por Alfredo | Dic 14, 2020 | Conciencia Extendida, inteligencia intuitiva
Extraigo una síntesis de los capítulos 63 y 64 del libro de Las Claves Genéticas de Richard Rudd
A veces me siento atrapado por la especulación de mi mente.
Me agota mi pensamiento cuando juega a “encontrar y defender la verdad”. Debato,
opino, me adhiero a la supuesta verdad y a los de su bando, enjuicio al que no
la tiene, exijo al otro que cambie, me obsesiono por desvelar la coherencia de
un argumento, discuto con alguien olvidando el sentimiento que nos une; me
instalo en los dilemas sociales tomando partido. Reacciono sin darme cuenta que
todo esto es mente. Intelectualizar la verdad, un viejo vicio del pensamiento
patriarcal.
El cerebro izquierdo (un cableado para reconocer las
mecánicas repetitivas) y el derecho, se siguen debatiendo entre la lógica y la
imaginación. Pero el hemisferio derecho completa y eleva la mera funcionalidad
del izquierdo, trascendiendo la verdad. El cero y el infinito son una
aportación útil de nuestra imaginación.
Me pregunto: ¿de qué se alimenta la opinión? Los genes
contienen el mapa que construye nuestra estructura del ser. Siguiendo el libro
de Richard Rudd,
descubro que la opinión, que se alimenta de la duda, es fruto de la desconexión
de la imaginación y del sentir que se alojan en nuestro potencial del
hemisferio derecho.
También veo como la vivencia de la duda genera mucha presión
en el cerebro. El hecho de vivir en un escenario tan diverso y complejo,
conlleva un sustrato de dolor. Seguramente sea por eso por lo que los humanos
vamos tras la búsqueda permanente de certezas mentales, para evitar así sentir
esta angustia. Adquirimos creencias y valores para contrarrestar la duda en la
que vive la mente. Nos volvemos por ello adictos al pensamiento.
La mente humana se identifica con lo que ve, y absorbe
infinidad de modalidades de pensamiento lógico, relatos y derivados. Instalamos
entonces un constructo, un artefacto teórico, nos lo creemos completamente y
evitamos así sentir la confusión como algo inherente a la vida. ¿Qué
pasa si acepto la confusión? No resulta práctico para el ego, la identidad
personal está íntimamente asociada al despliegue de la opinión.
OPINAR, UNA SALIDA DEL EGO.
La duda la reprimimos con el dogma y la opinión. Cuando se
hace, construye la falsa lógica. Opinar, cuando no se abre al auténtico
cuestionamiento, a la propia duda existencial, satisface las necesidades del
ego. Creamos identidad (progresista, solidario, defensor de lo justo, erudito,
auténtico, etc.) Cuando la mente se acostumbra a no dudar, deja de evolucionar.
En realidad, caemos en un doble patrón: el de imitar,
escondiendo nuestras vidas entre actividades y pensamientos, una masiva red de
seguridad completamente ilusoria creada por el colectivo para evitar sentir la
situación del mundo tal cual es; o canalizar la rabia contra el statu
quo o contra “el otro”, tomar la revancha contra la vida misma, defendiendo posturas,
opiniones, luchando por la verdad y, en algunos casos, imponiéndola.
La duda al servicio del cuestionamiento de lo externo, despierta
el canal creativo (artes, ciencia, tecnología, salud…), pero si se internaliza y
se vuelve hacia uno mismo en un nivel bajo de frecuencia, puede ser
destructiva. Si el pensamiento no es creativo, sirve a la duda y se va a
proyectar en otras personas o en uno mismo. Aquí emerge la falta de confianza y
su derivada: la sospecha, que socava enormemente al ser humano ya que,
al dudar de nosotros mismos, la mente quiere tomar la rienda y ahonda más en la
confusión, retroalimentándose. A partir de aquí, la mente no puede escapar de sí
misma.
ABRAZAR LA INCERTIDUMBRE
Cuanto más profundizas, más complejo es todo. Si cuestionas
algo intensamente, llegarás a la conclusión de que estás ligado como observador
a ese “algo”, por lo cual, pierdes la posición de observador y pasas a ser
experimentador, un espacio de profunda subjetividad. Ya no hay verdades. No hay
opinión, solo hay comunicación de la vivencia.
La lógica humana no está diseñada para tener la certeza de
nada: solo de la existencia de la paradoja. La duda no es el enemigo, sino
el miedo a dudar. La única respuesta satisfactoria es la que desafía a la
lógica. Cuanto más abrazamos la incertidumbre, más cerca estamos de la
trascendencia. EL humano hace el viaje del cuestionamiento, pero la resolución
final está fuera de la lógica. La verdad llega como una iluminación y no
como una respuesta.
EL CAMINO DEL HEMISFERIO DERECHO
Si sigues más adelante, entrarás en los dominios holísticos
de la síntesis. Aquí todo está afectado por todo, lo cual te empuja
hacia el espacio de tu mundo interior. En este lugar ya no hay cuestionamiento,
hay revelación.
La confusión es un estado vibrante de potencialidad. El
cuestionamiento orientado a preguntarnos por nuestra naturaleza nuestro ser,
nos empuja a elevar el espíritu, como han hecho los caminos del yoga y el
tantra que han buscado unir la fisura humana interna y de tomar la aceptación
de lo que somos respectivamente.
Para tomar el camino de la mano izquierda o del hemisferio
derecho se me ocurre sugerir:
- Permítete sentir el dolor y el milagro de la
transformación comienza.
- Acepta sentir y pensar desde la duda y reconocer
el caos de la vida misma.
- Conecta tu garganta a tu corazón, acostúmbrate a
expresarte desde el sentir en cada presente.
- Sé honesto: cuanto más aprendes, más preguntas
se abren.
- Espera a que la verdad te encuentre. La verdad
no es un elemento que sacia la lógica. La verdad es un acontecimiento, una epifanía.
- Abandona la obsesión por la verdad y su defensa,
y entrégate a la poética del azar.
- Sé paciente, no reacciones, evoluciona de
acuerdo a tus propios plazos.
- Confía y acepta que te llegará la luz, que eres
portador de estados de claridad que emergen de tu propia genética y tu conexión
con tu ser.
- Abraza la confusión y activa la imaginación
creadora, el portal que trasciende la verdad.
No hay nada que no sea verdad, porque lo que sucede y
sientes en cada momento, es verdad. La verdad está aquí y ahora, pura e
incorruptible, en cada presente, en cada estado de vida. Es eterna, pura, imperecedera,
y tan simple como hermosa. La verdad es tu estado natural, un espacio a la
deriva, una inmersión total en tu ser. Es el eterno momento del presente.
Existe claridad en el espacio de la luz interior. Fuera de ella aparece la
confusión.
LA IMAGINACIÓN CREADORA
Nuestra genética es una enciclopedia digital de la
consciencia. La imaginación es la expresión de la fuerza de la vida sin
impedimentos a través de tu genética. Einstein dijo que la imaginación es más
importante que el conocimiento. Ser lo que auténticamente eres, permite
desactivar los mecanismos de la mente y activar las puertas hacia la
manifestación de tus dones. Poner la fuerza en las cualidades del ser,
cortocircuita el atrapamiento del cerebro izquierdo.
Para ello: priorizo lo que siento en el puro presente; pongo
la palabra al servicio del corazón en todo momento; escucho si mi reflexión se
dirige al crecimiento de mi experiencia o responde a la opinología, a mi rabia o
a la imitación; doy pleno valor y potencia a los estados modificados de la
conciencia; practico la visualización
creadora para construir mi realidad; abrazo la vía del yoga y el tantra;
practico la expresión libre, original y artística; amplifico los estados de
alegría; experimento la indagación de las emociones y de mis miedos en la tribu.
por Alfredo | Nov 9, 2020 | Counseling
Después de que hace dos años se
desvelara para mi toda la rabia que tenía paralizada dentro con mi padre, hoy
puedo decir que he completado un camino. Así lo siento tras el sueño que he
vivido esta noche. Ha sido un itinerario largo con episodios difíciles. Un
auténtico viaje terapéutico con la ayuda de personas queridas y con entradas en
la profundidad del dolor. Pero hoy me llega una sensación de sanación. Me he
visto con mi padre en un lugar nuevo. Me confirma que algo se ha cerrado.
Siento más paz conmigo y algo en mi se ha completado.
Alfredo volvía a casa borracho,
como era habitual. Pero esta vez ya no lo recibía en casa el niño temeroso y
paralizado, sino que le recibía yo, el hombre, en un lugar de madurez y templanza.
Era capaz de verlo con una mirada natural, de adulto a adulto. Llegaba dando
tumbos, tal y como recordaba desde mi niñez, muy deteriorado, descamisado y sin
poder articular una palabra comprensible. Esta vez llegaba a casa, pero yo lo
recibía sin el caudal de miedo y rechazo que tantas veces sentí de niño. Estaba
mi madre en casa y mis hermanos, aunque en esta ocasión tomaba mi movimiento y
me acercaba a él, sintiendo mi fuerza. Lo miraba con profunda compasión y con
aceptación. Ahí tenía delante a un hombre que elegía ahogar sus miedos y
frustraciones en una pendiente infinita de abandono al alcohol. Si, él lo
elegía.
En este instante puedo
experimentar una leve sonrisa en mi boca. Algo nuevo se abre. Por primera vez
experimento una especie de complicidad. Mi adulto entiende el desastre
emocional de este otro adulto, mi padre, y puedo observarlo sin que se me
apodere la rabia. ¡Uf, cuanta rabia almacené durante años contra el hombre que
me negaba un legado sano de masculinidad, paralizaba los estados emocionales de
la familia y hacía sufrir a mamá! Ya la puedo soltar.
Ahora le acompaño a la cama y le
ayudo a acostarse. Sin drama. Me devuelve una mirada cómplice y una sonrisa. Me
arranca una cierta ternura. Lo tapo con las sábanas. Él se desabrocha la ropa
dentro de las sábanas. Está a gusto. Solo quiere dormir una noche más, feliz en
su evasión. Entiendo que es la vida que ha querido tomar para sortear sus
incertidumbres, sus impotencias vitales. No necesito pensar más, es así, acojo
las cosas como son, las acepto. Todo está bien.
Salgo de la habitación. Me invade
algo distinto. Suelto una carga atávica. Ahora dejo atrás las ataduras de lo
que el dolor y el rencor se empeñan en dejar pendiente y atraparte toda una
vida. Ya puedo elegir el hombre que quiero ser. Ya obtengo el permiso interno
para soltar cualquier lucha con lo masculino condicionado. Ya he resuelto, más
allá de los ojos de mi madre, que durante tanto tiempo configuraron mi forma de
ver a papá y de sentirlo porque, tal vez, necesité sujetarme en ella.
Conecto mi sueño con la
inspiración que la última búsqueda de visión tuve sobre el hombre libre. Decretar
que soy un hombre libre, ahora cobra una fuerza especial dentro de mí. Una
auténtica sensación de poder me invade, poder para ser. Nada más y nada menos.
Si, soy un hombre libre. He tomado el sitio que he elegido tomar respecto a los hijos, las parejas, los compromisos laborales y el amor a mi cuerpo, que me otorga una dichosa alianza con mi salud. Soy libre para estar en medio de la naturaleza cuando esta me reclama y sentirme uno con ella. Libre para amar a corazón abierto a quien quiero y cuando quiero. Soy libre pensador, siento mucho gozo cuando conecto mi pensamiento al conocimiento espiritual. Soy un alma libre, un poeta de mi propia biografía. Amo lo que soy y lo que se esconde de mí, temeroso de ser visto. Amo mi herida y mis dones. Me abro al placer del puro presente, sin que mi cabeza tenga que ir a ningún compromiso u obligación más que la que me dicta el amor a mí mismo y el cuidado sustancial a las personas que amo. Soy un hombre libre, soy un hombre. Doy calor como el sol, pero no aprieto, no agobio. Otorgo el alimento de mi presencia. Me levanto sobre mí mismo, me elevo y arriba me puedo mostrar brillante, con mis propios ciclos y mis retiradas. Me conformo con lo que soy, disfruto mucho con mis dones. No juzgo y renuncio a llevar la razón. Me rindo y en ese rendirme, soy el hombre absoluto que quiero ser. Despierto cada mañana y anhelo para ese día justo lo que nombra mi deseo. Disfruto con mi movimiento singular, instintivo, individual y auténtico. Me abro al amor sin miedo, en las formas, tiempos y personas que quiero. Suelto lo que no va conmigo, lo despido y agradezco. Medito, descanso mi cuerpo. Amo el placer cotidiano, sin expectativas inflamadas.
Amo el placer de ser. Celebro a
cada instante la comunicación auténtica con cada corazón que me aparece
delante. Me otorgo el placer de comer y disfrutar con mi cuerpo al sol, al
viento, al universo. Amo el placer de amar y el de encontrarme con otro cuerpo
femenino, bello, elegante, profundamente sensual, despierto y con el corazón
disponible. Me descubro cada día en mi capacidad parar abrirme a nuevos “darme
cuenta”. Profundizar en la conciencia, la belleza de la vida y su trascendencia
infinita. Soy un hombre libre, me amo porque no necesito nada y me entrego a
todo; porque lo necesito todo y me entrego a lo que me da la gana. Soy bello
por dentro, me lo reconozco y emano con naturalidad mi alegría hacia afuera. Es
mi abundancia.
Invoco mi corazón ardiente y mi
sol en mi pecho. Invoco la capacidad para estar amorosamente presente a cada
instante, con cada persona que me agrade o que me rete. Que me vea o que me
provoque en mis fibras sensibles. Soy un hombre libre, así me parieron, así lo
elegí desde el instante uno. Mi única dedicación es darme a lo que siento que
necesito, sin entregarme a nada extraño, impostado o ajeno a mi propósito, nada
que no sea la experiencia de amarme a mí mismo y amar la vida en sus múltiples
formas. Me amo. Me parece fascinante el trabajo de desvelar mi corazón y darle
su máxima amplitud en la entrega a la vida, al amor y a mí mismo. Me entrego a
mi propósito de desvelar mi mejor versión y abrir las puertas a la percepción,
la alegría, la danza instintiva, a la acogida tribal, al viaje de la
conciencia, a la penetración del inconsciente, al viaje del placer, a la comunicación
alegre y creativa, al encuentro humano profundo, a la emoción, a la vida.
Soy un hombre libre, por eso
decreto la experiencia del absoluto presente. Porque soy un hombre libre escojo
la constante comunicación con mi deseo en el aquí y el ahora, que elige en cada
momento como manifestar su ser, como expresarse y manifestar el amor allá donde
está. Invoco la generosidad, la abundancia y la entrega en el acto de ser
honesto y coherente conmigo, salvaje, para que se despierte el magnetismo
del ser que se completa a sí mismo, y atraer otras presencias que elijan esa
misma cualidad: la del ser que se completa y se manifiesta a sí mismo.
por Alfredo | Nov 6, 2020 | inteligencia intuitiva
Muchas veces digo eso de “necesito fluir”. Me doy cuenta de que con esto quiero asegurarme de que lo que hago, el tiempo del que dispongo y mi energía, estén auténticamente en sintonía con lo que deseo. Cuando es así siento que experimento más felicidad. Entonces la vida se vuelve mi aliada. Por lo tanto, ¿como definiría qué es esto de fluir? Para mi es otorgar la máxima calidad a la experiencia. Asegurarme de que lo que vivo, lo hago en un lugar de conciencia clara y en conexión con mi escucha y mi deseo auténtico.
Fluir es como estar en buena sintonía
con el ahora y con el placer. Estar en absoluto presente, sin interrupciones,
sin mucha mente, pero consciente y plenamente perceptivo hacia lo que estoy
experimentando. Mihaly Csikszentmihalyi, intentó definir esta
experiencia concretando una psicología de la felicidad.
No me preocupo por lo que quiero llegar a hacer o a ser, sino que pongo el foco en la experiencia, en “estar siendo”. Lo que acontece ahora, se vuelve interesante e intenso. Empiezo a fluir.
Si la energía de mi psique es
óptima, no está excesivamente entregada a las tareas o la distracción, si no es
arrastrada por la ilusión, entonces me otorga un orden en la conciencia. Aquí
es donde descubro que experimento una escucha física y emocional de la
experiencia, de lo que acontece aquí y ahora.
Un efecto habitual del
comportamiento fijado en el carácter es la distracción, la reacción y la pérdida
de contacto con el cuerpo. La energía queda así secuestrada por la
personalidad. Olvidamos la auténtica intención que funda nuestro deseo. Nuestra
forma de ser adquiere rigideces que se traducen fisiológicamente en corazas o
armaduras. Son las tensiones, los bloqueos posturales, los automatismos del
cuerpo, la falta de salud, de flexibilidad, etc., que inhiben la vida del
cuerpo. Es una energía que no ha logrado descargarse por la contención del ego
que sigue patrones de supervivencia desde el miedo y la escasez. Aquí subyace
parte de nuestra incapacidad para fluir.
Existen varias vías para la
mejora en la calidad de nuestra experiencia, vías que ordenan nuestra energía
psíquica y corporal haciéndola más óptima. La vía de la atención, la vía de la
sanación emocional y la vía de la sensación. Sentir en un orden más perceptivo
y saludable. Enfocarnos en niveles de conciencia más claros e involucrar al
cuerpo y su sabiduría.
EL TRABAJO CON EL CUERPO:
salir de lo domesticado.
En el cuerpo convergen la vida y
el espíritu, dos voluntades no domesticables. El cuerpo, cuando le damos
permiso para movilizar la energía y las memorias contenidas, reproduce por sí
mismo estados de liberación que disuelven las funciones del carácter,
procurándonos cambios internos y recuperando la función de la espontaneidad
asociada al placer. La salud emocional y el desbloqueo físico van parejos y
conducen a una mayor disponibilidad de la energía psíquica y espiritual.
La contracción muscular, el
dolor, la pérdida de flexibilidad, la falta de sensibilidad en áreas del
cuerpo, son síntomas de la rigidez emocional. En la fisonomía se manifiestan
las carencias que desde la infancia arrastramos por la desatención a las
necesidades y los deseos específicos. El ego, que se aleja de la sensibilidad
emocional, nos aleja a su vez del propio cuerpo, separándonos de la creatividad
y del gozo.
Al alejarnos del contacto real
con la sensibilidad, nos resistimos a que la vida fluya espontáneamente a través
de nosotros. El cuerpo busca naturalmente el placer en sintonía con la energía
sexual. Reencontrarnos con la sensibilidad es mágico: se traspasa la rigidez y
accede al placer de la liberación organísmica. Este es el objetivo del trabajo
con el movimiento expresivo y la bionenergética.
Somos energía disponible. El
bienestar emocional y la energía interna están en proporción directa. La
adecuada disponibilidad de esta energía permitirá regular nuestro placer y
viceversa. El cuerpo es un aliado para rescatar la unidad interna. La garganta,
la pelvis, los brazos, la respiración, la descarga energética, nos permiten
canalizar y expresar de forma que podemos volver a conectar los centros
separados: la mente, el corazón y los genitales. El cuerpo da mucha información
sobre todo esto: la forma de pisar, la sensación de arraigo, la facilidad para
el contacto con otros cuerpos, el estado de alerta o de abandono, como se
incorpora la expresión en la comunicación, la tensión de la mandíbula, etc.
Es necesario recuperar la
sensación de estar completamente vivos. El cuerpo devuelve el realismo a la
vida cotidiana. Te vuelves más propioceptivo. Nos reencuentra con el sentir, la
función que permite ser fieles a lo que nos sucede y no evadirnos en fantasías que
no nos pertenecen. Comenzamos a fluir. En este camino de sanación, las diversas
fijaciones completan su homeostasis, su equilibrio interno final. El tipo
esquizoide, recupera su derecho a existir de manera segura; el tipo oral, su
derecho a estar seguro en su propia necesidad; el psicopático a ser
autosuficiente; el masoquista a ser independiente; y el rígido a recuperar su
derecho a desear y procurar la satisfacción.
La experiencia óptima es autotélica, poderosa, salvaje.
Significa que yo identifico mi propósito,
me doto de las experiencias que necesito y completo la satisfacción a través de
mi movimiento único. Cuando me sano a través de mi cuerpo, percibo que tengo
muchos recursos internos para sentirme bien, para absorber permanentemente estados
de gozo. El cuerpo lo domestiqué, pero si lo libero, despiertan todas las
energías de la naturaleza que me recuerdan cual es mi origen, en conexión con
el sentido del ser.
Para mi fluir tiene que ver con atreverme a ser salvaje, es
decir, a no controlar la experiencia, no atar el presente, ser permeable a lo
que acontece a través de mi sentir no condicionado. Vivir liberado de los
miedos, es tomar la osadía de permitir que cada instante, cada emoción, cada
acontecimiento, me sorprendan en su forma única, y entregarme a esa experiencia
abarcante. Estar abierto a la vida con la certeza de que nada me puede hacer
dimitir de ser yo mismo, aquí y ahora, en plena conexión con las energías
primordiales que nos animan a todos/as: la energía para vivir, para sentir,
para estar presente, para amar y para manifestar lo que soy.
por Alfredo | May 14, 2020 | Counseling
Necesitamos de la naturaleza para
liberar nuestra naturaleza. Caminar por la montaña, sentir el aire y recibir el
sol en un estado de total receptividad y conciencia del presente, me libera y me
hace recordar quién soy. Días atrás en el bosque tuve la sensación de que un
día me escapé de este lugar sagrado y preexistente en el que tengo mi sitio, la
naturaleza, para ir a buscar fuera algo que no sé qué es, en lugares donde irremediablemente
no está. Eso que busco soy yo mismo y la naturaleza me recuerda que estoy aquí,
que cuando desisto de salir y respiro, me encuentro. Es un estado de expansión
que no había experimentado antes.
Llegar aquí es un regalo. Pero
reconozco la paradoja, he necesitado previamente completar un viaje que me ha
supuesto: entrar en la herida; desear despertar; acudir a buscar en lugares
nuevos (distintos a donde se crearon los problemas) y llegar al vacío. La
experiencia del vacío está llegando en este tiempo a mi vida con claridad.
Siempre había hablado del vacío de modo mental, pero esta vez dos experiencias,
en el bosque haciendo una búsqueda de la visión y con mi compañera Susi
mediante una sesión de conexión, invocación y escucha, he tocado este lugar
misterioso.
Cuando haces posible la técnica
del abandono, del no hacer, es
factible la llegada del vacío. Hay que quedarse ahí y esperar. Ya reconozco
como los estados emocionales me sacan siempre a nuevos escenarios para evitar
el contacto (en esto es especialista el carácter que no quiere tocar la incomodidad
de la emoción pendiente). El no hacer
me invita sencillamente a quedarme en el presente, en contacto con mi cuerpo.
No hacer es no reaccionar. Solamente lo que el cuerpo necesite para su acomodo
energético. Comienza así el trabajo: observar todo lo que pasa dentro.
En el bosque, durante día y medio
viví una lucha interna que en realidad acepté como un proceso de limpieza. Solo
podía aceptar que no pasaba nada. Ahí fuera me rodeaba una naturaleza
excepcional pero no podía tomar nada ni sentir nada especial. Abandonarse sin
reaccionar, esa es la clave. Confiar. En este lugar puedo, en ocasiones, sentir
una sensación de poder en el hecho mismo de permanecer aquí, en el vacío, sin
más. Desde el principio conecto con la palabra “medicina” que invoco ahora de
manera espontánea. Se que este trance me trae algo que necesito.
Aquí puedo observarlo todo: la
mente ansiosa encadenando imágenes; las emociones movilizándome; la rabia de
episodios pasados; la amargura… también la desesperación que me trae observar
durante horas esto. Pero hay un placer peculiar en descubrir que no reacciono a
las emociones. Confío en mi cuerpo, solo acomodarlo y responder a su
movimiento. Ahora me percato de algo. Me doy cuenta de mi mecanismo de evasión:
me encanta planificar cosas y adelantar el escenario de satisfacción. Veo como
eso funciona dentro de mí y me saca de la responsabilidad del pleno presente.
Elijo ahora dejarlo pasar y volver al vacío. Me acerco a otro darme cuenta. Veo
la fuerza que invertí en el pasado para sostener el personaje, en movilizar mi
energía de hacer y de huir.
Me he sentado, tumbado en
diversas posiciones, caminado en círculo… Sigo el movimiento del cuerpo como
parte de mi escucha. Y cuando el movimiento cesa dentro de mí, me quedo sorprendentemente
en contacto pleno con la experiencia sensorial. Ocupan el espacio las
sensaciones sutiles del exterior de forma amplificada. Descubro que hay
numerosísimos pájaros a mí alrededor. Siento mi respiración. Percibo la leve
agitación de una rama. Un insecto. Hasta el tiempo que pasa lento lo puedo
sentir de algún modo a través del tenue
ruido de fondo que me trae el paisaje.
Comienza mi diálogo con las cosas
y empiezo, ahora sí, a descubrir. Le pregunto al vacío qué es. El vacío me
responde: es no saber la respuesta a qué es el vacío. Aquí se para todo mi
movimiento y empiezo por entender como la identidad y la voluntad me atrapan.
¡Soltar la identidad! Recibo esta invitación, pero. ¿Quién soy yo sin las cosas
que hago? Recuerdo que esto se lo he escuchado a otras personas en terapia.
Estoy en ese mismo punto. Me da miedo.
Por fin, el vacío me lleva al
contacto pleno con el placer y me llega un profundo alivio. Han pasado muchas
horas. ¡Uf! La espera paciente ha merecido la pena. ¡Claro!, me digo, aquí en
el vacío sin forma, entra a ocupar su espacio todo el placer de la vida. Me
inunda, es un placer instalado, pleno, que invade mi cuerpo y mis sentidos.
Está conectado con el hecho de estar ahí, de sentirme vivo en ese preciso
instante. Me siento dispuesto a recibirlo en la forma que llega y desconectado
del tiempo. En cierto modo, es eterno.
Amplio mi estado de comprensión
en este momento. Dejo de luchar para que vengan cosas, se trata como de un
estado especial de percepción en el que puede aparecer lo nuevo. Ahora sí que
puedo estar aquí horas o meses. El vacío es aceptar que todo lo que hay está
bien. Todo está para mí aquí. En el vacío máximo todo está a mi disposición, y
al mismo tiempo estoy aquí disponible para la vida. No pretendo nada y lo
entiendo todo: la vida es estar en el vacío, que es como estar en la escucha
sensible máxima. Tomarlo todo para el disfrute.
Y, ¡sorpresa!, resulta que estar
en esta actitud me conecta con la aventura auténtica: es extraordinario estar
simplemente a la expectativa de lo que la vida te pueda traer de manera
sorpresiva. Me emociona. Es la pura contemplación. Yo solo tengo que vivirlo.
Me da todo el permiso para experimentar la libertad profunda y solo quedarme en
recibir lo que llega para, si lo deseo, jugar con todo en mi circo interior. Se me
abre todo un mundo en el no hacer, no
tengo palabras. El vacío está lleno de emoción receptiva y benevolente. Es otro
tipo de conocimiento. Intuyo que una vez aquí solo se puede hacer una cosa:
despertar a la auténtica realidad.
La noche en la que compartía
invocación con mi compañera, tenía una sensación de que todo estaba bien, de
que todo lo que recibiera en ese tiempo, era adecuado. Además me atravesaba una
profunda gratitud. Es como si sorteara la dualidad. Me vino a la mente como la
materia, si acudes a sus últimas partículas, entre ellas solo hay vacío. Es ahí
donde debía encontrarme en ese momento. Es algo enigmático, no sé cómo
abordarla, no hay polaridades. Intuyo que el vacío abre la puerta a una
comprensión profunda de la realidad, de mi realidad.
Me apasiona la física cuántica. ¿Por
qué la materia cambia de onda a partícula?; ¿Como el pensamiento se transforma
en moléculas tales como neuropéptidos, hormonas y enzimas que ponen en marcha la
actividad corporal? ¿Cómo se ha creado la información inscrita en el ADN, cuyas
moléculas de carbono, hidrógeno y oxígeno por separado no despliegan ese
programa? Me despiertan una gran
atracción todas preguntas. Cabría decir que donde no hay nada, parece que está
todo. Intuyo una profunda conexión entre estos descubrimientos y mi experiencia
en el bosque.
La materia y la energía nacen a la vida de algo que no es ni una cosa ni otra, un estado primigenio sin espacio ni tiempo que los físicos llaman “singularidad”. A su vez, el teorema de Bell es considerado por la mayoría de físicos del mundo como el descubrimiento más profundo de la historia de la ciencia que ha hecho que la física acepte la interconexión, la existencia de una especie de campo invisible que mantiene unida a toda la realidad. Este campo posee la propiedad de saber en todo momento lo que está pasando en cualquier parte.
La experiencia del vacío es un
puente para acercarme a estos campos donde salgo de la persistente dualidad y
comienzo mi despertar. Considero que existe una inteligencia flotante a la que puedo conectarme atravesando esa
experiencia de no hacer. Es una posición
de la conciencia que une todo lo existente y que me permite verlo todo sin
hacer nada, ver la singularidad, el campo invisible que conecta todas las cosas
unificándolas.
Cuando llego a esta conclusión,
me invade el entusiasmo por entrar más a fondo en lo que no veo para empezar a
ver. Le voy a llamar la nueva psico-física de la conciencia. Quiero indagar más
y hacerlo a través del auténtico laboratorio del que dispongo: el inmenso
entramado de mi realidad subjetiva abierta al espíritu, a la naturaleza y al
todo.
por Alfredo | Dic 5, 2018 | Counseling
Ecstatic dance va desplegando una comunidad de danzantes libres y conscientes en diversas ciudades a través de su propuesta de baile espontáneo. En Sevilla, una vez al mes, la iniciativa aglutina a miembros de una tribu muy diversa. Nació como un movimiento de expresión libre mediante la música y el baile en los años 70 y busca facilitar un espacio donde poder bailar dándole todo el protagonismo a la verdad de tu cuerpo y de tu movimiento, sin consignas, sin estilos, sin la interrupción de las convenciones sociales.
La propuesta es heredera de diversos movimientos que han buscado hacer del cuerpo un lugar auténtico donde las sensaciones, la emoción y la mente se alinean facilitando un contacto emocional y/o espiritual. Al mismo tiempo toma el poder de sugestión que posee la música en sus inspiraciones más variadas: R&B, electrónica, world music, pop, folk, psicodélica, de raíz, africana, funk, Soul, vocal, clásica, etc.
Cuando llegamos a una Ecstatic Dance lo hacemos con todas nuestras jaulas mentales que traemos de la vida diaria, nuestras resistencias, cansancios, hábitos, etc… y entregamos el cuerpo a un proceso de desmecanización. Sometido como lo tenemos al servicio de necesidades automáticas, le hemos robado muchas de sus posibilidades de expresión y satisfacción. Aquí se le da permiso al cuerpo y se abre la puerta a procesos personales de auto descubrimiento y de relaciones auténticas. En muchas ocasiones pasa que las personas tienen experiencias emocionales intensas. Se abren ventanas por las que conocerse mejor a uno mismo. Lorena lo expresa así: “a través de la Ecstatic, puedes convocar a tu yo animal, o retomar la inocencia. Puedes viajar a las emociones que no te permites en tu vida diaria o entregarte al juego y el placer de ser la persona que eres.”
Más allá de la inteligencia lingüística y lógico matemática que configura en buena medida nuestra forma de pensar y vivir, bailar nos abre el hemisferio derecho para que tomemos la inteligencia espacial, la musical, la corporal kinestésica y también la inteligencia emocional cuando la música se introduce en las fibras más profundas. Interaccionar con otras personas que bailan nos abre la inteligencia interpersonal a muchos matices de comunicación a los que no estamos acostumbrados. Bailar improvisadamente con otros cuerpos, recoger las sensaciones sin interpretarlas, traspasar la vergüenza o quedarte en el vacío, todo ayuda a darle valor a la experiencia genuina y a tocar la vida.
Cuando hablas con las personas que asisten, es sorprendente ver cómo muchas están vinculadas con el mundo de la apertura a la conciencia corporal y espiritual: el arte, el yoga, el masaje, las terapias, la meditación, etc. Hay una emergencia de las experiencias donde lo importante es crear y conocerte desde el contacto auténtico con uno mismo. Una nueva tribu universal. Escuchar el cuerpo nos conduce a una mayor claridad si aceptamos que tiene algo que decirnos. Otro asistente, Fran, narra lo que sintió: “cuando baile un día cualquiera sin la distracción del lenguaje. La gente se arrojó a moverse, cedidos ante un despresurado código sin norma. Bailaban en esa situación particular, ante miradas particulares, en cada segundo particular. A pesar de ello, el movimiento, los ojos, el brillo de la pausa; todos lo practicaban con la desbloqueada planificación de mostrar sus más tiernos anhelos, sus nostalgias, sus deseos e ímpetus. Podíamos hacerlo. Era un viaje particular, pero inmensa y discretamente anónimo; lo cual lo convirtió en una danza universalmente libre. No era caos, era armónico y traslucido como un sueño despierto plasmado en la arena.”
Las tres horas de duración de cada sesión propician esto, entrar en un registro diferente al habitual donde te das permiso para expresar de modo distinto, liberado/a, donde reconocerse en formas espontáneas muchas veces olvidadas. Cuando la música adquiere ritmos y armonías de tipo fluido o stacatto, se suelta la rigidez corporal y mental. Los momentos en los que la música invita al caos, se libera la mente y emerge la expresión libre. Cuando la música va hacia armonías de fluidez y quietud, se despiertan los movimientos internos más inesperados. Al finalizar, una rueda permite que quien lo desee verbalice cómo se siente o hable de lo vivido. Es un regalo recoger las impresiones que, en su mayoría, están cerca del corazón y reconocen el surgir de una energía valiosa.
Desde la posición del observador y como DJ, admiro la cantidad de matices y manifestaciones que se mueven durante cada sesión. Me reafirma en la necesidad de volver a dotar de mayor sentido a la actividad lúdica, dotarla de alma y de hacerlo implicando el cuerpo y el corazón. Los/as adultos/as además necesitamos recuperar la espontaneidad, la impulsividad, el juego, la fluidez y el sentido de libertad. Como hicieran nuestros predecesores en las tribus originarias, mover la energía corporal en grupo con el trance que aporta la música inspirada, nos devuelve nuestro universo simbólico y el capital afectivo-amoroso, abriéndonos a la experiencia del encuentro con uno/a mimo/a y con los/as demás.