por La Efimera | Abr 6, 2020 | Gran Espíritu
La búsqueda de la visión es un
trabajo personal de privación y aislamiento que propicia la comunicación con el
mundo espiritual y la profundización interna. Son diversas las formas que puede
tomar. El retiro en la naturaleza o en un espacio silencioso apropiado y la
dieta, estructuran una energía corporal y emocional adecuada para la apertura
de la mente nativa y el diálogo con la realidad no ordinaria. Su finalidad es
aumentar el poder interno y acercarse a experiencias de transformación a través
el diálogo con el espíritu.
El espíritu es una esencia
animada con inteligencia y grados de poder. Sus manifestaciones son muy
diversas y se comunica por canales muy variados y creativos. Todo está
atravesado por la conciencia, la energía universal, el ser, el espíritu, Dios,
lo que cada una identifique. Establecer un diálogo con esta esencia es parte
del aprendizaje de nuestro despertar de poder.
En esta búsqueda se practica la
“no compasión”, que en los términos de Castaneda es una deliberada opción por traspasar
nuestros límites, forzarnos en cierto modo a ir más allá del cansancio, el
sinsentido, el miedo, etc., y mantenerse en la presencia yo soy dentro de la aparente desesperación o caos.
La naturaleza es el escenario más
propicio. Existen lugares de poder, enclaves donde la energía está más presente
para este trabajo: cuevas, lago, cascada, montañas, árboles, etc. La naturaleza
es la aliada perfecta. La experiencia permite sentir como ésta es una
manifestación del espíritu, nos habla, revela aspectos de sentido, tiene poder,
formamos parte de ella, nos limpia y nos acompaña, podemos descansar en ella y
fundirnos en ella. Es un espacio para la disolución del ego un portal para la
comunicación con las realidades espirituales.
Utiliza la invocación, es la
forma de expresar el deseo de ayuda a los seres espirituales con los que se
realiza la experiencia. Abuelos (como genérico de antepasados), seres
compasivos, animales de poder, espíritus del lugar. Puedes invocar la alianza
de las energías de poder que reconozcas en tu vida: la energía crística, guías,
maestros/as, etc.
Suelta la mente y el tiempo. No
hay que hacer nada más que esperar a que el espíritu haga y a escuchar y
encontrar las formas sutiles por las cuales este se va manifestando.
Utiliza algún instrumento de
apoyo. Usa el sonido del tambor o de un instrumento que te permita mantener un
sonido rítmico y constante durante un rato con comodidad. El tambor se sabe que
altera el sistema nervioso central modificando la frecuencia del cerebro. Se
trata de reproducir una inmersión auditiva. Lo puedes acompañar de sonidos o
cantos espontáneos, deja que estos surjan de tu garganta, no los empujes.
Cuando lo sientas, inicia tu
diálogo. Espera que tu propia mente nativa intuya, sienta el contacto la
conexión con la realidad espiritual a través de la presencia de un ser amado,
un elemento de la naturaleza, un animal de poder. Dialoga con tu experiencia
interna. Deja que poco a poco, lo externo se vaya apoderando de lo interno.
DESPERTAR EL POTENCIAL BRUJA/CHAMÁN
Esta experiencia te introduce en
el universo de tus posibilidades chamánicas. El chamanismo es un sistema o
método para alcanzar la plena autonomía y autoridad espiritual, no para
entregarla a nadie. Es un camino de independencia, una disciplina que conduce a
la libertad en la práctica y el conocimiento del mundo espiritual. Va a
propiciar un proceso de integración de lo mental, lo emocional y de la
capacidad espiritual no mediatizada. El poder está dentro, pero hay que
elegir realizar un cambio deliberado de
conciencia. Esto requiere de un compromiso personal.
El uso de plantas, los trabajos
con la sombra, los aislamientos, la danza instintiva, la inmersión en la naturaleza,
los temazcales o cabañas de sudoración, los cantos prolongados, las prácticas
intuitivas, la visualización creativa, la ensoñación, son actividades que van
despertando en cualquier persona su poder espiritual.
Un primer paso es reconocer la
existencia de una realidad no ordinaria y la posibilidad de acceso. A partir de
ahí hay que ensayar, practicar el viaje no físico a otros registros,
dimensiones, mundos.
La bruja/chamán se acostumbra a
viajar al nagual (la realidad espiritual) y a salir del tonal (la realidad
material), y logra estar en cualquiera de las dos realidades a voluntad. Se dota
de recursos y prácticas para ese cambio de conciencia. Poco a poco van
internalizando cualidades de clarividencia o de sanación.
Primeramente adquiere el poder de la presencia: se apoya en su cuerpo
físico y energético. Toma conciencia de estar ubicado en su cuerpo, de sentirse
presente energéticamente, de que ese es el punto de partida. Se coloca ahí sin
mente y practica ese contacto con la energía que existe en su presencia física
y su cuerpo de luz.
A partir de ahí, inicias una nueva forma de captar a través de los
sentidos. Aprendes a ver con todos los sentidos muy despiertos, lo que va
configurando el ver con el corazón. La
comprensión se mueve con otros matices, otra configuración. Ahora la certeza
adquiere un carácter emocional. El tercer ojo se hace presente y la percepción
se hace más amplia. Cambia el lenguaje interno.
Comienza a practicar el diálogo con los seres. Da igual lo que sea que
se presente. Es una práctica. Todo son entidades energéticas (también las
enfermedades) y todas las almas pueden entrar en diálogo. Cuando habla con un
espíritu lo hace de igual a igual, sin ceder la responsabilidad. Ahora la
comunicación adquiere otros códigos. La bruja/chamán se acostumbra al lenguaje
metafórico. Los espíritus se expresan mediante experiencias o enseñanzas
simbólicas, parabólicas y metafóricas. Va más allá de lo literal y te conduce
al conocimiento profundo. Hay un trabajo de descodificación de la semántica del
universo en favor de otras personas y para su propio aprendizaje. En este
registro percibes como el corazón despierta y sana con metáforas curativas y
mensajes simbólicos. Toda la información que llega la vas registrando, va
configurando un escenario interno de sentido.
Inevitablemente irá emergiendo una conexión con la medicina. Hay una
comprensión de fondo en este viaje: todo te lleva a la sanación porque de algún
modo todo cura, todo sana. Por una parte tocar tus heridas y tu propia sanación
te abre la sensibilidad al dolor universal. Inevitablemente al principio el
espíritu te lleva a recapitular escenarios de tu propia vida, a sanar aspectos
pendientes. Hay que vivirlos. Seguidamente se despierta la cualidad de la
compasión: comenzamos a ver las situaciones de otras personas con una mirada que
busca apoyar, entender, sanar lo que otros sufren. Entonces buscas hacerte
presente a otras personas o conectarte con ellas para invocar en ellas la salud
y el bienestar. Emerge el corazón compasivo. Explora las formas que adquiere en
tu viaje ese propósito sanador.
EL ACCESO AL NAGUAL
Una práctica milenaria es la del
acceso al nagual. Ayudados de la visualización creativa, practicamos el cambiar
de plano, viajar a la realidad no ordinaria. Requiere de un esfuerzo y un
estado que la búsqueda de la visión precisamente propicia.
Tanto si estás en la naturaleza
como si eliges hacer esta práctica de manera puntual en un lugar silencioso de
tu casa, túmbate y cierra los ojos. Todo lo que vaya sucediendo a partir de
ahora, si lo deseas, lo puedes ir verbalizando, como describiendo en tiempo presente
y en voz alta.
Pon intención al viaje. Declara
tu misión, es importante. ¿Qué quieres hacer? Extraer alguna información,
acudir a dialogar con alguien, simplemente explorar esta dimensión, pedir
sanación…
Si dispones de una grabación de un tambor, utilízala de fondo. Es ideal que su duración sea de entre 20´a 30´. Abandonas la mente, puede pasar un rato, espera a que se calme. Apóyate en la respiración. Cuando sientas que estás dispuesto/a, te adentras en la visualización o imaginación activa creadora. Lo que haces no es simple inventiva fantástica, aunque a la mente se lo parezca. Al contrario, permítete darle valor a lo que se te representa. Al principio y en base a estas pistas que sugiero a continuación, tu visualización será intencionada, pero poco a poco verás cómo adquiere autonomía. Esta es la clave. Antiguamente esto se consideraba una técnica de la medicina popular, se les llamaba “viajes del alma”. Se familiariza con el lenguaje eminentemente mítico de estas experiencias.
Busca en tu memoria la imagen de
un lugar conocido que te transmita poder y en el que hayas estado. Esto te
facilita representar los detalles de ese lugar. Puede ser una montaña, un
árbol, una cueva, algún sitio especial asociado a la naturaleza. Es importante
que hayas estado allí y lo conozcas.
Partiendo de ese lugar, inicia el
ascenso hacia la realidad no ordinaria. Pon intención a tu visualización
creativa. Hazlo a través de una columna de luz, la vía láctea, una escalera de
cristal, escalera dorada, un arcoíris o de lo que sea que se te represente, y
deja que el viaje comience a llevarte. (Las alfombras voladoras vienen de esta
tradición, también la escalera de Jacob. Los chamanes siberianos usaban un
trineo con renos, de ahí Papá Noel, que en realidad fue San Nicolás, obispo
turco del S. IV)
Ahora deberás encontrar algún
elemento que sirva de escenario de paso. El portal que da paso al otro lado. Experimentar
esto, a partir de ahora, te va a indicar que has entrado en la otra realidad.
Puedes hacerlo visualmente a través de nubes, portales o membranas. Es una
barrera permeable que te ofrece la sensación de cambio de plano. Puedes
traspasar los niveles que desees.
Una vez ahí, deja que el
escenario se vaya representando por sí solo. Date tiempo, observa lo que viene.
Elementos del paisaje, personajes, tus animales de poder… Ve creando un mapa. Ahora eres el centro del universo. Lo
que veas ahora será un mapa que se irá repitiendo en próximos ascensos y sobre
los que irás avanzando. Si alguien se adelanta o tu animal de poder echa a
correr, síguelos. Permítete el humor, toda emoción fija y cohesiona la
experiencia.
Puedes encontrar todo tipo de
escenarios, también todo tipo de maestros, deidades, personas fallecidas,
conocidos o no. A cada encuentro pregunta si es tu maestro/a y si responde afirmativamente,
inicia un diálogo. Eres un cosmógrafo, cartografía todo el escenario, muévete a
tu voluntad también y explora.
Se accede a este plano para
obtener respuestas o para promover sanación. Trabaja abierto al enigma y
observa que cualquier elemento puede ser objeto de tus preguntas. Todo
responde. A partir de aquí los diálogos y las experiencias se suceden. Déjalos
que emerjan. Si lo que experimentas está conectado con la emoción, es la señal
de que has alcanzado la realidad no ordinaria. No hay criterio, cada
experiencia en esta dimensión es absolutamente personal y es válida en función
de la congruencia que adquiere posteriormente en el escenario interno de la
vida. Tú eres tu propia autoridad.
Una vez finalizada la
experiencia, visualiza como retornas por el mismo camino al mismo lugar que
elegiste al principio. Procura que la experiencia dure entre 20´ y 30´. El
potencial chamánico se reaviva repitiendo estos viajes. No te desanimes si todo
esto al inicio es muy débil. Lleva tiempo conectar con los registros sutiles
del viaje espiritual. Cuando no pase nada, simplemente, nómbralo: “no pasa
nada”. Y espera. Que tus primeras preguntas o intenciones sanadoras estén
dirigidas hacia tu propia persona.
UNA EXPERIENCIA PERSONAL
Durante tiempo atrás me he ido
familiarizando con el lenguaje de la visión que conduce a estados de clarividencia.
La hipnosis primero, los enteógenos y la práctica de la visualización creativa,
van dotando de poder a tu intuición.
Al inicio me ubico en un viejo
árbol centenario, un pinsapo en el cual, dice la tradición, fue enterrada una
curandera. Desde allí me visualizo trepando. Cuando llego a la copa ya una
imagen cobró autonomía desde el principio: un tubo de luz me permite seguir
trepando hacia el espacio. En un momento dado un Jaguar me ayuda en la
ascensión, me subo a su lomo y llego a las nubes. Sé que ellas son la puerta de
acceso al otro lado. Las traspaso y tengo la sensación de atravesar como una
rendija que me hace aparecer en un paisaje natural. Allí se queda el Jaguar, sé
que me espera para la vuelta. Una vez allí, durante los viajes que he realizado,
voy reconociendo elementos a uno y otro lado del camino. Los animales de poder
me acompañan, transmitiéndome una sensación de mucha alegría y apoyo.
En un primer viaje vi como un
recoveco en la montaña. Allí estaba presente una antigua relación. Vi cómo se
debatía entre el atrapamiento de su instinto-creencias, la aceptación y la
adquisición de su máxima libertad. Entendí que yo también me identificaba con
eso y que estábamos en el mismo viaje. Puede realizar un trabajo de sanación y
reconciliación con ella.
En la siguiente incursión experimenté lo mismo en mi ascensión. El Jaguar me volvió a dejar al inicio de este espacio natural. Vi el mismo escenario que acabo de narrar a mi derecha y seguí el camino. Ahora encontré un palacio de cristal a mi izquierda. Entré y me maravillé de las formas de la arquitectura y de la belleza de la luz que allí había. Tuve una experiencia preciosa ya que en el centro de la sala principal, un enorme salón luminoso, entendí que podía acudir a ese espacio siempre que quisiera para pedir sanación para mí. Sentí mi cuerpo en perfecto estado de salud y tomé el placer de estar completamente sano.
En el siguiente viaje de nuevo reconozco los escenarios anteriores y sigo más adelante, descubriendo en cada experiencia lo que hay más allá. Veo una cabra encima de un montículo a la derecha. Me indica que entre a una cueva a través de un hueco que existe justo debajo de ella. Me agacho por su angosta entrada y desciendo a una cueva. Llego enseguida. Me encuentro un espacio oscuro en el que puedo distinguir un pequeño lago subterráneo y a la izquierda una mujer frente a una hoguera. Me acerco. Tenía el pelo blanco y no tenía dientes. Me viene a la memoria la imagen de María Sabina. Atizaba un fueguito. Yo me siento a su lado y le pregunto si es mi maestra (siempre hay que hacerlo y esperar la respuesta de los seres que nos encontramos). Me responde que sí. Al tiempo, me dice que la veo como María Sabina porque mi alma elije verla así. Le formulo la pregunta que traigo como intención en este viaje: ¿son adecuados mis viajes al Nawual? Me mira durante unos segundos y me dice que están bien. Se ha puesto a mirar el fuego. A partir de aquí despliega una serie de sencillos consejos: que cuide mi alimentación; que estoy en el lugar adecuado en la casa del búho; que mi madre está en un espacio de luz, fue sabia y buena, por eso es que reparte protección. Que me cuide en mi energía con lo femenino para que no me atrape mi inconsciencia, que recuerde que es un espacio de abundancia para crecer.
Las recibo todas con gratitud. Miraba el fuego mientras me decía estas cosas como si le viniera de él toda esta información. Me gusta mucho escucharla. Me dirige esas palabras con mucha paz y sabiduría. Le digo entonces: ¿Te puedo hacer más preguntas? Ella responde rotundamente: no, ya has cumplido el propósito de este viaje. Cuando vuelvas, la cabra te indicará si puedes pasar o no. Me repite que practique así los viajes, que deje que el Jaguar me lleve. Sigue hablándome: tienes una lechuza blanca muy bonita, muy amorosa; tu inocencia está intacta; ese coyote que va contigo atrae los poderes chamánicos. Me despido.
Al salir encuentro a mis animales
de poder. Siento entonces mucho amor por ellos. Percibo también su alegría. Son
bellísimos espíritus guardianes. Ellos me conectan con el poder del universo a
través de su ayuda y su pedagogía. Son representantes espirituales con un
acompañamiento propio. Entiendo ahora que están conmigo como me recuerdan mi
intención compasiva. La conexión con ellos es parte de ese incremento de poder,
sin duda.
Los animales de poder me conducen
en mi cuarto viaje al Nagual. Vamos más lejos atravesando el paisaje inicial.
Llegamos a un caudaloso rio que atraviesa el paisaje de izquierda a derecha.
Una vez allí me invitan a vivir la experiencia de abandonarme al fluir
tirándome al agua. Siento cierta indecisión, me cuesta. Al final me lanzo ayudado
por la lechuza. Voy a la deriva, sin nada a lo que agarrarme. Percibo la
angustia. La siento en mi cuerpo, experimento el miedo. (Recuerdo que le pedí a
la búsqueda que me acercara a mis miedos. También que soñé días atrás como veía
la muerte al final de mi vida y sentía una profunda angustia por primera vez).
Entiendo en este trance como mis rutinas y planes diarios son auténticos
agarraderos que me impiden entregarme al fluir de la vida. Pero ahora
experimento cómo es soltarlo todo.
Mi cuerpo se tambalea como si
verdaderamente estuviera moviéndome por esos rápidos. Pido un poco de
tranquilidad, entiendo que ya he captado lo que me proponen y necesito parar,
el rio entonces se aquieta en una ensenada. Me hago cargo de mis impedimentos
para entregarme al fluir, aun puedo conquistar más libertad soltando cosas. Pero
siento el reto dentro de mi.
Vuelvo a la orilla. Allí los
animales me dicen que en realidad puede ser más suave el proceso. Me trae
alivio. Puedo permitirme fluir equipado con una barca. Y allá voy. Me veo en
una barca de remo de nuevo descendiendo a cierta velocidad por el caudaloso
rio. Vuelvo a sentir los rápidos y la sensación de no tener asidero ninguno,
ninguna seguridad a la que agarrarme, pero esta vez es más llevadero. Observo
esta inquietante escena ya con cierta calma. Mi cuerpo, literalmente, sigue
respondiendo a las ondulaciones de la barca, cuando observo como se acerca un
paisaje de tormenta y se oscurece la luz. Entonces me abrigo, me acurruco en la
barca y tengo un contacto emocional intenso. Siento que, en medio de esa
situación adversa que hace más hostil la experiencia, me sostiene el hecho de
sentir mi respiración y mi corazón. Las siento dentro con intensidad. Percibo que
esto es todo lo que necesito para este viaje a la intemperie. Me conmueve esta
vivencia, lloro al sentir como me abrazo a mi interioridad. La respiración y el
corazón son la vida palpitando intensa dentro de mí. En realidad, con esto
puedo hacer cualquier viaje, me puedo fiar. Pasa la tormenta y me adentro en
unos meandros en los que la corriente se calma y el viaje se torna tranquilo.
Se asemeja este tramo al cañón del colorado. Dentro de la barca están mis tres
amigos. El Coyote, tumbado a mis pies, ahora me informa de que él es el
instinto: que si me entrego al fluir de la vida, tendré mucha más energía
disponible para lo que verdaderamente importa y que el instinto se me hará
presente otorgándome más poder. La lechuza esta posada en la proa, me confirma
también que tendré mucha energía para los viajes de sanación, para enfocarme en
eso, a ella le encanta, es su poder específico. El mochuelo anda posado atrás,
me fijo que se apoya sobre la palanca que mueve el timón. Me dice que ella es
la intuición y que, del mismo modo, si me abandono al fluir, tendré mi energía
vital conectada a la intuición, entenderé mejor las cosas y la sabiduría de la
vida estará más a mi alcance. Sabré conducirme.
por La Efimera | Abr 6, 2020 | Counseling
Corre el mes
de marzo. Sobre el planeta se cierne la preocupación y la parálisis que genera en
el ser humano la incertidumbre, el miedo y la fragilidad de la vida. Yo me
retiro solo al bosque durante tres días, sin comida, abierto al diálogo con la
naturaleza, los seres espirituales y las revelaciones del mundo interno. Salgo
al atardecer. Me adentro en este bosque a una hora de camino habitado por árboles
centenarios: quejigos, espino blanco, algarrobos, etc. Llego al lugar. Al oeste
un valle con campos de cultivo, detrás, la montaña. Ya es de noche, el silencio
solo es removido por el sonido del viento entre las ramas que ahora sopla
intenso. La noche es fría y comienza a llover. Comienza mi entrega a la
experiencia.
En el camino
he sentido emocionado toda la energía femenina presente en mi vida. Me venían
algunos rostros, su fuerza colectiva y como esta energía me acompaña poderosa. Me
da fortaleza. Elijo un sitio resguardado para poner la tienda y me abandonado
al no hacer, a la escucha. Invoco para estos días la apertura de un portal
dentro de mí, más allá de la avidez y el ego, donde ampliar la comprensión, el
sentir sobre la vida. Me duermo con la imagen de mis padres y mis abuelos que
vi tiempo atrás en una cueva. Creo profundamente que más allá de esta realidad hay
revelación, que el espíritu de la vida y la naturaleza se manifiesta, a quien
quiere y cuando quiere. Elijo confiar.
Muchas
tradiciones han explorado este viaje. En los ritos de paso de la antigua
Grecia, los que se sumían durante varios días en el viaje enteógeno en la
ciudad de Eleusis, vivían una epopteia,
una visión transformadora que les iniciaba en la vida espiritual. El viaje del
héroe se refiere también a esta búsqueda. Este suele responder a un esquema
universal que conlleva: salir a la aventura desde tu mundo cotidiano a lugares
de sombra que retan tus capacidades; atravesar experiencias sobrenaturales; luchar
con fuerzas que interrumpen el viaje; experimentar la privación, la
desorientación, la locura, el miedo a la muerte o la pérdida de identidad. Al
final de esta misteriosa aventura, el héroe vuelve a casa transformado, dotando
de mayor sentido a su vida, con una sensación de conquista y poder personal, provisto
en ocasiones del don de consejo o de sanación. El aprendiz de brujo, tras
encarar el inframundo, se vuelve un curador herido. En los relatos de
Castaneda, el viaje de transformación busca el “descenso del espíritu” donde,
al cruzar un umbral, este se revela al buscador. En realidad todas estas
vicisitudes del héroe, no son sino la confrontación con los propios
condicionamientos.
Me despierto
por la mañana temprano. Me pongo frente al sol, toco el tambor y activo mi
canto espontáneo. Mi garganta vibra con sonoridades desconocidas para mí. Pido
ver mis condicionamientos en esta búsqueda. Tras un rato, suelto todo y me tumbo, entro en
otro estado. El tambor me saca de la mente y me permite entregarme a ser
sostenido únicamente por la naturaleza que me rodea. Reviso una antigua
relación. También me viene con fuerza la presencia de papá y mi relación con
mamá. Entonces veo mis miedos a soltar el control, tengo miedo a sentirme preso
emocionalmente. Cuando me acerco a este sentimiento me defiendo con fuerza. Me
acerco a reconocerlo más de cerca. Me siento frágil. Reviso la historia de mi
padre y conecto con la soberbia de no pedir ayuda. Tengo dificultad para
reconocer mis miedos, es entonces, cuando huyo de ellos, cuando manipulo y creo
sufrimiento. A veces no he tenido valor para reconocer que me supera, que no
puedo manejarlo. Me duele haber causado dolor. Veo mis apegos y mi prepotencia,
me conecto con esto y sollozo profundamente, me perdono. Veo mis fantasmas: el
apresamiento que viví de niño sigue presente en mi cuerpo y me paraliza para
sentir. Es miedo, sí, me cuesta verlo. Me perdono de nuevo. Durante un rato
siento el alivio apoyado en la fuerza sanadora de la naturaleza que lo absorbe
todo y lo mitiga.
Si quiero
resolver mis laberintos, tengo que practicar en primera persona, perforar la
sombra, implicar el cuerpo y sumergirme en la propia experiencia. Existe todo
un componente energético-mental-emocional que estructura mi manera de ser y de
ver la vida: creencias, corazas, pasiones y traumas que he venido disolviendo
estos años para dar dirección a la propia vida. Me doy cuenta como el miedo me deja
confinado en lo concreto, lo útil, lo fáctico, me encierra en la idea de que
solo es válido lo inmediato, lo que está bajo mi control (mental). Pero también
sé que liberar esto es abrirme a mi poder interior. Así me lo narra un viejo
árbol. Me siento a su lado y le pido que me hable de mi sombra, de lo que
necesito limpiar. Comienzo a familiarizarme con la claridad interna:
La pereza que traes de tu rama materna, una
vez sanada, se torna en una energía apropiada para esperar y configurar la
entrega al presente y el fluir con la energía de la intuición. Es un estado en el que sueltas los propósitos y
las expectativas. El presente está bien así, amas las cosas como son. También
la vanidad que traes de tu rama paterna, cuando sana y se rompe el espejo narcisista,
se transforma en autoapoyo y amor propio auténtico, una fuerza poderosa para
vivir. Por último con tu forma de vida has resuelto con la tacañería de tus
abuelos, que te lleva a soltar el apego a la seguridad material y despierta en
ti un estado de tranquilidad y suficiencia con lo que la vida da, tomando la
verdadera abundancia del corazón donde reside la auténtica generosidad.
Esta
información me trae mucha alegría, reconozco mi itinerario con las pasiones y
dónde he ido resolviendo. Doy gracias por todas las personas que me han
acompañado en mi sanación. Emerge dentro de mí un estado de confianza en la vida.
Me doy cuenta de lo que nos lastra al ser humano: el apego al sufrimiento y el
miedo patológico.
Esta noche he
soñado con comida. El estómago parece que no se queja. Deshago hábitos a través
del ayuno y limpio. A veces pienso que esto va a ser difícil, que no es bueno
tantos días sin comer. Pero siento mi cuerpo bien y tengo energía. De nuevo el
tambor me lleva a cambiar mi estado. De mi garganta salen sonidos inspiradores
que me facilitan viajar. Esta vez me tumbo bajo el sol aprovechando que ha
despejado el cielo. Disfruto como nunca de sentir la luz solar calentando mi
piel. Le pido a los seres del bosque que me hablen de la información que traigo
dentro, los códigos dormidos. En un estado de profunda concentración recibo
esto.
En este ciclo de vidas que vivimos y
morimos, resulta paradójico pero: el alma mantiene esta forma de amnesia por la
cual en cada vida partimos aparentemente de cero. Eso sí, todos disponemos de
un montón de códigos dormidos dentro que traemos a través del aprendizaje a lo
largo de nuestra evolución. ¿Y por qué no vienen ya despiertos? -Le digo-, porque
hay que elegir abrirlos, filtrarlos a través de la experiencia y poner mucho
foco de conciencia para que conlleven un verdadero despertar. Es como un tesoro
que solo debidamente abierto es posible acceder a él y activar su riqueza. El
primer paso es reconocer que existen ahí dentro. Luego el proceso de acceder a
ellos propicia ese cambio de percepción, de actitud, de conocimiento interno y
de poder. Estos códigos emergen a un nivel consciente desde el instinto y la
intuición cualificadas, lo que configura nuestro perfil creativo. ¿Como se
despiertan los códigos? –pregunto-: con
la magia, es decir, la imaginación creadora. Dialogando con los seres y los
espíritus. Con el proceso de curación emocional, limpiando y sanando, están
disponibles los códigos para ti. También con el trabajo de regresión a vidas
pasadas y de ampliación de la conciencia. Acudiendo a técnicas propias de
clarividencia, mediumnidad y telepatía. Leyendo las claves genéticas. Pidiendo
al mismo Akasa y al universo astral conectado con esos códigos que se te
desvelen. También entregándote a la danza instintiva. Los códigos son un panel
de sabiduría que traemos insertado.
¡Cuanta
información! Me doy cuenta de que la mente, cuando procesa esta información, no
está activa, recoge esto en un estado de pasividad y de inmediatez. Cuando lo
experimento, me conecta con lo que podemos llamar la mente nativa, un sustrato de inteligencia primigenia. Un segundo
cerebro que combina receptores del plexo solar y cualidades instintivas e
intuitivas. Es una forma orgánica de percibir que activa una inteligencia más
allá de la cognición habitual. Cada vez que se experimenta, deja una sensación
particular. Recuperas el sentimiento primordial de fascinación ante la
inconmensurable abundancia, gracia y sabiduría de la naturaleza.
Esta
experiencia la viví con intensidad la segunda mañana. Me movía sin rumbo,
dejando que mis pasos fueran intuyendo la dirección dentro del entorno que me
había marcado para vivir la búsqueda. Vagaba de un punto a otro, y me inundó
una experiencia fuerte. Sentí el caudal infinito de la energía universal
crística disponible, una energía que la tradición llama Gracia y que es
extraordinariamente abundante. Es desbordante y está toda ahí, envolviéndonos.
Me conmoví.
¿Cómo
explicamos esta forma de comprensión? La psicología ha debatido largamente
sobre la percepción. Esta ha quedado atrapada en una estrecha franja física y
cognitiva. Solo aceptamos los estados de vigilia y de sueño. El estado de vigilia
es tan solo uno de los estados de conciencia posible, y no el más audaz. El
sueño está poco explorado. La psicología y la psiquiatría han devaluado lo
espiritual y lo mítico. Por eso hay que restaurar otra forma de pensar.
Para hacer
este viaje tenemos que entregar la autoridad del saber, más allá del conocimiento
científico, a la sabiduría de la vida inscrita en la naturaleza. Es el comienzo
para poder conjugar lo inefable y la reflexión empírica. Esta prueba siempre va
a poner en crisis nuestra mente. Es inevitable confrontar el mundo ordinario
con lo espiritual, es una crisis de separación por la que hay que pasar. Pero
cuando logras conjugarla, amplías tus posibilidades de ser y de crear la
realidad. Comienza un giro en tu relación con la naturaleza y la energía a
través de la cual experimentas que estas no son inanimadas. Abrimos un puente
entre la actividad bioquímica del cerebro y la actividad de la consciencia.
Esta noche he
dormido mal. Es la tercera. Horas sin pegar ojo dando vueltas en mi incómodo
aislante. Siento como mi cuerpo acusa dolorido el estar quieto muchas horas.
Percibo como manejo el estrés con poca paciencia. Siempre me ha costado sujetar
las situaciones dolorosas. El viento azota con fuerza la tienda esta noche y mi
mente bulle. Ya no sé qué hacer. Me levanto con decisión, ya es madrugada. Tomo
la determinación de marcharme a falta de un día. En ese momento respiro y
entiendo que se trata de una prueba más, que traspasar esto es parte del viaje.
Me recuesto de nuevo y logro dormir. Al día siguiente me siento milagrosamente descansado.
Salgo a la luz del día. Los colores y los contrastes de luz me parecen
brillantes. Mi vista se ha agudizado, presto mucha más atención a los detalles
y los disfruto de un modo más especial. El ayuno hace su efecto. Comienzo a
caminar dando vueltas a un mismo árbol. En muy anciano. Lo percibo y me entrego
a su sabiduría. Le pregunto por la inocencia y su papel en mi historia.
La inocencia es el sustrato espiritual de
esta configuración material en la que vivimos. Fue la primera manifestación que
adquirió todo lo material. Es un estado perfecto de entrega y de gozo. Hace
posible la sinarquía, la forma equilibrada de existir los seres. Está muy cerca
de la compasión. La inocencia tiene muchos nombres para el ego: estupidez,
mojigatería, incapacidad, falta de fuerza e iniciativa, infantilismo, etc.,
pero el que no se hace como uno de estos, como un niño, no puede abrir las
puertas al mundo espiritual. El que no purifica su niño no puede abrirlas, el
que no hace una alianza con su niño interno, lo cura y lo coge de la mano. La
inocencia permanece intacta a lo largo de las vidas para el que nunca asesina
(es verdad lo que vio Susi, pienso). Matar es la locura y lleva a la locura.
Hiere la inocencia. En el polo opuesto está el sanador y el artista, el primero
compensa la locura del asesino, el segundo la locura de la herida. El
contenido de esta información me parece profundamente espiritual. Recuerdo los
años en los que me entregué a la meditación en un contexto espiritual, todo
adquiere ahora un mayor sentido.
El chamanismo
y la mística han ido históricamente de la mano. En ambas emerge algo
inexplicable en el encuentro entre el individuo y la totalidad. En todo caso se
experimenta una vivencia incondicionada de la verdad. En el acceso a lo
espiritual, la ciencia debe declarar la indeterminación ontológica y reconocer
que se trata de un espacio inmaterial difuso pero dotado de razón. (Roger
Walsh). Cuando creo dentro de mí una alianza con la naturaleza, se van
ampliando estos estados perceptivos, e Irrumpe ¡el otro lado! Ahí, cuando me entrego a esta confianza mágica,
comienzo a trasmutar los parámetros que me han tenido subyugado durante años, y
comienza la exploración. Todo es posible cuando conectas con este nuevo poder. Lo
insondable se vuelve atractivo y cambia la lógica de comprensión. Incorporo
nuevas formas de percepción: la sincronicidad, el simbolismo, la fluidez, la
intención, el desvelamiento, la clarividencia, la visualización activa, etc.
Después de
rendirme ante la comunicación del árbol, me abrazo a su viejo tronco. Siento la
fluidez del tiempo. Respiro. Toda la naturaleza me parece un canto sublime a la
inocencia. Lo acojo. Me entrego a su poder, no hay nada que hacer. El bosque me
invita ahora a danzar con él, a penetrar en su espacio, en su energía. Me muevo
de nuevo sin rumbo entre las piedras y los árboles. Un palo en mi mano se mueve
mágicamente, sobre mis dedos, como si fuera una brújula. Me he abandonado
durante tres horas y luego me he tumbado. He sentido que empezaba a estar
abierta la visión. Invoco la voz de la montaña, a los animales del bosque, a
los elementales del lugar… todos me van dando claves para comprender mi vida y
mi momento.
Ensaya la ensoñación, -me dice un quejigo
centenario-, ahí puedes despertar vías de sanación. La sexualidad, como el sol,
son fuentes de energía para la vida si los tomas con receptividad,
abandonándote. Vas a tener mucha salud, -me dice otro árbol con el troco hueco-.
Estudia, profundiza en los temas y comparte tus pensamientos, esto amplifica
muchos efectos. Activa el placer a través de la presencia, de la música y el
cuerpo. Existen muchos planos del sentir, si los tomas sin apego y sin pasión, serán
espacios abundantes de captación y regulación de la energía disponible. Dialoga con la realidad, con los seres.
Le pregunto a los espíritus compasivos como
experimentar a Dios: me dicen que sanando y creando, me refiero –dice- creándote a ti mismo, despertando tus máximas
posibilidades internas. Le pregunto al viento y me dice que las palabras se las
lleva el viento. Me rio. Pero –dice luego- las palabras que nacen del corazón
las retengo y las esparzo.
Sigo
escuchando más mensajes. No hay que hacer
nada para completar el propósito, solo hacer lo que está en ti desde el placer.
Come algas, traen información muy antigua. El tambor también es un código muy
antiguo, confía en él. Haz círculos de palabra con otras personas. Hay una
funcionalidad profundamente estructurada en esta realidad, es la funcionalidad
del amor. Despójalo de su manto romántico, construye una pedagogía del amor
propio. Verifica la potencialidad y el poder del amor cuando lo consolidas
dentro. Tiene una maestría propia que formula y estructura la realidad, todas
las formas de lo humano.
La montaña me vuelve a hablar, me dice: dialoga
con tu alma, ella tiene toda la información. Explora sin cesar, estás iniciando
tu alianza con la naturaleza. Aquí en la soledad no resuenas con nada externo y
te conectas con el poder de lo natural y sobrenatural. Potencia el corazón que
ama que, una vez sanado, pronuncia la palabra amor y es muy poderoso. Recuerda
que el ego es extenuante, obsesivo, exigente, acomodaticio, esquivo, es un
farsante y un traficante.
Al árbol muerto, caído en el suelo, le pregunto
mientras trepo a una de sus ramos para sentarme. Háblame de la muerte. Pronuncia
entonces una palabra con rotundidad: descanso. Contemplas toda la vida con
profundo amor y sueltas, es la liberación, el descanso total. Cierre de un
ciclo, sigues adelante. Durante un rato me quedo en contacto con el placer
que me da experimentar ese mismo descanso profundamente.
Me tumbo en el
suelo. Han pasado varias horas. Lloro de alegría por sentir tanta abundancia,
tanta noticia que informa mi corazón. Entiendo que más allá de la realidad
ordinaria existe una realidad no ordinaria. Esta última es tan real como la
otra e incluso más amplia. Las entidades dejan de ser arquetipos, procesos
bioquímicos o fantasías patológicas, y pasan a entrar en el escenario de lo
posible.
Desde que el
antropólogo Mircea Eliade relatara en 1951 las técnicas arcaicas del éxtasis en
su investigación sobre el chamanismo, y posteriormente con los relatos de
Carlos Castaneda, en occidente comenzamos de nuevo a tomarnos esta sabiduría en
serio. En el libro del “Conocimiento silencioso” nombra Don Juan la gran falla colectiva: vivir nuestras
vidas sin tener en cuenta la conexión con el Intento, la fuerza encendedora: el
espíritu. Todo por lo precipitado de nuestra existencia, nuestros inflexibles intereses,
preocupaciones, frustraciones y miedos que tienen prioridad. En el plano de
nuestros asuntos prácticos, no tenemos ni la más vaga idea de que estamos
unidos con todo lo demás.
Es un
sentimiento extraordinario sentirte unido a todo lo demás. Es un acto de fe
difícil para la mente. Pero la emoción informa verdaderamente cuando la has
cualificado, cuando entiendes el magisterio de la mente nativa. Conectar con
esa realidad no ordinaria puede convertirse en algo cotidiano. Tal y como lleva
exponiéndonos la física cuántica desde hace más de 120 años, la materia y la
energía es lo mismo, en diferentes planos de frecuencia de luz. La epigenética
nos ha dicho que el material del que está hecho el ADN, no solo es sensible a
las frecuencias de luz, sino que emite luz. La cualidad espiritual que nos
configura como humanos, es la que nos permite entender todas las realidades
como entidades de tipo energético, ya sean seres, fenómenos o enfermedades,
etc.
Ahora deseo
naturalizar ese estado extendido de la conciencia que me permite dialogar con
lo espiritual. No a modo de monólogo devoto en una sola dirección. Entiendo que
no es eso, es más bien parecido a lo que vive el artista, que desconoce el
origen de su inspiración pero reconoce en ella un divino-natural vivo y
consciente.
Hay formas de conocimiento
inasequible por la vía ordinaria. La búsqueda de la visión me ha permitido
entender como es la claridad interna obtenida en esos estados. Amplio el umbral
transpsicológico. Mi mente ha perdido el pleno poder. Los estados de conciencia
diversos: chamanismo, mística, enteógenos, regresiones, etc., propician un modo integrativo de la conciencia (Michael
Winkelman). Al hacer esto estamos modificando la visión del mundo. Todo es un
flujo vibratorio dotado de inteligencia propia que cambia permanentemente y que
unifica la vida. Esto es fácil experimentarlo cuando te entregas a la búsqueda
de la visión en un medio natural. He experimentado durante tres días un estado
de apertura y de disponibilidad tal, que me han permitido captar conocimientos
a través del gran libro de la vida que es la naturaleza y sus múltiples formas.
Atardece,
quedan unas dos horas de luz solar. Completo los tres días. He bebido cerca de
tres litros de agua. Tengo el cuerpo cansado. Recojo y me despido lentamente
del bosque. Lo siento compañero, maestro, hermano. Respiro profundo, sé que
esto ha modificado profundamente mi experiencia. Prometo volver con frecuencia.
Voy lento, no tengo energía, camino despacio, con el alma expandida, confiado. Recuerdo
que en una ocasión leí como Carl Sagan, distinguido pensador racionalista,
vivió una experiencia cercana a la muerte (ECM). Tras ello, valoró cómo le
había generado una visión distinta de la vida, entendiendo mejor qué es lo
importante y lo innecesario y aumentando su sentido de la presencia.
Algo así me
llevo hoy de aquí.
por La Efimera | Nov 16, 2018 | Counseling
Andrea estaba pasando un mal día. Ella disimulaba poniendo buena cara mientras ordenaba el salón con su madre. Todo parecía transcurrir como cualquier otro día, pero internamente le invadía un sentimiento de inseguridad. La persona con la que tenía una relación amorosa, Lear, pasaba esa tarde con una compañera por la cual se sentía atraído. La relación que habían iniciado Andrea y él apenas hace tres meses, cuando coincidieron en un taller de cine amateur, le entusiasmaba. Había alcanzado un grado de confianza y transparencia muy intenso, pero aun así, se sentía inquieta.
Tenía que lograr evadirse. Cogió una de sus novelas favoritas “La mujer habitada” de Gioconda Belli. Se concentró en la lectura todo lo que pudo pero, a cada página, le asaltaba algún juicio o inquietud que le sacaba afuera. Se recostó y fue observando todas las emociones que le visitaban, una tras de otra. Se dio cuenta cómo entraba en la desconfianza y se decía a sí misma si Lear, en el fondo, sería un pusilánime oculto, un seductor sin desvelar que la engañaba con un lenguaje amoroso. La envidia y la competitividad le hacían analizar a la amiga a la que conocía de un encuentro casual y sobre la que fantaseaba ahora, imaginando a veces grandes cualidades en ella que seducirían a Lear, otras, una mujer torpe y sin brillo. Entonces llegaba la ansiedad, un estado mezcla de inseguridad y desesperación. Sentía cómo todo esto le alejaba de él, pero no podía ser, ella le quería. Aun así, pensó si tenía que mandarle un mensaje que provocara en él una respuesta tranquilizadora. “Hola Andrea, volveré pronto”. No lo podía creer, estaba sorprendida viendo como construía internamente argumentos. Su mente dualista ahora vivía un nuevo capítulo entregada a elaborar un drama.
Debía admitirlo, estaba siendo presa de los celos. A pesar de que habían establecido un acuerdo sobre el modelo de relación en el que daban prioridad a la colaboración, a la apertura y al desapego, Andrea se veía sorprendida por unas emociones que no podía controlar. Lo peor de todo era imaginar que los dos se encontraban sexualmente, huía de ese pensamiento. ¿Qué estoy conquistando? se preguntaba; ¿Qué me da miedo? ¿Qué tengo que perder? La desconfianza ha ocupado todo el espacio. Ni siquiera la valentía de Lavinia, la protagonista de la novela, le empapaba con un poco de coraje para sostener lo que está viviendo.
Ambos había dejado claro lo que se podían exigir mutuamente y lo que no, pero lo cierto era que ella se encontraba ante el reto de seguir puliendo los viejos patrones que han venido acompañando el modelo de relación tradicional basado en la codependencia. Esta deposita la autoridad en la persona amada, le entrega la responsabilidad sobre sus carencias. Externaliza algo que no se ha atrevido o no ha podido alcanzar la persona por si misma: un estado natural de confianza. La necesidad y el apego desembocan entonces en estados de desconfianza e inseguridad.
Andrea tenía la foto de su abuelo Eliseo frente al butacón en el que daba vueltas y vueltas a todo esto. Eliseo era un susurrador, una cualidad que venía de su familia y que consiste en una habilidad especial para comunicarse con los animales o hacer de puente entre especies diversas. El viejo amaba el mar y conocía bien la fauna marina. Andrea recordaba cómo hablaba siempre de soltar el pasado. Había realizado muchos viajes como navegante y sabía lo que era estar solo durante largos períodos. “El miedo a estar solo –decía- es una de las cosas más catastróficas de nuestra especie”. Recordaba las horas en las que de niña le narraba sus periplos en barco. Eliseo la prevenía ya desde entonces diciéndole: “Nacemos y morimos solos y si no eres capaz de convivir con la soledad y con la muerte, terminas haciendo a los demás víctimas de tus necesidades”.
Las palabras del navegante resonaban ahora en su cabeza. Se veía aislada y víctima de sus propios miedos. Ella nunca había sido dependiente y ahora esta situación le sacaba de sí. Sospechaba que algo no estaba bien alineado en su relación consigo misma. Lo que estaba viviendo esta tarde le mostraba algo de sí misma: ¡tenía que conquistar su espacio propio¡ En ese mismo momento se decidió a escribir. Sacó un papel y apoyada en el libro, puso un titular: “reconozco”.
Se lanzó a un acto de honestidad consigo misma, consciente de que las emociones sin procesar despiertan las peores pasiones. Reconozco -escribió- que mi deseo sexual, respondiendo a su propia dinámica biológica, me conduce al apego y la posesividad, y me crea dependencias. Reconozco mis patrones de desconfianza o de huida, patrones instintivos que no me permiten instalarme en aquello que quiero vivir: el amor y el desapego. Reconozco que tengo miedo al abandono y a quedarme sola. Reconozco que me duele que puedan dejar de quererme y perder esto que estoy viviendo. Reconozco que me cuesta soltar las creencias que mamé desde mi infancia y que me hacen buscar en las relaciones afectivas un entorno de seguridad donde poder apoyarme mediante un acuerdo de mutua dependencia al que llamo amor. Reconozco que esto me separa de reconocer mi valía y servirme de mis propios recursos internos. Reconozco que me invade el juicio. Un juez interno comienza a definir lo que está bien y lo que está mal, los buenos y los malos. Mi juez está lejos de la compasión del corazón. Es la mente victimista que me convence de que yo soy mis opiniones. Reconozco dentro de mí un necesidad afectiva de cariño que busco cubrir a través de las relaciones.
Al releer lo que había escrito, una sensación de rabia se le apoderó. Se daba cuenta en ese instante de que no expresaba a Lear esto que estaba sintiendo, que renunciaba a la total comunicación de sus sentimientos con él, que no nombraba este miedo, esta inseguridad que le inundaba. Así que saltó del sillón en el que había quedado como pegada por la contención en la que estaba y salió al jardín. Allí gritó. ¡Siento rabia, no sé sostener esta inseguridad y no la quiero! ¡tengo miedo y no quiero tener miedo! Corrió con energía entre los manzanos y los sauces. Aliviada por el grito y la carrera, cayó de rodillas. Aun llevaba la lista en la mano. Arrugó la hoja y la enterró escarbando con la mano izquierda. Quería conquistar su espacio, su forma de amar. ¡Elijo la apertura y la entrega, elijo el amor y la libertad sin que ninguno tenga que pagar un precio a causa del otro, Que nunca más mis miedos saboteen mi confianza!
Se tranquilizó, volvió de nuevo a la biblioteca. Apagó el teléfono. Tenía que elegir una banda sonora para su proyecto de cortometraje. Puso en el equipo el concierto nº 3 para piano de Rachmaninov, una de las piezas más difíciles de la música clásica occidental. «No iba a ser fácil esta conquista», se decía a sí misma. Las armonías de la música susurraban ahora a Andrea un delicado sentimiento de tranquilidad. Comenzaba a entender cosas. Se daba cuenta de que podía contar con la confianza de Lear, su fiel amigo, amante, confidente. Tenía delante la oportunidad para navegar por otras aguas menos procesolas. Con él la escuela de intimidad se tornaba apasionante, era otro amante de la libertad y de la conquista del corazón propio.
Sobre esto y otros temas trataremos en el próximo taller de amor y libertad.

por La Efimera | Sep 2, 2018 | Erosfera, Sexualidad
A mí también me dijeron que la masturbación podría dejarme ciego. Cuando recuerdo mi despertar a la sexualidad, veo toda la contención que viví para sentir mi placer corporal sexual, para comenzar a verbalizar mi deseo. Se impuso el silencio, la losa del tabú, y con él, el cierre del contacto emocional. Recuperar la naturalidad de mi sexualidad y retomar la autonomía de mi deseo me ha requerido habilitar el derecho natural de mi placer para existir y dar todo el espacio a las emociones de culpa, vergüenza y miedo a decir “te deseo” que traía asociadas.
Hoy veo en muchas personas las corazas sociales contra el deseo sexual que siguen alimentado comportamientos mecánicos y represivos. Perdemos la naturalidad que tenemos inscrita en nuestra genética animal. En mi se implantó un juicio severo que tildaba al deseo de egoísta o invasivo. Me doy cuenta al mismo tiempo de cómo venía marcado por los criterios de éxito por los que se rigen otros campos sociales. La sexualidad es acaparada por el ego que reproduce el automatismo del logro: la satisfacción de expectativas, las buenas prácticas eróticas, la idoneidad de los orgasmos, etc. Esto hacía que la sexualidad tuviera en mi tintes de conquista, que se mostrara como un acto de rendimiento deportivo y su única vía, pensaba yo, era la de encontrar oportunidades para elevar o hacer estallar la intensidad sexual, sofisticando la técnica con los años. Así lo asumí durante mucho tiempo, añadiendo, eso sí, las dosis de afecto que incorpora mi propia forma de ser. De todo esto aún arrastro maneras.
A día de hoy sigo poniendo la atención en mis patrones adquiridos, (activando el acecho, como diría Castaneda) con el fin de seguir liberando este gran recurso que es la energía sexual. Durante muchos años he tenido el deseo domesticado y esto me ha llevado a tener enjaulado el corazón. Queda sometido a las ideas y sin el aliento de la energía sexual. Ahora tengo más claridad para pedirme que exista deseo mutuo a la hora de entablar una relación; de que en cada relación entrego libremente aquello que elijo dar; y también que desplegar el afecto y la intimidad desde el cuidado mutuo, permite abrir el placer a nuevos registros, más allá de la intensidad sexual.
Vivir esto me abre puertas, siento más apertura a la sexualidad como vía de transformación interna. Descubro que el sexo me posibilita volver a los sentidos sutiles, espabilar de nuevo el campo sensorial y despertar el corazón. Aprovecho mi desnudez física para destapar mis estados emocionales. Veo cómo vivir mi sexualidad con otra persona me conecta con mi capacidad creativa cotidiana para sustraer ese placer de la profundidad de los hechos, no de la superficialidad. Al poner el cuerpo en juego desvelo mi sensibilidad para la escucha de las sensaciones, los ritmos, los estímulos delicados. Lo puedo vivir como una oportunidad para retomar la práctica atencional que nos sustrae la sociedad de los estímulos acelerados. La respiración, la lentitud, la mirada y especialmente la palabra, para mí, son aliados naturales en la conducción de la energía hacia la apertura del corazón, la sensibilidad y la cercanía emocional.
Todo esto me habilita para una práctica deliciosa como es la de la intimidad. A veces me daba miedo la intimidad, tenía que hacer algo para que esta no me desvelara del todo, representar algún papel, etc. La intimidad es un espacio que reta tanto a la libertad, que nos inventamos automáticamente un rol para blindarla. Pero ahora veo que es el espacio para volver a nombrar las emociones, el lugar de la plena honestidad, donde doy cabida a la vulnerabilidad, a la risa auténtica y al silencio sin inquietarme. Donde elijo como nombrar mi libertad. La intimidad es el espacio donde celebrar que la otra persona está disponible para obsequiarte con su amor libremente. Como dice Cortázar, “dejarlo que se acerque cuando quiera, siendo feliz con su felicidad”.
Puedo afirmar ahora que la energía sexual está a mi disposición. Sea cual sea la forma de activarla, redunda en mi bienestar si acierto a transformar la intensidad en profundidad. Esta aquí para conducirme al éxtasis, pero esa experiencia solo puede incorporar mis mejores recursos emocionales y espirituales para que sea tal. Se trata de un recurso que me abre el sentir y, por lo tanto, expande mis posibilidades de despertar a mejores formas de contactar con la vida y las personas.
La energía sexual redunda en aquello a lo que yo quiera destinarla. Viene a canalizar mi deseo y este es profundamente revolucionario. Si me abandono a él, me conduce lejos. Cuando elijo destinarla a amplificar lo que siento, los resultados son abundantes. Se trata de una fuente potenciadora de las energías del corazón y de las energías espirituales. Con ella logro ver la Diosa interna en la mujer; me dejo invadir por la ternura que me emociona; contacto con la experiencia de la entrega; o nombro la verdad del corazón como nunca. Hacer circular la energía sexual, expandirla, aumentar el contacto con lo que siento, me reproduce estados más duraderos de bienestar; despliega mi creatividad, especialmente para las relaciones; y puedo activarlo en orden a una mayor apertura de la visión interna.
Alfredo C. Dombón