por Alfredo | May 31, 2021 | Gran Espíritu, inteligencia intuitiva
Verdaderamente la naturaleza es mi casa, el lugar del que vengo, mi hogar espiritual. Es mi cuarta búsqueda de la visión. Esta vez me llevo una sensación poderosa de sanación. Reconozco cuanto poder tiene la naturaleza. Me pongo en sus manos. Me acerco al misterio, no lo puedo abarcar. Quiero abandonarme con perseverancia a este estado. Sé que la claridad llega por revelación. Al abandonarme, toda la energía que habitualmente derrocho, se pone a mi favor. Reconozco que yo soy la suma de mi poder personal, por eso elijo hacerme responsable de mi energía.
He llegado con una sensación de gozo por el amor que estoy viviendo. Me encuentro muy feliz. Percibo como me alimenta el amor. Me coloca en un energía adecuada, con mi corazón por delante. Me trae calma y quietud. La experiencia amorosa y tántrica me abre a la presencia, y tomo esta energía poderosa en mi para iniciar esta búsqueda. En esta ocasión he experimentado dos regresiones y dos ascensos al Nagual. Me han hecho comprender aspectos profundos de mi momento, de mi camino de despertar.
Voy dejándome fluir en el silencio, hecho de brisa y cantos de pájaros envueltos en primavera, en este paraje singular. Según me vienen las intenciones, muevo la energía. Me entrego a lo que venga: invocar, evocar, cantar, abrir mi percepción, visualizar, dialogar con los elementos, con los seres, escuchar mi voz interna, ascender al Nagual, crear estados, enfocarme en la magia, elaborar una reflexión a través de una idea lúcida que se me regala. El truco de la búsqueda es estar, permanecer. También darse cuenta de que la mente se entretiene y entonces, saber esperar y confiar. Como guerrero dejo que el pensamiento disuelva sus propias contradicciones y me entrego al no saber. El poder existe, se mueve, está más allá de mi comprensión. Actuar en alianza con el poder y el misterio, derrota las creencias. Confío en lo que sucede cuando la magia del universo se apodera de mi.
Me llega a la mañana siguiente una primera intuición, me percato del sentido de esta búsqueda: disolver formas de la rabia de mi carácter, completando el abrazo al dolor que inicié hace tiempo. Entiendo así el sentido de esta búsqueda, me alegra verlo. Soy consciente de que el guerrero que llevo dentro sostiene su compromiso de sanación como premisa para aumentar mi conexión con el espíritu.
Comienzo uno de esos paseos sin rumbo entre árboles, sintiendo que toda la naturaleza me acompaña. Esta vida es un viaje entre la polaridad del dolor y el anhelo del éxtasis. En el deseo hay fuerza, movimiento, sinergia. Tomamos el deseo para viajar en las polaridades. Me siento junto a un gran algarrobo. Le digo que me hable de todo esto: me muestra la mágica integración a la que tiendo cuando aprendo a abrazar el dolor, ya que esto despierta en mi la compasión más potente hacia la fragilidad. Al mismo tiempo, esto me permite construir mi poder y determinación, mi estructura y mi amor. ¡Qué potente! Abrazar el dolor despierta la compasión y se combinan en una polaridad fascinante. Tener una polaridad integrada da mucha energía. No quiero negar ninguna de las dos.
Encuentro caminando una piedra singular, amplia y plana, empotrada en el suelo, como un altar labrado hace tiempo en la roca. He llegado de forma casual. Me invita a tumbarme. Invoco la disolución de mi rabia y su transmutación en un abrazo amable al dolor. Y en esta posición, con la mirada puesta en las ramas de un árbol que me cubre en esta ara improvisada, de nuevo se me revelan cosas. Veo la polaridad que componen la agresión, la rabia, la ira y la defensa, por un lado, y la ternura y la compasión por otro. Caigo en la cuenta que la mutación pasa por la alquimia del dolor. Solo así se despeja la vía para la dulzura del corazón. Incorporo un mantra para cuando siento rabia: me duele mucho esto, siento mucha rabia y elijo atender mi rabia hasta poder abrazar mi dolor. Lo repito y lo grabo dentro de mi.
Vuelvo a mi espacio donde tengo una tela y el tambor. Después de tocar un rato me tumbo, me ha llevado a respirar de una manera particular, más conectado. Me viene la pregunta sobre la vía del chamán. Celebro haber descubierto en mi itinerario de vida esta forma auténtica de compromiso con mi despertar. En este momento le pregunto al Espíritu: ¿qué es el chamanismo? Me responde: la libertad espiritual. ¿En qué consiste? en manejar la energía. ¿Como se maneja? Le vuelvo a preguntar. Entendiendo la polaridad, me dice. En ese momento empieza a fluir dentro de mí una explicación, apareciendo con claridad, con la mente como testigo. Me dice: se maneja así; de un lado venimos con toda la densidad genética pendiente de sanar, que heredamos y que condiciona nuestros estados del ser, es el karma. Pero en el otro polo está nuestra capacidad para elegir, el poder de nuestra conciencia para configurar la realidad como deseamos a través de la visualización creadora, eligiendo con la intención dónde quiero ir. Es un poder específico de nuestra condición. En medio se sitúan los elementos del carácter condicionado por la sombra del ego, que oculta dentro la propia virtud. Donde hay polaridad hay energía. Lo único que podemos hacer es aprovechar esa energía en esta dimensión que es un conglomerado de polaridades, energía para crear, y hacerlo en el lado de la conciencia. Me dedico un tiempo a integrar este conocimiento. Es revelador ver los mecanismos de la existencia con nitidez. Me fascina la claridad.
El segundo día tengo un rato difícil. Me duele el cuerpo, la energía la tengo muy atascada, siento mucha inquietud física e incomodidad. Confío en la naturaleza, en sus tiempos y su sabiduría. Ella me espera. Entro en contacto con la ansiedad del no hacer, de la espera. Percibo lo adictiva que es la comida. Veo mi manera de comer sin escuchar mi cuerpo. Mi mente no para de planificar, le encanta y me cuesta salir. Confío en el tambor. Purifico mi ansiedad, mi necesidad permanente de encadenar tareas, de moverme. Invoco mi limpieza con el tambor. Permanezco un rato hasta que me envuelve el ritmo y me trasporta.
Tomar el poder pasa por restar fuerza al hacer cotidiano y al auto reflejo, la importancia personal. Quitar énfasis, dedicar la energía a través del reposo a los campos sutiles de la acción espiritual. Soltar las agendas del yo, desmantelar tanta energía atrapada. Cuando me rindo a mi poder interior, ninguna necesidad me arrastra. Veo algo más curioso aún: cómo funciona dentro el mecanismo de víctima. En el pasado le di fuerza al hecho de pensar que estoy condicionado por mis vivencias, por mis padres, por lo que no he tenido, etc., y eso me hace justificar muchas cosas. Error.
EL poder supone cambiar esto. Tiene que ver con la capacidad de ser fluido y libre. “Libre de” las expectativas, creencias, suposiciones y miedos. Si elimino esto quitándole poder, me aguarda la experiencia del gozo. El gozo no es la simple gratificación autocomplaciente. Para llegar al gozo tengo que vivir el equilibrio entre la sobriedad y la entrega.
Me tumbo en la tienda y pongo el foco en acceder a mi primera regresión. Entro tras un rato de esperar a que la mente se apacigüe. Soy granjera, vivo en un espacio pequeño. Cuido las gallinas y atiendo la cocina. Mi marido, agricultor, llega hacia el atardecer cada día. Es un lector ávido de libros de historia. Cada noche me relata episodios que me hacen viajar con mi fantasía. Es el único momento de placer, como lo es el contacto con la vida, viendo pasar las estaciones con las que conecto y con el trascurrir del tiempo. No tengo hijos. Todo es rutinario y austero. Acudo al final de mi vida. Estoy sola. Miro por la ventana, sé que esa primavera es la última estación del año para mí. Veo mi cuerpo de anciana con un camisón. Abrazo el dolor que supone aceptar una vida sin grandes estímulos, sobria. Apenas había vivido experiencias, pero sentía un poso de alegría auténtica. Estaba bien. Me abandonaba al curso de la vida. Siento mucha confianza ahora. Esta vida me trae una alianza muy bonita con los ciclos de la vida y la naturaleza. Asumo con mucha tranquilidad el final. Es extraordinario mi sentimiento de abandono confiado a transitar la muerte. Me conecta con aceptar los límites de la vida, con la alegría contenida en la sobriedad y con la importancia del amor sostenido, sencillo. Abrazo esta claridad.
Invoco la magia. Observo como tengo mucha motivación para pensar en las situaciones de personas queridas y ensayar la magia. Invoco la sanación y ensayo esta práctica. Imagino a las personas logrando estados de mayor bienestar y consiguiendo situaciones más satisfactorias en su vida. Me da placer. Para ello ideo situaciones concretas en las que se da esa realidad. Las visualizo y las conecto con mi emoción. Invoco también la magia para mí. Recuerdo la frase que me impactaba recientemente: lo que sale de Dios vuelve a Dios. Si yo vuelco una mirada y una intención como Dios, la realidad me devuelve eso que yo proyecto y programo, como Dios que soy. Sanación, respuesta amorosa, lo que sea. Practico la fe. Me parece un ámbito de poder fascinante. Me comprometo conmigo a explorar más esta faceta.
Es de noche. Me despierto y me asomo a ver el cielo estrellado. El silencio del bosque ahora me hace conectarme con la vida que hay contenida en todo lo que me rodeo, extraordinaria. Donde aparentemente no hay nada, hay mucha presencia, misterio lleno de noticias que me esperan. Me atrapa el espectáculo de la naturaleza en profunda calma. Vaya regalazo.
Me tumbo y comienzo un nuevo viaje al Nagual. La técnica ya me resulta familiar. Aparezco de nuevo en la cueva donde otras veces me he visto con una anciana chamana. Entro y la encuentro como siempre, disponible a devolverme sabiduría. Me pide que mire al fuego. Me siento a su lado y me pregunta ¿Qué traes?, le digo: quiero saber cómo libero el corazón de los sentimientos de rabia y de miedo. Me dice que mire el fuego. Veo una escena bien conocida para mí: el niño de mi infancia abrazado a sus piernas y aterrorizado en el pasillo. Ella me dice: la alquimia consiste en cambiar la rabia por dolor. ¿Cómo lo hago? Le pregunto. Me ha hecho volver a mirar el fuego y he visto el niño saliendo de casa, decidido, con fuerza, convirtiéndose en hombre. Entonces me ha llegado esta afirmación de poder: yo doy el amor que quiero en tiempo y forma, y esto es adecuado para mí. No hay exigencia en el amor. Lo doy a mi manera, escuchando mi necesidad. Y no dudo de que eso es amor. Suelto el requerimiento. Puedo decir por ejemplo: yo te quiero, solo que ahora, no puedo; solo que así no; solo que esto no puedo hacerlo. Te quiero, pero esto elijo no hacerlo. Te quiero y no dudo de mi amor. Y estoy en paz.
Abrazo a mi niño aterrorizado por el dolor y la culpa. Salgo a un estado de lucidez. Así como el deseo trae de la mano el miedo y empuja a que los atravieses, el amor invita a abrazar el dolor. El deseo invita a que muevas el miedo y cuando te entregas al amor de la mano de esos miedos, completas el viaje más potente que es la sanación del dolor a través del amor. Entiendo ahora este universal. Confío en el poder transmutador del amor, me trae mucha claridad y quiero entregarme a esta vivencia. Ahora sí siento fuerza para abrazar el dolor, el propio y el de las personas que amo. Percibo un cambio potente dentro de mí. Lo integro, dejo sentirlo dentro durante largo rato. Me duermo.
Al día siguiente, en el segundo ascenso al Nagual, completo la experiencia. Pongo la intención de nuevo en sanar la rabia y entrar en la dulzura. Inicio la visión, como siempre, dando prioridad a mi mente intuitiva y dando espacio a lo que aparece, para que el relato vaya fluyendo en automático. Me he encontrado a lo pies de un árbol descomunal. En el tronco un hueco me permitía sentarme como empotrado en la madera. De alguna forma me abraza. Me dice que él, para ser así de fuerte y pacífico no ha hecho nada más que estar ahí. Sentía como inhalaba aire por las raíces y expiraba por las hojas, y viceversa. Percibía su poder al mismo tiempo que experimentaba como absorbía mi rabia en este movimiento respiratorio.
En un momento dado me pregunta si tengo fe. Le respondo que quiero practicarla. Al instante ha llegado la figura de Cristo y me ha mirado a los ojos. Se ha señalado el corazón con dos de sus dedos, lo cual me ha conectado con la ternura y con un fuerte sentimiento amoroso. Esta vez es él el que me pregunta si creo en él, le digo que sí. Entonces me responde: queda sanado. Me inunda una sensación extraordinaria de paz. Al instante me dice: veo a tu niño aterrorizado. Inmediatamente aparece mi padre. Acudo por impulso a abrazarme a su pecho. Por primera vez mi cuerpo experimenta una ternura abundante en contacto con él. En este instante me rindo emocionado a sentirlo como padre amoroso y tierno. ¡Es tan sanador sentir esto! Él me habla y me dice: lo siento, yo no pude aplacar mi rabia y me ahogué, pero tú si puedes. Me deja profundamente conmovido. Cuanta sanación cada vez que restauro la energía masculina desde el corazón.
Me despierto de madrugada y de nuevo me asomo para disfrutar de la fascinante bóveda celeste. Me doy cuenta de que, despertarme a esa hora, es una invitación de la vida a poner energía en la ensoñación. Me da alegría entenderlo, así lo haré. De momento me entretengo en hablar con las tres cartas del Simbolón que extraje antes de iniciar esta búsqueda. Me pongo a la escucha. Es sorprendente, cada vez es más fácil visualizar, cada vez es más natural recibir ideas claras desde la percepción ampliada.
La primera carta del Simbolón dice que trabaje mi magia, que no haga nada, que no me pelee con nada y que proteja la paz, como el guerrero. Que practique la fe, que el universo me inunda de bienes y que trabaje mis estados internos, ya que todo lo que necesite que venga, vendrá. La segunda carta me dice que cada persona tenemos un viaje espiritual único y personal. Que cuando estoy en una relación sintonizada, este viaje se amplifica y se puede llevar más lejos. Que no me pierda en las vicisitudes de la relación, los guiones argumentales, que nos enfoquemos en el viaje espiritual. Que no me acomode ni me pierda en las complejidades innecesarias. Que descubra la peculiaridad y el valor especial de cada uno en el viaje espiritual. La tercera me habla de que pronto sabre lo que estar al servicio del espíritu y de la intuición. Me fascina la claridad con la que llegan las palabras. No provienen de mi, pero están en mi, no es mi mente, pero mi mente hace de testigo.
Dejo para el final la historia que más me ha marcado en esta búsqueda. Es la segunda regresión en la que tuve mucha claridad en la experiencia. La viví tumbado debajo de un árbol. Yo era niño en el continente americano en tiempos del descubrimiento. Caminaba y jugaba con el agua a orillas del mar. Observo de repente un galeón al fondo, es la primera vez que avisto algo así y me extraña su forma a la vez que excita mi curiosidad. Subo la pendiente de arena que me separa del poblado hecho de chozas y según llego, ya salen todos a verlo, se han percatado de ese extraño objeto navegante. Me abrazo nítidamente a la pierna izquierda de mamá mientras observo con curiosidad y sintiéndome protegido por la tribu. Todos vestimos con una tela similar, color crema y con una cenefa. Somos morenos de pelo liso y bellísimos.
Salto de escena. Soy ahora el guerrero jefe de la tribu. Voy al frente con varios guerreros conmigo y me acerco a un capitán español que ha atracado el galeón junto a nuestro poblado. Están en la orilla. Traen sus vestimentas acorazadas, sus armas de pólvora y un baúl con bisuterías. Hay un traductor a su derecha y numerosos marineros le acompañan. Me dice que quiere asentarse aquí, en esta tierra. Entiendo que solicita permiso. Yo le digo que el sol brilla para todos los que habitan aquí y que la lluvia cae sobre quienes descansan en esta tierra sin distinción y que, siendo así, nosotros no tenemos poder para decidir quién quiere vivir aquí. No somos dueños de nada. Ellos me dicen que me traen regalos de su país en ese baúl como muestra de cortesía para instalarse en la tierra. Les digo que, si quieren regalarme eso, bien, pero no será para comprar un permiso que no puedo darles. Nosotros cazamos, pescamos y cuidamos a los niños. Defendemos y preservamos el mayor bien: la paz. Se regocijan en mi respuesta. Nos despedimos. En ese momento les expreso: conoceré vuestros corazones.
Salto de escena. Soy más anciano y me acerco con mi caballo a un fuerte construido por los conquistadores. Entro y me siento frente a un capitán con el que me he citado para conversar. Estamos en un patio de arena. Allí le digo que he distinguido sus corazones. Abro toda mi expresión y con fuerza les digo como siento que los guía la rabia, al afán de poder y la venganza. El me dice que solo obedece órdenes de Castilla. Yo le digo que me entristece. Nosotros solo obedecemos a la vida, la naturaleza y únicamente nos guía nuestro corazón que sirve a la paz. Le pido que no se acerquen a nuestros hijos, que los corrompen. Y me voy.
Soy un guerrero de paz. Me conmueve sentir dentro de mi esta fuerza que no depende de lo que hago ni de como me defiendo, sino que reside en el poder de mi corazón y mi palabra. Siento dentro de mi una poderosa energía que nace de la renuncia a toda lucha. No soy dueño de nada. Siento con más claridad como es rendirse a mi poder interior. No hay nada que hacer, está hecho todo, esto me completa. Disuelvo la rabia, es un mecanismo viejo de huida del dolor. Invoco la paz, un bien espiritual dentro de mi.
Hay mucha novedad en esta experiencia junto a la naturaleza. Me da más de lo que necesito, no tengo ni que pedirlo. Ya no busco tanto obtener respuestas concretas a mis dilemas, sino simplemente recibir la sabiduría del nagual en cada presente. Reactivo la atención creativa, confío en las posibilidades de la percepción, y llega la novedad: existe un vasto campo de poder en el no hacer y la apertura a la visión interna.
Veo muy claramente como todo esto ya lo tuvimos y simplemente lo hemos olvidado: la confianza en el poder de la naturaleza, la apertura de los sentidos sutiles, la conexión energética con el cuerpo y la danza, la capacidad de entrar en estados de visión y de claridad. Lo denso me enreda. No hay espacio para el milagro. Cada búsqueda me abro más a la vida del espíritu.
Retorno con una extraordinaria sensación de paz. Mi guerrero me ha impregnado de presencia y de poder. Entiendo el significado de abrazar el dolor. Puedo con ello. Quiero poner más consciencia en la comida. Estar aquí tres días me coloca ante mis límites y me da la oportunidad de romper la estabilidad de mi mente y mi ego para recuperar el auténtico equilibrio.
por Susi | Nov 6, 2020 | Gran Espíritu
Hoy regreso del bosque, arropada
por la envoltura de vitalidad luminosa de la Naturaleza. Recordando que la
salud es un estado de equilibrio interior del organismo humano donde
mente-cuerpo-emoción-espíritu están imbricados y son inseparables. Donde mi
sistema inmune se fortalece cuando yo me alineo con el propósito de mi
existencia, y cuando prevalecen sentimientos de motivación, amor, confianza,
entrega y alegría en mi cotidianidad porque estoy haciendo lo que quiero hacer,
porque me relaciono con quien quiero y doy-recibo nutrición e intercambios
creativos en mis relaciones de confianza.
Llevo años y años trabajando el
miedo a la muerte, por eso puedo decir que el miedo a la muerte no es en
realidad temor a la muerte del cuerpo, como la mente nos incita a creer. El
miedo a la muerte es el miedo a los espacios de la experiencia donde el ego
pierde el control y el poder regresa a otros lugares del corazón, y el miedo no
es nuestro, si no del ego, al que nosotros estamos identificados de manera
automática sin darnos cuenta que no somos eso.
Cuando tengo miedo a la muerte,
lo que realmente ocurre es que mi ego tiene miedo a perder su poder y me
susurra delirios paranoicos al oído para asegurarse que sigue siendo el jefe de
mi existencia. Cuando yo conquisto espacios de observación en mi presencia
puedo respirar el miedo y deshacer toda la elaboración mental, soltar las
creencias que me condicionan en una respuesta automática, ahí empiezo a habitar
mi libertad y comprender que la muerte es una energía que está presente en el
vacío, en la retirada, en las despedidas, en los cierres, en las separaciones,
en el desapego, de forma natural en la vida.
Salgo de casa por la mañana. Cuando
llego al bosque siento el saludo alegre y vibrante de la naturaleza. Los
árboles me van indicando por donde adentrarme y acampar guiándome a un espacio
con varias encinas próximas a una pared rocosa. El muro de piedra puede tener
tres metros de alto y puedo escalarlo con facilidad hasta una cima donde se
divisa el paisaje de montañas y las copas de los árboles de la dehesa.
Siento una profunda alegría de
regalarme a mí misma tres días en el bosque para la pura presencia y
observación de todo. Sin planes, más que estar presente. Sin rutinas, y en
ayuno.
Suelto todas las cosas que traigo
y ato una hamaca entre dos acebuches jóvenes, donde da el sol de lleno y
simplemente me tumbo para sentir. Me abandono al instante presente. Acabo de
llegar al bosque y tengo mucha energía. Quiero empezar el trabajo interior, así
que le doy la voz al ego. Traigo un sentimiento de amargura que me suscita una
relación y lo quiero revisar estos días. Empiezo por mi enredo y confusión, y toda
esa densidad la sitúo en mi ego.
¡Habla ego! ¡quiero verte sin
tapujos!
-Soy el ego de Susi –adopto esta
identidad del ego y ahora mi voz es
como si mi ego, diferente de otras partes de mi, hablara -me siento muy
inferior, me siento muy pequeño, y es que realmente no soy nada, me siento una
mierda, intento aparentar fuerza, me gustan mucho los iconos de fuerza como el
chamán, la guerrera, me encanta la visionaria, la vidente, la psíquica con
poderes paranormales. Todos son lugares grandiosos en mi fantasía para sentir
un poco de poder y ahí me escondo como ego. Realmente estimulo a Susi para que
desarrolle estos dones, la autonomía, la fuerza, la visión, etc… que son suyos
pero ahí me escondo yo. En realidad me aprovecho de ella. Ella disfrutaría el
momento y ya está. Pero yo voy diciendo yo
soy chamana intentando buscar la superioridad todo el tiempo, inflamando mi
orgullo, mi arrogancia, mi vanidad. Ahora estoy con Susi en un retiro chamánico
y no sé qué hacer con mi vida, quiero morirme porque nadie me quiere, no me gusto
como soy, todo lo que hago lo hago de forma automática, lo hago porque estoy
adiestrada como un perro a hacer lo que hago. He aprendido a hacerlo y lo
repito, no sé hacer otra cosa. Necesito también víctimas para sentir
superioridad, chupar la energía de los demás. También necesito engrandecer a
alguien, sentir que es muy superior a mí. Toda mi admiración puesta fuera.
¡Claro!, Susi necesita abrir su corazón y hacemos este trueque. Como yo
parasito a un humano pues también tengo que hacer que el humano pueda vivir. El
humano necesita abrir el corazón, al menos una rendija, si no se muere. Así que
yo idealizo a alguien poniéndolo en un lugar de superioridad en mi vida y así
Susi puede sentir un poco su corazón. Tengo que darle alguna salida a este
humano que tengo parasitado, Susi. Aunque esta persona que yo coloque en un
lugar de superioridad siempre va a ser alguien con quien mantengamos las
distancias. Me aseguro de elegir a alguien donde siempre vaya a existir
distancia. Elijo a alguien que sea muy incompatible con Susi, y le dejo a ella
que abra un poco su corazón. Yo sé que la distancia nunca se va a superar
porque ya lo he calculado, pero Susi entra en un anhelo de amor que la tiene
entretenida y con el corazón encendido, que es de donde yo chupo más energía.
Yo también hago cosas para que esta distancia no se acorte. Yo no quiero amor.
En el amor yo desaparezco, así que saboteo todas las posibilidades de amor real.
En este sentido el amor romántico es muy útil. Y si yo desaparezco pues ya no
puedo valorar lo que es bueno y lo que es malo… la energía de la importancia
personal, yo soy el juez quien dictamina lo que es bueno, lo que es malo, y soy
como dios porque estoy creando el universo con un criterio de perfección: esto es bueno, esto es malo, de esto más, de
esto menos… toda mi vida es un fraude, es todo mentira… pero ya no consigo
engañar a nadie. Ahora soy visible. Susi le da poder a las personas que ama
para que la confronten, ella está aprendiendo a darse cuenta que ella no es yo,
el ego. Así que cuando la confrontan a ella, en realidad me lo hacen a mí y yo
me debilito y Susi se siente más libre de mí. Soy un desecho, soy estiércol,
todo lo que creo que sé… no sé nada. Me quiero morir. He venido al bosque a
morir como ego.
Cuando le doy la voz a mi ego,
éste dice todo esto. He venido a disolver la densidad de mi sombra, la que se
mueve en mi plexo y aligerar la carga con la ayuda de los aliados de la
naturaleza. Quiero transmutar. Quiero acunarme a mí misma. Quiero abrazar mi
sombra para quitarle la inflamación, para sentirme en la unidad.
Elijo un sitio al lado de la roca
para montar una tienda de campaña. Por la noche hace frío y necesito
resguardarme. Cuando la dejo lista siento el entusiasmo de mi niña interior que
percibe que está en casa y posee todo lo necesario para vivir el presente: un
refugio, una hamaca, una almohada, un saco de dormir, una manta, un aislante
inflable, dos litros de agua, cero comida. Un expansivo sentimiento de gratitud
me embarga. Mi corazón se deleita.
Cambio de sitio la hamaca. Subo
la roca hasta la cima y la ato entre dos árboles, acebuches jóvenes también,
desde ahí puedo contemplar el paisaje con una visión amplia. Sobre las 18h cae
el sol y desde este mirador privilegiado puedo agasajar mi espíritu con la explosión
de colores malvas, naranjas y estelas entre las nubes del cielo de otoño.
Subo y bajo la roca muchas veces.
Conforme paso tiempo sin comer se amplifican mis resistencias a la acción y me
vuelvo más lenta para realizar cualquier movimiento. Esto me proporciona un
lugar de autoobservación sobre cómo emprendo la acción y qué me lo impide. Tomo
nota de todo.
Estoy en la hamaca y me regocijo
en un mecimiento muy agradable. Voy asimilando un nuevo orden mental dentro de
mi en busca de la claridad. Estoy recapitulando la relación con lo masculino
desde 2015 a la actualidad. Cuando llego a noviembre de 2019 me doy cuenta que
está todo sanado. Desde ese momento prevalece la salud afectiva con lo
masculino si bien la inercia hace parecer que aún estoy en proceso de sanación.
Pero lo percibo una y otra vez, lo integro en mi sentimiento. Está todo sanado
ya. No hay motivo para reproches, no hay motivos para conflictos, no hay
desigualdad, no hay confusión, no hay demanda desde la carencia. En ese estado
de sanación también ha quedado todo clarificado. Reconozco el acuerdo que
existe con mi hombre interior. Ya lo sabemos los dos, mi hombre y yo. Él no me
permite la dependencia como una huida de tomar mi poder, quiere que brille por mí
misma y no me esconda en el refugio de una relación de pareja. No me va a dejar
que llene mi vacío con él. Responde a mi llamada si la realizo desde mi autonomía
creativa, desde la abundancia afectiva que pretende acercarse a otro para compartir
el ser, no para completar la carencia. Ya he aprendido demasiadas veces que la
carencia no se completa con algo externo, y tampoco con un hombre externo. La
carencia es el lugar de la herida que yo aprendo a abrazar, a respirar, a
permitir y a naturalizar como algo más, la seña de identidad de mi origen, ni
más ni menos, un rasgo más en mi arquitectura psíquica. Absurdo es empeñarse en
que no esté, en empeñarse en taparla, en empeñarse en curarla. La sanación es
aceptarla y respirarla tantas veces como se active sin huir de los estados que
surgen cuando la herida es tocada. Cuanta más presencia en respirarla, más
breve será su visita, menos durará la angustia y antes será el tránsito. Me
pido mucha presencia en todos mis estados, y mucha paciencia, amor propio y templanza.
Estoy recapitulando por fechas
que escribo en mi cuaderno, recuerdos de momentos en mis relaciones con los
hombres. Algún hombre destaca mucho en estos últimos años. Me encanta recordar
la fecha exacta, el placer de los números asociados a pasajes emocionales. Mientras
me entretengo en el recuerdo voy respirando la densidad. Entro en momentos del
pasado donde hubo dolor y lo resiento. Lo recibo con todo el cuerpo y lo
respiro. Me doy el tiempo para permanecer ahí.
El dolor que siento es el
rechazo. No sentirme elegida por el hombre. Recuerdos donde él no me dio el
sitio que yo esperaba. Entro en estos estados de amargura, disgusto, rencor, y
a veces brota un estado de venganza que imagina todo lo que haría a un hombre
concreto para saldar las cuentas, y hacer un trueque tipo ojo por ojo, diente
por diente. Se apodera de mi la furia, luego se disuelve. Tengo mucho tiempo
para transitar los estados que van llegando y se van marchando.
Mi hombre interno me mira a los
ojos y me pide que lo escuche. Está visiblemente enfadado conmigo. Yo prometo
permanecer en la escucha.
-Eres dependiente de los hombres,
¡quiero que despiertes de tu automatismo! –me dice mi hombre interno –yo existo,
pero para que me veas tienes que quedarte sola, habitar tu soledad y mirar de
frente tu herida en la autoestima. Te duele el rechazo y el dolor es y se va.
Pero tú evitas sentir el rechazo como si fueras la niña que su papá no abraza
en deliciosa ternura. La niña que no sabe y no puede gestionar el insoportable
dolor. Ahora siéntate ahí donde mismo estás y escucha lo que no me gusta de ti.
Escúchalo en tu pecho. Respira cómo te hiere el sentimiento de rechazo fijado
en tu corazón, que yo toco cada vez que te nombro aquello que no me gusta de
ti. Eres muy frágil y cuando no te haces cargo de tu fragilidad buscas a
alguien para volcar tu caos emocional y enredarlo con tu fuerza psíquica, que
tienes mucha, por eso eres peligrosa. Hazte cargo de tu fragilidad y ve hacia
dentro cuando emerja. Eres tu mejor acompañante y cuando te acompañes yo me
acercaré a ti, me convertiré en la templanza y la serenidad que necesitas para
habitar tu vulnerabilidad. Confía en mi y suelta a todos los hombres. Disuelve
tus expectativas y reconoce tus necesidades reales de compañía masculina, de
amor, de sexo, y recibe al hombre corriente que abunda en tu vida con tantos
rostros y que en esencia soy yo. No seas exigente ni caprichosa. No pases
hambre. La vida siempre te va a proporcionar los mejores alimentos para tu
nutrición.
En mi pecho explota la coraza que
recubre la herida. Yo misma he configurado la emboscada a mi ego en plena
naturaleza, para darle la medicina que me devuelve la ternura.
Despierto de madrugada, otra vez
en contacto con la angustia del rechazo. Estoy desesperada. He descansado un rato
y de nuevo volvemos a la negociación. El ego no quiere claudicar. Y yo ya no
puedo más con mis rasgos automáticos de personalidad que están creando el
sufrimiento. Pido ayuda y entro en el llanto. Ahora llamo a mi abuela y a mi
abuelo.
-¡Ayúdame, abuelita, abuelito! –pido
ayuda con un sollozo de desesperación –fue muy dura tu partida, abuelita. El 8
de febrero de 2006 llegué a casa después de un día de trabajo y estabas
afectada en el sillón por un ictus que te tenía inmovilizada y sin habla. Tus
ojos miraban a algún sitio… y movías tu brazo izquierdo, con la mano parecía
que te ajustabas el suéter en un bucle terrorífico de donde no podías salir. Yo
me hice amor desesperado y salvaje, gritándote te quiero continuamente para que te lo llevaras a tu muerte. El
equipo de urgencia del hospital terminó llorando conmigo ante mi sentimiento de
abandono inconsolable. Yo era una niña perdida de 5 años en el cuerpo de una
mujer de 30. Me brotaba del plexo solar un sentimiento de culpabilidad que
había sido gestado desde tu reproche tantas veces repetido con el que te
quejabas de no ser cuidada por mi como tú deseabas. Querías que pasara tiempo
contigo y yo simplemente vivía en tu casa orientada a mi placer, fluyendo entre
mis amigos, mi amante, mis entretenimientos, el MDMA, la música electrónica, lo
que a mí se me antojara en cada momento, después vino mi pareja, Juan, mis
ausencias de días y días, el Shiatsu… y tú demandabas mi presencia en casa con
queja, con llamadas al teléfono con tristeza, pidiendo que volviera a casa,
lanzabas tu consabido mensaje de alarma un
día vas a volver a casa y me encontrarás muerta ¿cuántas veces articulaste
esta amenaza? Oh abuela… ¡me lanzaste una maldición! Y cuando se hizo real,
todas las veces que yo me defendía con reactividad exagerada y rebelde a tus
maniobras para que yo me quedase en casa, se me vinieron de pronto al recuerdo
como momentos de fracaso en mi afectividad contigo, y la culpabilidad me atrapó
durante tres años que permanecí en duelo por tu muerte.
En medio de la noche en la dehesa
en soledad y silencio… Mi abuela me agradece el amor que bombeé para ella con
mi corazón ese día del accidente interior y los 4 días siguientes que tuvo para
despedirse en casa desde un estado de letargo hacia dentro antes de salir del
cuerpo para siempre. Se lo di todo en desesperación profunda. Viendo las orejas
del lobo del cierre de esta fase de nuestra relación. Le doné energía para su
tránsito. La rodee con una envoltura protectora y de amor para su momento de
desprendimiento definitivo de esta encarnación. Ahora ella me lo agradecía. Ahora
ella me acunaba, me abrazaba, me consolaba. Me liberaba de tener que repetir el
patrón de reproche por la ausencia de atención emocional que yo articulaba con
mis relaciones, como en lealtad a mi abuela tantas veces criticada y rechazada
por mi. Puedo observar la ley de todo lo que rechazas te persigue. Mi abuela y
su patrón de demanda emocional tantas veces rechazado por mi ahora me
pertenecía y yo no podía escapar de aquello que no quería mirar de frente. Como
en una pesadilla, ésta cesa cuando dejo de huir y miro al monstruo y le
pregunto si puedo ayudarle en algo, o qué quiere de mi. Los monstruos sólo
quieren ser vistos, cuando los miramos se transforman y se convierten en niños,
en animales o flores.
Año 2020, aún recuperando la paz
contigo, abuela. La justicia divina no para hasta el equilibrio y el cierre.
Aún de madrugada, vuelvo a
dormirme. Cuando despierto por la mañana siento mucha alegría. Hablo con mis
abuelos que visualizo sentados en piedras frente a mi amparados por las encinas
del monte. La humildad me acontece en el corazón y siento gratitud de la vida
con todo su recorrido.
Doy un salto en mi nivel de
vibración al día y medio de permanencia en el bosque. El resto del tiempo entro
continuamente en estados de gratitud y gozo que se alargan mientras observo las
ramas de los árboles, el cielo, las nubes, las tonalidades de luz, las caras
que se dibujan en las ramas, los troncos, las piedras, las hojas… veo hadas,
elementales, rostros de todo tipo dibujados en la forma de la naturaleza y
entablo diálogos.
Aprendo de mi energía. Estoy en
el bosque para aprender a amarme. Y mi energía me informa de cómo necesito el
cambio corporal, soy kinestésica fundamentalmente y muy activa, así el cuerpo
posee un radar intuitivo que yo aprendo a seguir.
Ahora quiero cambiar de sitio, a
lo alto de la roca, en la hamaca que me permite la visión amplia, cuando cumplo
mi deseo corporal siento una gran satisfacción que posee un tiempo de vida.
Cuando finaliza esta satisfacción siempre se me escapan pensamientos negativos
y sin embargo puedo pararlos observando mi necesidad de cambio físico. ¡Tengo
una niña hiperactiva dentro! Y ahora puedo aprender a cuidarla. Porque la mujer
que yo soy no tiene otro deseo en la vida que escuchar la orientación interior
para mi máxima satisfacción.
Me fascinan todas las opciones
que puedo darme a mí misma en un espacio limitado, en soledad en medio del
bosque. La ausencia de alimento me genera un brote de hambre que respiro, he
decidido comer una bellota que me ha regalado una de las encinas que me
circunda. Hago una ceremonia con la bellota. Se lo agradezco al bosque. La abro
por la mitad, tomo una de sus partes y la voy mordiendo lentamente masticando
con plena atención la carne blanda del fruto. Observo que cuando termino de
ingerir este mínimo alimento me emerge un sentimiento de placer presente en la
mucosa de mi boca y mi estómago. Cómo estoy disfrutando los cambios de estado,
como la ansiedad sólo busca atención aunque no sea atendida la necesidad
completa. Quiero aprender a atender mis necesidades.
Al atardecer tengo la voz en
plena inspiración y le hablo al sol.
-Oh sol, quiero ser como tú –me sobrecoge
el silencio del monte, el sol cayendo, las montañas –enséñame el camino de la
luz, quiero ser luz como tú. Sol, abre mi corazón, enciende mi corazón con tu
rayo dorado… ilumíname.
Entro en trance de gozo en un
abrazo al sol. Toda la energía masculina yang me reconoce ahora. Escucho a mi
compañero tocando el tambor al otro lado de la meseta, muy lejos de mi, su
sonido me acompaña, y me reconforta.
Como no como, a veces me siento
muy débil. Si acelero el paso mi corazón se siente apretado, y me fatigo. Entro
en instantes de cansancio extremo. Si subo la roca me mareo. Esto se convierte en
una inesperada ventaja. Me permite observar a cámara lenta mi estado de
satisfacción. Cuando siento molestias en el cuerpo y estoy tumbada en la
hamaca, descubro mi deseo de caminar. Toda la acción decidida es lentamente
realizada, sólo hay deseo de hacer, resistencias, paciencia, y acción. Puedo
verlo todo con detalles impresionantes. Me despierto por la mañana y no puedo
respirar dentro de la tienda. Quiero salir al exterior y lo hago en partes. Abro
la cremallera y descanso un rato, ya voy respirando el aire que entra. Lanzo el
aislante al exterior, después voy yo a trompicones y me tumbo. Voy a por el
saco porque la mañana es fría. Casi me duermo otra vez. Pero todo el cambio
contribuye a mi satisfacción permanente y esa soy yo, la que está cambiando. Este
reconocimiento a cómo soy realmente me despierta o me renueva el deseo profundo
de autoconocimiento, sobre todo en esa parte de mi de la que huyo a través de
establecer una relación de pareja o anhelarla. Esa parte de mí que no quiere
estar sola sin un hombre. Pues a la soledad voy, a descubrir el secreto que yo
misma me guardo.
La mujer libre que yo soy ama la
naturaleza en soledad.
por Alfredo | Abr 6, 2020 | Gran Espíritu
La búsqueda de la visión es un
trabajo personal de privación y aislamiento que propicia la comunicación con el
mundo espiritual y la profundización interna. Son diversas las formas que puede
tomar. El retiro en la naturaleza o en un espacio silencioso apropiado y la
dieta, estructuran una energía corporal y emocional adecuada para la apertura
de la mente nativa y el diálogo con la realidad no ordinaria. Su finalidad es
aumentar el poder interno y acercarse a experiencias de transformación a través
el diálogo con el espíritu.
El espíritu es una esencia
animada con inteligencia y grados de poder. Sus manifestaciones son muy
diversas y se comunica por canales muy variados y creativos. Todo está
atravesado por la conciencia, la energía universal, el ser, el espíritu, Dios,
lo que cada una identifique. Establecer un diálogo con esta esencia es parte
del aprendizaje de nuestro despertar de poder.
En esta búsqueda se practica la
“no compasión”, que en los términos de Castaneda es una deliberada opción por traspasar
nuestros límites, forzarnos en cierto modo a ir más allá del cansancio, el
sinsentido, el miedo, etc., y mantenerse en la presencia yo soy dentro de la aparente desesperación o caos.
La naturaleza es el escenario más
propicio. Existen lugares de poder, enclaves donde la energía está más presente
para este trabajo: cuevas, lago, cascada, montañas, árboles, etc. La naturaleza
es la aliada perfecta. La experiencia permite sentir como ésta es una
manifestación del espíritu, nos habla, revela aspectos de sentido, tiene poder,
formamos parte de ella, nos limpia y nos acompaña, podemos descansar en ella y
fundirnos en ella. Es un espacio para la disolución del ego un portal para la
comunicación con las realidades espirituales.
Utiliza la invocación, es la
forma de expresar el deseo de ayuda a los seres espirituales con los que se
realiza la experiencia. Abuelos (como genérico de antepasados), seres
compasivos, animales de poder, espíritus del lugar. Puedes invocar la alianza
de las energías de poder que reconozcas en tu vida: la energía crística, guías,
maestros/as, etc.
Suelta la mente y el tiempo. No
hay que hacer nada más que esperar a que el espíritu haga y a escuchar y
encontrar las formas sutiles por las cuales este se va manifestando.
Utiliza algún instrumento de
apoyo. Usa el sonido del tambor o de un instrumento que te permita mantener un
sonido rítmico y constante durante un rato con comodidad. El tambor se sabe que
altera el sistema nervioso central modificando la frecuencia del cerebro. Se
trata de reproducir una inmersión auditiva. Lo puedes acompañar de sonidos o
cantos espontáneos, deja que estos surjan de tu garganta, no los empujes.
Cuando lo sientas, inicia tu
diálogo. Espera que tu propia mente nativa intuya, sienta el contacto la
conexión con la realidad espiritual a través de la presencia de un ser amado,
un elemento de la naturaleza, un animal de poder. Dialoga con tu experiencia
interna. Deja que poco a poco, lo externo se vaya apoderando de lo interno.
DESPERTAR EL POTENCIAL BRUJA/CHAMÁN
Esta experiencia te introduce en
el universo de tus posibilidades chamánicas. El chamanismo es un sistema o
método para alcanzar la plena autonomía y autoridad espiritual, no para
entregarla a nadie. Es un camino de independencia, una disciplina que conduce a
la libertad en la práctica y el conocimiento del mundo espiritual. Va a
propiciar un proceso de integración de lo mental, lo emocional y de la
capacidad espiritual no mediatizada. El poder está dentro, pero hay que
elegir realizar un cambio deliberado de
conciencia. Esto requiere de un compromiso personal.
El uso de plantas, los trabajos
con la sombra, los aislamientos, la danza instintiva, la inmersión en la naturaleza,
los temazcales o cabañas de sudoración, los cantos prolongados, las prácticas
intuitivas, la visualización creativa, la ensoñación, son actividades que van
despertando en cualquier persona su poder espiritual.
Un primer paso es reconocer la
existencia de una realidad no ordinaria y la posibilidad de acceso. A partir de
ahí hay que ensayar, practicar el viaje no físico a otros registros,
dimensiones, mundos.
La bruja/chamán se acostumbra a
viajar al nagual (la realidad espiritual) y a salir del tonal (la realidad
material), y logra estar en cualquiera de las dos realidades a voluntad. Se dota
de recursos y prácticas para ese cambio de conciencia. Poco a poco van
internalizando cualidades de clarividencia o de sanación.
Primeramente adquiere el poder de la presencia: se apoya en su cuerpo
físico y energético. Toma conciencia de estar ubicado en su cuerpo, de sentirse
presente energéticamente, de que ese es el punto de partida. Se coloca ahí sin
mente y practica ese contacto con la energía que existe en su presencia física
y su cuerpo de luz.
A partir de ahí, inicias una nueva forma de captar a través de los
sentidos. Aprendes a ver con todos los sentidos muy despiertos, lo que va
configurando el ver con el corazón. La
comprensión se mueve con otros matices, otra configuración. Ahora la certeza
adquiere un carácter emocional. El tercer ojo se hace presente y la percepción
se hace más amplia. Cambia el lenguaje interno.
Comienza a practicar el diálogo con los seres. Da igual lo que sea que
se presente. Es una práctica. Todo son entidades energéticas (también las
enfermedades) y todas las almas pueden entrar en diálogo. Cuando habla con un
espíritu lo hace de igual a igual, sin ceder la responsabilidad. Ahora la
comunicación adquiere otros códigos. La bruja/chamán se acostumbra al lenguaje
metafórico. Los espíritus se expresan mediante experiencias o enseñanzas
simbólicas, parabólicas y metafóricas. Va más allá de lo literal y te conduce
al conocimiento profundo. Hay un trabajo de descodificación de la semántica del
universo en favor de otras personas y para su propio aprendizaje. En este
registro percibes como el corazón despierta y sana con metáforas curativas y
mensajes simbólicos. Toda la información que llega la vas registrando, va
configurando un escenario interno de sentido.
Inevitablemente irá emergiendo una conexión con la medicina. Hay una
comprensión de fondo en este viaje: todo te lleva a la sanación porque de algún
modo todo cura, todo sana. Por una parte tocar tus heridas y tu propia sanación
te abre la sensibilidad al dolor universal. Inevitablemente al principio el
espíritu te lleva a recapitular escenarios de tu propia vida, a sanar aspectos
pendientes. Hay que vivirlos. Seguidamente se despierta la cualidad de la
compasión: comenzamos a ver las situaciones de otras personas con una mirada que
busca apoyar, entender, sanar lo que otros sufren. Entonces buscas hacerte
presente a otras personas o conectarte con ellas para invocar en ellas la salud
y el bienestar. Emerge el corazón compasivo. Explora las formas que adquiere en
tu viaje ese propósito sanador.
EL ACCESO AL NAGUAL
Una práctica milenaria es la del
acceso al nagual. Ayudados de la visualización creativa, practicamos el cambiar
de plano, viajar a la realidad no ordinaria. Requiere de un esfuerzo y un
estado que la búsqueda de la visión precisamente propicia.
Tanto si estás en la naturaleza
como si eliges hacer esta práctica de manera puntual en un lugar silencioso de
tu casa, túmbate y cierra los ojos. Todo lo que vaya sucediendo a partir de
ahora, si lo deseas, lo puedes ir verbalizando, como describiendo en tiempo presente
y en voz alta.
Pon intención al viaje. Declara
tu misión, es importante. ¿Qué quieres hacer? Extraer alguna información,
acudir a dialogar con alguien, simplemente explorar esta dimensión, pedir
sanación…
Si dispones de una grabación de un tambor, utilízala de fondo. Es ideal que su duración sea de entre 20´a 30´. Abandonas la mente, puede pasar un rato, espera a que se calme. Apóyate en la respiración. Cuando sientas que estás dispuesto/a, te adentras en la visualización o imaginación activa creadora. Lo que haces no es simple inventiva fantástica, aunque a la mente se lo parezca. Al contrario, permítete darle valor a lo que se te representa. Al principio y en base a estas pistas que sugiero a continuación, tu visualización será intencionada, pero poco a poco verás cómo adquiere autonomía. Esta es la clave. Antiguamente esto se consideraba una técnica de la medicina popular, se les llamaba “viajes del alma”. Se familiariza con el lenguaje eminentemente mítico de estas experiencias.
Busca en tu memoria la imagen de
un lugar conocido que te transmita poder y en el que hayas estado. Esto te
facilita representar los detalles de ese lugar. Puede ser una montaña, un
árbol, una cueva, algún sitio especial asociado a la naturaleza. Es importante
que hayas estado allí y lo conozcas.
Partiendo de ese lugar, inicia el
ascenso hacia la realidad no ordinaria. Pon intención a tu visualización
creativa. Hazlo a través de una columna de luz, la vía láctea, una escalera de
cristal, escalera dorada, un arcoíris o de lo que sea que se te represente, y
deja que el viaje comience a llevarte. (Las alfombras voladoras vienen de esta
tradición, también la escalera de Jacob. Los chamanes siberianos usaban un
trineo con renos, de ahí Papá Noel, que en realidad fue San Nicolás, obispo
turco del S. IV)
Ahora deberás encontrar algún
elemento que sirva de escenario de paso. El portal que da paso al otro lado. Experimentar
esto, a partir de ahora, te va a indicar que has entrado en la otra realidad.
Puedes hacerlo visualmente a través de nubes, portales o membranas. Es una
barrera permeable que te ofrece la sensación de cambio de plano. Puedes
traspasar los niveles que desees.
Una vez ahí, deja que el
escenario se vaya representando por sí solo. Date tiempo, observa lo que viene.
Elementos del paisaje, personajes, tus animales de poder… Ve creando un mapa. Ahora eres el centro del universo. Lo
que veas ahora será un mapa que se irá repitiendo en próximos ascensos y sobre
los que irás avanzando. Si alguien se adelanta o tu animal de poder echa a
correr, síguelos. Permítete el humor, toda emoción fija y cohesiona la
experiencia.
Puedes encontrar todo tipo de
escenarios, también todo tipo de maestros, deidades, personas fallecidas,
conocidos o no. A cada encuentro pregunta si es tu maestro/a y si responde afirmativamente,
inicia un diálogo. Eres un cosmógrafo, cartografía todo el escenario, muévete a
tu voluntad también y explora.
Se accede a este plano para
obtener respuestas o para promover sanación. Trabaja abierto al enigma y
observa que cualquier elemento puede ser objeto de tus preguntas. Todo
responde. A partir de aquí los diálogos y las experiencias se suceden. Déjalos
que emerjan. Si lo que experimentas está conectado con la emoción, es la señal
de que has alcanzado la realidad no ordinaria. No hay criterio, cada
experiencia en esta dimensión es absolutamente personal y es válida en función
de la congruencia que adquiere posteriormente en el escenario interno de la
vida. Tú eres tu propia autoridad.
Una vez finalizada la
experiencia, visualiza como retornas por el mismo camino al mismo lugar que
elegiste al principio. Procura que la experiencia dure entre 20´ y 30´. El
potencial chamánico se reaviva repitiendo estos viajes. No te desanimes si todo
esto al inicio es muy débil. Lleva tiempo conectar con los registros sutiles
del viaje espiritual. Cuando no pase nada, simplemente, nómbralo: “no pasa
nada”. Y espera. Que tus primeras preguntas o intenciones sanadoras estén
dirigidas hacia tu propia persona.
UNA EXPERIENCIA PERSONAL
Durante tiempo atrás me he ido
familiarizando con el lenguaje de la visión que conduce a estados de clarividencia.
La hipnosis primero, los enteógenos y la práctica de la visualización creativa,
van dotando de poder a tu intuición.
Al inicio me ubico en un viejo
árbol centenario, un pinsapo en el cual, dice la tradición, fue enterrada una
curandera. Desde allí me visualizo trepando. Cuando llego a la copa ya una
imagen cobró autonomía desde el principio: un tubo de luz me permite seguir
trepando hacia el espacio. En un momento dado un Jaguar me ayuda en la
ascensión, me subo a su lomo y llego a las nubes. Sé que ellas son la puerta de
acceso al otro lado. Las traspaso y tengo la sensación de atravesar como una
rendija que me hace aparecer en un paisaje natural. Allí se queda el Jaguar, sé
que me espera para la vuelta. Una vez allí, durante los viajes que he realizado,
voy reconociendo elementos a uno y otro lado del camino. Los animales de poder
me acompañan, transmitiéndome una sensación de mucha alegría y apoyo.
En un primer viaje vi como un
recoveco en la montaña. Allí estaba presente una antigua relación. Vi cómo se
debatía entre el atrapamiento de su instinto-creencias, la aceptación y la
adquisición de su máxima libertad. Entendí que yo también me identificaba con
eso y que estábamos en el mismo viaje. Puede realizar un trabajo de sanación y
reconciliación con ella.
En la siguiente incursión experimenté lo mismo en mi ascensión. El Jaguar me volvió a dejar al inicio de este espacio natural. Vi el mismo escenario que acabo de narrar a mi derecha y seguí el camino. Ahora encontré un palacio de cristal a mi izquierda. Entré y me maravillé de las formas de la arquitectura y de la belleza de la luz que allí había. Tuve una experiencia preciosa ya que en el centro de la sala principal, un enorme salón luminoso, entendí que podía acudir a ese espacio siempre que quisiera para pedir sanación para mí. Sentí mi cuerpo en perfecto estado de salud y tomé el placer de estar completamente sano.
En el siguiente viaje de nuevo reconozco los escenarios anteriores y sigo más adelante, descubriendo en cada experiencia lo que hay más allá. Veo una cabra encima de un montículo a la derecha. Me indica que entre a una cueva a través de un hueco que existe justo debajo de ella. Me agacho por su angosta entrada y desciendo a una cueva. Llego enseguida. Me encuentro un espacio oscuro en el que puedo distinguir un pequeño lago subterráneo y a la izquierda una mujer frente a una hoguera. Me acerco. Tenía el pelo blanco y no tenía dientes. Me viene a la memoria la imagen de María Sabina. Atizaba un fueguito. Yo me siento a su lado y le pregunto si es mi maestra (siempre hay que hacerlo y esperar la respuesta de los seres que nos encontramos). Me responde que sí. Al tiempo, me dice que la veo como María Sabina porque mi alma elije verla así. Le formulo la pregunta que traigo como intención en este viaje: ¿son adecuados mis viajes al Nawual? Me mira durante unos segundos y me dice que están bien. Se ha puesto a mirar el fuego. A partir de aquí despliega una serie de sencillos consejos: que cuide mi alimentación; que estoy en el lugar adecuado en la casa del búho; que mi madre está en un espacio de luz, fue sabia y buena, por eso es que reparte protección. Que me cuide en mi energía con lo femenino para que no me atrape mi inconsciencia, que recuerde que es un espacio de abundancia para crecer.
Las recibo todas con gratitud. Miraba el fuego mientras me decía estas cosas como si le viniera de él toda esta información. Me gusta mucho escucharla. Me dirige esas palabras con mucha paz y sabiduría. Le digo entonces: ¿Te puedo hacer más preguntas? Ella responde rotundamente: no, ya has cumplido el propósito de este viaje. Cuando vuelvas, la cabra te indicará si puedes pasar o no. Me repite que practique así los viajes, que deje que el Jaguar me lleve. Sigue hablándome: tienes una lechuza blanca muy bonita, muy amorosa; tu inocencia está intacta; ese coyote que va contigo atrae los poderes chamánicos. Me despido.
Al salir encuentro a mis animales
de poder. Siento entonces mucho amor por ellos. Percibo también su alegría. Son
bellísimos espíritus guardianes. Ellos me conectan con el poder del universo a
través de su ayuda y su pedagogía. Son representantes espirituales con un
acompañamiento propio. Entiendo ahora que están conmigo como me recuerdan mi
intención compasiva. La conexión con ellos es parte de ese incremento de poder,
sin duda.
Los animales de poder me conducen
en mi cuarto viaje al Nagual. Vamos más lejos atravesando el paisaje inicial.
Llegamos a un caudaloso rio que atraviesa el paisaje de izquierda a derecha.
Una vez allí me invitan a vivir la experiencia de abandonarme al fluir
tirándome al agua. Siento cierta indecisión, me cuesta. Al final me lanzo ayudado
por la lechuza. Voy a la deriva, sin nada a lo que agarrarme. Percibo la
angustia. La siento en mi cuerpo, experimento el miedo. (Recuerdo que le pedí a
la búsqueda que me acercara a mis miedos. También que soñé días atrás como veía
la muerte al final de mi vida y sentía una profunda angustia por primera vez).
Entiendo en este trance como mis rutinas y planes diarios son auténticos
agarraderos que me impiden entregarme al fluir de la vida. Pero ahora
experimento cómo es soltarlo todo.
Mi cuerpo se tambalea como si
verdaderamente estuviera moviéndome por esos rápidos. Pido un poco de
tranquilidad, entiendo que ya he captado lo que me proponen y necesito parar,
el rio entonces se aquieta en una ensenada. Me hago cargo de mis impedimentos
para entregarme al fluir, aun puedo conquistar más libertad soltando cosas. Pero
siento el reto dentro de mi.
Vuelvo a la orilla. Allí los
animales me dicen que en realidad puede ser más suave el proceso. Me trae
alivio. Puedo permitirme fluir equipado con una barca. Y allá voy. Me veo en
una barca de remo de nuevo descendiendo a cierta velocidad por el caudaloso
rio. Vuelvo a sentir los rápidos y la sensación de no tener asidero ninguno,
ninguna seguridad a la que agarrarme, pero esta vez es más llevadero. Observo
esta inquietante escena ya con cierta calma. Mi cuerpo, literalmente, sigue
respondiendo a las ondulaciones de la barca, cuando observo como se acerca un
paisaje de tormenta y se oscurece la luz. Entonces me abrigo, me acurruco en la
barca y tengo un contacto emocional intenso. Siento que, en medio de esa
situación adversa que hace más hostil la experiencia, me sostiene el hecho de
sentir mi respiración y mi corazón. Las siento dentro con intensidad. Percibo que
esto es todo lo que necesito para este viaje a la intemperie. Me conmueve esta
vivencia, lloro al sentir como me abrazo a mi interioridad. La respiración y el
corazón son la vida palpitando intensa dentro de mí. En realidad, con esto
puedo hacer cualquier viaje, me puedo fiar. Pasa la tormenta y me adentro en
unos meandros en los que la corriente se calma y el viaje se torna tranquilo.
Se asemeja este tramo al cañón del colorado. Dentro de la barca están mis tres
amigos. El Coyote, tumbado a mis pies, ahora me informa de que él es el
instinto: que si me entrego al fluir de la vida, tendré mucha más energía
disponible para lo que verdaderamente importa y que el instinto se me hará
presente otorgándome más poder. La lechuza esta posada en la proa, me confirma
también que tendré mucha energía para los viajes de sanación, para enfocarme en
eso, a ella le encanta, es su poder específico. El mochuelo anda posado atrás,
me fijo que se apoya sobre la palanca que mueve el timón. Me dice que ella es
la intuición y que, del mismo modo, si me abandono al fluir, tendré mi energía
vital conectada a la intuición, entenderé mejor las cosas y la sabiduría de la
vida estará más a mi alcance. Sabré conducirme.
por Alfredo | Ene 24, 2020 | Avatar, Conciencia Extendida, Gran Espíritu, inteligencia intuitiva
Esta expresión está tomada de los
chamanes de la Amazonía. Los Mayas denominaban a este proceso: el “despertar de
tu cuerpo de jaguar”. Este animal vive sin miedo. Caza solo para alimentarse,
explora y descansa. Vive en la confianza de que la vida le proporciona lo que
necesita. Está asociado al poder sanador del espíritu y al Divino femenino. En
esta cultura Maya, los sacerdotes se llamaban Balams (Jaguares) y se convertían
en tales porque habían realizado ya un viaje simbólico al submundo, a lo más
profundo de sus miedos, conquistando el más difícil de todos: el miedo a la
muerte. Este viaje a lo Divino Femenino me resulta inspirador. Recojo la
invitación a encarnar la sabiduría del Jaguar, soltar el miedo a lo desconocido
y confiar.
Para soltar el miedo hay que
vivirlo. No es fácil. O la vida te lo pone de repente delante de forma
inevitable, o lo conquistas, sumergiéndote en alguna de tus memorias
pendientes. Al descender al inframundo el desafío es permanecer allí en
profunda aceptación, no salir despavorido. Como en la historia de la bella
Psiché, es el camino la verdadera iniciación en este aprendizaje. Cuando tocas
el terror de aquel escenario de infancia, o de aquel patrón inconsciente
antiguo, sientes que solo estás tú, tus propios fantasmas y tu respiración. El
plexo condensa el dolor y la angustia y apenas tu diafragma y un mantra
repetido infinitamente, te sirve de fino soporte ante la desesperación.
Personalmente lo he podido vivir.
Ha sido un proceso de limpieza en el que he experimentado como algo viejo,
inconsciente, moría dentro de mí. Un episodio de apego me condujo a la obsesión
por la pérdida y al miedo. Atravesando las excusas, las resistencias, las huidas,
etc., terminé por entregarme al dolor y acudí al origen de mi parálisis. Reviví
los sentimientos de terror que estaban ocultos para mí en una escena de mi niñez.
De niño viví el impacto que me producía la amenaza de perder a mamá en un
contexto de desesperación familiar. Mi
cuerpo pudo volver a sentir durante media hora el pavor de enfrentarse a este
escenario. Era mi cuerpo de niño el que temblaba, el que ahora completaba un
ciclo de expresión y de sostenimiento adulto.
Tras vivirlo entendí el poder
invalidante del miedo, la pérdida y la desesperación, y cómo experiencias así
condicionan nuestra libertad. Creo que el verdadero miedo que nos aterroriza no
es perder algo, sino el terror a no encontrarte a ti mismo al otro lado. Eso es
la muerte.
Pero cuando he resuelto ahí, veo que esto se puede
reenfocar. Cuando elijo ahora despertar a mi chamán, me propongo entre otras
cosas, familiarizarme con eso otro lado. Entiendo que en esta vida, mi energía
es útil para despertar el Jaguar interno y que puede vehicularme más allá de
las fronteras de la extinción. Ahora, después de vivir esa crisis y de tocar el
lugar donde experimenté el miedo a la desaparición, siento que puedo elegir y
que la muerte no me condiciona. Es más, me catapulta más lejos aún, si me preparo
con conciencia en la dirección de mi propósito. Es la promesa del Jaguar:
sentirnos en casa seguros, sin miedo, porque la vida proporciona todo lo que
necesitamos. Ahora que suelto la sumisión a una vida amenazada por el miedo, puedo
experimentar mis posibilidades de practicar formas nuevas de vida más cercanas
a mi satisfacción y a mis potencialidades espirituales. El miedo amenazaba de
muerte a mi ego, pero cuando lo traspaso, lo que trae es resurrección. Despierta
mi cuerpo de luz.
Hoy puedo experimentar otras
cosas. Me siento más unido a la naturaleza, a los animales, a los seres vivos.
Siento deseo de abandonarme a ella en el silencio y extraer su sabiduría mediante
la búsqueda de la visión. Entiendo la importancia de la alimentación para
desintoxicar mi cuerpo y que me aporte la máxima lucidez. Creo en el nagual, el
mundo del espíritu infinitamente más grande que esta pequeña dimensión espacio
temporal que ocupo, a donde puedo acudir a través de la ensoñación o la
conexión de mi intuición chamánica. Allí puedo comprender aspectos de la
realidad y recordar que existe un plan maestro que va por delante de mí. Siento que mi respiración es una permanente
aliada para mis estados emocionales.
Emerge la potencialidad de mi Dios y mi Diosa interna que abordan la
relación con lo femenino desde un lugar de amor y libertad como no había
experimentado antes. Ahora, en definitiva, ya puedo estar tranquilo, ya sé que
no tengo nada bajo control. Quiero dejar la vida muy vivo.
Te invito a completar una acción chamánica. El miedo se nutre de un rol, un personaje sin el cual sentimos que desaparecemos. Por eso, te animo a quemar tus roles, los condenamos a la muerte. Escribe aquellos roles que crees que sostienen tu identidad cotidiana, también los roles con los que te mueves en ocasiones y con los que aparentemente buscas sentirte especialmente amado o seguro. Quema tu rol de hijo/a; tu rol de persona sociable; valiente; tu profesional bien considerado. Quema tu rol de amante; de sanador de otros. De víctima. Suéltalo y experimenta como es morir a esa parte de ti. Observa cómo llega la sensación de no ser nadie, de perder tus recursos para sentirte visto y amado. Ríndete. Aquí, contemplando y respirando esto, es donde comienzas a estar más vivo.
ALFREDO C. DOMBÓN