Cuando pierdo la estabilidad, recupero el equilibrio.

Cuando pierdo la estabilidad, recupero el equilibrio.

Verdaderamente la naturaleza es mi casa, el lugar del que vengo, mi hogar espiritual. Es mi cuarta búsqueda de la visión. Esta vez me llevo una sensación poderosa de sanación. Reconozco cuanto poder tiene la naturaleza. Me pongo en sus manos. Me acerco al misterio, no lo puedo abarcar. Quiero abandonarme con perseverancia a este estado. Sé que la claridad llega por revelación. Al abandonarme, toda la energía que habitualmente derrocho, se pone a mi favor. Reconozco que yo soy la suma de mi poder personal, por eso elijo hacerme responsable de mi energía.

He llegado con una sensación de gozo por el amor que estoy viviendo. Me encuentro muy feliz. Percibo como me alimenta el amor. Me coloca en un energía adecuada, con mi corazón por delante. Me trae calma y quietud. La experiencia amorosa y tántrica me abre a la presencia, y tomo esta energía poderosa en mi para iniciar esta búsqueda. En esta ocasión he experimentado dos regresiones y dos ascensos al Nagual. Me han hecho comprender aspectos profundos de mi momento, de mi camino de despertar.

Voy dejándome fluir en el silencio, hecho de brisa y cantos de pájaros envueltos en primavera, en este paraje singular. Según me vienen las intenciones, muevo la energía. Me entrego a lo que venga: invocar, evocar, cantar, abrir mi percepción, visualizar, dialogar con los elementos, con los seres, escuchar mi voz interna, ascender al Nagual, crear estados, enfocarme en la magia, elaborar una reflexión a través de una idea lúcida que se me regala. El truco de la búsqueda es estar, permanecer. También darse cuenta de que la mente se entretiene y entonces, saber esperar y confiar. Como guerrero dejo que el pensamiento disuelva sus propias contradicciones y me entrego al no saber. El poder existe, se mueve, está más allá de mi comprensión. Actuar en alianza con el poder y el misterio, derrota las creencias. Confío en lo que sucede cuando la magia del universo se apodera de mi.

Me llega a la mañana siguiente una primera intuición, me percato del sentido de esta búsqueda: disolver formas de la rabia de mi carácter, completando el abrazo al dolor que inicié hace tiempo. Entiendo así el sentido de esta búsqueda, me alegra verlo. Soy consciente de que el guerrero que llevo dentro sostiene su compromiso de sanación como premisa para aumentar mi conexión con el espíritu.

Comienzo uno de esos paseos sin rumbo entre árboles, sintiendo que toda la naturaleza me acompaña. Esta vida es un viaje entre la polaridad del dolor y el anhelo del éxtasis. En el deseo hay fuerza, movimiento, sinergia. Tomamos el deseo para viajar en las polaridades. Me siento junto a un gran algarrobo. Le digo que me hable de todo esto: me muestra la mágica integración a la que tiendo cuando aprendo a abrazar el dolor, ya que esto despierta en mi la compasión más potente hacia la fragilidad. Al mismo tiempo, esto me permite construir mi poder y determinación, mi estructura y mi amor. ¡Qué potente! Abrazar el dolor despierta la compasión y se combinan en una polaridad fascinante. Tener una polaridad integrada da mucha energía. No quiero negar ninguna de las dos.

Encuentro caminando una piedra singular, amplia y plana, empotrada en el suelo, como un altar labrado hace tiempo en la roca. He llegado de forma casual. Me invita a tumbarme. Invoco la disolución de mi rabia y su transmutación en un abrazo amable al dolor. Y en esta posición, con la mirada puesta en las ramas de un árbol que me cubre en esta ara improvisada, de nuevo se me revelan cosas. Veo la polaridad que componen la agresión, la rabia, la ira y la defensa, por un lado, y la ternura y la compasión por otro. Caigo en la cuenta que la mutación pasa por la alquimia del dolor. Solo así se despeja la vía para la dulzura del corazón. Incorporo un mantra para cuando siento rabia: me duele mucho esto, siento mucha rabia y elijo atender mi rabia hasta poder abrazar mi dolor. Lo repito y lo grabo dentro de mi.

Vuelvo a mi espacio donde tengo una tela y el tambor. Después de tocar un rato me tumbo, me ha llevado a respirar de una manera particular, más conectado. Me viene la pregunta sobre la vía del chamán. Celebro haber descubierto en mi itinerario de vida esta forma auténtica de compromiso con mi despertar. En este momento le pregunto al Espíritu: ¿qué es el chamanismo? Me responde: la libertad espiritual. ¿En qué consiste? en manejar la energía. ¿Como se maneja? Le vuelvo a preguntar. Entendiendo la polaridad, me dice. En ese momento empieza a fluir dentro de mí una explicación, apareciendo con claridad, con la mente como testigo. Me dice: se maneja así; de un lado venimos con toda la densidad genética pendiente de sanar, que heredamos y que condiciona nuestros estados del ser, es el karma. Pero en el otro polo está nuestra capacidad para elegir, el poder de nuestra conciencia para configurar la realidad como deseamos a través de la visualización creadora, eligiendo con la intención dónde quiero ir. Es un poder específico de nuestra condición. En medio se sitúan los elementos del carácter condicionado por la sombra del ego, que oculta dentro la propia virtud. Donde hay polaridad hay energía. Lo único que podemos hacer es aprovechar esa energía en esta dimensión que es un conglomerado de polaridades, energía para crear, y hacerlo en el lado de la conciencia. Me dedico un tiempo a integrar este conocimiento. Es revelador ver los mecanismos de la existencia con nitidez. Me fascina la claridad.

El segundo día tengo un rato difícil. Me duele el cuerpo, la energía la tengo muy atascada, siento mucha inquietud física e incomodidad. Confío en la naturaleza, en sus tiempos y su sabiduría. Ella me espera. Entro en contacto con la ansiedad del no hacer, de la espera. Percibo lo adictiva que es la comida. Veo mi manera de comer sin escuchar mi cuerpo. Mi mente no para de planificar, le encanta y me cuesta salir. Confío en el tambor. Purifico mi ansiedad, mi necesidad permanente de encadenar tareas, de moverme. Invoco mi limpieza con el tambor. Permanezco un rato hasta que me envuelve el ritmo y me trasporta.

Tomar el poder pasa por restar fuerza al hacer cotidiano y al auto reflejo, la importancia personal. Quitar énfasis, dedicar la energía a través del reposo a los campos sutiles de la acción espiritual. Soltar las agendas del yo, desmantelar tanta energía atrapada. Cuando me rindo a mi poder interior, ninguna necesidad me arrastra. Veo algo más curioso aún: cómo funciona dentro el mecanismo de víctima. En el pasado le di fuerza al hecho de pensar que estoy condicionado por mis vivencias, por mis padres, por lo que no he tenido, etc., y eso me hace justificar muchas cosas. Error.

EL poder supone cambiar esto. Tiene que ver con la capacidad de ser fluido y libre. “Libre de” las expectativas, creencias, suposiciones y miedos. Si elimino esto quitándole poder, me aguarda la experiencia del gozo. El gozo no es la simple gratificación autocomplaciente. Para llegar al gozo tengo que vivir el equilibrio entre la sobriedad y la entrega.

Me tumbo en la tienda y pongo el foco en acceder a mi primera regresión. Entro tras un rato de esperar a que la mente se apacigüe. Soy granjera, vivo en un espacio pequeño. Cuido las gallinas y atiendo la cocina. Mi marido, agricultor, llega hacia el atardecer cada día. Es un lector ávido de libros de historia. Cada noche me relata episodios que me hacen viajar con mi fantasía. Es el único momento de placer, como lo es el contacto con la vida, viendo pasar las estaciones con las que conecto y con el trascurrir del tiempo. No tengo hijos. Todo es rutinario y austero. Acudo al final de mi vida. Estoy sola. Miro por la ventana, sé que esa primavera es la última estación del año para mí. Veo mi cuerpo de anciana con un camisón. Abrazo el dolor que supone aceptar una vida sin grandes estímulos, sobria. Apenas había vivido experiencias, pero sentía un poso de alegría auténtica. Estaba bien. Me abandonaba al curso de la vida. Siento mucha confianza ahora. Esta vida me trae una alianza muy bonita con los ciclos de la vida y la naturaleza. Asumo con mucha tranquilidad el final. Es extraordinario mi sentimiento de abandono confiado a transitar la muerte. Me conecta con aceptar los límites de la vida, con la alegría contenida en la sobriedad y con la importancia del amor sostenido, sencillo. Abrazo esta claridad.  

Invoco la magia. Observo como tengo mucha motivación para pensar en las situaciones de personas queridas y ensayar la magia. Invoco la sanación y ensayo esta práctica. Imagino a las personas logrando estados de mayor bienestar y consiguiendo situaciones más satisfactorias en su vida. Me da placer. Para ello ideo situaciones concretas en las que se da esa realidad. Las visualizo y las conecto con mi emoción. Invoco también la magia para mí. Recuerdo la frase que me impactaba recientemente: lo que sale de Dios vuelve a Dios. Si yo vuelco una mirada y una intención como Dios, la realidad me devuelve eso que yo proyecto y programo, como Dios que soy. Sanación, respuesta amorosa, lo que sea. Practico la fe. Me parece un ámbito de poder fascinante. Me comprometo conmigo a explorar más esta faceta.

Es de noche. Me despierto y me asomo a ver el cielo estrellado. El silencio del bosque ahora me hace conectarme con la vida que hay contenida en todo lo que me rodeo, extraordinaria. Donde aparentemente no hay nada, hay mucha presencia, misterio lleno de noticias que me esperan. Me atrapa el espectáculo de la naturaleza en profunda calma. Vaya regalazo.

Me tumbo y comienzo un nuevo viaje al Nagual. La técnica ya me resulta familiar. Aparezco de nuevo en la cueva donde otras veces me he visto con una anciana chamana. Entro y la encuentro como siempre, disponible a devolverme sabiduría. Me pide que mire al fuego. Me siento a su lado y me pregunta ¿Qué traes?, le digo: quiero saber cómo libero el corazón de los sentimientos de rabia y de miedo. Me dice que mire el fuego. Veo una escena bien conocida para mí: el niño de mi infancia abrazado a sus piernas y aterrorizado en el pasillo. Ella me dice: la alquimia consiste en cambiar la rabia por dolor. ¿Cómo lo hago? Le pregunto. Me ha hecho volver a mirar el fuego y he visto el niño saliendo de casa, decidido, con fuerza, convirtiéndose en hombre. Entonces me ha llegado esta afirmación de poder: yo doy el amor que quiero en tiempo y forma, y esto es adecuado para mí. No hay exigencia en el amor. Lo doy a mi manera, escuchando mi necesidad. Y no dudo de que eso es amor. Suelto el requerimiento. Puedo decir por ejemplo: yo te quiero, solo que ahora, no puedo; solo que así no; solo que esto no puedo hacerlo. Te quiero, pero esto elijo no hacerlo. Te quiero y no dudo de mi amor. Y estoy en paz.

Abrazo a mi niño aterrorizado por el dolor y la culpa. Salgo a un estado de lucidez. Así como el deseo trae de la mano el miedo y empuja a que los atravieses, el amor invita a abrazar el dolor. El deseo invita a que muevas el miedo y cuando te entregas al amor de la mano de esos miedos, completas el viaje más potente que es la sanación del dolor a través del amor. Entiendo ahora este universal. Confío en el poder transmutador del amor, me trae mucha claridad y quiero entregarme a esta vivencia. Ahora sí siento fuerza para abrazar el dolor, el propio y el de las personas que amo. Percibo un cambio potente dentro de mí. Lo integro, dejo sentirlo dentro durante largo rato. Me duermo.

Al día siguiente, en el segundo ascenso al Nagual, completo la experiencia. Pongo la intención de nuevo en sanar la rabia y entrar en la dulzura. Inicio la visión, como siempre, dando prioridad a mi mente intuitiva y dando espacio a lo que aparece, para que el relato vaya fluyendo en automático. Me he encontrado a lo pies de un árbol descomunal. En el tronco un hueco me permitía sentarme como empotrado en la madera. De alguna forma me abraza. Me dice que él, para ser así de fuerte y pacífico no ha hecho nada más que estar ahí. Sentía como inhalaba aire por las raíces y expiraba por las hojas, y viceversa. Percibía su poder al mismo tiempo que experimentaba como absorbía mi rabia en este movimiento respiratorio.

En un momento dado me pregunta si tengo fe. Le respondo que quiero practicarla. Al instante ha llegado la figura de Cristo y me ha mirado a los ojos. Se ha señalado el corazón con dos de sus dedos, lo cual me ha conectado con la ternura y con un fuerte sentimiento amoroso. Esta vez es él el que me pregunta si creo en él, le digo que sí. Entonces me responde: queda sanado. Me inunda una sensación extraordinaria de paz. Al instante me dice: veo a tu niño aterrorizado. Inmediatamente aparece mi padre. Acudo por impulso a abrazarme a su pecho. Por primera vez mi cuerpo experimenta una ternura abundante en contacto con él. En este instante me rindo emocionado a sentirlo como padre amoroso y tierno. ¡Es tan sanador sentir esto! Él me habla y me dice: lo siento, yo no pude aplacar mi rabia y me ahogué, pero tú si puedes. Me deja profundamente conmovido. Cuanta sanación cada vez que restauro la energía masculina desde el corazón.

Me despierto de madrugada y de nuevo me asomo para disfrutar de la fascinante bóveda celeste. Me doy cuenta de que, despertarme a esa hora, es una invitación de la vida a poner energía en la ensoñación. Me da alegría entenderlo, así lo haré. De momento me entretengo en hablar con las tres cartas del Simbolón que extraje antes de iniciar esta búsqueda. Me pongo a la escucha. Es sorprendente, cada vez es más fácil visualizar, cada vez es más natural recibir ideas claras desde la percepción ampliada.

La primera carta del Simbolón dice que trabaje mi magia, que no haga nada, que no me pelee con nada y que proteja la paz, como el guerrero. Que practique la fe, que el universo me inunda de bienes y que trabaje mis estados internos, ya que todo lo que necesite que venga, vendrá. La segunda carta me dice que cada persona tenemos un viaje espiritual único y personal. Que cuando estoy en una relación sintonizada, este viaje se amplifica y se puede llevar más lejos. Que no me pierda en las vicisitudes de la relación, los guiones argumentales, que nos enfoquemos en el viaje espiritual. Que no me acomode ni me pierda en las complejidades innecesarias. Que descubra la peculiaridad y el valor especial de cada uno en el viaje espiritual. La tercera me habla de que pronto sabre lo que estar al servicio del espíritu y de la intuición. Me fascina la claridad con la que llegan las palabras. No provienen de mi, pero están en mi, no es mi mente, pero mi mente hace de testigo.

Dejo para el final la historia que más me ha marcado en esta búsqueda. Es la segunda regresión en la que tuve mucha claridad en la experiencia. La viví tumbado debajo de un árbol. Yo era niño en el continente americano en tiempos del descubrimiento. Caminaba y jugaba con el agua a orillas del mar. Observo de repente un galeón al fondo, es la primera vez que avisto algo así y me extraña su forma a la vez que excita mi curiosidad. Subo la pendiente de arena que me separa del poblado hecho de chozas y según llego, ya salen todos a verlo, se han percatado de ese extraño objeto navegante. Me abrazo nítidamente a la pierna izquierda de mamá mientras observo con curiosidad y sintiéndome protegido por la tribu. Todos vestimos con una tela similar, color crema y con una cenefa. Somos morenos de pelo liso y bellísimos.

Salto de escena. Soy ahora el guerrero jefe de la tribu. Voy al frente con varios guerreros conmigo y me acerco a un capitán español que ha atracado el galeón junto a nuestro poblado. Están en la orilla. Traen sus vestimentas acorazadas, sus armas de pólvora y un baúl con bisuterías. Hay un traductor a su derecha y numerosos marineros le acompañan. Me dice que quiere asentarse aquí, en esta tierra. Entiendo que solicita permiso. Yo le digo que el sol brilla para todos los que habitan aquí y que la lluvia cae sobre quienes descansan en esta tierra sin distinción y que, siendo así, nosotros no tenemos poder para decidir quién quiere vivir aquí. No somos dueños de nada. Ellos me dicen que me traen regalos de su país en ese baúl como muestra de cortesía para instalarse en la tierra. Les digo que, si quieren regalarme eso, bien, pero no será para comprar un permiso que no puedo darles. Nosotros cazamos, pescamos y cuidamos a los niños. Defendemos y preservamos el mayor bien: la paz. Se regocijan en mi respuesta. Nos despedimos. En ese momento les expreso: conoceré vuestros corazones.

Salto de escena. Soy más anciano y me acerco con mi caballo a un fuerte construido por los conquistadores. Entro y me siento frente a un capitán con el que me he citado para conversar. Estamos en un patio de arena. Allí le digo que he distinguido sus corazones. Abro toda mi expresión y con fuerza les digo como siento que los guía la rabia, al afán de poder y la venganza. El me dice que solo obedece órdenes de Castilla. Yo le digo que me entristece. Nosotros solo obedecemos a la vida, la naturaleza y únicamente nos guía nuestro corazón que sirve a la paz. Le pido que no se acerquen a nuestros hijos, que los corrompen. Y me voy.

Soy un guerrero de paz. Me conmueve sentir dentro de mi esta fuerza que no depende de lo que hago ni de como me defiendo, sino que reside en el poder de mi corazón y mi palabra. Siento dentro de mi una poderosa energía que nace de la renuncia a toda lucha. No soy dueño de nada. Siento con más claridad como es rendirse a mi poder interior. No hay nada que hacer, está hecho todo, esto me completa. Disuelvo la rabia, es un mecanismo viejo de huida del dolor. Invoco la paz, un bien espiritual dentro de mi.

Hay mucha novedad en esta experiencia junto a la naturaleza. Me da más de lo que necesito, no tengo ni que pedirlo. Ya no busco tanto obtener respuestas concretas a mis dilemas, sino simplemente recibir la sabiduría del nagual en cada presente. Reactivo la atención creativa, confío en las posibilidades de la percepción, y llega la novedad: existe un vasto campo de poder en el no hacer y la apertura a la visión interna.

Veo muy claramente como todo esto ya lo tuvimos y simplemente lo hemos olvidado: la confianza en el poder de la naturaleza, la apertura de los sentidos sutiles, la conexión energética con el cuerpo y la danza, la capacidad de entrar en estados de visión y de claridad. Lo denso me enreda. No hay espacio para el milagro. Cada búsqueda me abro más a la vida del espíritu.   

Retorno con una extraordinaria sensación de paz. Mi guerrero me ha impregnado de presencia y de poder. Entiendo el significado de abrazar el dolor. Puedo con ello. Quiero poner más consciencia en la comida. Estar aquí tres días me coloca ante mis límites y me da la oportunidad de romper la estabilidad de mi mente y mi ego para recuperar el auténtico equilibrio.  

La medicina emboscada

La medicina emboscada

Hoy regreso del bosque, arropada por la envoltura de vitalidad luminosa de la Naturaleza. Recordando que la salud es un estado de equilibrio interior del organismo humano donde mente-cuerpo-emoción-espíritu están imbricados y son inseparables. Donde mi sistema inmune se fortalece cuando yo me alineo con el propósito de mi existencia, y cuando prevalecen sentimientos de motivación, amor, confianza, entrega y alegría en mi cotidianidad porque estoy haciendo lo que quiero hacer, porque me relaciono con quien quiero y doy-recibo nutrición e intercambios creativos en mis relaciones de confianza.

Llevo años y años trabajando el miedo a la muerte, por eso puedo decir que el miedo a la muerte no es en realidad temor a la muerte del cuerpo, como la mente nos incita a creer. El miedo a la muerte es el miedo a los espacios de la experiencia donde el ego pierde el control y el poder regresa a otros lugares del corazón, y el miedo no es nuestro, si no del ego, al que nosotros estamos identificados de manera automática sin darnos cuenta que no somos eso.

Cuando tengo miedo a la muerte, lo que realmente ocurre es que mi ego tiene miedo a perder su poder y me susurra delirios paranoicos al oído para asegurarse que sigue siendo el jefe de mi existencia. Cuando yo conquisto espacios de observación en mi presencia puedo respirar el miedo y deshacer toda la elaboración mental, soltar las creencias que me condicionan en una respuesta automática, ahí empiezo a habitar mi libertad y comprender que la muerte es una energía que está presente en el vacío, en la retirada, en las despedidas, en los cierres, en las separaciones, en el desapego, de forma natural en la vida.

Salgo de casa por la mañana. Cuando llego al bosque siento el saludo alegre y vibrante de la naturaleza. Los árboles me van indicando por donde adentrarme y acampar guiándome a un espacio con varias encinas próximas a una pared rocosa. El muro de piedra puede tener tres metros de alto y puedo escalarlo con facilidad hasta una cima donde se divisa el paisaje de montañas y las copas de los árboles de la dehesa.

Siento una profunda alegría de regalarme a mí misma tres días en el bosque para la pura presencia y observación de todo. Sin planes, más que estar presente. Sin rutinas, y en ayuno.

Suelto todas las cosas que traigo y ato una hamaca entre dos acebuches jóvenes, donde da el sol de lleno y simplemente me tumbo para sentir. Me abandono al instante presente. Acabo de llegar al bosque y tengo mucha energía. Quiero empezar el trabajo interior, así que le doy la voz al ego. Traigo un sentimiento de amargura que me suscita una relación y lo quiero revisar estos días. Empiezo por mi enredo y confusión, y toda esa densidad la sitúo en mi ego.

¡Habla ego! ¡quiero verte sin tapujos!

-Soy el ego de Susi –adopto esta identidad del ego y ahora mi voz es como si mi ego, diferente de otras partes de mi, hablara -me siento muy inferior, me siento muy pequeño, y es que realmente no soy nada, me siento una mierda, intento aparentar fuerza, me gustan mucho los iconos de fuerza como el chamán, la guerrera, me encanta la visionaria, la vidente, la psíquica con poderes paranormales. Todos son lugares grandiosos en mi fantasía para sentir un poco de poder y ahí me escondo como ego. Realmente estimulo a Susi para que desarrolle estos dones, la autonomía, la fuerza, la visión, etc… que son suyos pero ahí me escondo yo. En realidad me aprovecho de ella. Ella disfrutaría el momento y ya está. Pero yo voy diciendo yo soy chamana intentando buscar la superioridad todo el tiempo, inflamando mi orgullo, mi arrogancia, mi vanidad. Ahora estoy con Susi en un retiro chamánico y no sé qué hacer con mi vida, quiero morirme porque nadie me quiere, no me gusto como soy, todo lo que hago lo hago de forma automática, lo hago porque estoy adiestrada como un perro a hacer lo que hago. He aprendido a hacerlo y lo repito, no sé hacer otra cosa. Necesito también víctimas para sentir superioridad, chupar la energía de los demás. También necesito engrandecer a alguien, sentir que es muy superior a mí. Toda mi admiración puesta fuera. ¡Claro!, Susi necesita abrir su corazón y hacemos este trueque. Como yo parasito a un humano pues también tengo que hacer que el humano pueda vivir. El humano necesita abrir el corazón, al menos una rendija, si no se muere. Así que yo idealizo a alguien poniéndolo en un lugar de superioridad en mi vida y así Susi puede sentir un poco su corazón. Tengo que darle alguna salida a este humano que tengo parasitado, Susi. Aunque esta persona que yo coloque en un lugar de superioridad siempre va a ser alguien con quien mantengamos las distancias. Me aseguro de elegir a alguien donde siempre vaya a existir distancia. Elijo a alguien que sea muy incompatible con Susi, y le dejo a ella que abra un poco su corazón. Yo sé que la distancia nunca se va a superar porque ya lo he calculado, pero Susi entra en un anhelo de amor que la tiene entretenida y con el corazón encendido, que es de donde yo chupo más energía. Yo también hago cosas para que esta distancia no se acorte. Yo no quiero amor. En el amor yo desaparezco, así que saboteo todas las posibilidades de amor real. En este sentido el amor romántico es muy útil. Y si yo desaparezco pues ya no puedo valorar lo que es bueno y lo que es malo… la energía de la importancia personal, yo soy el juez quien dictamina lo que es bueno, lo que es malo, y soy como dios porque estoy creando el universo con un criterio de perfección:  esto es bueno, esto es malo, de esto más, de esto menos… toda mi vida es un fraude, es todo mentira… pero ya no consigo engañar a nadie. Ahora soy visible. Susi le da poder a las personas que ama para que la confronten, ella está aprendiendo a darse cuenta que ella no es yo, el ego. Así que cuando la confrontan a ella, en realidad me lo hacen a mí y yo me debilito y Susi se siente más libre de mí. Soy un desecho, soy estiércol, todo lo que creo que sé… no sé nada. Me quiero morir. He venido al bosque a morir como ego.

Cuando le doy la voz a mi ego, éste dice todo esto. He venido a disolver la densidad de mi sombra, la que se mueve en mi plexo y aligerar la carga con la ayuda de los aliados de la naturaleza. Quiero transmutar. Quiero acunarme a mí misma. Quiero abrazar mi sombra para quitarle la inflamación, para sentirme en la unidad.

Elijo un sitio al lado de la roca para montar una tienda de campaña. Por la noche hace frío y necesito resguardarme. Cuando la dejo lista siento el entusiasmo de mi niña interior que percibe que está en casa y posee todo lo necesario para vivir el presente: un refugio, una hamaca, una almohada, un saco de dormir, una manta, un aislante inflable, dos litros de agua, cero comida. Un expansivo sentimiento de gratitud me embarga. Mi corazón se deleita.

Cambio de sitio la hamaca. Subo la roca hasta la cima y la ato entre dos árboles, acebuches jóvenes también, desde ahí puedo contemplar el paisaje con una visión amplia. Sobre las 18h cae el sol y desde este mirador privilegiado puedo agasajar mi espíritu con la explosión de colores malvas, naranjas y estelas entre las nubes del cielo de otoño.

Subo y bajo la roca muchas veces. Conforme paso tiempo sin comer se amplifican mis resistencias a la acción y me vuelvo más lenta para realizar cualquier movimiento. Esto me proporciona un lugar de autoobservación sobre cómo emprendo la acción y qué me lo impide. Tomo nota de todo.

Estoy en la hamaca y me regocijo en un mecimiento muy agradable. Voy asimilando un nuevo orden mental dentro de mi en busca de la claridad. Estoy recapitulando la relación con lo masculino desde 2015 a la actualidad. Cuando llego a noviembre de 2019 me doy cuenta que está todo sanado. Desde ese momento prevalece la salud afectiva con lo masculino si bien la inercia hace parecer que aún estoy en proceso de sanación. Pero lo percibo una y otra vez, lo integro en mi sentimiento. Está todo sanado ya. No hay motivo para reproches, no hay motivos para conflictos, no hay desigualdad, no hay confusión, no hay demanda desde la carencia. En ese estado de sanación también ha quedado todo clarificado. Reconozco el acuerdo que existe con mi hombre interior. Ya lo sabemos los dos, mi hombre y yo. Él no me permite la dependencia como una huida de tomar mi poder, quiere que brille por mí misma y no me esconda en el refugio de una relación de pareja. No me va a dejar que llene mi vacío con él. Responde a mi llamada si la realizo desde mi autonomía creativa, desde la abundancia afectiva que pretende acercarse a otro para compartir el ser, no para completar la carencia. Ya he aprendido demasiadas veces que la carencia no se completa con algo externo, y tampoco con un hombre externo. La carencia es el lugar de la herida que yo aprendo a abrazar, a respirar, a permitir y a naturalizar como algo más, la seña de identidad de mi origen, ni más ni menos, un rasgo más en mi arquitectura psíquica. Absurdo es empeñarse en que no esté, en empeñarse en taparla, en empeñarse en curarla. La sanación es aceptarla y respirarla tantas veces como se active sin huir de los estados que surgen cuando la herida es tocada. Cuanta más presencia en respirarla, más breve será su visita, menos durará la angustia y antes será el tránsito. Me pido mucha presencia en todos mis estados, y mucha paciencia, amor propio y templanza.

Estoy recapitulando por fechas que escribo en mi cuaderno, recuerdos de momentos en mis relaciones con los hombres. Algún hombre destaca mucho en estos últimos años. Me encanta recordar la fecha exacta, el placer de los números asociados a pasajes emocionales. Mientras me entretengo en el recuerdo voy respirando la densidad. Entro en momentos del pasado donde hubo dolor y lo resiento. Lo recibo con todo el cuerpo y lo respiro. Me doy el tiempo para permanecer ahí.

El dolor que siento es el rechazo. No sentirme elegida por el hombre. Recuerdos donde él no me dio el sitio que yo esperaba. Entro en estos estados de amargura, disgusto, rencor, y a veces brota un estado de venganza que imagina todo lo que haría a un hombre concreto para saldar las cuentas, y hacer un trueque tipo ojo por ojo, diente por diente. Se apodera de mi la furia, luego se disuelve. Tengo mucho tiempo para transitar los estados que van llegando y se van marchando.

Mi hombre interno me mira a los ojos y me pide que lo escuche. Está visiblemente enfadado conmigo. Yo prometo permanecer en la escucha.

-Eres dependiente de los hombres, ¡quiero que despiertes de tu automatismo! –me dice mi hombre interno –yo existo, pero para que me veas tienes que quedarte sola, habitar tu soledad y mirar de frente tu herida en la autoestima. Te duele el rechazo y el dolor es y se va. Pero tú evitas sentir el rechazo como si fueras la niña que su papá no abraza en deliciosa ternura. La niña que no sabe y no puede gestionar el insoportable dolor. Ahora siéntate ahí donde mismo estás y escucha lo que no me gusta de ti. Escúchalo en tu pecho. Respira cómo te hiere el sentimiento de rechazo fijado en tu corazón, que yo toco cada vez que te nombro aquello que no me gusta de ti. Eres muy frágil y cuando no te haces cargo de tu fragilidad buscas a alguien para volcar tu caos emocional y enredarlo con tu fuerza psíquica, que tienes mucha, por eso eres peligrosa. Hazte cargo de tu fragilidad y ve hacia dentro cuando emerja. Eres tu mejor acompañante y cuando te acompañes yo me acercaré a ti, me convertiré en la templanza y la serenidad que necesitas para habitar tu vulnerabilidad. Confía en mi y suelta a todos los hombres. Disuelve tus expectativas y reconoce tus necesidades reales de compañía masculina, de amor, de sexo, y recibe al hombre corriente que abunda en tu vida con tantos rostros y que en esencia soy yo. No seas exigente ni caprichosa. No pases hambre. La vida siempre te va a proporcionar los mejores alimentos para tu nutrición.

En mi pecho explota la coraza que recubre la herida. Yo misma he configurado la emboscada a mi ego en plena naturaleza, para darle la medicina que me devuelve la ternura.

Despierto de madrugada, otra vez en contacto con la angustia del rechazo. Estoy desesperada. He descansado un rato y de nuevo volvemos a la negociación. El ego no quiere claudicar. Y yo ya no puedo más con mis rasgos automáticos de personalidad que están creando el sufrimiento. Pido ayuda y entro en el llanto. Ahora llamo a mi abuela y a mi abuelo.

-¡Ayúdame, abuelita, abuelito! –pido ayuda con un sollozo de desesperación –fue muy dura tu partida, abuelita. El 8 de febrero de 2006 llegué a casa después de un día de trabajo y estabas afectada en el sillón por un ictus que te tenía inmovilizada y sin habla. Tus ojos miraban a algún sitio… y movías tu brazo izquierdo, con la mano parecía que te ajustabas el suéter en un bucle terrorífico de donde no podías salir. Yo me hice amor desesperado y salvaje, gritándote te quiero continuamente para que te lo llevaras a tu muerte. El equipo de urgencia del hospital terminó llorando conmigo ante mi sentimiento de abandono inconsolable. Yo era una niña perdida de 5 años en el cuerpo de una mujer de 30. Me brotaba del plexo solar un sentimiento de culpabilidad que había sido gestado desde tu reproche tantas veces repetido con el que te quejabas de no ser cuidada por mi como tú deseabas. Querías que pasara tiempo contigo y yo simplemente vivía en tu casa orientada a mi placer, fluyendo entre mis amigos, mi amante, mis entretenimientos, el MDMA, la música electrónica, lo que a mí se me antojara en cada momento, después vino mi pareja, Juan, mis ausencias de días y días, el Shiatsu… y tú demandabas mi presencia en casa con queja, con llamadas al teléfono con tristeza, pidiendo que volviera a casa, lanzabas tu consabido mensaje de alarma un día vas a volver a casa y me encontrarás muerta ¿cuántas veces articulaste esta amenaza? Oh abuela… ¡me lanzaste una maldición! Y cuando se hizo real, todas las veces que yo me defendía con reactividad exagerada y rebelde a tus maniobras para que yo me quedase en casa, se me vinieron de pronto al recuerdo como momentos de fracaso en mi afectividad contigo, y la culpabilidad me atrapó durante tres años que permanecí en duelo por tu muerte.

En medio de la noche en la dehesa en soledad y silencio… Mi abuela me agradece el amor que bombeé para ella con mi corazón ese día del accidente interior y los 4 días siguientes que tuvo para despedirse en casa desde un estado de letargo hacia dentro antes de salir del cuerpo para siempre. Se lo di todo en desesperación profunda. Viendo las orejas del lobo del cierre de esta fase de nuestra relación. Le doné energía para su tránsito. La rodee con una envoltura protectora y de amor para su momento de desprendimiento definitivo de esta encarnación. Ahora ella me lo agradecía. Ahora ella me acunaba, me abrazaba, me consolaba. Me liberaba de tener que repetir el patrón de reproche por la ausencia de atención emocional que yo articulaba con mis relaciones, como en lealtad a mi abuela tantas veces criticada y rechazada por mi. Puedo observar la ley de todo lo que rechazas te persigue. Mi abuela y su patrón de demanda emocional tantas veces rechazado por mi ahora me pertenecía y yo no podía escapar de aquello que no quería mirar de frente. Como en una pesadilla, ésta cesa cuando dejo de huir y miro al monstruo y le pregunto si puedo ayudarle en algo, o qué quiere de mi. Los monstruos sólo quieren ser vistos, cuando los miramos se transforman y se convierten en niños, en animales o flores.

Año 2020, aún recuperando la paz contigo, abuela. La justicia divina no para hasta el equilibrio y el cierre.

Aún de madrugada, vuelvo a dormirme. Cuando despierto por la mañana siento mucha alegría. Hablo con mis abuelos que visualizo sentados en piedras frente a mi amparados por las encinas del monte. La humildad me acontece en el corazón y siento gratitud de la vida con todo su recorrido.

Doy un salto en mi nivel de vibración al día y medio de permanencia en el bosque. El resto del tiempo entro continuamente en estados de gratitud y gozo que se alargan mientras observo las ramas de los árboles, el cielo, las nubes, las tonalidades de luz, las caras que se dibujan en las ramas, los troncos, las piedras, las hojas… veo hadas, elementales, rostros de todo tipo dibujados en la forma de la naturaleza y entablo diálogos.

Aprendo de mi energía. Estoy en el bosque para aprender a amarme. Y mi energía me informa de cómo necesito el cambio corporal, soy kinestésica fundamentalmente y muy activa, así el cuerpo posee un radar intuitivo que yo aprendo a seguir.

Ahora quiero cambiar de sitio, a lo alto de la roca, en la hamaca que me permite la visión amplia, cuando cumplo mi deseo corporal siento una gran satisfacción que posee un tiempo de vida. Cuando finaliza esta satisfacción siempre se me escapan pensamientos negativos y sin embargo puedo pararlos observando mi necesidad de cambio físico. ¡Tengo una niña hiperactiva dentro! Y ahora puedo aprender a cuidarla. Porque la mujer que yo soy no tiene otro deseo en la vida que escuchar la orientación interior para mi máxima satisfacción.

Me fascinan todas las opciones que puedo darme a mí misma en un espacio limitado, en soledad en medio del bosque. La ausencia de alimento me genera un brote de hambre que respiro, he decidido comer una bellota que me ha regalado una de las encinas que me circunda. Hago una ceremonia con la bellota. Se lo agradezco al bosque. La abro por la mitad, tomo una de sus partes y la voy mordiendo lentamente masticando con plena atención la carne blanda del fruto. Observo que cuando termino de ingerir este mínimo alimento me emerge un sentimiento de placer presente en la mucosa de mi boca y mi estómago. Cómo estoy disfrutando los cambios de estado, como la ansiedad sólo busca atención aunque no sea atendida la necesidad completa. Quiero aprender a atender mis necesidades.

Al atardecer tengo la voz en plena inspiración y le hablo al sol.

-Oh sol, quiero ser como tú –me sobrecoge el silencio del monte, el sol cayendo, las montañas –enséñame el camino de la luz, quiero ser luz como tú. Sol, abre mi corazón, enciende mi corazón con tu rayo dorado… ilumíname.

Entro en trance de gozo en un abrazo al sol. Toda la energía masculina yang me reconoce ahora. Escucho a mi compañero tocando el tambor al otro lado de la meseta, muy lejos de mi, su sonido me acompaña, y me reconforta.

Como no como, a veces me siento muy débil. Si acelero el paso mi corazón se siente apretado, y me fatigo. Entro en instantes de cansancio extremo. Si subo la roca me mareo. Esto se convierte en una inesperada ventaja. Me permite observar a cámara lenta mi estado de satisfacción. Cuando siento molestias en el cuerpo y estoy tumbada en la hamaca, descubro mi deseo de caminar. Toda la acción decidida es lentamente realizada, sólo hay deseo de hacer, resistencias, paciencia, y acción. Puedo verlo todo con detalles impresionantes. Me despierto por la mañana y no puedo respirar dentro de la tienda. Quiero salir al exterior y lo hago en partes. Abro la cremallera y descanso un rato, ya voy respirando el aire que entra. Lanzo el aislante al exterior, después voy yo a trompicones y me tumbo. Voy a por el saco porque la mañana es fría. Casi me duermo otra vez. Pero todo el cambio contribuye a mi satisfacción permanente y esa soy yo, la que está cambiando. Este reconocimiento a cómo soy realmente me despierta o me renueva el deseo profundo de autoconocimiento, sobre todo en esa parte de mi de la que huyo a través de establecer una relación de pareja o anhelarla. Esa parte de mí que no quiere estar sola sin un hombre. Pues a la soledad voy, a descubrir el secreto que yo misma me guardo.

La mujer libre que yo soy ama la naturaleza en soledad.

El despertar del chamán/bruja y el ascenso al Nagual

El despertar del chamán/bruja y el ascenso al Nagual

La búsqueda de la visión es un trabajo personal de privación y aislamiento que propicia la comunicación con el mundo espiritual y la profundización interna. Son diversas las formas que puede tomar. El retiro en la naturaleza o en un espacio silencioso apropiado y la dieta, estructuran una energía corporal y emocional adecuada para la apertura de la mente nativa y el diálogo con la realidad no ordinaria. Su finalidad es aumentar el poder interno y acercarse a experiencias de transformación a través el diálogo con el espíritu.

El espíritu es una esencia animada con inteligencia y grados de poder. Sus manifestaciones son muy diversas y se comunica por canales muy variados y creativos. Todo está atravesado por la conciencia, la energía universal, el ser, el espíritu, Dios, lo que cada una identifique. Establecer un diálogo con esta esencia es parte del aprendizaje de nuestro despertar de poder.

En esta búsqueda se practica la “no compasión”, que en los términos de Castaneda es una deliberada opción por traspasar nuestros límites, forzarnos en cierto modo a ir más allá del cansancio, el sinsentido, el miedo, etc., y mantenerse en la presencia yo soy dentro de la aparente desesperación o caos.

La naturaleza es el escenario más propicio. Existen lugares de poder, enclaves donde la energía está más presente para este trabajo: cuevas, lago, cascada, montañas, árboles, etc. La naturaleza es la aliada perfecta. La experiencia permite sentir como ésta es una manifestación del espíritu, nos habla, revela aspectos de sentido, tiene poder, formamos parte de ella, nos limpia y nos acompaña, podemos descansar en ella y fundirnos en ella. Es un espacio para la disolución del ego un portal para la comunicación con las realidades espirituales.

Utiliza la invocación, es la forma de expresar el deseo de ayuda a los seres espirituales con los que se realiza la experiencia. Abuelos (como genérico de antepasados), seres compasivos, animales de poder, espíritus del lugar. Puedes invocar la alianza de las energías de poder que reconozcas en tu vida: la energía crística, guías, maestros/as, etc.

Suelta la mente y el tiempo. No hay que hacer nada más que esperar a que el espíritu haga y a escuchar y encontrar las formas sutiles por las cuales este se va manifestando.

Utiliza algún instrumento de apoyo. Usa el sonido del tambor o de un instrumento que te permita mantener un sonido rítmico y constante durante un rato con comodidad. El tambor se sabe que altera el sistema nervioso central modificando la frecuencia del cerebro. Se trata de reproducir una inmersión auditiva. Lo puedes acompañar de sonidos o cantos espontáneos, deja que estos surjan de tu garganta, no los empujes.

Cuando lo sientas, inicia tu diálogo. Espera que tu propia mente nativa intuya, sienta el contacto la conexión con la realidad espiritual a través de la presencia de un ser amado, un elemento de la naturaleza, un animal de poder. Dialoga con tu experiencia interna. Deja que poco a poco, lo externo se vaya apoderando de lo interno.

DESPERTAR EL POTENCIAL BRUJA/CHAMÁN

Esta experiencia te introduce en el universo de tus posibilidades chamánicas. El chamanismo es un sistema o método para alcanzar la plena autonomía y autoridad espiritual, no para entregarla a nadie. Es un camino de independencia, una disciplina que conduce a la libertad en la práctica y el conocimiento del mundo espiritual. Va a propiciar un proceso de integración de lo mental, lo emocional y de la capacidad espiritual no mediatizada. El poder está dentro, pero hay que elegir  realizar un cambio deliberado de conciencia. Esto requiere de un compromiso personal.

El uso de plantas, los trabajos con la sombra, los aislamientos, la danza instintiva, la inmersión en la naturaleza, los temazcales o cabañas de sudoración, los cantos prolongados, las prácticas intuitivas, la visualización creativa, la ensoñación, son actividades que van despertando en cualquier persona su poder espiritual.

Un primer paso es reconocer la existencia de una realidad no ordinaria y la posibilidad de acceso. A partir de ahí hay que ensayar, practicar el viaje no físico a otros registros, dimensiones, mundos.

La bruja/chamán se acostumbra a viajar al nagual (la realidad espiritual) y a salir del tonal (la realidad material), y logra estar en cualquiera de las dos realidades a voluntad. Se dota de recursos y prácticas para ese cambio de conciencia. Poco a poco van internalizando cualidades de clarividencia o de sanación.

Primeramente adquiere el poder de la presencia: se apoya en su cuerpo físico y energético. Toma conciencia de estar ubicado en su cuerpo, de sentirse presente energéticamente, de que ese es el punto de partida. Se coloca ahí sin mente y practica ese contacto con la energía que existe en su presencia física y su cuerpo de luz.  

A partir de ahí, inicias una nueva forma de captar a través de los sentidos. Aprendes a ver con todos los sentidos muy despiertos, lo que va configurando el ver con el corazón. La comprensión se mueve con otros matices, otra configuración. Ahora la certeza adquiere un carácter emocional. El tercer ojo se hace presente y la percepción se hace más amplia. Cambia el lenguaje interno.

Comienza a practicar el diálogo con los seres. Da igual lo que sea que se presente. Es una práctica. Todo son entidades energéticas (también las enfermedades) y todas las almas pueden entrar en diálogo. Cuando habla con un espíritu lo hace de igual a igual, sin ceder la responsabilidad. Ahora la comunicación adquiere otros códigos. La bruja/chamán se acostumbra al lenguaje metafórico. Los espíritus se expresan mediante experiencias o enseñanzas simbólicas, parabólicas y metafóricas. Va más allá de lo literal y te conduce al conocimiento profundo. Hay un trabajo de descodificación de la semántica del universo en favor de otras personas y para su propio aprendizaje. En este registro percibes como el corazón despierta y sana con metáforas curativas y mensajes simbólicos. Toda la información que llega la vas registrando, va configurando un escenario interno de sentido. 

Inevitablemente irá emergiendo una conexión con la medicina. Hay una comprensión de fondo en este viaje: todo te lleva a la sanación porque de algún modo todo cura, todo sana. Por una parte tocar tus heridas y tu propia sanación te abre la sensibilidad al dolor universal. Inevitablemente al principio el espíritu te lleva a recapitular escenarios de tu propia vida, a sanar aspectos pendientes. Hay que vivirlos. Seguidamente se despierta la cualidad de la compasión: comenzamos a ver las situaciones de otras personas con una mirada que busca apoyar, entender, sanar lo que otros sufren. Entonces buscas hacerte presente a otras personas o conectarte con ellas para invocar en ellas la salud y el bienestar. Emerge el corazón compasivo. Explora las formas que adquiere en tu viaje ese propósito sanador.

EL ACCESO AL NAGUAL

Una práctica milenaria es la del acceso al nagual. Ayudados de la visualización creativa, practicamos el cambiar de plano, viajar a la realidad no ordinaria. Requiere de un esfuerzo y un estado que la búsqueda de la visión precisamente propicia.

Tanto si estás en la naturaleza como si eliges hacer esta práctica de manera puntual en un lugar silencioso de tu casa, túmbate y cierra los ojos. Todo lo que vaya sucediendo a partir de ahora, si lo deseas, lo puedes ir verbalizando, como describiendo en tiempo presente y en voz alta.

Pon intención al viaje. Declara tu misión, es importante. ¿Qué quieres hacer? Extraer alguna información, acudir a dialogar con alguien, simplemente explorar esta dimensión, pedir sanación…

Si dispones de una grabación de un tambor, utilízala de fondo. Es ideal que su duración sea de entre 20´a 30´. Abandonas la mente, puede pasar un rato, espera a que se calme. Apóyate en la respiración. Cuando sientas que estás dispuesto/a, te adentras en la visualización o imaginación activa creadora.  Lo que haces no es simple inventiva fantástica, aunque a la mente se lo parezca. Al contrario, permítete darle valor a lo que se te representa. Al principio y en base a estas pistas que sugiero a continuación, tu visualización será intencionada, pero poco a poco verás cómo adquiere autonomía. Esta es la clave. Antiguamente esto se consideraba una técnica de la medicina popular, se les llamaba “viajes del alma”. Se familiariza con el lenguaje eminentemente mítico de estas experiencias.

Busca en tu memoria la imagen de un lugar conocido que te transmita poder y en el que hayas estado. Esto te facilita representar los detalles de ese lugar. Puede ser una montaña, un árbol, una cueva, algún sitio especial asociado a la naturaleza. Es importante que hayas estado allí y lo conozcas.

Partiendo de ese lugar, inicia el ascenso hacia la realidad no ordinaria. Pon intención a tu visualización creativa. Hazlo a través de una columna de luz, la vía láctea, una escalera de cristal, escalera dorada, un arcoíris o de lo que sea que se te represente, y deja que el viaje comience a llevarte. (Las alfombras voladoras vienen de esta tradición, también la escalera de Jacob. Los chamanes siberianos usaban un trineo con renos, de ahí Papá Noel, que en realidad fue San Nicolás, obispo turco del S. IV)

Ahora deberás encontrar algún elemento que sirva de escenario de paso. El portal que da paso al otro lado. Experimentar esto, a partir de ahora, te va a indicar que has entrado en la otra realidad. Puedes hacerlo visualmente a través de nubes, portales o membranas. Es una barrera permeable que te ofrece la sensación de cambio de plano. Puedes traspasar los niveles que desees.

Una vez ahí, deja que el escenario se vaya representando por sí solo. Date tiempo, observa lo que viene. Elementos del paisaje, personajes, tus animales de poder… Ve creando un  mapa. Ahora eres el centro del universo. Lo que veas ahora será un mapa que se irá repitiendo en próximos ascensos y sobre los que irás avanzando. Si alguien se adelanta o tu animal de poder echa a correr, síguelos. Permítete el humor, toda emoción fija y cohesiona la experiencia.

Puedes encontrar todo tipo de escenarios, también todo tipo de maestros, deidades, personas fallecidas, conocidos o no. A cada encuentro pregunta si es tu maestro/a y si responde afirmativamente, inicia un diálogo. Eres un cosmógrafo, cartografía todo el escenario, muévete a tu voluntad también y explora.

Se accede a este plano para obtener respuestas o para promover sanación. Trabaja abierto al enigma y observa que cualquier elemento puede ser objeto de tus preguntas. Todo responde. A partir de aquí los diálogos y las experiencias se suceden. Déjalos que emerjan. Si lo que experimentas está conectado con la emoción, es la señal de que has alcanzado la realidad no ordinaria. No hay criterio, cada experiencia en esta dimensión es absolutamente personal y es válida en función de la congruencia que adquiere posteriormente en el escenario interno de la vida. Tú eres tu propia autoridad.

Una vez finalizada la experiencia, visualiza como retornas por el mismo camino al mismo lugar que elegiste al principio. Procura que la experiencia dure entre 20´ y 30´. El potencial chamánico se reaviva repitiendo estos viajes. No te desanimes si todo esto al inicio es muy débil. Lleva tiempo conectar con los registros sutiles del viaje espiritual. Cuando no pase nada, simplemente, nómbralo: “no pasa nada”. Y espera. Que tus primeras preguntas o intenciones sanadoras estén dirigidas hacia tu propia persona.

UNA EXPERIENCIA PERSONAL

Durante tiempo atrás me he ido familiarizando con el lenguaje de la visión que conduce a estados de clarividencia. La hipnosis primero, los enteógenos y la práctica de la visualización creativa, van dotando de poder a tu intuición.

Al inicio me ubico en un viejo árbol centenario, un pinsapo en el cual, dice la tradición, fue enterrada una curandera. Desde allí me visualizo trepando. Cuando llego a la copa ya una imagen cobró autonomía desde el principio: un tubo de luz me permite seguir trepando hacia el espacio. En un momento dado un Jaguar me ayuda en la ascensión, me subo a su lomo y llego a las nubes. Sé que ellas son la puerta de acceso al otro lado. Las traspaso y tengo la sensación de atravesar como una rendija que me hace aparecer en un paisaje natural. Allí se queda el Jaguar, sé que me espera para la vuelta. Una vez allí, durante los viajes que he realizado, voy reconociendo elementos a uno y otro lado del camino. Los animales de poder me acompañan, transmitiéndome una sensación de mucha alegría y apoyo.

En un primer viaje vi como un recoveco en la montaña. Allí estaba presente una antigua relación. Vi cómo se debatía entre el atrapamiento de su instinto-creencias, la aceptación y la adquisición de su máxima libertad. Entendí que yo también me identificaba con eso y que estábamos en el mismo viaje. Puede realizar un trabajo de sanación y reconciliación con ella.

En la siguiente incursión experimenté lo mismo en mi ascensión. El Jaguar me volvió a dejar al inicio de este espacio natural. Vi el mismo escenario que acabo de narrar a mi derecha y seguí el camino. Ahora encontré un palacio de cristal a mi izquierda. Entré y me maravillé de las formas de la arquitectura y de la belleza de la luz que allí había. Tuve una experiencia preciosa ya que en el centro de la sala principal, un enorme salón luminoso, entendí que podía acudir a ese espacio siempre que quisiera para pedir sanación para mí. Sentí mi cuerpo en perfecto estado de salud y tomé el placer de estar completamente sano.

En el siguiente viaje de nuevo reconozco los escenarios anteriores y sigo más adelante, descubriendo en cada experiencia lo que hay más allá. Veo una cabra encima de un montículo a la derecha. Me indica que entre a una cueva a través de un hueco que existe justo debajo de ella. Me agacho por su angosta entrada y desciendo a una cueva. Llego enseguida. Me encuentro un espacio oscuro en el que puedo distinguir un pequeño lago subterráneo y a la izquierda una mujer frente a una hoguera. Me acerco. Tenía el pelo blanco y no tenía dientes. Me viene a la memoria la imagen de María Sabina. Atizaba un fueguito. Yo me siento a su lado y le pregunto si es mi maestra (siempre hay que hacerlo y esperar la respuesta de los seres que nos encontramos). Me responde que sí. Al tiempo, me dice que la veo como María Sabina porque mi alma elije verla así. Le formulo la pregunta que traigo como intención en este viaje: ¿son adecuados mis viajes al Nawual? Me mira durante unos segundos y me dice que están bien. Se ha puesto a mirar el fuego. A partir de aquí despliega una serie de sencillos consejos: que cuide mi alimentación; que estoy en el lugar adecuado en la casa del búho; que mi madre está en un espacio de luz, fue sabia y buena, por eso es que reparte protección. Que me cuide en mi energía con lo femenino para que no me atrape mi inconsciencia, que recuerde que es un espacio de abundancia para crecer.

Las recibo todas con gratitud. Miraba el fuego mientras me decía estas cosas como si le viniera de él toda esta información. Me gusta mucho escucharla. Me dirige esas palabras con mucha paz y sabiduría. Le digo entonces: ¿Te puedo hacer más preguntas?  Ella responde rotundamente: no, ya has cumplido el propósito de este viaje. Cuando vuelvas, la cabra te indicará si puedes pasar o no. Me repite que practique así los viajes, que deje que el Jaguar me lleve. Sigue hablándome: tienes una lechuza blanca muy bonita, muy amorosa; tu inocencia está intacta; ese coyote que va contigo atrae los poderes chamánicos. Me despido.

Al salir encuentro a mis animales de poder. Siento entonces mucho amor por ellos. Percibo también su alegría. Son bellísimos espíritus guardianes. Ellos me conectan con el poder del universo a través de su ayuda y su pedagogía. Son representantes espirituales con un acompañamiento propio. Entiendo ahora que están conmigo como me recuerdan mi intención compasiva. La conexión con ellos es parte de ese incremento de poder, sin duda. 

Los animales de poder me conducen en mi cuarto viaje al Nagual. Vamos más lejos atravesando el paisaje inicial. Llegamos a un caudaloso rio que atraviesa el paisaje de izquierda a derecha. Una vez allí me invitan a vivir la experiencia de abandonarme al fluir tirándome al agua. Siento cierta indecisión, me cuesta. Al final me lanzo ayudado por la lechuza. Voy a la deriva, sin nada a lo que agarrarme. Percibo la angustia. La siento en mi cuerpo, experimento el miedo. (Recuerdo que le pedí a la búsqueda que me acercara a mis miedos. También que soñé días atrás como veía la muerte al final de mi vida y sentía una profunda angustia por primera vez). Entiendo en este trance como mis rutinas y planes diarios son auténticos agarraderos que me impiden entregarme al fluir de la vida. Pero ahora experimento cómo es soltarlo todo.

Mi cuerpo se tambalea como si verdaderamente estuviera moviéndome por esos rápidos. Pido un poco de tranquilidad, entiendo que ya he captado lo que me proponen y necesito parar, el rio entonces se aquieta en una ensenada. Me hago cargo de mis impedimentos para entregarme al fluir, aun puedo conquistar más libertad soltando cosas. Pero siento el reto dentro de mi.

Vuelvo a la orilla. Allí los animales me dicen que en realidad puede ser más suave el proceso. Me trae alivio. Puedo permitirme fluir equipado con una barca. Y allá voy. Me veo en una barca de remo de nuevo descendiendo a cierta velocidad por el caudaloso rio. Vuelvo a sentir los rápidos y la sensación de no tener asidero ninguno, ninguna seguridad a la que agarrarme, pero esta vez es más llevadero. Observo esta inquietante escena ya con cierta calma. Mi cuerpo, literalmente, sigue respondiendo a las ondulaciones de la barca, cuando observo como se acerca un paisaje de tormenta y se oscurece la luz. Entonces me abrigo, me acurruco en la barca y tengo un contacto emocional intenso. Siento que, en medio de esa situación adversa que hace más hostil la experiencia, me sostiene el hecho de sentir mi respiración y mi corazón. Las siento dentro con intensidad. Percibo que esto es todo lo que necesito para este viaje a la intemperie. Me conmueve esta vivencia, lloro al sentir como me abrazo a mi interioridad. La respiración y el corazón son la vida palpitando intensa dentro de mí. En realidad, con esto puedo hacer cualquier viaje, me puedo fiar. Pasa la tormenta y me adentro en unos meandros en los que la corriente se calma y el viaje se torna tranquilo. Se asemeja este tramo al cañón del colorado. Dentro de la barca están mis tres amigos. El Coyote, tumbado a mis pies, ahora me informa de que él es el instinto: que si me entrego al fluir de la vida, tendré mucha más energía disponible para lo que verdaderamente importa y que el instinto se me hará presente otorgándome más poder. La lechuza esta posada en la proa, me confirma también que tendré mucha energía para los viajes de sanación, para enfocarme en eso, a ella le encanta, es su poder específico. El mochuelo anda posado atrás, me fijo que se apoya sobre la palanca que mueve el timón. Me dice que ella es la intuición y que, del mismo modo, si me abandono al fluir, tendré mi energía vital conectada a la intuición, entenderé mejor las cosas y la sabiduría de la vida estará más a mi alcance. Sabré conducirme.  

Aprender a dejar la vida VIVOS/AS

Aprender a dejar la vida VIVOS/AS

Esta expresión está tomada de los chamanes de la Amazonía. Los Mayas denominaban a este proceso: el “despertar de tu cuerpo de jaguar”. Este animal vive sin miedo. Caza solo para alimentarse, explora y descansa. Vive en la confianza de que la vida le proporciona lo que necesita. Está asociado al poder sanador del espíritu y al Divino femenino. En esta cultura Maya, los sacerdotes se llamaban Balams (Jaguares) y se convertían en tales porque habían realizado ya un viaje simbólico al submundo, a lo más profundo de sus miedos, conquistando el más difícil de todos: el miedo a la muerte. Este viaje a lo Divino Femenino me resulta inspirador. Recojo la invitación a encarnar la sabiduría del Jaguar, soltar el miedo a lo desconocido y confiar.

Para soltar el miedo hay que vivirlo. No es fácil. O la vida te lo pone de repente delante de forma inevitable, o lo conquistas, sumergiéndote en alguna de tus memorias pendientes. Al descender al inframundo el desafío es permanecer allí en profunda aceptación, no salir despavorido. Como en la historia de la bella Psiché, es el camino la verdadera iniciación en este aprendizaje. Cuando tocas el terror de aquel escenario de infancia, o de aquel patrón inconsciente antiguo, sientes que solo estás tú, tus propios fantasmas y tu respiración. El plexo condensa el dolor y la angustia y apenas tu diafragma y un mantra repetido infinitamente, te sirve de fino soporte ante la desesperación.

Personalmente lo he podido vivir. Ha sido un proceso de limpieza en el que he experimentado como algo viejo, inconsciente, moría dentro de mí. Un episodio de apego me condujo a la obsesión por la pérdida y al miedo. Atravesando las excusas, las resistencias, las huidas, etc., terminé por entregarme al dolor y acudí al origen de mi parálisis. Reviví los sentimientos de terror que estaban ocultos para mí en una escena de mi niñez. De niño viví el impacto que me producía la amenaza de perder a mamá en un contexto de desesperación familiar.  Mi cuerpo pudo volver a sentir durante media hora el pavor de enfrentarse a este escenario. Era mi cuerpo de niño el que temblaba, el que ahora completaba un ciclo de expresión y de sostenimiento adulto.

Tras vivirlo entendí el poder invalidante del miedo, la pérdida y la desesperación, y cómo experiencias así condicionan nuestra libertad. Creo que el verdadero miedo que nos aterroriza no es perder algo, sino el terror a no encontrarte a ti mismo al otro lado. Eso es la muerte.

Pero  cuando he resuelto ahí, veo que esto se puede reenfocar. Cuando elijo ahora despertar a mi chamán, me propongo entre otras cosas, familiarizarme con eso otro lado. Entiendo que en esta vida, mi energía es útil para despertar el Jaguar interno y que puede vehicularme más allá de las fronteras de la extinción. Ahora, después de vivir esa crisis y de tocar el lugar donde experimenté el miedo a la desaparición, siento que puedo elegir y que la muerte no me condiciona. Es más, me catapulta más lejos aún, si me preparo con conciencia en la dirección de mi propósito. Es la promesa del Jaguar: sentirnos en casa seguros, sin miedo, porque la vida proporciona todo lo que necesitamos. Ahora que suelto la sumisión a una vida amenazada por el miedo, puedo experimentar mis posibilidades de practicar formas nuevas de vida más cercanas a mi satisfacción y a mis potencialidades espirituales. El miedo amenazaba de muerte a mi ego, pero cuando lo traspaso, lo que trae es resurrección. Despierta mi cuerpo de luz.

Hoy puedo experimentar otras cosas. Me siento más unido a la naturaleza, a los animales, a los seres vivos. Siento deseo de abandonarme a ella en el silencio y extraer su sabiduría mediante la búsqueda de la visión. Entiendo la importancia de la alimentación para desintoxicar mi cuerpo y que me aporte la máxima lucidez. Creo en el nagual, el mundo del espíritu infinitamente más grande que esta pequeña dimensión espacio temporal que ocupo, a donde puedo acudir a través de la ensoñación o la conexión de mi intuición chamánica. Allí puedo comprender aspectos de la realidad y recordar que existe un plan maestro que va por delante de mí.  Siento que mi respiración es una permanente aliada para mis estados emocionales.  Emerge la potencialidad de mi Dios y mi Diosa interna que abordan la relación con lo femenino desde un lugar de amor y libertad como no había experimentado antes. Ahora, en definitiva, ya puedo estar tranquilo, ya sé que no tengo nada bajo control. Quiero dejar la vida muy vivo.

Te invito a completar una acción chamánica. El miedo se nutre de un rol, un personaje sin el cual sentimos que desaparecemos. Por eso, te animo a quemar tus roles, los condenamos a la muerte. Escribe aquellos roles que crees que sostienen tu identidad cotidiana, también los roles con los que te mueves en ocasiones y con los que aparentemente buscas sentirte especialmente amado o seguro. Quema tu rol de hijo/a; tu rol de persona sociable; valiente; tu profesional bien considerado. Quema tu rol de amante; de sanador de otros. De víctima. Suéltalo y experimenta como es morir a esa parte de ti. Observa cómo llega la sensación de no ser nadie, de perder tus recursos para sentirte visto y amado. Ríndete. Aquí, contemplando y respirando esto, es donde comienzas a estar más vivo.

ALFREDO C. DOMBÓN