por Alfredo | Feb 23, 2021 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Tras años de explorar la mente profunda a través de la
hipnosis y las experiencias de ampliación de la conciencia veo que, como ser
humano, estoy abierto a un campo de información extraordinario. Emerge del
ámbito inconsciente y supra consciente, y puedo acceder activando cualidades
simples del cerebro que despiertan el cuerpo sutil y la comunicación energética.
Existe un nivel de funcionamiento de la frecuencia cerebral,
los estados Alfa e inferiores, en los que se mitiga la actividad de la mente
especulativa y se abren otras funciones de la mente intuitiva y conectiva. Aquí
se amplían las posibilidades de la percepción. La hipnosis como un proceso de
sugestión inducida que disminuye la actividad analítica, da acceso a
experiencias que activan niveles de conciencia extendida real, en las cuales la
experiencia visual se conecta con la emocional. Esta aventura resulta
transformadora.
Mediante estos estados se puede acudir a memorias de esta
vida con extraordinaria nitidez, y revisar un escenario emocional que necesita
ser recapitulado. Las escenas del pasado fluyen con una energía actualizada, lo
que permite movilizar nuevos recursos conscientes para sanar. También se puede
ahondar en la experiencia uterina, donde se rescatan sensaciones con las que recordar
aspectos esenciales para la vida: la actualización de la experiencia del amor,
de la elección y del propósito de vida.
El acceso a otras posibles vidas facilita desvelar con contundencia
patrones que se nos repiten y en los que estamos implicados existencialmente.
También aprendizajes poderosos con los que despertamos a una mayor sabiduría.
Por último, los espacios entre vidas y las progresiones al futuro, nos ponen en
diálogo con arquetipos, entidades y potenciales internos con los que podemos
actualizar aspectos esenciales de nuestra vida.
Sea para aplicarla a la sanación personal, a la búsqueda de
respuestas de vida o a la mera prospección de los universos internos, los estados
modificados de la conciencia, los estados no ordinarios de la conciencia, son
el verdadero camino de acceso a la energía sutil que gobierna, como si
de un sistema operativo se tratara, la realidad que nos configura. Y se puede
acceder a ellos mediante un sencillo trabajo personal de concentración.
Es el campo cinabrio, una especie de rejilla
energética que todo lo enlaza, el Tan Tien o campo de la alquimia interior
según la filosofía oriental. A este campo propongo volver. A nuestra naturaleza
auténtica de seres mágicos.
Nuestro cuerpo está diseñado para manejarnos con esto. El
ADN almacena códigos lumínicos que interactúan con campos de información.
También la glándula pineal es una interface piezoeléctrica que traduce la
información de origen químico en eléctrico y viceversa.
Me fascina ver como en este campo sutil, existen todas las
posibilidades. Porque el campo denso (materia organizada en la dimensión
espacio tiempo y accesible a los sentidos físicos) se configura en función de cómo
está programada la información del campo sutil (campo energético que responde a
la conciencia del observador). ¿Quién es el Observador que ha creado este
modelo? Llámale Fuente, Gran Espíritu, Intento… como quieras. Lo que puedo
comprender y transmito ahora, es que mi condición de ser humano me hace
partícipe de esa cualidad ordenadora del campo sutil. Lo que lo hace posible se
llama conciencia.
Mi conciencia es una emisora – generadora de orden o
complejidad, según elija. Lo que emito en este campo es un laboratorio, un
experimento que configura mi universo. Elijo ordenarlo, en un estadio más
alto.
Descubro que, si entiendo las posibilidades que me ofrecen
las herramientas de mi conciencia, puedo operar en él para transformar la
realidad sutil del campo energético que, a su vez, está programando la
configuración del campo denso, es decir, mi realidad inmediata. La intención es
más fuerte que el programa, ¿Cómo lo comprobamos? Solo sé que dios existe si
yo me hago dios.
Llegado a este punto, me doy cuenta de que el salto real que
requiere este cambio de paradigma mental, pasa por la fe. Para mí la fe
es: creer que existe un orden más completo, que confiere coherencia y
sentido a toda la realidad, más allá y más acá de mí mismo, con poder y
conciencia, y que yo puedo participar activamente de este poder a través de mi “no
hacer – despierto”.
La fe comienza cuando logro experimentar el vacío donde se despliegan
todas las posibilidades. Como ahí existe todo, todo está disponible. Por lo
tanto, elijo lo que quiero. Al elegirlo, lo creo. En realidad, lo que hago es
creerme “a pies juntillas” que atraigo la experiencia fuera que primero he
creado dentro. Y vamos a ver qué pasa…
Mi mente atrapada en la materia densa, está excesivamente
implicada en el control, la gestión ordinaria y la estrategia de supervivencia.
Del mismo modo está secuestrada por las emociones primarias que arrestan el
corazón y ocultan nuestros potenciales más elevados. El miedo a la herida
primordial que todos tenemos, por ejemplo, despierta las mil caras de la
soberbia y la defensa. Esto implica absorber mucha energía y nuestros recursos
mágicos quedan sepultados. Nos quedamos como esperando, encadenados a una
realidad fáctica. La sombra es adictiva. El inconsciente nos compra ideas
pobres y nos empuja a repetirlas. Y mientras esto sucede, no estamos creando,
porque hemos llenado el vacío. El vacío da miedo.
Ser nadie (anonadarse), vaciar la importancia personal, es
un buen comienzo para empezar a despejar nuestro poder. Escapar del hechizo del
ego y modificar la percepción, me permiten alcanzar nuevos niveles de
energía enfocados.
A estos niveles accedemos con las herramientas de la
conciencia, son estas: la intención apoyada en la palabra precisa. La
imaginación y su propiedad activa, la visualización creadora. Y la
emoción que colabora para configurar estados elevados, lo que
llamaremos el llenado. Con ellas entreno este “no hacer – despierto”,
una alquimia de la presencia transmutadora. No hacer y a la vez, sentir que
estás creándolo todo con poder. Soy dios.
La imaginación y la emoción son los recursos combinados más
poderosos para acceder a esta magia. Si despejo la intención y la recojo en un pensamiento
claro, entonces comienza la alquimia ¿Qué quieres crear?
PRIMERO. La intención. Me paro y me pregunto: ¿Qué deseo? ¿Cómo está configurada mi realidad y cómo quiero realmente que sea? ¿Qué proyecto para mí en el orden material, emocional, espiritual o de estados de vida? ¿Cómo imagino áreas de mi vida para que me otorguen la máxima satisfacción? ¿Cuál siento que es mi deseo profundo? En esta primera fase me esfuerzo en desvelar mis más profundos deseos. Los conduzco lejos, pido a lo grande. Cuanto más elevado es lo que deseo, más posibilidades abro, más se des oculta la realidad. Lo expreso con palabras, con la máxima claridad. No me dirijo al cómo debe producirse, sino en qué condiciones elijo que debe darse. No pienso cómo debe llegar el escenario ideal para mi vida, simplemente soy capaz de recrear la forma final, cómo debe darse en su estadio último.
SEGUNDO. Entonces, a
partir de la intención concretada y expresada en palabras, prefiguro eso que
deseo en mi imaginación. Su herramienta, la visualización creativa, supone
activar y recrear la experiencia imaginativa a voluntad. Es decir, elijo
activar en el campo de la imaginación eso que he pensado. Represéntalo,
completa los detalles de lo que ves, desenvuélvete en ese espacio, completa
todos los elementos que necesites en la visualización para imbuirte en lo que
ves. Toma el sentir. Experiméntate en eso que has completado. Realizar algunas
visualizaciones guiadas, ayuda. Es un recurso imaginativo que, cuando se
practica, te lleva a lo que llamamos un estado modificado de la conciencia en
una frecuencia Alfa del cerebro. Consigues un estado enfocado donde, si
sabes practicar, atender y esperar, comienzan a emerger los detalles nítidos y
te incorporas a la experiencia de lo visualizado.
TERCERO. A continuación,
se despierta el sentir, se hace presente la emoción que colabora a
completar el estado. Los estados emocionales elevados son lo que nos
interesa. Se trata de experimentar en su forma más completa dentro de la
visualización un estado emocional lo más abarcante posible y que previamente
hemos deseado: plenitud, satisfacción, alivio, felicidad, alegría, compasión,
amor, comunión, etc. Permitimos que el estado emocional deseado nos tome, se
haga presente lo más intensamente posible y que complete la experiencia de
visualización. Entonces practicamos el llenado. Respiramos profundamente
varias veces con esa emoción hasta sentir que, verdaderamente, se ha completado
emocionalmente dentro de mí eso que he deseado. Nótalo esbozando una leve
sonrisa. Todo tu cuerpo lo toma.
CUARTO. En último término te percatas de este estado: el “no hacer – despierto”. Lo cuento en primera persona, el camino aquí puede ser más personal. Es el ámbito donde la fe viene a tomar un lugar coherente y me trae un contacto con el poder interior. En este lugar necesito tomarme mi tiempo. Me llega una peculiar sensación de que lo que he creado desde el estado modificado de la conciencia, atrae la realidad invocada. Todo está a mi favor, me despierta un sentimiento de esperanza. Es un estado de certeza no cognitiva, una convicción. En mí, la expresión es: me rindo ante el poder que se manifiesta en mi interior. El corazón sentiente toma anchura, paz. Me confirma que eso está ya materializado en el campo de la realidad sutil y que se destilará, no sabemos cuándo, en la realidad densa que hemos prefigurado. El poder ante el cual me rindo, lo hará. Una mezcla de rendición y fe que da como resultado un estado de plenitud. Suelto el cómo se hará eso. No lo sé, escucharé las señales. Y aquí me siento participando de un poder superior e interior, que me sobrepasa y me contiene, del que formo parte. Me quedo sin palabras. Suelto.
La activación del campo sutil comienza a configurarse cuando
alcanzamos a experimentar un proceso completo de coherencia en estas tres
funciones: el deseo conectado con mi propósito, el sentir
auténtico y la congruencia en el universo de la percepción consciente.
Ocurre así en los procesos terapéuticos que transforman los bloqueos y patrones
de cara a la sanación.
Atraemos de esta manera el mismo poder que está presente en
la realidad, y que ha permitido que toda la energía que existe esté
manifestada. Nosotros estamos en el campo en el que esta energía se mueve
porque, como seres humanos, somos una forma elevada de la manifestación de
Dios que aflora en niveles de conciencia.
La energía sigue al pensamiento con intención. Cuando
ponemos energía en configurar estados emocionales orientados a crear la
realidad que queremos, estamos acertando a activar un potencial extraordinario:
crear la realidad desde el campo de las energías sutiles a las que tenemos
acceso por la conciencia operativa.
Volver al campo, a la naturaleza auténtica que somos, nos
ajusta con la vida. Rescatar las energías sutiles, la magia, la activación de
nuestro poder creador, despierta la percepción y nuestra capacidad intuitiva
directa, donde podemos desenvolvernos de una manera más armonizable con
nuestros deseos. ¿Te lo crees? Compruébalo. ¿No te lo crees? No pasa nada, ni
pasará…
por Alfredo | Dic 14, 2020 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Extraigo una síntesis de los capítulos 63 y 64 del libro de Las Claves Genéticas de Richard Rudd
A veces me siento atrapado por la especulación de mi mente.
Me agota mi pensamiento cuando juega a “encontrar y defender la verdad”. Debato,
opino, me adhiero a la supuesta verdad y a los de su bando, enjuicio al que no
la tiene, exijo al otro que cambie, me obsesiono por desvelar la coherencia de
un argumento, discuto con alguien olvidando el sentimiento que nos une; me
instalo en los dilemas sociales tomando partido. Reacciono sin darme cuenta que
todo esto es mente. Intelectualizar la verdad, un viejo vicio del pensamiento
patriarcal.
El cerebro izquierdo (un cableado para reconocer las
mecánicas repetitivas) y el derecho, se siguen debatiendo entre la lógica y la
imaginación. Pero el hemisferio derecho completa y eleva la mera funcionalidad
del izquierdo, trascendiendo la verdad. El cero y el infinito son una
aportación útil de nuestra imaginación.
Me pregunto: ¿de qué se alimenta la opinión? Los genes
contienen el mapa que construye nuestra estructura del ser. Siguiendo el libro
de Richard Rudd,
descubro que la opinión, que se alimenta de la duda, es fruto de la desconexión
de la imaginación y del sentir que se alojan en nuestro potencial del
hemisferio derecho.
También veo como la vivencia de la duda genera mucha presión
en el cerebro. El hecho de vivir en un escenario tan diverso y complejo,
conlleva un sustrato de dolor. Seguramente sea por eso por lo que los humanos
vamos tras la búsqueda permanente de certezas mentales, para evitar así sentir
esta angustia. Adquirimos creencias y valores para contrarrestar la duda en la
que vive la mente. Nos volvemos por ello adictos al pensamiento.
La mente humana se identifica con lo que ve, y absorbe
infinidad de modalidades de pensamiento lógico, relatos y derivados. Instalamos
entonces un constructo, un artefacto teórico, nos lo creemos completamente y
evitamos así sentir la confusión como algo inherente a la vida. ¿Qué
pasa si acepto la confusión? No resulta práctico para el ego, la identidad
personal está íntimamente asociada al despliegue de la opinión.
OPINAR, UNA SALIDA DEL EGO.
La duda la reprimimos con el dogma y la opinión. Cuando se
hace, construye la falsa lógica. Opinar, cuando no se abre al auténtico
cuestionamiento, a la propia duda existencial, satisface las necesidades del
ego. Creamos identidad (progresista, solidario, defensor de lo justo, erudito,
auténtico, etc.) Cuando la mente se acostumbra a no dudar, deja de evolucionar.
En realidad, caemos en un doble patrón: el de imitar,
escondiendo nuestras vidas entre actividades y pensamientos, una masiva red de
seguridad completamente ilusoria creada por el colectivo para evitar sentir la
situación del mundo tal cual es; o canalizar la rabia contra el statu
quo o contra “el otro”, tomar la revancha contra la vida misma, defendiendo posturas,
opiniones, luchando por la verdad y, en algunos casos, imponiéndola.
La duda al servicio del cuestionamiento de lo externo, despierta
el canal creativo (artes, ciencia, tecnología, salud…), pero si se internaliza y
se vuelve hacia uno mismo en un nivel bajo de frecuencia, puede ser
destructiva. Si el pensamiento no es creativo, sirve a la duda y se va a
proyectar en otras personas o en uno mismo. Aquí emerge la falta de confianza y
su derivada: la sospecha, que socava enormemente al ser humano ya que,
al dudar de nosotros mismos, la mente quiere tomar la rienda y ahonda más en la
confusión, retroalimentándose. A partir de aquí, la mente no puede escapar de sí
misma.
ABRAZAR LA INCERTIDUMBRE
Cuanto más profundizas, más complejo es todo. Si cuestionas
algo intensamente, llegarás a la conclusión de que estás ligado como observador
a ese “algo”, por lo cual, pierdes la posición de observador y pasas a ser
experimentador, un espacio de profunda subjetividad. Ya no hay verdades. No hay
opinión, solo hay comunicación de la vivencia.
La lógica humana no está diseñada para tener la certeza de
nada: solo de la existencia de la paradoja. La duda no es el enemigo, sino
el miedo a dudar. La única respuesta satisfactoria es la que desafía a la
lógica. Cuanto más abrazamos la incertidumbre, más cerca estamos de la
trascendencia. EL humano hace el viaje del cuestionamiento, pero la resolución
final está fuera de la lógica. La verdad llega como una iluminación y no
como una respuesta.
EL CAMINO DEL HEMISFERIO DERECHO
Si sigues más adelante, entrarás en los dominios holísticos
de la síntesis. Aquí todo está afectado por todo, lo cual te empuja
hacia el espacio de tu mundo interior. En este lugar ya no hay cuestionamiento,
hay revelación.
La confusión es un estado vibrante de potencialidad. El
cuestionamiento orientado a preguntarnos por nuestra naturaleza nuestro ser,
nos empuja a elevar el espíritu, como han hecho los caminos del yoga y el
tantra que han buscado unir la fisura humana interna y de tomar la aceptación
de lo que somos respectivamente.
Para tomar el camino de la mano izquierda o del hemisferio
derecho se me ocurre sugerir:
- Permítete sentir el dolor y el milagro de la
transformación comienza.
- Acepta sentir y pensar desde la duda y reconocer
el caos de la vida misma.
- Conecta tu garganta a tu corazón, acostúmbrate a
expresarte desde el sentir en cada presente.
- Sé honesto: cuanto más aprendes, más preguntas
se abren.
- Espera a que la verdad te encuentre. La verdad
no es un elemento que sacia la lógica. La verdad es un acontecimiento, una epifanía.
- Abandona la obsesión por la verdad y su defensa,
y entrégate a la poética del azar.
- Sé paciente, no reacciones, evoluciona de
acuerdo a tus propios plazos.
- Confía y acepta que te llegará la luz, que eres
portador de estados de claridad que emergen de tu propia genética y tu conexión
con tu ser.
- Abraza la confusión y activa la imaginación
creadora, el portal que trasciende la verdad.
No hay nada que no sea verdad, porque lo que sucede y
sientes en cada momento, es verdad. La verdad está aquí y ahora, pura e
incorruptible, en cada presente, en cada estado de vida. Es eterna, pura, imperecedera,
y tan simple como hermosa. La verdad es tu estado natural, un espacio a la
deriva, una inmersión total en tu ser. Es el eterno momento del presente.
Existe claridad en el espacio de la luz interior. Fuera de ella aparece la
confusión.
LA IMAGINACIÓN CREADORA
Nuestra genética es una enciclopedia digital de la
consciencia. La imaginación es la expresión de la fuerza de la vida sin
impedimentos a través de tu genética. Einstein dijo que la imaginación es más
importante que el conocimiento. Ser lo que auténticamente eres, permite
desactivar los mecanismos de la mente y activar las puertas hacia la
manifestación de tus dones. Poner la fuerza en las cualidades del ser,
cortocircuita el atrapamiento del cerebro izquierdo.
Para ello: priorizo lo que siento en el puro presente; pongo
la palabra al servicio del corazón en todo momento; escucho si mi reflexión se
dirige al crecimiento de mi experiencia o responde a la opinología, a mi rabia o
a la imitación; doy pleno valor y potencia a los estados modificados de la
conciencia; practico la visualización
creadora para construir mi realidad; abrazo la vía del yoga y el tantra;
practico la expresión libre, original y artística; amplifico los estados de
alegría; experimento la indagación de las emociones y de mis miedos en la tribu.
por Alfredo | Ene 24, 2020 | Avatar, Conciencia Extendida, Gran Espíritu, inteligencia intuitiva
Esta expresión está tomada de los
chamanes de la Amazonía. Los Mayas denominaban a este proceso: el “despertar de
tu cuerpo de jaguar”. Este animal vive sin miedo. Caza solo para alimentarse,
explora y descansa. Vive en la confianza de que la vida le proporciona lo que
necesita. Está asociado al poder sanador del espíritu y al Divino femenino. En
esta cultura Maya, los sacerdotes se llamaban Balams (Jaguares) y se convertían
en tales porque habían realizado ya un viaje simbólico al submundo, a lo más
profundo de sus miedos, conquistando el más difícil de todos: el miedo a la
muerte. Este viaje a lo Divino Femenino me resulta inspirador. Recojo la
invitación a encarnar la sabiduría del Jaguar, soltar el miedo a lo desconocido
y confiar.
Para soltar el miedo hay que
vivirlo. No es fácil. O la vida te lo pone de repente delante de forma
inevitable, o lo conquistas, sumergiéndote en alguna de tus memorias
pendientes. Al descender al inframundo el desafío es permanecer allí en
profunda aceptación, no salir despavorido. Como en la historia de la bella
Psiché, es el camino la verdadera iniciación en este aprendizaje. Cuando tocas
el terror de aquel escenario de infancia, o de aquel patrón inconsciente
antiguo, sientes que solo estás tú, tus propios fantasmas y tu respiración. El
plexo condensa el dolor y la angustia y apenas tu diafragma y un mantra
repetido infinitamente, te sirve de fino soporte ante la desesperación.
Personalmente lo he podido vivir.
Ha sido un proceso de limpieza en el que he experimentado como algo viejo,
inconsciente, moría dentro de mí. Un episodio de apego me condujo a la obsesión
por la pérdida y al miedo. Atravesando las excusas, las resistencias, las huidas,
etc., terminé por entregarme al dolor y acudí al origen de mi parálisis. Reviví
los sentimientos de terror que estaban ocultos para mí en una escena de mi niñez.
De niño viví el impacto que me producía la amenaza de perder a mamá en un
contexto de desesperación familiar. Mi
cuerpo pudo volver a sentir durante media hora el pavor de enfrentarse a este
escenario. Era mi cuerpo de niño el que temblaba, el que ahora completaba un
ciclo de expresión y de sostenimiento adulto.
Tras vivirlo entendí el poder
invalidante del miedo, la pérdida y la desesperación, y cómo experiencias así
condicionan nuestra libertad. Creo que el verdadero miedo que nos aterroriza no
es perder algo, sino el terror a no encontrarte a ti mismo al otro lado. Eso es
la muerte.
Pero cuando he resuelto ahí, veo que esto se puede
reenfocar. Cuando elijo ahora despertar a mi chamán, me propongo entre otras
cosas, familiarizarme con eso otro lado. Entiendo que en esta vida, mi energía
es útil para despertar el Jaguar interno y que puede vehicularme más allá de
las fronteras de la extinción. Ahora, después de vivir esa crisis y de tocar el
lugar donde experimenté el miedo a la desaparición, siento que puedo elegir y
que la muerte no me condiciona. Es más, me catapulta más lejos aún, si me preparo
con conciencia en la dirección de mi propósito. Es la promesa del Jaguar:
sentirnos en casa seguros, sin miedo, porque la vida proporciona todo lo que
necesitamos. Ahora que suelto la sumisión a una vida amenazada por el miedo, puedo
experimentar mis posibilidades de practicar formas nuevas de vida más cercanas
a mi satisfacción y a mis potencialidades espirituales. El miedo amenazaba de
muerte a mi ego, pero cuando lo traspaso, lo que trae es resurrección. Despierta
mi cuerpo de luz.
Hoy puedo experimentar otras
cosas. Me siento más unido a la naturaleza, a los animales, a los seres vivos.
Siento deseo de abandonarme a ella en el silencio y extraer su sabiduría mediante
la búsqueda de la visión. Entiendo la importancia de la alimentación para
desintoxicar mi cuerpo y que me aporte la máxima lucidez. Creo en el nagual, el
mundo del espíritu infinitamente más grande que esta pequeña dimensión espacio
temporal que ocupo, a donde puedo acudir a través de la ensoñación o la
conexión de mi intuición chamánica. Allí puedo comprender aspectos de la
realidad y recordar que existe un plan maestro que va por delante de mí. Siento que mi respiración es una permanente
aliada para mis estados emocionales.
Emerge la potencialidad de mi Dios y mi Diosa interna que abordan la
relación con lo femenino desde un lugar de amor y libertad como no había
experimentado antes. Ahora, en definitiva, ya puedo estar tranquilo, ya sé que
no tengo nada bajo control. Quiero dejar la vida muy vivo.
Te invito a completar una acción chamánica. El miedo se nutre de un rol, un personaje sin el cual sentimos que desaparecemos. Por eso, te animo a quemar tus roles, los condenamos a la muerte. Escribe aquellos roles que crees que sostienen tu identidad cotidiana, también los roles con los que te mueves en ocasiones y con los que aparentemente buscas sentirte especialmente amado o seguro. Quema tu rol de hijo/a; tu rol de persona sociable; valiente; tu profesional bien considerado. Quema tu rol de amante; de sanador de otros. De víctima. Suéltalo y experimenta como es morir a esa parte de ti. Observa cómo llega la sensación de no ser nadie, de perder tus recursos para sentirte visto y amado. Ríndete. Aquí, contemplando y respirando esto, es donde comienzas a estar más vivo.
ALFREDO C. DOMBÓN
por ecoex | Ene 30, 2019 | Conciencia Extendida
Vivimos interpretando un personaje, una construcción del ego que fija nuestros patrones de comportamiento. Un “yo” que se recrea en sus propias fijaciones. Uno de los efectos más directos es la pérdida de contacto con el cuerpo y la consiguiente pérdida de vitalidad. Dejamos de identificarnos con él, su sabiduría y su capacidad reguladora, para enfocarnos en la mente, espléndida aliada de las neurosis.
Nuestra forma de ser adquiere rigideces que se traducen fisiológicamente en corazas o armaduras. Son las tensiones, los bloqueos posturales, los automatismos del cuerpo, la falta de salud, de flexibilidad, etc., que inhiben la vida del cuerpo. Es una energía que no ha logrado descargarse por la contención del ego que sigue patrones de supervivencia desde el miedo y la escasez.
El cuerpo, cuando le damos permiso para movilizar toda esa energía, reproduce por sí mismo estados de liberación que disuelven las funciones del carácter, procurándonos cambios internos y recuperando la función de la espontaneidad asociada al placer. La salud emocional y el desbloqueo físico van parejos. Liberar las inhibiciones físicas trae automaticamente una regulación de algún proceso pendiente y alivia las emociones contenidas.
Integrar la energía de la personalidad supone hacer converger el movimiento del ego y la espontaneidad del cuerpo, este es el objetivo de la bioenergética. El ego habitualmente nos aleja del contacto real con la sensibilidad tomando el camino de la fuerza, la competitividad, el poder, etc. El cuerpo busca el placer en sintonía con la energía sexual. Existe una fuerte ruptura entre la parte superior del cuerpo y la parte inferior. Este encuentro se realiza en un lugar mágico, donde el propio cuerpo traspasa la rigidez del bloqueo y accede al placer de la liberación organísmica, entonces el ego suelta sus miedos y sus obsesiones.
La bioenergética busca abordar aspectos de nuestra salud emocional mediante procesos energéticos corporales. Somos energía disponible. El bienestar emocional y la energía interna están en proporción directa. La adecuada disponibilidad de esta energía permitirá regular nuestro placer y viceversa. Los bloqueos de la personalidad generan cargas y el cuerpo permite la descarga. Permitir que el cuerpo descargue los bloqueos que acumulamos, permite restaurar la circulación de las emociones sanas. Salir de la productividad material al placer creador requiere de un desbloqueo de los patrones adquiridos que se manifiestan claramente en las corazas del cuerpo.
La contracción muscular, el dolor, la pérdida de flexibilidad, la falta de sensibilidad en áreas del cuerpo, son síntomas de la rigidez emocional. En la fisonomía se manifiestan las carencias que desde la infancia arrastramos por la desatención a las necesidades y los deseos específicos. El ego, que se aleja de la sensibilidad emocional, nos aleja a su vez del propio cuerpo, separándonos de la creatividad y del gozo.
Este trabajo nos conduce a una comunicación más propioceptiva, más basada en la experiencia propio. El cuerpo devuelve el realismo a la vida cotidiana. Nos reencuentra con el sentir, la función que permite ser fieles a los que nos sucede y no evadirnos en la fantasía de las creencias y los automatismos del ego.
El cuerpo lo tomamos como aliado para rescatar nuestra unidad energética. La garganta, la pelvis, los brazos, la respiración, la descarga energética, nos permiten canalizar y expresar de forma que podemos volver a conectar los centros separados: la mente, el corazón y los genitales. El cuerpo da mucha información sobre todo esto: la forma de pisar, la sensación de arraigo, la facilidad para el contacto con otros cuerpos, el estado de alerta o de abandono, como se incorpora la expresión en la comunicación, la tensión de la mandíbula, etc. La bioenergética trabaja con esto para avanzar en el proceso de expresión y posesión del cuerpo con una mayor conciencia.
El cuerpo nos puede llevar de viaje hacia un proceso regresivo o catártico. La descarga implica un poderoso caudal de energía. Es un proceso necesario para recuperar la sensación de estar completamente vivo. Destronamos las rigideces que nos impiden llorar, gritar o sentir miedo.
El tipo esquizoide recupera su derecha a existir de manera segura; el tipo oral su derecho a estar seguro en su propia necesidad; el psicopático a ser autosuficiente; el masoquista a ser independiente; y el rígido a recuperar su derecho a desear y procurarse la satisfacción.
por ecoex | Jun 18, 2018 | Conciencia Extendida
La Universidad de Yale realizó hace unos años una investigación observado mediante resonancias magnéticas las áreas del cerebro que se activan cuando se medita. Para ello trabajaron con la concentración basada en la respiración y en el contacto con el cuerpo; con la meditación del amor/amabilidad que recurre a la repetición de frases positivas hacia los demás y hacia uno mismo; y la conciencia sin elección, que pone atención a los pensamientos y los observa sin pretender cambiarlos ni modificarlos. En todos los casos que analizaron vieron cómo se activaba un área del cerebro llamada Red Neuronal por Defecto (DMN), situada en la corteza cingular posterior y prefrontal, distinta de la Red Orientada a las tareas, que se activa para la planificación. Se descubrió con este experimento que las personas que meditan desarrollan esta red neuronal por defecto en la que hay una mayor conciencia de uno mismo y del presente.
Otra interesante y curiosa parte de nuestro cerebro es la glándula pineal. Tiene apenas 8mm de tamaño y forma de árbol. No solo recibe un gran flujo de sangre, sino que regula aspectos como los ciclos, la madurez y la actividad sexual. Influye sobre gran parte de nuestras glándulas internas y nuestras respuestas endocrinas. Se trata de la única glándula capaz de manejar información magnética y neuroquímica. Traduce el campo de la energía en información neuronal. Es un órgano crono biológico y fotosensible. Podríamos compararlo a una antena que funciona como un transductor. Esta cualidad le permite poner en relación los ciclos universales con nuestros ciclos biológicos. Se convierte así en puente privilegiado entre el planeta, el cuerpo y la mente. Es por ello que tradicionalmente se le ha asignado la función de la espiritualidad que reproducen los aspectos de sentido.
La Red Neuronal por Defecto y la glándula pineal son estructuras de nuestro cerebro que emergen con sus funciones propias cuando las activamos mediante una sustancia enteógena, como por ejemplo la psilocibina presente en el hongo Psilocibe cubensis, o la molécula sintetizada MDMA. Enteógeno se puede traducir como “hacer nacer el dios que tenemos dentro”. Su experimentación está demostrando que habilita la mente para estados de conciencia extendida, es decir, para ampliar su percepción y tomar contacto con aspectos de la vida cuyo conocimiento está normalmente velado, pero despierta dentro de nosotros si le dejamos paso. Los enteógenos dejan la Red orientada a las tareas en un segundo plano para amplificar funciones como la de la conciencia propia, la activación de la energía sexual creadora y el acceso al “darse cuenta” de aspectos de la vida personal. Los efectos de la meditación y las propiedades específicas de la pineal, -en especial la apertura o activación de una sensibilidad propia más allá del plano puramente cognitivo a la que podemos llamar intuición-, pueden asociarse igualmente a la experiencia psicodélica.
El viaje enteogénico permite una experiencia de claridad en un estado de reposo mental excepcional. Otorga una especie de equilibrio ecológico de la mente. Despierta cualidades específicas relacionadas con la conciencia de uno mismo. Amplía la percepción que permite la experiencia espiritual. Da acceso a una información cuyas fuentes están reguladas por aspectos de nuestra naturaleza interna, una especie de sabiduría inscrita en nuestra memoria y nuestras células que ofrecen un conocimiento específico sobre lo que somos, lo que vivimos y lo que experimentamos, sea como condicionamientos o como vías expansivas de liberación.
Si quieres ser acompañado en esta experiencia, consúltanos para ofrecerte mayor información.

por Alfredo | Nov 14, 2017 | Conciencia Extendida
Los estados no ordinarios de la conciencia (ENOC) nos acompañan desde los inicios de la historia de la humanidad. Se trata de estados modificados donde nuestra percepción está más centrada y al mismo tiempo más ampliada, donde se intensifica la experiencia del darse cuenta. Neuronalmente se da un incremento general de nuevos patrones de comunicación entre diferentes áreas del cerebro y se experimenta como norma general una disolución del sentido del yo y una sensación de que todo está conectado. Estos estados se pueden reproducir en situaciones comunes: el sueño, la meditación, el acto sexual, una experiencia impactante emocionalmente, etc.
La repercusión que estas experiencias han supuesto en el desarrollo cultural y espiritual de las diversas culturas en el planeta ha sido absolutamente relevante. La investigación moderna de la conciencia cuenta con un recorrido interesante y altamente positivo. Desde los años 40 el trabajo con diversas técnicas encendió debates sobre el significado de las experiencias transpersonales, los profundos contenidos inconscientes que albergamos, las vivencias espirituales y sus explicaciones químicas y filosóficas. Este fenómeno desborda los enfoques de la neurociencia y se adentra en los campos de la antropología, la filosofía y la misma ontología.
La Psicología transpersonal nace en los años sesenta en EE.UU. Abraham Maslow la denominó “La cuarta fuerza”, después del conductismo, el psicoanálisis freudiano y la psicología humanista. La Asociación transpersonal internacional (ITA) y otras iniciativas, se han ido haciendo eco de este movimiento histórico que viene sustentado por la filosofía humanista, y que se ha abierto a nuevos campos y técnicas, nuevos enfoques de autoexploración bajo el nombre de “psicoterapias experienciales”, tales como: la Gestalt, la respiración, la bioenergética, la hipnosis permisiva, la terapia primal, los enteógenos, etc. La novedad que incorpora es que ponen el foco en la cuestión de la experiencia interna o subjetiva, o lo que podríamos llamar: procesos autoreferenciales.
Estas experiencias transpersonales se mueven en diferentes registros como por ejemplo: el conocimiento intuitivo, la intensificación de la imaginación, la revisión biográfica, la percepción, las estructuras de sentido, el movimiento de la vida y la muerte, la regulación existencial, etc. Lo más interesante es que estas experiencias se vienen desvelando desde hace años con un gran potencial autoregulador.
Albergamos en nuestro subconsciente y nuestras células un amplísimo caudal de información. Son mapas de la conciencia. Los estados no ordinarios de conciencia facilitan que aumente el nivel energético de la mente de forma que los procesos internos profundos se hagan disponibles. Abren las ventanas a esos mapas que nos hablan de nosotros y de la vida.
Como en cualquier proceso terapéutico, estos estados confrontan la polaridad clásica: los sistemas de defensa y el material inconsciente. Son un buen coadyuvante de la psicoterapia. También acercan la cognición y la emoción. Pero al incorporar un caudal de energetización y un fuerte movimiento de apertura del inconsciente, abren niveles experienciales que amplían esas funciones cognitivas y emocionales. Experiencias arquetípicas, contacto con fenómenos de renacimiento o muerte, y experiencias de despertar espiritual. Vivencias que la psiquiatría actual, en algunos casos, consideraría como psicóticas.
Cada vez existe un mayor consenso en que estas experiencias mejoran el bienestar. Se viene comprobando en fenómenos asociados al estrés, las fobias, la depresión o la alteración de conductas tales como las sociopatías. Tienen un alto reporte para las situaciones que V. Frankl llamó “noógenas” o de pérdida de sentido vital. Ayudan a desactivar las complejas neurosis de las que se dota la mente, optimiza las emociones al darles un mayor espacio y ordenan psicológicamente hacia una conexión más natural con el sentido de las cosas y de la propia vida. Es habitual que las personas que viven este tipo de experiencias, adquieran un mayor contacto con la naturaleza, el autocuidado y aumenten sus actitudes cooperativas. Por último, también son una plataforma de acceso a estados creativos estimulantes, lo que llamamos pensamiento divergente. Estos estados crean las condiciones donde se potencia la cognición. Dos premios Nobel, Francis Crick y Kary Mullis, reconocieron el aporte de los estados alterados de conciencia para su investigación sobre el ADN y la cadena de polimerasa respectivamente.
Las experiencias tienen otro gran potencial: reproducen espontáneamente aprendizajes integradores. Empujan una inteligencia que va más allá de la mente ordinaria y conducen a estados de armonización interna. Pero ¿qué es lo que vive la persona que accede a estos estados? Las vivencias internas son muy versátiles. Un estado ampliado de conciencia puede permitirte visualizar aspectos estéticos o visitar tu infierno, los pozos de emoción contenidos desde la más tierna infancia; pueden liberar el animal que espera su momento para expresar la fuerza de una resistencia o desvelar una necesidad sin atender; puede abrir el corazón para ampliar tu comunicación interpersonal y despertar tu mundo emocional ampliado; y pueden descubrirte estados espirituales donde se reproducen conexiones especiales con la vida y el valor de la existencia.
Viajar en un estado ampliado te acerca, en definitiva, a un lugar donde hay una mayor densidad de experiencia humana. Las experiencias no las tenemos, más bien podríamos decir que la experiencia es la que nos tiene, nos sostiene. Solo hay que darle el espacio y mitigar la obsesión de la mente por racionalizarlo todo y tener el control. Es la memoria de esta experiencia la que regula, en las horas y días posteriores, la experiencia interna y la va conduciendo a lugares de mayor claridad e integración.
Las nuevas formas de terapia transpersonal trabajan con este vector de sentido interno. Hay un gran misterio en relación a nuestro propio ser. Se siguen investigando las conexiones entre la función de la oxitocina y la auto compasión, entre la Ayahuasca y la función de la molécula DMT, entre el cerebro y la conciencia. Esta sigue siendo una gran frontera abierta en este siglo XXI.
A continuación transcribimos dos experiencias reales de dos personas en estado ampliado de conciencia.
Alicia.
Alicia entró en la tristeza, un sentimiento profundo que le hacía llorar como si no hubiera fin. El viaje le llevó a la infancia y visualizó una escena cotidiana en su casa. Conectó inmediatamente con la desatención vivida de niña. Veía a sus padres y a su abuela, estoicos, rígidos y sin emociones. Ella se sentía no vista, muy pequeña. Se sentaba de espaldas a ellos y estaba sumida en una profunda soledad, y no sabía qué hacer. Se inventaba un “mundo de colores”, la fantasía que daba espacio a su necesidad emocional, pero nadie la acompañaba. Veía un “pozo negro”, el pozo de su tristeza y eligió transitarlo, despacio, entrando “un poquito cada día para ir integrándolo”. Desahogó durante casi tres horas su tristeza, la que tenía contenida en un ciclo de la experiencia sin completar. “¿Por qué son así?”, se preguntaba mientras los miraba. Emergían en ella preguntas cuyas respuestas se volvía innecesarias, lo importante era vivir este viaje, ir más allá.
Alicia, una niña sensible, sentía una honda carencia en la atención de sus necesidades por parte de sus padres. Se levantó del sofá para salir al balcón. Quiere deshacerse de esta tristeza. “No la quiero” grita asomándose a la calle. Durante todo este tiempo tiene una molestia, como un tapón en la garganta que reconoce ya de otras sesiones terapéuticas y que desea que se vaya.
La experiencia le permite extraer toda la emoción contenida, y abordar una respuesta creativa. En un momento dado entiende que debe salir de ahí y que tiene que dar un paso. Por eso se levanta y se ayuda de su cuerpo, literalmente da un paso, y comienza a expresarse desde su novedad. “Aquí estoy, soy yo”, dice con el rostro cambiado. Se mueve por el espacio y comienza una exploración. Mueve sus piernas que las siente pesadas y toma la fuerza para dirigir su función creativa. “La niña no obtuvo lo que necesitaba, pero ahora está la adulta para atenderla y acompañar esta tristeza” le dice el acompañante counselor.
Ella toma la propuesta. La observa, mira a su niña y comienza un movimiento con ella. La coge de la mano, la saca al balcón para que vea el mundo. Ella se sienta en el interior de la sala y la observa cariñosamente. Su rostro se vuelve amoroso. Es capaz de ver a su niña en un nuevo registro, atendida, acompañada por su propia mirada. La recoge de la mano al cabo de unos minutos y se tumba con ella en el sofá. La abraza y la sostiene en un movimiento lleno de afecto.
Dialoga después, internamente con los diferentes actores de su vida. Abraza a su padre y a su abuela integrando la culpabilidad que había proyectado hacia ellos. Con su madre se atreve a mirarla atravesando una cierta rabia. Reconoce el daño que le ha provocado su desatención, visualizando su sombra, su falta de generosidad emocional. Y habla también con todas las personas por las que se ha sentido acompañada en su vida: amigas, personas cercanas, dándose cuenta del apoyo que han supuesto. Mira por la ventana y expresa: “qué bonito es el mundo”, ve los colores fuera, ya no tiene que inventar su propio decorado de protección. Nombra cómo se siente con energía renovada: “soy fuerte”. Reconoce su necesidad y al tiempo su capacidad para comunicar amor con las personas que le rodean. Se da cuenta de la importancia que tiene esto, la expresión y la abundancia del amor en su vida.
El viaje va ahora más lejos. Entra más profundamente en su estado de conciencia para conectar con una escucha interior que le hace advertir la importancia de confiar, de tener paciencia. Pero sigue queriendo deshacerse de su molestia en la garganta. Al mismo tiempo algo le dice que es su mente la que crea ese síntoma. El counselor simula ayudarle a extraer la molestia pero no se va. Entonces le verbaliza “no tienen que venir a quitártela, tienes que soltarla. El síntoma delata todo lo que has tragado y al mismo tiempo tu ansiedad por seguir siendo atendida. Solo tú puedes soltar todo esto”.
La experiencia desvela aspectos de su carácter. Una inclinación a esperar siempre la respuesta externa, la ayuda que viene de fuera para sacarle, evitando su responsabilidad, de la situación de debilidad que vive. Al mismo tiempo revela su apremio, su impaciencia para permitir que los procesos internos fluyan durante el tiempo que sean necesario.
Gabrielle
Gabrielle conectó en apenas 20’ con su estado de conciencia extendida. Y emergió la risa. Una risa espontánea y sin objeto. Reía sin parar. No se reía de nada pero todo era gracioso. La forma que adquiría su emoción delataba falta de conexión interna. Rio durante horas pero no se permitía sentir o ver nada más allá de la propia risa. Parecía como que el absurdo acompañara la experiencia nombrando polaridades que no tenían ningún sentido para ella, pero que le provocaban la hilaridad. Al mismo tiempo, su energía corporal se abandonaba. Perdía la tonicidad y la coordinación, y daba la sensación de que el cuerpo era un objeto con inercia propia que, al igual que la risa, se desconectaban de todo para quedar en un espacio volátil, sin sentido.
Emergían las necesidades más primarias: las ganas ir al servicio, las molestias de la ropa, el frio, el hambre. Su contacto se dirigía a las partes más básicas. El viaje le llevaba a atender lo más esencial, a escuchar su cuerpo en su ciclo instintivo. “Quiero comer”, dijo en un momento dado. El acompañante le trae la comida y ella actúa como si su voluntad de comer estuviera interrumpida. Le falta la conexión entre su cuerpo y su movimiento de satisfacción. En toda esta secuencia, queda patente una doble funcionalidad. Por un lado la risa actúa como una potente máscara que se desvela en este viaje de la conciencia. Es el personaje del que Gabrielle se sirve en su vida cotidiana para ocultar otras necesidades importantes pero inconscientes. Por otro lado, la risa en este punto ejerce una función de desvelamiento y por lo tanto de desahogo en el carácter. Al manifestarse en su forma neurótica, la libera para que deje de ser una función “rehén” y pueda manifestarse, a partir de ahora, de manera natural.
Durante el proceso se da en Gabrielle un contacto con su capacidad creadora. Imagina universos estéticos y se da cuenta de cómo puede intervenir con su intención creativa. Dando forma al papel, al metal, la madera, etc. Le fascina el mundo de las formas. Le rodean y están ahí a su disposición. Esto le produce satisfacción y le permite conectar en cierto modo con un movimiento emocional.
En un momento dado elije descansar. Se retira brevemente y entra en contacto con una nueva fase de este viaje de la conciencia. Entra en el vacío. Mira para atrás y contempla todo el movimiento de las horas anteriores como algo que no quiere. No quiere ser eso. Se torna la observadora de su evitación. “¿Qué evitas?” le pregunta el counselor. “Este vacío. No me permitía vivirlo”. Se encuentra desorientada, no sabe qué hacer con ello. Ahora se da cuenta de su retirada: durante un tiempo necesitó alejarse de sus amistades, salir de sus círculos y crear relaciones nuevas. Era parte del proceso de transformación que venía intuyendo. Sentía que necesitaba un cambio, ser otra mujer más auténtica, pero no podía dejar de ejercer su personaje. Hasta ahora había sido la mujer fuerte, a la que nunca le pasa nada. Era dependiente de su propio rol de mujer sustentadora, que siempre resuelve para los demás. Pero estaba desatendiendo una parte interna.
Gabrielle se da cuenta de que necesita reconstruirse desde sus necesidades más auténticas. Que puede presentarse delante de otras personas con su vulnerabilidad, con su “no saber”, y que no pasa nada. Que el vacío es el punto de inicio desde el cual puede comenzar a atenderse, a reconocer las necesidades internas que mueven su vida, a darse lo que necesita desde lo más primario, comenzando por explorar el ciclo del sentir – querer – actuar. Que no tiene que seguir necesariamente una carrera y un trabajo de letras cuando su entusiasmo se despierta a través de su función estética o de sus relaciones personales.
Descansa tras el viaje. Habla de que es una persona nueva, en una nueva etapa. Que deja atrás a la que fue y que quiere abandonar ese viejo rol. Está más en contacto con un estado auténtico. Su rostro se relaja y toma la responsabilidad de dejarse sentir, con lo que eso conlleve.