, y absorbe
infinidad de modalidades de pensamiento lógico, relatos y derivados. Instalamos
entonces un constructo, un artefacto teórico, nos lo creemos completamente y
evitamos así sentir la confusión como algo inherente a la vida. ¿Qué
pasa si acepto la confusión? No resulta práctico para el ego, la identidad
personal está íntimamente asociada al despliegue de la opinión.
OPINAR, UNA SALIDA DEL EGO.
La duda la reprimimos con el dogma y la opinión. Cuando se
hace, construye la falsa lógica. Opinar, cuando no se abre al auténtico
cuestionamiento, a la propia duda existencial, satisface las necesidades del
ego. Creamos identidad (progresista, solidario, defensor de lo justo, erudito,
auténtico, etc.) Cuando la mente se acostumbra a no dudar, deja de evolucionar.
En realidad, caemos en un doble patrón: el de imitar,
escondiendo nuestras vidas entre actividades y pensamientos, una masiva red de
seguridad completamente ilusoria creada por el colectivo para evitar sentir la
situación del mundo tal cual es; o canalizar la rabia contra el statu
quo o contra “el otro”, tomar la revancha contra la vida misma, defendiendo posturas,
opiniones, luchando por la verdad y, en algunos casos, imponiéndola.
La duda al servicio del cuestionamiento de lo externo, despierta
el canal creativo (artes, ciencia, tecnología, salud…), pero si se internaliza y
se vuelve hacia uno mismo en un nivel bajo de frecuencia, puede ser
destructiva. Si el pensamiento no es creativo, sirve a la duda y se va a
proyectar en otras personas o en uno mismo. Aquí emerge la falta de confianza y
su derivada: la sospecha, que socava enormemente al ser humano ya que,
al dudar de nosotros mismos, la mente quiere tomar la rienda y ahonda más en la
confusión, retroalimentándose. A partir de aquí, la mente no puede escapar de sí
misma.
ABRAZAR LA INCERTIDUMBRE
Cuanto más profundizas, más complejo es todo. Si cuestionas
algo intensamente, llegarás a la conclusión de que estás ligado como observador
a ese “algo”, por lo cual, pierdes la posición de observador y pasas a ser
experimentador, un espacio de profunda subjetividad. Ya no hay verdades. No hay
opinión, solo hay comunicación de la vivencia.
La lógica humana no está diseñada para tener la certeza de
nada: solo de la existencia de la paradoja. La duda no es el enemigo, sino
el miedo a dudar. La única respuesta satisfactoria es la que desafía a la
lógica. Cuanto más abrazamos la incertidumbre, más cerca estamos de la
trascendencia. EL humano hace el viaje del cuestionamiento, pero la resolución
final está fuera de la lógica. La verdad llega como una iluminación y no
como una respuesta.
EL CAMINO DEL HEMISFERIO DERECHO
Si sigues más adelante, entrarás en los dominios holísticos
de la síntesis. Aquí todo está afectado por todo, lo cual te empuja
hacia el espacio de tu mundo interior. En este lugar ya no hay cuestionamiento,
hay revelación.
La confusión es un estado vibrante de potencialidad. El
cuestionamiento orientado a preguntarnos por nuestra naturaleza nuestro ser,
nos empuja a elevar el espíritu, como han hecho los caminos del yoga y el
tantra que han buscado unir la fisura humana interna y de tomar la aceptación
de lo que somos respectivamente.
Para tomar el camino de la mano izquierda o del hemisferio
derecho se me ocurre sugerir:
- Permítete sentir el dolor y el milagro de la
transformación comienza.
- Acepta sentir y pensar desde la duda y reconocer
el caos de la vida misma.
- Conecta tu garganta a tu corazón, acostúmbrate a
expresarte desde el sentir en cada presente.
- Sé honesto: cuanto más aprendes, más preguntas
se abren.
- Espera a que la verdad te encuentre. La verdad
no es un elemento que sacia la lógica. La verdad es un acontecimiento, una epifanía.
- Abandona la obsesión por la verdad y su defensa,
y entrégate a la poética del azar.
- Sé paciente, no reacciones, evoluciona de
acuerdo a tus propios plazos.
- Confía y acepta que te llegará la luz, que eres
portador de estados de claridad que emergen de tu propia genética y tu conexión
con tu ser.
- Abraza la confusión y activa la imaginación
creadora, el portal que trasciende la verdad.
No hay nada que no sea verdad, porque lo que sucede y
sientes en cada momento, es verdad. La verdad está aquí y ahora, pura e
incorruptible, en cada presente, en cada estado de vida. Es eterna, pura, imperecedera,
y tan simple como hermosa. La verdad es tu estado natural, un espacio a la
deriva, una inmersión total en tu ser. Es el eterno momento del presente.
Existe claridad en el espacio de la luz interior. Fuera de ella aparece la
confusión.
LA IMAGINACIÓN CREADORA
Nuestra genética es una enciclopedia digital de la
consciencia. La imaginación es la expresión de la fuerza de la vida sin
impedimentos a través de tu genética. Einstein dijo que la imaginación es más
importante que el conocimiento. Ser lo que auténticamente eres, permite
desactivar los mecanismos de la mente y activar las puertas hacia la
manifestación de tus dones. Poner la fuerza en las cualidades del ser,
cortocircuita el atrapamiento del cerebro izquierdo.
Para ello: priorizo lo que siento en el puro presente; pongo
la palabra al servicio del corazón en todo momento; escucho si mi reflexión se
dirige al crecimiento de mi experiencia o responde a la opinología, a mi rabia o
a la imitación; doy pleno valor y potencia a los estados modificados de la
conciencia; practico la visualización
creadora para construir mi realidad; abrazo la vía del yoga y el tantra;
practico la expresión libre, original y artística; amplifico los estados de
alegría; experimento la indagación de las emociones y de mis miedos en la tribu.
por Alfredo | Nov 6, 2020 | inteligencia intuitiva
Muchas veces digo eso de “necesito fluir”. Me doy cuenta de que con esto quiero asegurarme de que lo que hago, el tiempo del que dispongo y mi energía, estén auténticamente en sintonía con lo que deseo. Cuando es así siento que experimento más felicidad. Entonces la vida se vuelve mi aliada. Por lo tanto, ¿como definiría qué es esto de fluir? Para mi es otorgar la máxima calidad a la experiencia. Asegurarme de que lo que vivo, lo hago en un lugar de conciencia clara y en conexión con mi escucha y mi deseo auténtico.
Fluir es como estar en buena sintonía
con el ahora y con el placer. Estar en absoluto presente, sin interrupciones,
sin mucha mente, pero consciente y plenamente perceptivo hacia lo que estoy
experimentando. Mihaly Csikszentmihalyi, intentó definir esta
experiencia concretando una psicología de la felicidad.
No me preocupo por lo que quiero llegar a hacer o a ser, sino que pongo el foco en la experiencia, en “estar siendo”. Lo que acontece ahora, se vuelve interesante e intenso. Empiezo a fluir.
Si la energía de mi psique es
óptima, no está excesivamente entregada a las tareas o la distracción, si no es
arrastrada por la ilusión, entonces me otorga un orden en la conciencia. Aquí
es donde descubro que experimento una escucha física y emocional de la
experiencia, de lo que acontece aquí y ahora.
Un efecto habitual del
comportamiento fijado en el carácter es la distracción, la reacción y la pérdida
de contacto con el cuerpo. La energía queda así secuestrada por la
personalidad. Olvidamos la auténtica intención que funda nuestro deseo. Nuestra
forma de ser adquiere rigideces que se traducen fisiológicamente en corazas o
armaduras. Son las tensiones, los bloqueos posturales, los automatismos del
cuerpo, la falta de salud, de flexibilidad, etc., que inhiben la vida del
cuerpo. Es una energía que no ha logrado descargarse por la contención del ego
que sigue patrones de supervivencia desde el miedo y la escasez. Aquí subyace
parte de nuestra incapacidad para fluir.
Existen varias vías para la
mejora en la calidad de nuestra experiencia, vías que ordenan nuestra energía
psíquica y corporal haciéndola más óptima. La vía de la atención, la vía de la
sanación emocional y la vía de la sensación. Sentir en un orden más perceptivo
y saludable. Enfocarnos en niveles de conciencia más claros e involucrar al
cuerpo y su sabiduría.
EL TRABAJO CON EL CUERPO:
salir de lo domesticado.
En el cuerpo convergen la vida y
el espíritu, dos voluntades no domesticables. El cuerpo, cuando le damos
permiso para movilizar la energía y las memorias contenidas, reproduce por sí
mismo estados de liberación que disuelven las funciones del carácter,
procurándonos cambios internos y recuperando la función de la espontaneidad
asociada al placer. La salud emocional y el desbloqueo físico van parejos y
conducen a una mayor disponibilidad de la energía psíquica y espiritual.
La contracción muscular, el
dolor, la pérdida de flexibilidad, la falta de sensibilidad en áreas del
cuerpo, son síntomas de la rigidez emocional. En la fisonomía se manifiestan
las carencias que desde la infancia arrastramos por la desatención a las
necesidades y los deseos específicos. El ego, que se aleja de la sensibilidad
emocional, nos aleja a su vez del propio cuerpo, separándonos de la creatividad
y del gozo.
Al alejarnos del contacto real
con la sensibilidad, nos resistimos a que la vida fluya espontáneamente a través
de nosotros. El cuerpo busca naturalmente el placer en sintonía con la energía
sexual. Reencontrarnos con la sensibilidad es mágico: se traspasa la rigidez y
accede al placer de la liberación organísmica. Este es el objetivo del trabajo
con el movimiento expresivo y la bionenergética.
Somos energía disponible. El
bienestar emocional y la energía interna están en proporción directa. La
adecuada disponibilidad de esta energía permitirá regular nuestro placer y
viceversa. El cuerpo es un aliado para rescatar la unidad interna. La garganta,
la pelvis, los brazos, la respiración, la descarga energética, nos permiten
canalizar y expresar de forma que podemos volver a conectar los centros
separados: la mente, el corazón y los genitales. El cuerpo da mucha información
sobre todo esto: la forma de pisar, la sensación de arraigo, la facilidad para
el contacto con otros cuerpos, el estado de alerta o de abandono, como se
incorpora la expresión en la comunicación, la tensión de la mandíbula, etc.
Es necesario recuperar la
sensación de estar completamente vivos. El cuerpo devuelve el realismo a la
vida cotidiana. Te vuelves más propioceptivo. Nos reencuentra con el sentir, la
función que permite ser fieles a lo que nos sucede y no evadirnos en fantasías que
no nos pertenecen. Comenzamos a fluir. En este camino de sanación, las diversas
fijaciones completan su homeostasis, su equilibrio interno final. El tipo
esquizoide, recupera su derecho a existir de manera segura; el tipo oral, su
derecho a estar seguro en su propia necesidad; el psicopático a ser
autosuficiente; el masoquista a ser independiente; y el rígido a recuperar su
derecho a desear y procurar la satisfacción.
La experiencia óptima es autotélica, poderosa, salvaje.
Significa que yo identifico mi propósito,
me doto de las experiencias que necesito y completo la satisfacción a través de
mi movimiento único. Cuando me sano a través de mi cuerpo, percibo que tengo
muchos recursos internos para sentirme bien, para absorber permanentemente estados
de gozo. El cuerpo lo domestiqué, pero si lo libero, despiertan todas las
energías de la naturaleza que me recuerdan cual es mi origen, en conexión con
el sentido del ser.
Para mi fluir tiene que ver con atreverme a ser salvaje, es
decir, a no controlar la experiencia, no atar el presente, ser permeable a lo
que acontece a través de mi sentir no condicionado. Vivir liberado de los
miedos, es tomar la osadía de permitir que cada instante, cada emoción, cada
acontecimiento, me sorprendan en su forma única, y entregarme a esa experiencia
abarcante. Estar abierto a la vida con la certeza de que nada me puede hacer
dimitir de ser yo mismo, aquí y ahora, en plena conexión con las energías
primordiales que nos animan a todos/as: la energía para vivir, para sentir,
para estar presente, para amar y para manifestar lo que soy.
por Alfredo | Ene 24, 2020 | Avatar, Conciencia Extendida, Gran Espíritu, inteligencia intuitiva
Esta expresión está tomada de los
chamanes de la Amazonía. Los Mayas denominaban a este proceso: el “despertar de
tu cuerpo de jaguar”. Este animal vive sin miedo. Caza solo para alimentarse,
explora y descansa. Vive en la confianza de que la vida le proporciona lo que
necesita. Está asociado al poder sanador del espíritu y al Divino femenino. En
esta cultura Maya, los sacerdotes se llamaban Balams (Jaguares) y se convertían
en tales porque habían realizado ya un viaje simbólico al submundo, a lo más
profundo de sus miedos, conquistando el más difícil de todos: el miedo a la
muerte. Este viaje a lo Divino Femenino me resulta inspirador. Recojo la
invitación a encarnar la sabiduría del Jaguar, soltar el miedo a lo desconocido
y confiar.
Para soltar el miedo hay que
vivirlo. No es fácil. O la vida te lo pone de repente delante de forma
inevitable, o lo conquistas, sumergiéndote en alguna de tus memorias
pendientes. Al descender al inframundo el desafío es permanecer allí en
profunda aceptación, no salir despavorido. Como en la historia de la bella
Psiché, es el camino la verdadera iniciación en este aprendizaje. Cuando tocas
el terror de aquel escenario de infancia, o de aquel patrón inconsciente
antiguo, sientes que solo estás tú, tus propios fantasmas y tu respiración. El
plexo condensa el dolor y la angustia y apenas tu diafragma y un mantra
repetido infinitamente, te sirve de fino soporte ante la desesperación.
Personalmente lo he podido vivir.
Ha sido un proceso de limpieza en el que he experimentado como algo viejo,
inconsciente, moría dentro de mí. Un episodio de apego me condujo a la obsesión
por la pérdida y al miedo. Atravesando las excusas, las resistencias, las huidas,
etc., terminé por entregarme al dolor y acudí al origen de mi parálisis. Reviví
los sentimientos de terror que estaban ocultos para mí en una escena de mi niñez.
De niño viví el impacto que me producía la amenaza de perder a mamá en un
contexto de desesperación familiar. Mi
cuerpo pudo volver a sentir durante media hora el pavor de enfrentarse a este
escenario. Era mi cuerpo de niño el que temblaba, el que ahora completaba un
ciclo de expresión y de sostenimiento adulto.
Tras vivirlo entendí el poder
invalidante del miedo, la pérdida y la desesperación, y cómo experiencias así
condicionan nuestra libertad. Creo que el verdadero miedo que nos aterroriza no
es perder algo, sino el terror a no encontrarte a ti mismo al otro lado. Eso es
la muerte.
Pero cuando he resuelto ahí, veo que esto se puede
reenfocar. Cuando elijo ahora despertar a mi chamán, me propongo entre otras
cosas, familiarizarme con eso otro lado. Entiendo que en esta vida, mi energía
es útil para despertar el Jaguar interno y que puede vehicularme más allá de
las fronteras de la extinción. Ahora, después de vivir esa crisis y de tocar el
lugar donde experimenté el miedo a la desaparición, siento que puedo elegir y
que la muerte no me condiciona. Es más, me catapulta más lejos aún, si me preparo
con conciencia en la dirección de mi propósito. Es la promesa del Jaguar:
sentirnos en casa seguros, sin miedo, porque la vida proporciona todo lo que
necesitamos. Ahora que suelto la sumisión a una vida amenazada por el miedo, puedo
experimentar mis posibilidades de practicar formas nuevas de vida más cercanas
a mi satisfacción y a mis potencialidades espirituales. El miedo amenazaba de
muerte a mi ego, pero cuando lo traspaso, lo que trae es resurrección. Despierta
mi cuerpo de luz.
Hoy puedo experimentar otras
cosas. Me siento más unido a la naturaleza, a los animales, a los seres vivos.
Siento deseo de abandonarme a ella en el silencio y extraer su sabiduría mediante
la búsqueda de la visión. Entiendo la importancia de la alimentación para
desintoxicar mi cuerpo y que me aporte la máxima lucidez. Creo en el nagual, el
mundo del espíritu infinitamente más grande que esta pequeña dimensión espacio
temporal que ocupo, a donde puedo acudir a través de la ensoñación o la
conexión de mi intuición chamánica. Allí puedo comprender aspectos de la
realidad y recordar que existe un plan maestro que va por delante de mí. Siento que mi respiración es una permanente
aliada para mis estados emocionales.
Emerge la potencialidad de mi Dios y mi Diosa interna que abordan la
relación con lo femenino desde un lugar de amor y libertad como no había
experimentado antes. Ahora, en definitiva, ya puedo estar tranquilo, ya sé que
no tengo nada bajo control. Quiero dejar la vida muy vivo.
Te invito a completar una acción chamánica. El miedo se nutre de un rol, un personaje sin el cual sentimos que desaparecemos. Por eso, te animo a quemar tus roles, los condenamos a la muerte. Escribe aquellos roles que crees que sostienen tu identidad cotidiana, también los roles con los que te mueves en ocasiones y con los que aparentemente buscas sentirte especialmente amado o seguro. Quema tu rol de hijo/a; tu rol de persona sociable; valiente; tu profesional bien considerado. Quema tu rol de amante; de sanador de otros. De víctima. Suéltalo y experimenta como es morir a esa parte de ti. Observa cómo llega la sensación de no ser nadie, de perder tus recursos para sentirte visto y amado. Ríndete. Aquí, contemplando y respirando esto, es donde comienzas a estar más vivo.
ALFREDO C. DOMBÓN